jueves, 31 de marzo de 2016

Se Abroga la Enmienda Platt


Peso cubano de plata, acuñado en 1934.

Peso cubano de plata acuñado en 1934, precisamente cuando se derogaba la Enmienda Platt.

Se Abroga la Enmienda Platt

CARLOS MÁRQUEZ STERLING
(Se Abroga la Enmienda Platt es el capítulo 57 del libro "A la ingerencia externa, la virtud doméstica - Biografía de Manuel Márquez Sterling" (Ediciones Universal, 1986). En ese capítulo, Carlos Márquez Sterling narra cómo su padre, embajador de Cuba en Washington, negoció y firmó la eliminación de la Enmienda Platt con el subsecretario de Estado norteamericano Summer Welles. Las negociaciones se efectuaron entre febrero y mayo de 1934. El autor, siguiendo la carrera de servicio público de su padre, fue presidente de la Asamblea Constituyente que redactó y aprobó la Constitución cubana de 1940).
A fines de abril de 1934, míster Welles puso en manos del embajador de Cuba, una copia del proyecto del tratado destinado a sustituir el de la Enmienda Platt, y a servir de base, como se había acordado, a las discusiones y acuerdos sobre el mismo

Dicho proyecto era muy sencillo. Constaba de tres artículos. Derogaba el de la Enmienda. Dejaba en vigor algunas cláusulas y mantenía la séptima, de la anterior convención, referida a las carboneras o bases concedidas anteriormente como las de Guantánamo y Bahía Honda.
Inmediatamente Márquez Sterling lo transmitió a La Habana, al doctor Torriente (canciller cubano), explicando que míster Welles se lo había leído, y que al preguntarle su opinión, él (Márquez) había respondido que necesitaba estudiarlo, aclarando que sus observaciones las remitiría por escrito. Míster Welles amablemente contestó: "Quedo en espera de esas observaciones".
"El proyecto en cuestión -escribía Márquez Sterling- es un simple convenio de cancelación del Tratado Permanente. Por el momento -agregaba- se me ocurre decir que en mi sentir, el Proyecto necesita no pocas modificaciones, especialmente la cláusula relativa a las carboneras", que Márquez Sterling entendía que no era necesario incluirlas en el nuevo tratado. Así, pues, redactó una larga nota explicativa.
Como el Departamento de Estado en Washington mostraba un gran interés en concluir el Tratado, míster Welles, a quién el presidente Roosevelt había dado un amplio mandato, pedía insistentemente a Márquez Sterling su opinión acerca del Proyecto.
Con fecha 12 de mayo de 1934, Cosme de la Torriente contestó a Márquez Sterling abundando en sus puntos de vista, y le remitió un contraproyecto, sin mayores vacilaciones, en el que trataba de soslayar el problema de las carboneras, disponiendo que mientras las dos partes contrastantes no llegaran a acuerdos, regirían las disposiciones anteriores.
Márquez Sterling lo remitió a míster Welles que lo encontró bien, pero quiso oír el parecer de la Secretaría de Marina. Esta aceptó la idea fundamental de las carboneras, pero dándole redacción diferente. En su fondo, no se apartaba de la tesis que sostenían, de común acuerdo, Márquez Sterling y Torriente.
Los retoques y detalles finales en cuanto a la forma del Tratado fueron objeto de diversas conversaciones entre el canciller Torriente y Márquez Sterling por teléfono y entre éste y el secretario auxiliar de Estado, míster Welles.
La firma del Tratado abrogatorio tuvo efecto el 29 de mayo de 1934. Cosa curiosa. Cuando la Convención Constituyente de 1901 acordó aceptar la Enmienda Platt, en votación de estrechísimo margen, el calendario marcaba el día 28 de mayo. La República vivió de ese modo detenida en el paso del 28 de mayo de 1901 al 29 de mayo de 1934. Treinta y tres años de soberanía recortada como un paréntesis de sombras del que ahora salía cuajada en luz.
Aquel 29 de mayo de 1934, estaba Márquez Sterling rebosante de felicidad. Sus facciones, sus grandes ojos y toda su persona respiraba alegría.
Los funcionarios de la Embajada, con el consejero Barón y el primer secretario Valdés Rodríguez, le obsequiaron una pluma de oro que llevaba grabado el nombre de Manuel Márquez Sterling y la fecha 29 de mayo para que la usara en la firma del Tratado y a la vez le entregaron un escrito de felicitación patriótica que emocionó hondamente al embajador (1).
Don Fernando González Roa, embajador de México en Washington, con el personal de su Embajada, acudió a la sede cubana a felicitar a Márquez Sterling en nombre de México y en el suyo propio.
Salió Márquez Sterling para el palacio de la cancillería, sito en la avenida Pensilvania, acompañado del doctor León S. Rowe, del consejero José T. Barón, del señor Aurelio Portuondo, y de Eugenio Castillo. La emoción les dominaba a todos.
