Los romanos, los primeros turistas de la historia.
Hace unos días tuve la enorme fortuna de viajar hasta el Valle de Aosta en Italia. He de reconocer que buscaba el contacto con la naturaleza, y los fantásticos lugares que ofrece para mi pasión por el senderismo. Pero una curiosidad llamo mi atención, ¿que hacían tanto restos romanos en este valle? Tras lo cual y tirando del hilo apareció la Villa Consolata y por ende esta historia de romanos.
Si buscamos el origen de muchas de nuestras costumbres actuales, sabemos ciertamente que debemos acudir a nuestro pasado romano. En cuanto al tema que nos atañe sobre el turismo, sino fueron los primeros viajeros por placer, al menos son los que más pistas nos has dejado sobre ello. Si anteriormente los fenicios atravesaron el mediterráneo es pos del comercio, o los griegos para fundar colonias para el abastecimiento de sus metrópolis. Nuestros protagonistas romanos, tras conquistar su gran imperio a parte de los anteriores menesteres, se decidieron a conocerlo con el simple afán de nuevas experiencias, descansar, o culturizarse, como veremos a continuación.
¿Cómo viajaban?
La respuesta es obvia, las calzadas romanas. Los romanos tejieron una red de comunicaciones sin precedentes, esto no quiere decir que fueran pioneros. Pero a ellos les debemos gran parte de las infraestructuras actuales, ya que siguen en muchos casos los originales trazados de aquellas calzadas romanas. Baste como ejemplo la curiosa imagen que nos dejo el estudiante norteamericano Sasha Trubetskoy.
Estas calzadas construidas por las legiones romanas, después de servir para conquistar tan vasto territorio, y ser vehículo de la romanización de todo el mediterráneo. Se convirtieron en el camino de comerciantes, hombres de negocios, o dirigentes romanos, como los propios emperadores. Pero también vieron pasar por ellas a los turistas romanos.
Como sabemos las calzadas estaban preparadas para estos viajes, además de las medidas constructivas como los numerosos puentes e incluso túneles. Una serie de edificios hacían los viajes más cómodos a los turistas romanos, ya que las calzadas romanas tenían sus propios hoteles de carretera actuales, denominados Mansio. Además de estas, también existían las Cauponas, pequeñas pensiones en este caso para los bolsillos menos pudientes.
Por último destacar las Mutationes, edificios construidos por las autoridades competentes del mantenimiento de las calzadas romanas. Se puede decir que eran los talleres de los carruajes y en especial el lugar de descanso de los caballos, los cuales eran a veces cambiados por otros en estos establecimientos.
El Mediterráneo como vehículo de los turistas romanos.
A falta de los aviones actuales, el mediterráneo se convirtió en la via rápida para viajar a largas distancias. Aunque estos viajes no estaban exentos de un cierto riesgo, por lo que se debían tomar ciertas precauciones.
En un primer lugar debemos hablar de los diferentes tipos de barcos que surcaban el mediterráneo romano. Aunque a groso modo los podemos dividir en dos tipos, la armada romana, basada en la gran flota griega, y por lo tanto con los consabidos barcos a remo. Desde los celebre trirremes, ósea filas de tres remos en cada costado, pasando por los más pequeños birremes y llegando a los hexarremes, enormes barcos que podían llevar hasta 120 toneladas con sus seis filas de remeros por cada lado.
Por otro lado los denominados barcos de carga. Propulsados normalmente con velas y controlados mediante dos grandes remos, uno a cada costado, y manejados por un solo hombre. En este punto denotar que por doquier han quedado muestras de las ánforas que viajaron arriba y abajo por todo el mediterráneo, para transporte de aceite, vino, garum o trigo, por nombrar solo algunos ejemplos. Ha quedado constancia que eran barcos más pequeños, con una media de veinte metros de largo por tres de ancho. Además estos debieron ser los que principalmente usaron los primeros turistas.
Los seguros de viaje.
Volviendo al tema de las precauciones existe constancia por un lado de los seguros comerciales para el transporte de mercancías, aunque no esta tan claro el de pasajeros. Para poderse acoger a ellos, se debía tener en cuenta el periodo de navegación. En primer lugar el periodo denominado “mar abierto”, en este caso del 27 de mayo al 14 de septiembre. Ampliable por delante al 10 de marzo y por detrás al 11 de noviembre, con ciertas restricciones. Por último desde ese 11 de noviembre y hasta el 10 de marzo del año siguiente existía el denominado “mar cerrado”, donde nadie se hacía responsable de los que se aventuraran al mar.
Todo el imperio se lleno de puertos marítimos, algunos tan destacados como Cartago Nova, Alejandría o Bríndisi. Pero el más importante para los romanos lo localizamos a 30 kilómetros de la capital, en concreto en la ciudad romana de Ostia. Desde este lugar se calcula que se llegaba a Gades, actual Cádiz en una semana, a Cartago Nova en cuatro días como máximo, y a Alejandría, como veremos un destino turístico, en menos de dos semanas.
