martes, 31 de octubre de 2017

Violante de Aragón

Violante de Aragón

La esposa de Alfonso X el Sabio, Violante, fue una activa partícipe en el tablero político de los Reinos Peninsulares. Enérgica, dominante y ambiciosa, sinuosa y subterránea, constante e incisiva – aunque quizá lógica – pero enemiga de su marido. Estos calificativos han sido utilizados por algunos historiadores para definir a Violante de Aragón, Reina de Castilla entre 1252 y 1300.

Violante de Aragón

Esposa de Alfonso X el Sabio (1252-1284), Rey bien conocido y estudiado, la figura de Violante ha pasado bastante desapercibida; o cuando se la han contemplado han destacado más sus defectos que sus virtudes. El 26 de diciembre de 1246 contrajo matrimonio en la Colegiata de Valladolid, con el Rey Alfonso X el Sabio de Castilla.
Llama especialmente la atención el poco interés por ella, si se tiene en cuenta que la historia de su vida es realmente apasionante: tanto su faceta personal como su intervención en la política así lo confirman. La documentación no permite conocerla en profundidad, solo asoma en los documentos la Violante política, pero su tarea de Reina no puede separarse de algo tan personal como la maternidad. Dos tiempos se distinguen en su actividad política: de 1252 a 1278, cuando intervino en asuntos del Reino en apoyo de su esposo, y de 1278 a 1300, años de práctica política activa pero menos visible, pues vivió separada de su consorte hasta que éste falleció en 1284, y, además, las relaciones con su hijo Sancho IV Rey de Castilla no fueron particularmente buenas.
Nacida probablemente en 1236, hija de Jaime I el Conquistador y de su segunda esposa, Violante de Hungría, Reyes de Aragón. La Reina Violantede Aragón falleció en Roncesvalles, en el Reino de Navarra, en 1301, a su regreso de la ciudad de Roma, donde había ganado el Jubileo en el año 1300. Está documentado que el cadáver de Violante recibió sepultura en la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles, donde también se hallaba sepultado Sancho VII el Fuerte. No obstante, no se conserva memoria alguna de dónde se encuentran los restos de la Reina en la actualidad.
De sus primeros años de su vida apenas si hay noticias. Como otras jóvenes, siendo muy joven, antes de cumplir los diez años, salió de Aragón para vivir en el Reino de Castilla, pues estaba destinada a casarse con el infante Alfonso, heredero del Reino. Su primera “obligación”, tras la boda en 1248, era dar a luz a los hijos del Rey. Muy joven para concebir, en 1252, cuando murió Fernando III y se convirtió en Reina de Castilla no le había dado heredero a su esposo. Ahí apareció el primer escollo en su relación matrimonial. Alfonso X el Sabio, según el padre agustino Enrique Flórez en su obra Reynas Cathólicas,
“acongojado por la esterilidad de la Reina, y por el gran deseo que tenía de dejar sucesión …envió embajadores … a pedir por mujer”,
a la Princesa Cristina de Noruega. Pero cuando esta Princesa llegó a Castilla en 1255, Violante ya había tenido a sus dos primeras hijas: Berenguela y Beatriz. Violante cumplió con creces su tarea de madre: tuvo nueve hijos más. En un primer momento, el futuro Rey Alfonso X llegó a considerar incluso la posibilidad de solicitar al Papa la anulación matrimonial, pues llegó a creer que su esposa era estéril, pero ello se debía a la extrema juventud de Violante (tenía tan sólo 10 años cuando contrajo matrimonio). Según una leyenda, la Reina no podía quedar encinta y el médico le mandó reposo. En 1248, al ser reconquistado Alicante para la Corona de Castilla, fue a descansar a una finca situada en los campos próximos a la ciudad, y allí fue donde quedó embarazada por lo que decidió llamar al paraje ‘Llano del buen reposo’, nombre que ha quedado para la posteridad y que hoy en día es un barrio de Alicante.

Papel de madre

El primer tiempo de la vida de Violante como Reina de Castilla está unido a su papel de madre. Fue en la defensa de sus hijos como inició su carrera política, interviniendo en dos momentos clave, en 1256 y en 1264. En 1256 se dirigió a su padre para solicitarle una entrevista. Solicitó a Jaime I, involucrado en el conflicto que algunos nobles mantenían con Alfonso X, que deshiciera el compromiso matrimonial de la infanta Constanza de Aragón con el infante Enrique de Castilla, hermano del Rey Alfonso y uno de sus grandes opositores. Temía que ese matrimonio entre su hermana y su cuñado pudiera mermar los derechos sucesorios de sus hijos. En 1264, ante el problema de la revuelta mudéjar en Murcia, Violante acudió de nuevo a su padre; la hizo llegar una carta en la que le pedía su intervención en el asunto para evitar ver “a su marido y a sus hijos despojados de su patrimonio”.

