lunes, 28 de marzo de 2016

El 99 % de los votantes dominicanos son clientelistas y patrimonialistas

El 99 % de los votantes dominicanos son clientelistas y patrimonialistas

Por Diógenes Céspedes. 26 de marzo de 2016 - 12:08 am -  5
http://acento.com.do/2016/opinion/8334725-el-99-de-los-votantes-dominicanos-son-clientelistas-y-patrimonialistas/
Cuando finalicen las elecciones del próximo 15 de mayo, hagamos un conteo de los votos depositados por todos los partidos clientelistas y patrimonialistas y sus aliados y calculemos el porciento para constatar qué tan arraigado está este tipo de sistema político en nuestra sociedad.
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Diógenes Céspedes

Crítico literario, analista de discursos, lingüista, escritor, periodista, hizo su doctorado en literatura general en la Universidad de París VIII en Francia. Galardonado con el Premio Nacional de Literatura en 2007, el autor ha publicado una veintena de libros y ha colaborado en numerosas revistas nacionales y extranjeras.
El 99 por ciento de los votantes inscritos en la Junta Central Electoral vota por partidos clientelistas y patrimonialistas.
Súmese el porciento de los votos estadísticamente computados en todas las elecciones que ha habido en el país desde el 20 de diciembre de 1962 hasta 2012 y se comprobará por la cantidad de votos obtenidos por cada partido o movimiento participante en esos torneos comiciales que, si no suman el 99 por ciento, están muy cerca.
Si no yerro, todas las encuestas realizadas desde 1994 por la PUCMM y la AID arrojaron el sorprendente resultado de que casi todos los encuestados a escala nacional  apoyaron el patrimonialismo y el clientelismo y, además, orgullosamente afirmaron que si un candidato llegaba a la Presidencia de la República era, para desde el poder, repartir la riqueza pública entre sus amigos, familiares y la gente que le apoyó a escalar el poder.
Recuerdo que una de las últimas encuestas usó el término “boroneo”. Y saben qué más: que todos esos encuestados fueron permisivos con la corrupción de los políticos. Pero el cinismo de esos encuestados arrojó el sorprendente resultado de que un alto porcentaje de ellos mostraba insatisfacción con esos políticos por los que votaban. Y además recuerdo vagamente que de todas las instituciones del país la Iglesia y la prensa eran para ellos las más confiables.
Un análisis o un diagnóstico de la realidad socio-política, económica y cultural del país no debe contentarse con denunciar los males que nos abaten. Esto es necesario, pero es insuficiente. Las denuncias describen el mal, pero casi nunca aportan las soluciones. Se queda en quejas y en moralismo, en vez de acceder a una ética de lo político. Quedarse en la descripción y denuncia del clientelismo y el patrimonialismo no es suficiente.
Hay que explicar que en el caso dominicano y latinoamericano tal sistema político se implanta a causa de la falta de conciencia política y de conciencia de pertenecer a una comunidad de los sujetos que no llegaron a constituirse en pueblo en armas para construir una nación y luego un Estado nacional verdadero que no orbite en torno a otros Estados más fuertes, como señaló desde 1915-16 Américo Lugo. El clientelismo y el patrimonialismo son los componentes sociales que impidieron desde 1844 hasta hoy la construcción de la nación dominicano y luego un Estado nacional capitalista y burgués en regla, como el Estado que crearon los norteamericanos y los franceses en el siglo XVIII y los demás países europeos en el siglo XIX.
Porque Lugo dijo desde 1916 que la República Dominicana no constituía una nación ni un Estado verdadero es odiado por casi todos los intelectuales, historiados y políticos dominicanos, quienes no están dispuestos a aceptar que la nación dominicana no existe, pues viven de ese negocio y su ideología. Por esa razón conviven en el Panteón “Nacional” y en las academias las cenizas y los retratos de los verdugos de los héroes de la independencia, la Restauración y la lucha contra el yanqui invasor tanto de 1916-24 como de 1965.
Y para agravar más el problema, Juan Bosch afirmó que los dominicanos carecen de conciencia de clase, categoría imprescindible para la existencia de un Estado nacional. A un obrero europeo no le cruza por la mente creer que él es un pequeño burgués o que puede llegar a ser un burgués. Aquí en nuestro país todos aspiran, y muchos llegan, a ser burgueses, pero sin la ideología y la conciencia que posee un burgués europeo o norteamericano que viva donde existe un Estado nacional.
Aquí también, para ilustrar la falta de conciencia nacional, casi el cien por ciento de los dominicanos aspira a obtener una visa americana para obtener la residencia y después la ciudadanía. Y casi el cien por ciento de los dominicanos tiene impregnado en el cerebro el concepto del privilegio, heredado de la ideología monárquica y colonialista española, donde la grande y pequeña nobleza no trabajaba. Todos nos hemos construido una novela familiar de próceres  grandes y ancestros europeos heroicos.
Nadie tiene sangre africana. En cada dominicano hay siempre un morboso deseo de singularizarse. En las filas de los bancos, en las oficinas públicas o privadas que ofrecen servicios al público, etc. etc., queremos que nos atiendan primero, saltándonos la fila y que el empleado nos reconozca, nos salude y nos diga: Don, Doña, ¿qué se le ofrece? Y si son de la misma clase social: ¿Fulano, y qué haces tú por aquí? Y el interpelado piensa para su coleto: que me resuelva mi problema, idiota. Y cuando un político sube al poder, todos quieren que les resuelvan su problema. Que les den lo suyo. No un trabajo, sino una botella o una contrata para no volver a trabajar jamás. ¿Queda claro que el problema del país es muy complejo?
La solución que se impone es la de trabajar incansablemente por la construcción de un Estado nacional que transforme la ideología con que surgió este sistema y se lo haga más social, humanitario, equitativo y redistribuidor de todas las riquezas producidas por el país y del reconocimiento como ciudadanos de todos sujetos que conviven en su seno y adjurar de toda idea de la panacea a partir de regímenes de derechas, de izquierdas y de partido único con que funcional obligatoriamente hasta abolir el tipo de democracia llamada representativa que no es otra cosa que la perversión de la realidad histórica, ya que la minoría gobierna en nombre de la mayoría en virtud de la ideología política del Soberano y el contrato social de Rousseau.
Cuando finalicen las elecciones del próximo 15 de mayo, hagamos un conteo de los votos depositados por todos los partidos clientelistas y patrimonialistas y sus aliados y calculemos el porciento para constatar qué tan arraigado está este tipo de sistema político en nuestra sociedad.
Y cambiar la ideología clientelista y patrimonialista de los habitantes de este país es más difícil que remover un cementerio.

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