Una vez en la Cancillería, les esperaban los plenipotenciarios de Estados Unidos: Cordell Hull y Summer Welles, a quienes acompañaban el jefe de la División de Tratados, Charles Barnes, con su auxiliar Sidney Smith; el jefe de la División Latinoameriana, Edwin C. Wilson, y los secretarios de míster Hull, Harry McClury y John Barret.
Cambiados los poderes y firmados los dos ejemplares del Tratado, por míster Hull, míster Summer Welles y Manuel Márquez Sterling, éste leyó un discurso muy elocuente, al cual contestó míster Hull, destacando los logros de la política de buena vecindad del presidente Roosevelt.
Mientras los fotógrafos tomaban sus placas, una de ellas durante la firma de míster Hull y Márquez Sterling, éste deslizó al oído de su secretario Castillo estas palabras: "Ya puedo morir tranquilo" (2). Había logrado su más entrañable ideal y sellaba con el escudo de la Academia de Historia de Cuba a la que pertenecía desde hacía años el momento cumbre de su existencia.
El mismo 29 de mayo de 1934, en que se firmó la abrogación de la Enmienda Platt, el presidente Roosevelt envió el nuevo Tratado a la comisión correspondiente del Senado, para que la informara y diera cuenta al pleno.
El senador Pitmann, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores, hizo un breve discurso. Recordó las palabras del presidente Roosevelt sobre su política de no intervención. "Esta declaración -dijo Pitmann- es la más noble que se ha hecho desde la doctrina Monroe". El senador Borah que, a diferencia del demócrata Pitmann, era republicano, expresó que era "muy antigua la tendencia de suprimir la Enmienda Platt". El también senador republicano por el Estado de Michigan, míster Vandenberg, que años después adquirió fama internacional, y que simpatizaba con Márquez Sterling, abogó por la ratificación. El senador demócrata Lewis, de Illinois, expuso que no había senadores opuestos a la abrogación de la Enmienda Platt, sino algunos padres de la patria que deseaban prorrogar la "política del orden". Concluyó diciendo que "el nuevo Tratado debía ser suficientemente amplio para calmar los temores de Cuba y de otros países de América de que Estados Unidos pretende apoderarse de sus territorios".
El 30 de mayo, la Comisión de Relaciones Exteriores, informó favorablemente el Tratado, y lo remitió al pleno. Míster Welles, por la mañana había llamado a Márquez Sterling, para decirle que esa tarde el Senado ratificaría la nueva Convención. Y puso a disposición un palco de hemiciclo de la Alta Cámara. Márquez Sterling aceptó y por la tarde asistió con su secretario.
El propio 30 de mayo se trató en el pleno el Convenio. Se terminaba la sesión, cuando Pitmann pidió que se aprobara en votación ordinaria. Márquez Sterling abandonó su palco y entró en el de la prensa. "¿Qué pasó?", preguntó un poco sorprendido. "Que acaba de aprobarse el Tratado abrogando la Enmienda Platt", contestó un viejo periodista de la AP.
Poco después, el embajador se comunicó por teléfono con el presidente Mendieta y el secretario de Estado Torriente, y les hizo saber que ya Cuba se hallaba libre de la Enmienda Platt, impuesta a los cubanos a principios de siglo.
A los pocos días, Márquez Sterling despachó a Eugenio Castillo, con las copias del Tratado, para hacer su entrega personalmente al presidente Mendieta. Se cerraba un ciclo, y se abría otro, tal más peligroso, si los cubanos no se daban cuenta de que ya eran libres, y que les faltaba la protección del coloso del Norte, y quedaban expuestos a la codicia de los que habían combatido nuestra independencia, emboscados siempre a lo largo de nuestras luchas; capaces de venderle la isla a otras potencias, con el ánimo de perpetuarse en el poder, a base de una gran tiranía.
La doctrina de Márquez Sterling, "A la ingerencia extraña, la virtud doméstica", era el escudo salvador de nuestra patria.
(1) Con esa misma pluma firmó el autor, como presidente de la Asamblea Constituyente de 1940, en Cuba, la carta de ese año. Luego la donó al museo nacional.
(2) El 8 de septiembre de 1934, Manuel Márquez Sterling sufrió un síncope cuando dictaba un cable a la Secretaría de Estado. Murió al día siguiente. Su deceso produjo una gran consternación en Cuba y Estados Unidos. El presidente Roosevelt puso un tren a disposición de la familia con destino a Miami, donde esperaba el crucero Trenton para conducir sus restos hasta La Habana. Fue sepultado en la necrópolis de Colón en medio de una multitud encabezada por el presidente Mendieta, el canciller Torriente y su familia.

http://www.contactomagazine.com/articulos/enmiendaplatt1934.htm#.Vv1NAZyLTIU

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