El eje de la balanza

Estas dos intervenciones presentan a una Violante en el eje de una balanza, en un acto de equilibrio entre su marido y su padre. Alfonso X no tenía una relación especialmente buena con Jaime I, y enviaba a su esposa a negociar asuntos que le interesaban. Así lo percibía, suponía y expresaba el propio Rey de Aragón con la metáfora que apuntaba en el Libro de los Hechos:
“Os voy a decir en el fondo de que se trata. Tenéis que saber que esto se parece al hombre que cata el vino y lo quiere aguar; pues los que catan el vino, antes de aguarlo, quieren saber primero si es suave o fuerte.”Violante demostró sus dotes de mediadora, y bien valorada fue cuando se solicitó su intervención en asuntos políticos más allá de los relacionados con su papel de madre. Buen ejemplo se encontró en 1264, cuando los concejos de Extremadura, descontentos con la política de Alfonso X el Sabio, en particular con la sustitución de los fueros por los que se regían por el Fuero Real, temiendo que el Rey no atendiera sus demandas, solicitaron la mediación de la Reina ante su esposo.
Aparte de las acciones mediadoras en esas dos fechas, hay que destacar una intervención fundamental: la negociación con los nobles enfrentados a Alfonso X, “desnaturalizados”, es decir, exiliados voluntariamente del Reino y acogidos en el Reino de Granada. Violante, con su hijo heredero Fernando de la Cerda, su hermano Sancho – Arzobispo de Toledo – y con otros nobles fieles, encabezó las negociaciones que acabaron con la rebeldía de los nobles contra el Rey entre 1272 y 1274, por lo que la Reina se convirtió en una mujer política muy activa y bien valorada.
La vida de Violante de Aragón cambió en 1275. Ese año murió su hijo Fernando de la Cerda y se planteó el problema de quién le sucedería. Según las leyes del Reino, era el segundo hijo, el infante Sancho, quien debía heredar la Corona, pero el Código de las Siete Partidas introdujo un cambio en el orden sucesorio: a la muerte del heredero le sucedería el hijo del fallecido:
“Sy el fijo mayor moriese antes que heredase, sy dexase fijo o fija que oviese de mujer legítima, que aquel o aquella lo oviese e non ningún otro ninguno”.
El conflicto surgió de inmediato; Sancho se consideró legítimo heredero descartando cualquier pretensión de los hijos de Fernando de la Cerda.
La Reina se puso del lado de sus nietos, nacidos del matrimonio de Fernando de la Cerda con Blanca de Francia, hija del Rey San Luis. Antes las desavenencias provocadas por este asunto, en 1278 Violante inició un viaje al Reino de Aragón, sin conocimiento de su marido ni de su hijo Sancho. Salió, o huyó con su nuera Blanca y con sus dos nietos, con la esperanza de que su hermano, Pedro III de Aragón, le ayudaría en su empeño de conseguir que su nieto Alfonso de la Cerda fuera el heredero de la Corona de Castilla. El Rey de Aragón no quería complicaciones negándole el apoyo que ella esperaba. Año y medio más tarde tuvo que regresar sola a Castilla. Nunca más se encontró con su esposo Alfonso X el Sabio, de quien vivió separada durante seis años.
Al convertirse en Rey su hijo Sancho, a Violante no le quedó otra opción que aceptar la realidad y ponerse al lado de su hijo, aunque cuando éste falleció en 1295, volvió a intentar que su nieto Alfonso de la Cerda fuera designado heredero, colocándolo por delante de su otro nieto, Fernando IV, hijo de Sancho y de María de Molina[1].Las maniobras políticas de Violante tropezaron con las de esta nuera, otra mujer de gran capacidad política.
Con mayor o menor suerte, Violante desarrolló una interesante labor política. Intervino en asuntos fundamentales como los señalados y en otros de menor relevancia. Sus fórmulas de acción política fueron las consideradas propias de las Reinas: la intersección y la mediación, fórmulas cuyo marido supo apreciar. Su actividad mereció las alabanzas de una autoridad de tan alta raigambre como el Papa. En 1274, Gregorio X le dirigió una carta, para solicitar su mediación en la difícil tarea de convencer a Alfonso X de desistir en sus pretensiones al Imperio. El sueño del Imperio alejó al Rey de afrontar asuntos graves de su Reino permitiendo a la Reina intervenir directamente en política. A ello además colaboró el interés de Alfonso X el Sabio por su taller cultural. No es de extrañar que el Rey mereciera el comentario de que
“de tanto mirar al cielo se olvidó de lo que pasaba en la tierra”.
Violante, con los pies en la tierra, no dejó de lado las tareas culturales, especialmente las relacionadas con el apoyo a instituciones religiosas. Desarrolló una interesante actividad patrocinadora, propia de las Reinas y de las mujeres de la alta nobleza, y la utilizó como instrumento para conseguir más poder. De sus acciones patrocinadoras destacaron los apoyos a las Órdenes Mendicantes en Valladolid y la fundación del convento de Santa Clara de Allariz (Orense).
Con una vida rica en acontecimientos y una actividad política que la situó en un nivel fundamental en la vida del Reino de Castilla, se ignora cómo la figura de esta Reina con tanto poder y autoridad no ha merecido más atención. No sería arriesgado suponer que la insumisión hacia su marido, un Rey tan valorado, y su imagen de perdedora en la lucha por situar en el Trono a sus nietos los infantes de la Cerda, le ha hecho merecer los infames calificativos señalados al principio, o le ha cubierto de un manto de 
Pero por su intervención en la vida del Reino merece calificativos bien distintos: Reina inteligente y con notable talento político, madre protectora de sus hijos y nietos, patrocinadora de cultura, por lo que merecería, como su esposo, el calificativo de Sabia.
Bibliografía
FUENTE, María Jesús. Reinas medievales en los reinos hispánicos.
[1] María Alfonso de Meneses (1261-1321), conocida como María de Molina, señora de Molina, hija del infante Alfonso de Molina y de su tercera esposa, Mayor Alfonso de Meneses, fue Reina consorte de Castilla entre los años 1284 y 1295 por su matrimonio con Sancho IV de Castilla.Autor: José Alberto Cepas Palanca para revistadehistoria.essilencio.
 https://revistadehistoria.es/violante-de-aragon/?utm_source=MadMimi&utm_medium=email&utm_content=La+influencia+fenicia+en+la+Pen%C3%ADnsula+Ib%C3%A9rica&utm_campaign=20171031_m142371035_La+influencia+fenicia+en+la+Pen%C3%ADnsula+Ib%C3%A9rica&utm_term=Violante+de+Arag_C3_B3n



