lunes, 28 de marzo de 2016

El encuentro entre Rafael L. Trujillo y Desiderio Arias.

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El encuentro entre Rafael L. Trujillo y Desiderio Arias.



MAO, VALVERDE.-Para entrevistarse con Arias, Trujillo se trasladó al lomo de un caballo a Mao desde la casa de Pedro Chávez en Guayacanes hasta la barca ubicada en el paso de Guayacanes del río Yaque del Norte, en compañía de Manuel Evertz, diputado por el Partido liberal, el general Andrés Molina y el mayor Leoncio Blanco.

Desde allí se trasladaron a la residencia de Agustín Hernández, a la sazón inspector de agricultura de la localidad, donde se verificó el encuentro. Por esta acción Trujillo hizo que el congreso nacional le otorgara, el 26 de febrero de 1937, la condecoración de la «Gran Cruz del Valor». Como paso previo el Ejército había designado una comisión para que indagara, verificara y recomendara sobre los diversos informes que esa entidad había recibido relativos a los «actos de valor excepcionales» ejecutados por Trujillo.

Todos los reportes estaban vinculados a la participación de Trujillo en 1931 a la eliminación de las sublevaciones de Cipriano Bencosme y Piro Estrella y a la liquidación del general Arias.

Se omitían, naturalmente, los desmanes cometidos combatiendo a los gavilleros del Este, y ni hablar de la práctica del abigeato y de haber violado tres veces, una de ellas en un campanario de la iglesia, a la joven Isabel Guzmán, de 17 años, en julio de 1919, mientras patrullaba los llanos en busca de gavilleros, hecho por el cual se le sometió ante una Corte Marcial. Y a pesar de existir abundantes evidencias en su contra, una junta de oficiales norteamericanos se negó a condenarlo. Treinta años más tarde, el 14 de mayo de 1961, las autoridades de Mao organizaron un grandioso homenaje al déspota, en el cual el señor Manuel Evertz, un antiguo desiderista, presidente del Comité Organizador, le entregó la «Medalla de la Gratitud y el valor», «en reconocimiento a su valor personal cuando, sin escolta alguna, se entrevistó aquí con el sedicioso Desiderio Arias, rodeado de numerosos seguidores”.

Los ideólogos del temprano régimen también aprovecharon este encuentro para poner de relieve los «dotes heroicos del dictador», ponderándolo como una de «sus hazañas más celebradas»:

“… cuando Trujillo, en actitud heroica que habrá de copiar algún día la gesta de algún varón ilustre […] dejando atrás su Estado Mayor, imperativamente, e internándose en la espesura del

bosque, solo, sin más compañía que su conciencia que nada le reprochaba y su valor legendario, rodeado de salvajes amigos del general Arias, armados y en actitud hostil, se despoja de la pistola y la arroja a distancia, poniéndose a merced de los rebeldes […] ¿Decidme, si en los anales patrios, ha recogido la historia gesto de tal sentido conciliatoriamente heroico?”. Antes del arribo de Trujillo a Mao por toda la ciudad se hallaban esparcidos decenas de militares vestidos de civil, quienes impusieron restricciones a los reconocidos seguidores del caudillo noroestano. Arias recibió a Trujillo con una evidente actitud de disgusto mientras este último se mostraba risueño y le interrogaba sobre las razones de su levantamiento. Arias insistió sobre la violación de los convenios por parte de Trujillo, quien, durante la entrevista, le hizo todo género de promesas al guerrillero, una de las cuales consistió en la adjudicación de nuevas armas a sus seguidores. La mayor parte de las armas entregadas posteriormente poseían algún tipo de imperfección. Antes de finalizar la entrevista, Trujillo le pidió a Desiderio que le presentara a su gente, algunos de los cuales estaban rotundamente opuestos al nuevo pacto entre ambos. Al salir de la casa, Trujillo tuvo un cálido altercado con Salomón Haddad, el Turquito, comerciante y notable miembro del séquito de Arias, quien acusó a Trujillo de ser un traidor.

