Dionisio Gil, primer dominicano con estatua en el exterior
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El general Juan Dionisio Gil (1854-1899) fue el primer dominicano que alcanzó el honor de contar con una estatua en el extranjero y Cienfuegos, ciudad del centro-sur cubano, la depositaria del homenaje moldeado en bronce.
La razón de la primicia radica en que el militar quisqueyano fue baleado aquí la noche del 29 de diciembre de 1899, más de un año después del cese de hostilidades de la última Guerra de Independencia (1895-98), en la cual luchó a favor de los cubanos.
En el humilde barrio de Punta Cotica, al noreste del centro histórico de Cienfuegos, inscripto por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, los vecinos tienen como principal punto de referencia el monumento al internacionalista antillano, conocido como Panteón de Gil.
La obra fue esculpida por el artista cubano José Villalta de Saavedra, autor, entre otras inscriptas en la historia artística de la Isla, de la primera estatua al Héroe Nacional, José Martí, erigida en el parque Central capitalino e inaugurada el 24 de febrero de 1905.
Antes de culminar sus estudios y montar un taller en la ciudad italiana de Florencia, uno de los principales polos del arte universal, el joven Villalta tuvo una estancia en Cienfuegos, 250 kilómetros al sudeste de la capital, donde perfeccionó sus habilidades en el taller del marmolista y escultor Miguel Valls.
Allí esculpió el monumento al general de brigada del Ejército Libertador Dionisio Gil de la Rosa por iniciativa del Círculo de Trabajadores de Cienfuegos, financiada por suscripción popular.
En una de las cuatro tarjas de mármol que exhibe la base de esa obra puede leerse "Cuba a Santo Domingo/homenaje de gratitud/al pueblo viril que nos/legó un hijo ilustre".
Sin ser funerario, el nombre de Panteón de Gil se lo debe el obelisco a la intención inicial de colocar también allí los restos del brigadier.
La gestión nunca llegó a prosperar pese a la constancia de haber sido inhumados (por necesidad) en el cementerio Municipal, porque fue imposible hallar los documentos que indicaran el sitio exacto del sepulcro.
Hasta fines de 2004, cuando Cienfuegos le dedicó una escultura andante al genial músico popular cubano Benny Moré (1919-1963) en el céntrico Paseo del Prado, la del general Gil era la única fundida en bronce entre las efigies que conforman la memoria tridimensional de esta capital provincial.
El hecho absurdo de la muerte
Hijo del general Basilio Gil, quien encabezó una rebelión y perdió la vida en el asalto al cuartel español de La Vega la noche del 26 de agosto de 1863, Dionisio también se dedicó a la carrera de las armas en su país, donde alcanzó el grado de general de brigada.
Algunas fuentes indican que arribó a Cuba e ingresó en el Ejercito Libertador el 6 de agosto de 1895, incorporado al Primer Cuerpo encargado de operar en el extremo oriental de la Isla.
De acuerdo con otras citas, que lo ubican peleando en la batalla de Peralejo, proximidades de la ciudad oriental de Bayamo, la llegada a la más grande de las Antillas debió ocurrir un poco antes, pues aquella acción de guerra dirigida por el mayor general Antonio Maceo (1845-1896), y que costó la vida al jefe español Fidel Alonso de Santocildes, tuvo lugar el 13 de julio del propio año.
El coronel independentista y más tarde cronista de aquella gesta, Manuel Piedra Martell, al narrar la forma de batirse del dominicano en Peralejo escribió: "el general Dionisio Gil, caracoleando en su caballo frente a las filas enemigas, coqueteaba con la muerte".
Ciertas referencias históricas ponen a Gil al mando del Regimiento Hatuey, formado por los llamados indios de Yateras, una unidad integrada por valientes originarios.
Mientras otras apuntan a su jefatura en el Regimiento de Infantería Pineda, también en el Oriente cubano, cuna de las luchas por la Independencia.
Coinciden en destacar su participación en los combates de Sao del Indio, 30 y 31 de agosto de 1895, y su integración a fines de octubre del propio año a la columna comandada por Maceo, Lugarteniente general del Ejército Libertador, que entre el 22 de ese mes y el 22 de enero del siguiente año realizó una de las principales hazañas bélicas del siglo XIX: la Invasión a Occidente.