Bellum Sociale, Roma contra sus aliadosBellum Sociale, Roma contra sus aliadosLa Guerra de los Aliados o Bellum Sociale (91-88) fue un enfrentamiento militar acaecido entre Roma y sus aliados itálicos en torno a la concesión de la ciudadanía romana a estos últimos, algo que ya venía generando interés desde la conquista romana de Italia en el siglo III a.C., pues la mayoría de los itálicos deseaba su plena integración como ciudadanos romanos.Estas aspiraciones causaban reticencia tanto en el Senado, opuesto a una concesión masiva de la ciudadanía, como del propio pueblo romano, que no tenía ningún interés en compartir los beneficios (tanto políticos como económicos) derivados de su condición de ciudadanos.

La situación entre Roma y los aliados se tensó tras la propuesta efectuada durante el tribunado de Graco en el 123 a.C. Su proposición de ley consistía en otorgar la ciudadanía romana a los ciudadanos latinos y el derecho latino a los aliados. Esta fue rechazada tras la intervención del cónsul Fannio, y el Senado determinó la expulsión de la ciudad de Roma a todos los ciudadanos no romanos.

Las reformas de Livio Druso

Unos años más tarde, en el 91 a.C, aparecería la figura de Livio Druso, tribuno de la plebe desde el 92 a.C., quien promovió una propuesta de ley para conceder la ciudadanía romana a todos los aliados itálicos. Livio conocía bien las aspiraciones itálicas, en especial por los marsos, dirigidos por Popedio Silón, amigo personal del tribuno.
La propuesta fue recibida con un enorme rechazo por las élites senatoriales, agrupando su oposición en torno al cónsul Lucio Marco Filipo, y sus reformas fueron rechazadas. Además, Druso fue asesinado en su propio hogar a finales de año.

Reacción itálica, Ásculo y el estallido de la guerra

Ante el fallo de las vías legales, muchos itálicos empezaron a vislumbrar la posibilidad de la guerra como solución a su problema. El detonante de esta se produjo en Ásculo, cuando el pretor del año 91, Quinto Servilio Cepión, que estaba allí destinado, fue asesinado junto a su legatus por Popedio Silón, y, tras ello, la ciudad cerró sus puertas y asesinó a todos los ciudadanos romanos que se encontraban en ella.

Los bandos enfrentados

El bando itálico disponía de dos grandes frentes, el septentrional, encabezado por los marsos, y el meridional, en torno a los samnitas. A nivel interno, imitaron el modelo romano, con dos cónsules, doce pretores, y su propio Senado. Esos cónsules serían los principales líderes durante la contienda: Quinto Popedio por parte de los marsos, y Cayo Papio Mutilo en el bando samnita.
Militarmente, los itálicos poseían fuerzas importantes, pues  Roma había invertido muchos recursos en la militarización del territorio itálico, y sus comunidades estaban familiarizadas con las armas y tácticas romanas. Incluso desarrollaron un sistema monetario propio, que incluía la acuñación de nuevas monedas, como aquellas en las que se representaba al toro samnita corneando a la loba romana.
Por su parte, el ejército romano en liza lo conformaron reclutados en Hispania, Galia, Sicilia o África, las provincias del imperio más romanizadas. Según Apiano, los ejércitos enfrentados presentaban fuerzas similares, que superaban ligeramente los 100.000 efectivos.