De acuerdo con algunos testigos de la época, varios de los integrantes del séquito del caudillo, como el propio Haddad, Pin Villamán, Francisco Morillo, se ofrecieron para liquidar a Trujillo, pero Arias era un hombre fiel a la palabra empeñada e incapaz de cometer cualquier acto de perfidia. De acuerdo con el contenido de un escrito de Papito Rivera, el señor Máximo Ares García (Pasito), miembro del Partido liberal, luego de la entrevista de Arias con Trujillo, logró entrevistarse con el caudillo liniero, en la residencia de Salomón Haddad de Mao, para indagar sobre los resultados del encuentro. El legendario guerrillero liniero le reiteró los términos con los cuales se había dirigido a Trujillo:

“Yo no soy su enemigo. Me brindé a darle colaboración a su gobierno, pensando que su gobierno iba a seguir la tradición de respeto hacia la ciudadanía que la República Dominicana había consagrado durante muchos años, pero en su gobierno se están cometiendo una serie de crímenes y yo no puedo permitir que mi nombre se involucre en los crímenes y atropellos que se están cometiendo […] Esa es la circunstancia que me mantiene un poco alejado de usted […] Yo no retornaré a la capital de la República”

Al finalizar el encuentro, Trujillo y Arias recorrieron a pie las calles de Mao, aprovechando que en ese momento se efectuaban las fiestas Patronales de la común y luego se trasladaron a la

glorieta del parque de Mao, donde se dieron un abrazo público para simbolizar el fin de las hostilidades entre ambos.

Allí estuvieron presentes el secretario de Arias, Dr. Federico Rojas, quien calificó el abrazo de Arias y Trujillo como «el abrazo de todo Mao» y afirmó que el general Arias no era capaz de pronunciar un discurso brillante pero sí de movilizar una región. Estas palabras, según afirman algunas personas presentes en el acto, al parecer no resultaron del agrado del dictador.

Una vez pronunciados los discursos de rigor, la comitiva se trasladó al club Quisqueya a tomar champagne, luego de lo cual retornaron a la residencia de Hernández para compartir un almuerzo dispuesto para la ocasión. Además de los personajes principales, participaron el Dr. Federico Rojas, el Lic. Jacinto B. Peynado, Rafael Brache, Juan I. Rodríguez Jimenes, Juan Tomás Ligthgow, Max Henríquez Ureña y el diputado Manuel Evertz. Al concluir, Arias despidió a toda su gente a trabajar, algunos de los cuales mostraron su disgusto por la actitud sumisa del caudillo. Como resultado del encuentro con Trujillo, el General declaró lo siguiente: “… es necesario que el pueblo sepa que no hay bases ni convenios entre el Honorable Presidente de la República y yo. Nuestra entrevista fue la de dos buenos y viejos amigos en que se tocaron diversos tópicos que no dudo redundarán en beneficio de la reconstrucción nacional, en la cual el Honorable Presidente está vivamente interesado, a tal punto que recabó de mi humilde persona mi opinión y colaboración, la cual gustoso y como ineludible prueba de patriotismo, le ofrecí incondicionalmente”.

Poco tiempo después de esta memorable entrevista, circuló insistentemente el rumor en Mao de que Trujillo eliminaría al caudillo noroestano. Esto provocó naturalmente la intranquilidad del general manigüero. Lo más probable es que dicho rumor procediera de las propias esferas del poder, es decir que se tratara de una treta del trujillismo para liquidar al carismático líder, quien en realidad no estaba en condiciones de emprender nuevas acciones guerrilleras debido al virtual deterioro físico que padecía, no obstante poseer menos de sesenta años. De acuerdo con informaciones orales que obtuvimos, por mediación de un tercero, Trujillo trató de sobornar al general Carlitos Daniel para que asesinara al general Arias, proposición que este rechazó rotundamente. Privadamente, Daniel afirmó que no tiraba un solo tiro contra Arias.

Los datos que aparece en este escrito, fue cedido a EL NACIONAL por el historiador y catedrático universitario Rafael Darío Herrera Rodríguez.

Texto: Angel Berto Almonte para el Nacional

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