A partir de entonces, combatió casi exclusivamente en la provincia de Pinar del Río, extremo occidental, donde las crónicas destacan entre sus proezas el ataque al poblado de Cabañas, el 13 de marzo de 1896.
Aunque tuvo algún encontronazo con Maceo, quien le rebajó el mando por problemas de disciplina, el historiador dominicano Fracois Sevez llegó a firmar que Gil "por su homérico valor llegó a ganarse la admiración y la confianza del prócer cubano".
Por razones que la historia deberá esclarecer aún, finalizada la gesta anticolonialista del pueblo cubano, "Nonín" Gil (como también le llamaban) decidió radicarse en Cienfuegos, puerto de cara al Caribe por el cual el 5 de febrero de 1899 España evacuó a su último soldado en América.
Aún más enrevesada resulta la crónica de las últimas horas del general Gil.
Consta que tuvo una agria disputa con un inspector sanitario que se dirigió en mala forma al asiático que regentaba una fonda cerca de la antigua Plaza de Armas de Cienfuegos.
Esa misma noche del 29 de diciembre de 1899, mientras dirigía sus pasos a casa de unos amigos, fue interceptado por una pareja de la policía que intentó detenerlo.
Como los ánimos ya estaban caldeados, el incidente se dirimió por la vía de las armas y el oficial quisqueyano perdió la vida en aquella escaramuza, lejos siquiera de ser una mala caricatura de sus acciones de guerra.
En Cienfuegos abundaron las protestas de los veteranos de la guerra y muchos hogares colocaron una tela negra en sus ventanas como muestra de luto.
Sobre la pirámide trunca que le sirve de base a su memoria mineral, en uniforme de campaña que incluye polainas, tocado con sombrero y los brazos cruzados al pecho, junto a los rieles del ferrocarril, el general "Nonín" Gil mira al poniente con sus pupilas de bronce como si buscara una respuesta al hecho absurdo de la muerte.
(*) El autor es corresponsal de la agencia latinoamericana de noticias Prensa Latina.
El general Juan Dionisio Gil (1854-1899) fue el primer dominicano que alcanzó el honor de contar con una estatua en el extranjero y Cienfuegos, ciudad del centro-sur cubano, la depositaria del homenaje moldeado en bronce.
La razón de la primicia radica en que el militar quisqueyano fue baleado aquí la noche del 29 de diciembre de 1899, más de un año después del cese de hostilidades de la última Guerra de Independencia (1895-98), en la cual luchó a favor de los cubanos.
En el humilde barrio de Punta Cotica, al noreste del centro histórico de Cienfuegos, inscripto por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, los vecinos tienen como principal punto de referencia el monumento al internacionalista antillano, conocido como Panteón de Gil.
La obra fue esculpida por el artista cubano José Villalta de Saavedra, autor, entre otras inscriptas en la historia artística de la Isla, de la primera estatua al Héroe Nacional, José Martí, erigida en el parque Central capitalino e inaugurada el 24 de febrero de 1905.
Antes de culminar sus estudios y montar un taller en la ciudad italiana de Florencia, uno de los principales polos del arte universal, el joven Villalta tuvo una estancia en Cienfuegos, 250 kilómetros al sudeste de la capital, donde perfeccionó sus habilidades en el taller del marmolista y escultor Miguel Valls.
Allí esculpió el monumento al general de brigada del Ejército Libertador Dionisio Gil de la Rosa por iniciativa del Círculo de Trabajadores de Cienfuegos, financiada por suscripción popular.
En una de las cuatro tarjas de mármol que exhibe la base de esa obra puede leerse "Cuba a Santo Domingo/homenaje de gratitud/al pueblo viril que nos/legó un hijo ilustre".
Sin ser funerario, el nombre de Panteón de Gil se lo debe el obelisco a la intención inicial de colocar también allí los restos del brigadier.
La gestión nunca llegó a prosperar pese a la constancia de haber sido inhumados (por necesidad) en el cementerio Municipal, porque fue imposible hallar los documentos que indicaran el sitio exacto del sepulcro.
