martes, 29 de marzo de 2016

El Pecado Social y su Entorno: Corrupción, Complicidad y Negligencia Colectiva

El Pecado Social y su Entorno:
Corrupción, Complicidad y
Negligencia Colectiva

por Jorge L. Beléndez
Mayo 2000

http://www.acu-adsum.org/jlb.pecado.social.html

El pecado social, o sea, el comportamiento o aquellas situaciones que son producto del quehacer colectivo, o de grupos o conjuntos de personas mas o menos amplios, aunque estos grupos o conjuntos de personas no estén unidas entre si por un elemento común, o los cuales hasta quizás ni se conozcan, es un mal que aqueja nuestra sociedad y que afecta, de una manera u otra a todos los componentes de nuestro entorno. Y muchas veces afecta a naciones completas o hasta grupo de naciones.
Sin embargo, para poder comenzar a esbozar una filosofía coherente que nos pueda ayudar a combatir, erradicar, o arrancar, el pecado social, es vital e imprescindible aceptar el hecho de que, según dice Juan Pablo II en su escrito , "Sollicitudo Rei Sociales; "estos pecados sociales son el fruto, la acumulación y la concentración de muchos pecados personales" (JPII, "Sollicitudo Rei Sociales")
La pregunta fundamental es ¿como se crean esos pecados sociales? ¿cual es su origen? Naturalmente, la magnitud del pecado social puede ir desde el monstruoso genocidio hasta la sutil injusticia salarial.
Quizás lo mas importante para nosotros como individuos, dentro de nuestro entorno actual, es ver como se crean, como se inician estos pecados sociales los cuales vemos a diario, en mayor o menor escala, pero que afectan de mil maneras diversas nuestra realidad contemporánea.
¿Como se crean estos pecados sociales? Veamos algunos ejemplos para ir entendiendo la relación entre el pecado social y el pecado personal, o individual.
El pecado social se crea…
Cuando se favorece o se explota la iniquidad, la injusticia, la maldad.Cuando se puede hacer algo por limitarlo, evitarlo, eliminarlo como mal social, ya sea en forma de injusticia, corrupción, negligencia, irresponsabilidad, o cualquiera otra forma, pero no se hace por pereza, miedo, complicidad activa o pasiva, coparticipación, comodidad, conveniencia, por equivocadamente pensar que nada se puede hacer ante la magnitud del pecado o el pecador, cuando se le huye a las consecuencias y el sacrificio de hacer lo correcto, etc., etc.
Ese es el origen, el germen, del pecado social.
Pero si se lleva a cabo un verdadero y honesto discernimiento sobre el tema del pecado social, claramente llegamos a la conclusión que la responsabilidad es de las PERSONAS.
Esto es claramente un ejemplo de como "florece" el pecado social. ¿Pero, como puede ser eso fruto o parte del pecado individual como reclama el Papa Juan Pablo II?
El pecado es un desorden. El pecado es un acto interior que busca un bien inmediato que por lo tanto afecta nuestra relación con Dios y con nuestros semejantes. Pero estos actos interiores no son producto de un vacío. Estos actos interiores son producto de unos ingredientes que vemos a nuestro alrededor, tristemente, con mucha mas frecuencia de la que querríamos.
Quizás los ingredientes mas comunes del pecado individual son la riqueza y el poder. Con la riqueza y el poder vienen los honores falsos, los valores trastocados, la codicia desmesurada, el atrocho moral, la apetencia por tener mas y mas, y finalmente la soberbia, la arrogancia y el endiosamiento.
Al examinar los ingredientes del párrafo anterior nos damos cuenta como, si abrazamos como portaestandarte existencial la riqueza y el poder, con todos sus derivados, es casi inevitable que al fin se llegue a condescender, admitir o hasta participar activamente a explotar la iniquidad, la injusticia, y la maldad.
En este caso, se ve claramente, como el pecado individual nos lleva al pecado social. Sin duda alguna, el pecado social tiene la raíz en la persona individual. Y es en la persona individual que recae la responsabilidad para remediar el pecado social.
La corrupción institucional y personal, el trafico y consumo de drogas, la carrera armamentista que propende injusticias como las que se han estado llevando a cabo en la isla de Vieques, Puerto Rico por los pasados 50 años, el suicidio colectivo ecológico, los quebrantos que sufren las instituciones democráticas, la subeducación que sentencia a futuras generaciones a la mediocridad de vidas condenadas a insuficiencia existencial, son problemas que podrían parecer mucho mas grandes de los que podemos resolver nosotros como individuos.
Pero esta visión general de no poder resolver estos problemas bajo ningún concepto nos puede llevar a la apatía personal.
La mera magnitud de los problemas sociales, de los pecados sociales, no nos puede llevar a la insensibilidad, indiferencia, dejadez, abandono de lo que es bueno, deseable y moral. No podemos dejar de actuar individualmente, al igual que no dejaron de actuar, Jesucristo, Gandhi, Martin Luther King, Teresa de Calcuta, los "fundadores" de la nación Norteamericana (Founding Fathers, en Ingles), y aquí en Puerto Rico, Luis Muñoz Marín, ante las injusticias gigantes y aparentemente inconquistables que tuvieron ante si.
Ante situaciones aparentemente insolubles, aparecían heroicos actos de férrea determinación que poco a poco lograban detener el momentum del mal y socavaban su monolítica capacidad para lesionar y destruir.
Si los pecados sociales como la corrupción son producto de los pecados personales, cada uno de nosotros SI puede hacer mucho para evitar su perpetuidad. Primero, ordenando nuestros valores, y segundo, valientemente combatiendo los elementos que conducen y facilitan a que esto pase.
Pero para que esto ocurra, primero tenemos que cobrar consciencia, dentro de cada uno de nosotros, realizar internamente que el pecado individual y social, además que lacerar nuestro entorno, introduce un impedimento profundo en nuestra relación con Dios.
El orden natural es pasajero; eso lo sabemos todos. ¿Porque, entonces, orientar toda nuestra existencia hacia lo pasajero?
Elevemos nuestras metas y nuestra acción hacia lo único que puede darle significado y razón de ser a nuestras vidas. Orientando nuestras acciones hacia el bien común inevitablemente lograremos el bien individual y la salvación.


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