Fase inicial de la guerra (91-90)

Durante el año 91 no hubo demasiados enfrentamientos, únicamente se movilizaron las tropas. Fue ya en el año 90 cuando se produjeron grandes avances: los marsos derrotaron al ejército del cónsul Rutilio Lupo, muerto en batalla, mientras, en el frente meridional, los samnitas también lograron algunas victorias frente al otro cónsul romano en liza, Lucio Julio César.
Estas victorias parciales tuvieron consecuencias inmediatas. Varias ciudades  neutrales se unieron a la causa rebelde, especialmente en Lucania y Campania. De momento, las zonas norteñas de Etruria y Umbría permanecían neutrales, pero la amenaza de su posible sublevación causaba temor entre los romanos.
Por ello, el Estado romano decidió proclamar, de mano del cónsul Julio César, la “lex Iulia de civitate”, que concedía la ciudadanía a los aliados que no se hubieran sublevado ante Roma, logrando asegurarse la neutralidad de los territorios del Norte y creando un foco de discordia entre los sublevados, que veían una salida al conflicto.

El final de la guerra (89-88)

El movimiento insurreccional empezó a tambalearse tras la concesión de la ciudadanía, y los mermados sublevados restantes trataron de realizar una campaña rápida y agresiva, que pretendía liberar el sitio de Ásculo y marchar posteriormente hasta Umbría. Sin embargo, el ahora cónsul Estrabón frenó su avance, y más tarde conseguiría finalmente tomar Ásculo, foco inicial de la revuelta.
Mientras, al sur, Sila, el futuro dictador, consiguió recuperar las ciudades itálicas del territorio de Campania, para posteriormente acorralar en sus bastiones a los samnitas, últimos resistentes del conflicto.
Aunque el destino de la guerra ya estaba sellado, los romanos, ante la situación existente, decidieron hacer más concesiones respecto a la ciudadanía de las que ya había hecho con la lex Iulia, decretándose otras leyes como la lex Plautia Papiria  o la lex Pompeia. La Guerra, pues, se saldó con la victoria de Roma en el campo militar, pero también con la obtención de la ciudadanía romana por parte de los aliados itálicos. Para ello, se calcula que entre 100.000 y 150.000 hombres perecieron en el campo de batalla.

Consecuencias de la Bellum Sociale

A nivel jurídico, el conflicto propició la igualación de los itálicos con los ciudadanos de Roma. Esto ofrecía grandes ventajas a los itálicos, pero también a Roma, que, por ejemplo, obtuvo un enorme incremento de individuos susceptibles de ser reclutados para las legiones debido al aumento de ciudadanos romanos.
Por otro lado, en cuanto a las instituciones, las comunidades itálicas abandonarán progresivamente sus antiguos modelos locales asumiendo el modelo municipal romano.
BIBLIOGRAFÍA
-Roldán Hervás, José Manuel. Historia de Roma.
-Le Glay, Marcel. Grandeza y decadencia de la República romana.
-Pina Polo, Francisco. La crisis de la República (133-44 a.C.).
-Amela Valverde, Luis. El toro contra la loba. La Guerra de los Aliados (91-87 a.C.).
Autor: Christian García Ruiz para revistadehistoria.es
https://revistadehistoria.es/bellum-sociale-roma-contra-sus-aliados/

El 35% de los peledeístas favorece nominación DM y el 25% la de LF

imagenDanilo Medina y Leonel Fernández

http://almomento.net/el-35-de-los-peledeistas-favorece-nominacion-dm-y-el-25-la-de-leonel/