Hasta fines de 2004, cuando Cienfuegos le dedicó una escultura andante al genial músico popular cubano Benny Moré (1919-1963) en el céntrico Paseo del Prado, la del general Gil era la única fundida en bronce entre las efigies que conforman la memoria tridimensional de esta capital provincial.
El hecho absurdo de la muerte
Hijo del general Basilio Gil, quien encabezó una rebelión y perdió la vida en el asalto al cuartel español de La Vega la noche del 26 de agosto de 1863, Dionisio también se dedicó a la carrera de las armas en su país, donde alcanzó el grado de general de brigada.
Algunas fuentes indican que arribó a Cuba e ingresó en el Ejercito Libertador el 6 de agosto de 1895, incorporado al Primer Cuerpo encargado de operar en el extremo oriental de la Isla.
De acuerdo con otras citas, que lo ubican peleando en la batalla de Peralejo, proximidades de la ciudad oriental de Bayamo, la llegada a la más grande de las Antillas debió ocurrir un poco antes, pues aquella acción de guerra dirigida por el mayor general Antonio Maceo (1845-1896), y que costó la vida al jefe español Fidel Alonso de Santocildes, tuvo lugar el 13 de julio del propio año.
El coronel independentista y más tarde cronista de aquella gesta, Manuel Piedra Martell, al narrar la forma de batirse del dominicano en Peralejo escribió: "el general Dionisio Gil, caracoleando en su caballo frente a las filas enemigas, coqueteaba con la muerte".
Ciertas referencias históricas ponen a Gil al mando del Regimiento Hatuey, formado por los llamados indios de Yateras, una unidad integrada por valientes originarios.
Mientras otras apuntan a su jefatura en el Regimiento de Infantería Pineda, también en el Oriente cubano, cuna de las luchas por la Independencia.
Coinciden en destacar su participación en los combates de Sao del Indio, 30 y 31 de agosto de 1895, y su integración a fines de octubre del propio año a la columna comandada por Maceo, Lugarteniente general del Ejército Libertador, que entre el 22 de ese mes y el 22 de enero del siguiente año realizó una de las principales hazañas bélicas del siglo XIX: la Invasión a Occidente.
A partir de entonces, combatió casi exclusivamente en la provincia de Pinar del Río, extremo occidental, donde las crónicas destacan entre sus proezas el ataque al poblado de Cabañas, el 13 de marzo de 1896.
Aunque tuvo algún encontronazo con Maceo, quien le rebajó el mando por problemas de disciplina, el historiador dominicano Fracois Sevez llegó a firmar que Gil "por su homérico valor llegó a ganarse la admiración y la confianza del prócer cubano".
Por razones que la historia deberá esclarecer aún, finalizada la gesta anticolonialista del pueblo cubano, "Nonín" Gil (como también le llamaban) decidió radicarse en Cienfuegos, puerto de cara al Caribe por el cual el 5 de febrero de 1899 España evacuó a su último soldado en América.
Aún más enrevesada resulta la crónica de las últimas horas del general Gil.
Consta que tuvo una agria disputa con un inspector sanitario que se dirigió en mala forma al asiático que regentaba una fonda cerca de la antigua Plaza de Armas de Cienfuegos.
Esa misma noche del 29 de diciembre de 1899, mientras dirigía sus pasos a casa de unos amigos, fue interceptado por una pareja de la policía que intentó detenerlo.
Como los ánimos ya estaban caldeados, el incidente se dirimió por la vía de las armas y el oficial quisqueyano perdió la vida en aquella escaramuza, lejos siquiera de ser una mala caricatura de sus acciones de guerra.
En Cienfuegos abundaron las protestas de los veteranos de la guerra y muchos hogares colocaron una tela negra en sus ventanas como muestra de luto.
Sobre la pirámide trunca que le sirve de base a su memoria mineral, en uniforme de campaña que incluye polainas, tocado con sombrero y los brazos cruzados al pecho, junto a los rieles del ferrocarril, el general "Nonín" Gil mira al poniente con sus pupilas de bronce como si buscara una respuesta al hecho absurdo de la muerte.
(*) El autor es corresponsal de la agencia latinoamericana de noticias Prensa Latina.
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