Diferentes destinos y formas de turismo.
Es evidente que los destinos pudieron ser muchos y variados, pero podemos centrarnos en los siguientes, y además basarnos en actuales formas de turismo.
Turismo de larga distancia y exótico.
Uno de los lugares preferidos para los viajes romanos fue los territorios de la antigua cultura egipcia. No en vano debemos pensar que en tiempos del Imperio Romano, algunas pirámides llevaba allí más de 2.000 años. El exotismo de la Alejandría helenística, de las navegaciones por el Nilo o adentrarse el Sahara era un reclamo muy llamativo para los más adinerados patricios romanos.
Ha quedado constancia de estos viajes en múltiples mosaicos romanos. De todos ellos podemos nombrar el Mosaico del Nilo de Palestrina. Esta última, localidad situada a unos 45 kilómetros de Roma. Dicho mosaico nos releva, en cerca de 24 m2, múltiples imágenes del Nilo desde su nacimiento en la antigua Nubia, hasta su llegada al mediterráneo. A parte de los paisajes, muestra la fascinación de los romanos por los animales exóticos que pronto inundarán los mercados del mundo romano o incluso los fosos de sus anfiteatros.
Otro lugar que denota la fascinación por el mundo egipcio es la tumba de un magistrado del siglo I aC. de nombre Cayo Cestio Epulión. Evidentemente estamos hablando de una pirámide de 30 metros de base y 36 de altura, que hoy día podemos observar incrustada en la muralla construida por el emperador Aureliano en el siglo III dC. Es preciso recordar en este punto, que la conquista de Roma del reino heredado por los Ptolomeos, se produjo en el año 31 aC.
Turismo de Segunda Residencia.
En este caso se evidencia, como en el anterior, que fue por parte de la élite romana, en este caso los Patricios. Su hogar habitual estaba en las grandes ciudades del Imperio, pero se evidencia un claro resurgimiento de las denominadas villas romanas, con más ímpetu a partir de la llegada del Imperio Romano. Estas estaban situadas en el campo, y a parte de llenarlas de esclavos para el trabajo de las tierras, sirvieron como refugio de descanso y asueto para los romanos más pudientes.
Dos ejemplos claros, en primer lugar las villas romanas de Campania. Sin duda, una segunda residencia cerca del mar mediterráneo, algo muy habitual por aquel entonces entre los Patricios romanos y hoy día por un amplio sector de la población. El mejor ejemplo es la villa romana de los Misterios, situada a escaso 800 metros de Pompeya. Por otro lado destacar la espectacular terraza que sirve como portada a este articulo, y que corresponde a una villa romana de Cimbrone, situada el la localidad de Ravello, muy cerca de Salerno.
En segundo lugar y siguiendo con la comparativa, la segunda residencia en la montaña. He de confesar, como ya me he referido, que el lugar mostrado para constatar que los romanos viajaban a su segunda residencia en la montaña, fue el sitio que al conocer su existencia surgió la idea de este artículo. Me estoy refiriendo a la Villa romana de Consolata situada en las afueras de la ciudad romana de Augusta Praetoria, hoy en día la capital del Valle de Aosta, sin duda uno de los más bellos lugares de los Alpes. A buen seguro fue la residencia de un Patricio, que aparte de sacar partido de los numerosos esclavos que tenía, pasaba los días de verano rodeado de una magnífica naturaleza.
Turismo cultural.
Dónde podían ir los romanos para instruirse, de no ser a la Antigua Grecia. Si de alguna antigua cultura, o casi coetánea como en este caso, aprendieron en Roma fue de los griegos, desde su forma de construir hasta su compleja filosofía.
El lugar preferido para ello eran las bibliotecas, y para muestra un par de botones. En este caso ambas construidas tras la ocupación de Roma de los territorios de la otrora cultura Griega. Además por los romanos residentes en ella, y que supusieron una punta de lanza para los estudios helenísticos.
En primer lugar podemos nombrar la Biblioteca de Celso en Éfeso, actual Turquía. En este caso acabada en el año 135 dC por el gobernador de Asia, Celso, desde el año 115dC. y que pudo contener más de 12.000 ejemplares.
Tras ella nos hacemos eco de la Biblioteca de las cien Columnas del emperador Adriano. Esta fue construida en el año 132 dC. por orden del emperador al norte del Ágora de Atenas. Sin duda un verdadero centro de intercambio cultural en su más de 10.000 m2, donde aparte de contener numerosas obras, había salas dedicadas a la lectura o a la enseñanza.
En este punto me atrevo con una licencia comparativa, ya que estas bibliotecas bien pudieron recibir a estudiantes de todo el Imperio. Como hoy día las Universidades europeas, reciben los estudiantes que se acogen al programa Erasmus, una forma de compaginar los estudios con el conocimiento de otras culturas, ¿qué mejor forma de viajar?
Mas info: García Sánchez, Jorge. Viajes por el antiguo Imperio romano. Ediciones Nowtilus, 2016
Imágenes: commons.wikimedia
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