SANTO DOMINGO.- El 46.9% de los electores no tiene definido quién ser el candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), conforme una encuesta de la empresa Gallup.
Sin embargo, el 21% de las personas entrevistadas opinó que el candidato oficialista debe ser el presidente Danilo Medina, a quien la Constitución le prohíbe un tercer mandato consecutivo; el 17% favoreció al expresidente Leonel Fernández, y el 5.8% cree que debe ser la vicepresidenta Margarita Cedeño.
Un 35% de quienes se identificaron como dirigentes, militantes o simpatizantes del PLD opinó que el candidato debe ser Medina y un 25% prefirió a Fernández.
El estudio patrocinado por el periódico Hoy determinó, asimismo, que más de la mitad de la población no tiene claro quiénes deberían ser los candidatos presidenciales de los partidos de la Liberación Dominicana (PLD), Revolucionario Moderno (PRM) y Reformista Social Cristiano (PRSC).
PRM
Aunque el 52.8% de los votantes dijo que no sabe quien debe ser el candidato del PRM, un 28.8% se inclinó por Luis Abinader, un 13% por el expresidente Hipólito Mejía y un 3.8% por el alcalde David Collado.
Entre los simpatizantes del PRM, el 69.3% dijo que el candidato debería ser Abinader, y 13.5% optó por Mejía.
PRSC
El 78.5% de los consultados no tiene claro quién debería ser el candidato presidencial del PRSC, un 7.4% consideró que debe ser el diputado Víctor Bisonó y un 5.8% prefirió a Federico Antún Batlle.
Entre quienes los simpatizantes del PRSC, el 31% opinó que debería ser Antún Batlle, y el 10.3% apoyó la nominación de Bisonó.



La base del Imperio británico no fue el oro, sino la comida


La base del Imperio británico no fue el oro, sino la comida

Categoría: Artículos Europa India Libros Reino Unido | Etiqueta: 
https://www.esglobal.org/la-base-del-imperio-britanico-no-fue-oro-sino-la-comida/
La necesidad de alimentar a la población fue el gran motor de la construcción y expansión del Imperio británico. ¿Cuál fue la historia de su creación y cómo su presencia en todos los continentes transformó los gustos de sus habitantes?
A Thirst for Empire
Erika Rappaport
Princeton University Press,2017
La base del Imperio británico no fue el oro, sino la comida
The Hungry Empire
Lizzie Collingham
The Bodley Head, 2017
A través de 20 comidas, The Hungry Empire, una fascinante aportación a la historia del Imperio británico, nos narra cómo los británicos crearon una red mundial de comercio de alimentos que transportó a personas y plantas de un continente a otro y transformó los paisajes y los gustos culinarios como no ha hecho ningún otro imperio antes ni después. Permitió a Gran Bretaña controlar los recursos comestibles del planeta, desde el bacalao y la carne en salazón hasta las especias, el té y el azúcar. Al llegar al siglo XX, el pan que comía el trabajador corriente se hacía con trigo cultivado en Canadá y la pierna de cordero de los domingos procedía de animales criados en las praderas de Nueva Zelanda.
Al contrario de lo que piensan muchos, el Imperio no se construyó para obtener oro, plata ni piedras preciosas, sino comida. El impulso comercial de los primeros tiempos de la era Tudor y la necesidad de alimentar a la población empujaron a Gran Bretaña a emprender grandes exploraciones y a expandirse para descubrir alimentos cada vez más exóticos. The Hungry Empire se complementa muy bien con A Thirst for Empire. La afición al té generó nuevas normas laborales y una red económica mundial que transformó la cultura del té en China, estimuló las plantaciones en África y el sur de Asia y llevó las hojas de té hasta las mesas y las tiendas de Gran Bretaña.
Lizzie Collingham destaca que la historia de las exploraciones marinas suele centrarse en la búsqueda de las especias, pero que “los pescadores de bacalao de los condados occidentales fueron los primeros ingleses que aprendieron sobre las corrientes y los vientos del Atlántico, unos conocimientos que después ayudaron a los exploradores que salían en busca de una ruta marina hacia las islas de las especias”. La necesidad de buscar nuevos lugares en los que pescar bacalao les llevó a la costa este de Norteamérica, desde donde lo transportaban a Inglaterra, para la recién nacida Royal Navy, y más al sur, a las Islas Canarias, las Azores y España, donde se cambiaba por vino. Estos intercambios convirtieron a Bristol en el centro de una nueva ruta comercial.
Ante la perspectiva de que Amberes no lograra recuperarse de la crisis económica sufrida en la década de 1550, los mercaderes ingleses, que hasta entonces habían dependido de sus contactos europeos para tener acceso a mercancías lejanas, empezaron a buscar rutas directas con los mercados más remotos. Utilizaron la plata española obtenida de la venta de bacalao en salazón para financiar rutas comerciales al Levante, Moscovia y la India Oriental. Entre 1570 y 1689, Inglaterra multiplicó por siete el volumen de su comercio marítimo y se convirtió en una gran potencia marina europea. “Como alimento fácil de transportar y como moneda de cambio, el ‘pobre juan’ (como se denominaba al bacalao) fue uno de los cimientos del Imperio británico”. El bacalao seco y salado era una alternativa barata a la carne. Si se cocinaba mal, era imposible de masticar, pero viajaba bien y duraba mucho tiempo. Para alimentar a la armada de Enrique VIII hacían falta 200.000 bacalaos desecados al año. Al comenzar el siglo XVII, partían ya 100 barcos anuales de los condados occidentales a Terranova, cuyas aguas estaban rebosantes de peces.
Las vastas redes comerciales del primer imperio inglés, del siglo XVI al XVIII, dieron pie al desarrollo de una nueva clase: financieros, empresarios y mercaderes. Su riqueza, procedente del comercio en lugar de la tierra, les dio el poder político y económico suficiente para desafiar a la aristocracia terrateniente y preparó el terreno para la Revolución Industrial y el Imperio británico de los siglos XIX y XX.
Cada capítulo de The Hungry Empire comienza con una comida. Desde la de una familia rural en la Inglaterra del siglo XVIII, en la que los cercamientos han engendrado una masa de pobres sin tierras pero en la que hasta las pequeñas tiendas de pueblo almacenan azúcar, cacao y tejidos indios, a la de esclavos africanos que se alimentan de acederas y berros en una plantación de arroz de Carolina del Norte.
En torno a una selección de comidas notables de diversos continentes y varios siglos, compartimos una iguana al curry con los mineros de diamantes en Guyana, brindamos con ponche de ron junto a los revolucionarios de Norteamérica y compartimos el bacalao en salazón de la última comida de los marineros del Mary Rose (la nave almirante de Enrique VIII). Cada capítulo es un auténtico thriller que mezcla la historia económica y la historia política con los relatos personales y una aguda descripción de los escenarios. Ilustra maravillosamente el ascenso del azúcar, la perspectiva distinta sobre la construcción del Imperio y su papel decisivo en la configuración de la dieta moderna. Cada cosa que comemos hoy contiene una pizca de Imperio.
En el siglo XVII, prácticamente todos los pagos que se hacían en el comercio en el Atlántico tenían que ver, al final, con el azúcar. Los dueños de las plantaciones de azúcar en las Indias Occidentales acumularon grandes riquezas, que gastaban en la importación de bienes de lujo. Los campesinos del oeste de Irlanda, a los que los ingleses habían considerado siempre unos pastores primitivos, prosperaron gracias a la exportación de carne en salazón y mantequilla a las plantaciones. En Inglaterra, productos antes escasos y caros como el cacao, el azúcar y el té se abarataron y pasaron a formar parte esencial de la dieta del pobre, a menudo con consecuencias desastrosas.
Los pobres urbanos del siglo XIX comían pan de trigo cultivado en América y bebían enormes cantidades de té en vez de la tradicional cerveza, rica en calorías. Mientras tanto, las innovaciones en conservación hicieron que alimentos más exóticos como el salmón y la piña fueran habituales. Las sopas de Crosse & Blackwell y las galletas de Huntley & Palmers, con sus propiedades vitalicias, ayudaban a los oficiales en las regiones más inaccesibles. Los platos tradicionales dejaban paso a los importados, a menudo menos nutritivos.
El libro incluye un vívido relato de cómo la Compañía Británica de las Indias Orientales convertía el opio en té, que sustituyó a los productos textiles como la mercancía más valiosa de la compañía. Las importaciones de té en Inglaterra se multiplicaron por 100 entre 1700 y 1774. De nuevo, este capítulo está lleno de detalles fascinantes y conexiones sorprendentes. Desde la última parte del siglo XVIII hasta el final de la presencia británica en India, en 1947, la venta de opio fue la tercera fuente de ingresos para el Gobierno indio, por detrás de los impuestos sobre las tierras y sobre la sal. La historia del desvío de grandes riquezas de India por parte de la compañía y sus agentes a través del comercio con China se ha contado ya en otros sitios, pero en ningún lugar tan bien como en este libro.
A medida que nos acercamos a las páginas finales de este extraordinario relato, ver cómo se dio prioridad a los ciudadanos británicos mientras morían millones de bengalíes añade una nota sombría. Las reglas comerciales del Imperio “siempre habían estado manipuladas a favor de Gran Bretaña, y la guerra (la Segunda Guerra Mundial) intensificó la explotación del colonialismo y, al mismo tiempo, dejó al descubierto la vaciedad de su retórica”. La idea de que estaban rescatando territorios enteros de la negligencia de sus dueños originales siguió siendo un elemento importante de la ideología idealista británica hasta el final.
Gran Bretaña había aprendido la lección de Estados Unidos y empezó a permitir que los territorios habitados por colonos blancos tuvieran cierto grado de autogobierno y, al final, se convirtieran en naciones industrializadas por derecho propio. Pero en los países poblados por no blancos se pusieron trabas al desarrollo de la fabricación y la industria. La función de las posesiones tropicales era proporcionar materias primas a la metrópolis y, a cambio, absorber los productos fabricados en ella. La consecuencia de esta política a largo plazo fue el retraso en el desarrollo de estos países. Tras la independencia, se encontraron atrapados en ese papel de productores de materias primas, a menudo con unas economías precarias y basadas en uno o dos productos a merced de las fluctuaciones de precios en el mercado mundial.
El sector del té fue uno de los primeros y más firmes usuarios de los recursos imperiales para financiar campañas propagandísticas y de presiones políticas a escala mundial, un modelo comercial que persiste todavía hoy y que es crucial para comprender cómo influyen la política y la propaganda en la economía internacional. Con una serie de recursos que combinan el consumo con la virtud, su tema central, Erika Rappaport cuenta con gran detalle la historia del té, desde sus principios como oscura “bebida china” hasta convertirse en una bebida universal investida de propiedades civilizadoras. Además de estudiar su viaje de Oriente a Occidente, que se ha relatado muchas veces, la autora se centra en su utilización con determinados fines.
A principios del siglo XVIII, el movimiento antialcohólico empezó a propagar el consumo de té porque era un placer que no emborrachaba, y los empresarios recurrieron a ese argumento moral para defender que se comerciara libremente con él y, por consiguiente, hubiera un mercado mayor y más abierto para sus productos textiles. Los dueños de las fábricas estuvieron encantados de defender la causa y contar con una fuerza laboral compuesta por trabajadores sobrios, mientras que el té de los misioneros cristianos sirvió para “suavizar el encuentro colonial”. Durante la Segunda Guerra Mundial, servir el té se convirtió en una actividad social y patriótica que elevaba el ánimo de los soldados y tranquilizaba a los refugiados.
La publicidad de esta bebida siempre presentaba los beneficios directos para los consumidores (salud, energía, relajación), y, al mismo tiempo, se aseguraba a quienes lo bebían que estaban participando en un proyecto más amplio y más noble en defensa de la familia, la nación y la civilización. Gracias a siglos de márketing brillante, el té tiene una imagen universal de que contribuye a crear amistades, que es algo que todos los seres humanos buscan. La autora explica el milagro de los mercados pero también las partes más oscuras del capitalismo: las complejas repercusiones del colonialismo británico. Estos dos libros ofrecen una aproximación magistral a los mecanismos del mundo moderno.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

"Están debajo de mí": cómo fue posible que 796 niños desaparecieran en un orfanato de Irlanda

El caso de Tuam conmocionó al país y salió a la luz gracias a la perseverancia de la historiadora Catherine Corless, quien descubrió certificados de defunción que sugerían que los infantes yacían en el espacio que ocupaba un tanque séptico del edificio de un convento conocido como "El Hogar"
Un mensaje en el sitio donde fueron encontrados los restos de los niños en Tuam, Irlanda (Niall Carson/PA Images via Getty Images)
Un mensaje en el sitio donde fueron encontrados los restos de los niños en Tuam, Irlanda (Niall Carson/PA Images via Getty Images

Eran 796. Niños de entre las 35 semanas de gestación y los dos y tres años de edad. Desaparecidos —peor aún: fue como si nunca hubieran existido—, durante décadas, hasta que en marzo fueron encontrados en las cámaras subterráneas de un centro de monjas en la localidad de Tuam, en Irlanda.
Su historia se remonta a una época oscura de Irlanda, cuando miles de madres solteras, consideradas "inmorales" por la sociedad, acabaron en casas de acogida, como la regentada entre 1926 y 1961 por las Hermanas del Buen Socorro en esta pequeña y tranquila ciudad, en el condado irlandés de Galway (oeste de Irlanda). Mientras, sus niños les eran quitados por la fuerza y enviados a orfanatos religiosos subsidiados por el Estado.
El sitio donde fueron encontrados los restos de los niños (Getty Images)
El sitio donde fueron encontrados los restos de los niños (Getty Images)

El caso de los niños de Tuam, que conmocionó a Irlanda, salió a la luz gracias a la perseverancia de la historiadora Catherine Corless, quien descubrió certificados de defunción que sugerían que los casi 800 niños yacían en el espacio que ocupaba un tanque séptico del edificio de ese convento, conocido como "El Hogar".
Qué estás haciendo? Pasó mucho tiempo. Si hay cuerpos, déjalos en paz.
La mujer, originaria de Tuam, recuerda muy bien cuando, durante su infancia, pasaba cerca de la Casa del Buen Socorro: las altas paredes de ladrillo cubiertas de trozos de vidrios rotos y, sobre todo, los niños que de allí salían, con sus zuecos de madera, para dirigirse a la escuela del pueblo. El recuerdo de esos niños nunca la abandonó. 
"Estábamos marginados", dijo la mujer al New York Times. "No podíamos jugar con ellos. Éramos como especies diferentes".
La historiadora Catherine Corless (Niall Carson/PA Images via Getty Images)
La historiadora Catherine Corless (Niall Carson/PA Images via Getty Images)

"Pensaba que era un animal. Durante la noche soñaba que me estaban creciendo cuernos", recordó Peter Mulryan, quien era uno de los niños que vivió en el orfanato, donde pasó cinco años. "Cuando me despertaba, lo primero que hacía a la mañana era tocarme la cabeza. Era un alivio".
La búsqueda comenzó en 2012, para una nota sobre el orfanato en un diario local. Desde el principio, la investigación fue recibida por la población local con una mezcla de indiferencia y hostilidad

Pensaba que era un animal. Durante la noche soñaba que me estaban creciendo cuernos. Cuando me despertaba, lo primero que hacía a la mañana era tocarme la cabeza. Era un alivio
"Cuando comencé esta investigación", contó Corless a The Irish Times, "me preguntaban: '¿Qué estás haciendo? Pasó mucho tiempo. Si hay cuerpos déjalos en paz'".
Pero no se detuvo.

A medida que avanzaba en su proyecto, Corless descubrió que la mortalidad infantil en el lugar llegó a ser de entre el 30 y el 50 por ciento durante las décadas de 1930 y 1940, como consecuencia de las duras condiciones de vida y de la negligencia de las religiosas.

Por otro lado, en la zona, la gente sabía desde hacía décadas que en el predio cerca del hogar había niños sepultados. El primer hallazgo lo hicieron dos chicos en los años setenta: encontraron los huesos mientras jugaban en el campo cerca del hogar. Tras el descubrimiento, los habitantes de Tuam construyeron un templo: habían entendido que ahí, donde estaba el orfanato, había algo parecido a un cementerio.
(Foto de Clodagh Kilcoyne/Getty Images)
(Foto de Clodagh Kilcoyne/Getty Images)
"El cura rezó y nos dijo que no volviéramos", contó uno de ellos al New York Times"Pero volvimos. Y la tierra había sido nivelada. Todo el sitio estaba limpio".
Pero por más de que alguien quisiera borrarlos, los niños habían estado allí.
Era increíble", dijo al Times. "¿Todos estos niños dónde estaban? No estaban en el cementerio del hogar. No estaban en el cementerio de sus madres. Era bastante claro lo que estaba pasando", afirmó.
Catherine Corless tuvo la certeza cuando descubrió los certificados de muerte de casi de 800 niños: 796, exactamente. En ellos se indicaba como causa de muerte enfermedades como viruela u otras, fácilmente curables, como laringitis y abscesos.
"No había amor, no había cuidados", dijo P. J. Haverty, quien pasó siete años en el hogar, al Times.
Lo que no estaba indicado en los certificados, sin embargo, era el lugar del sepelio. 
John Rodgers, uno de los sobrevivientes del orfanato, cuando tenía 8 años y vivía en “El Hogar” (Baptiste Giroudon/Paris Match via Getty Images)
John Rodgers, uno de los sobrevivientes del orfanato, cuando tenía 8 años y vivía en “El Hogar” (Baptiste Giroudon/Paris Match via Getty Images)

Catherine estaba segura de que los cientos de niños estaban —o habían estado— ahí, en el campo del hogar. Habló con monjas, curas, policías. Nadie la escuchó. Hasta que en 2014 un pariente de los niños muertos habló con un periodista de Dublín: la historia salió a la luz en todo el país y comenzó la investigación gubernamental, que en marzo encontró los restos.

Catherine Corless con miembros del comité del Cementerio del Hogar de Tuam (Niall Carson/PA Images vía Getty Images)Catherine Corless con miembros del comité del Cementerio del Hogar de Tuam (Niall Carson/PA Images vía Getty Images)

Quedan, no obstante, varios puntos oscuros. Por ejemplo, el Gobierno investiga cómo fueron tratados las madres solteras y sus hijos entre 1922 y 1998 (estas instituciones en Irlanda existieron hasta los años 90) en otros 18 institutos religiosos.
Hay, además, una duda ulterior. "Se dijo que los niños eran traficados a los Estados Unidos. De los 796, algunos tal vez fueron adoptados. Esto es algo muy serio si se confirma", dijo Corless.
Quienes estuvieron allí, en tanto, siguen teniendo preguntas sin respuesta.
"¿Por qué ninguna monja salió a hablar y dijo: 'Estuvo mal lo que hicimos en Tuam?", cuestionó Haverty. "Me fueron quitados siete años de vida y no sé nada. No fue mi culpa si nací así. Siento los niños ahí abajo. Están debajo de mí. Y siento que de alguna manera los puedo ayudar. Y darles un sepelio apropiado. Eso es lo que me gustaría".

https://www.infobae.com/america/mundo/2017/10/31/estan-debajo-de-mi-como-fue-posible-que-796-ninos-se-desvanecieran-en-un-orfanato-de-irlanda/