viernes, 8 de abril de 2016

Roger Zayas, memoria viva de 4-40


Roger Zayas, memoria viva de 4-40

Por Camila García Durán. 8 de abril de 2016 - 6:00 am -  3
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Y es así como el mundo se ha rendido al cruzado pendón de Juan Luis Guerra y sus cuatro cuarenta. Han vendido más de 30 millones de discos, han sido máximo galardonados en Grammys, Billboards y logrado un sinfín de hazañas que si nos ponemos a enumerar acabaríamos cuando la guagua se enderece.
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Foto: Juan Luis GUerra y Roger Zayas

Miami, Fl. – Cuando 4-40 lanzó su primer elepé (Long Play), ”Soplando”, aquel otoño de 1984, ya ellos habían coincidido en varios ‘picoteos’ e interpretado en una que otra función ante la juventud capitaleña de Casa de Teatro.
Hasta entonces, Juan Luis Guerra, con 27 años de edad y un título de Berklee College of Music bajo el brazo, se ganaba la vida haciendo melodías para pautas publicitarias; mientras que Roger Zayas, un rockero rebelde de 23, se había estrenado de niño en la radio con un comercial de “Divertilandia”  y trabajaba como asistente de sonido en un estudio de grabación.
Roger Zayas Bazán
“Casualmente mi primera producción solo como ingeniero de sonido, fue su primera grabación como ‘jinglero’”, recuerda Roger de sus encuentros iniciales con Juan Luis. Más tarde, junto a Mariela Mercado, solista del grupo musical “Módulo”, y Maridalia Hernández, quien se dio a conocer en el espectáculo “Sonido para una imagen” (1981), comenzaron a reunirse en un “invento” de cuarteto vocal.
“Queríamos desempolvar unas transcripciones acapella que le habían puesto de tarea a Juan Luis cuando estudiaba en Berklee”, cuenta Roger y agrega que ni siquiera tenían la intención de ser un grupo, salir a la calle y convertirse en el fenómeno que luego pasó a ser 4-40, cuyo nombre hace referencia al patrón de afinación universal.
Los muchachos, todos en sus veinte, consiguieron su primera aparición en televisión a través de un amigo que trabajaba como productor en “De Noche”, el programa de Milton Peláez. “Pero no confiábamos en hacerlo en vivo por aquello de los nervios, la complicación de la armonía, el sonido…”, explica Roger entre risas.
La solución a su inseguridad fue grabar dos pistas en estudios AudioLab, donde el dueño, Moisés Abkarián, quedó fascinado con la interpretación del cuarteto y contribuyó a dar vida a su primer álbum, al que titularon “Soplando”.
Sin embargo, esta fusión de merengue tradicional con armonías vocales de jazz al estilo del grupo estadounidense Manhattan Transfer (relanzado en 1991 por Warner Music como “El Original 4-40” y hoy considerado un álbum de colección), resultó en un fracaso comercial. Pues era algo muy suave, no bailable.
“Demasiado elitista”, alega Roger. Para esa década la masa disfrutaba de las acrobacias coreográficas de los Kenton, el pegajoso “Jardinero” de Wilfrido, las peculiares licras de Vickiana, Olga Lara y Las chicas del Can con Miriam Cruz a la cabeza interpretando temas como “Ta’pillao” y “Mami qué será lo que quiere el negro”.
Por aquellos tiempos, el merengue dominicano no era más que paseo y jaleo. No obstante, para los entendidos en la materia, 4-40 demostró que se estaba ante un verdadero genio musical; Guerra había concebido, como él mismo definió “un merengue para los pies y para la cabeza”.
“No todos los días se tiene el chance de compartir con un persona de ese calibre y ver su proceso creativo y de crecimiento como artista”, apunta Roger. “A la vez te vas nutriendo de eso, te vas llenando de disciplina, de preparación, tanto para los discos como para los conciertos”.
Pero como de elogios no se vive, a Roger le tocó seguir trabajando en estudios EMCA, hasta el día en que se le presentó la oportunidad de mostrarle el disco al dueño de la discográfica Karen Records. ”Si me hacen un merengue más movido, yo les hago el álbum”, fueron las palabras de Bienvenido Rodríguez.
Juan Luis y los demás aceptaron, grabaron el tema “Por eso ahora” y firmaron su primer contrato.
“Once a rocker always a rocker”, yo he sido rockero toda mi vida, nunca pensé que iba a vivir del merengue o la bachata, pero ¡a Dios gracias!, dice Roger sobre el giro radical que tuvieron que darle a su música para hacerla “vendible”.
Roger Zayas, con 15 años
La producción discográfica auténtica y exquisita desde los puntos de vista lírico, musical y armónico de sus próximos álbumes, “Mudanza y Acarreo” (1985) y  “Mientras más lo pienso …Tú” (1987), los lleva a ser reconocidos por todos los estratos sociales.
Con el éxito sobrevino la tragedia. Un accidente de tránsito en mayo de 1988 durante una gira en Venezuela junto a Sergio Vargas, silenciaría a 4-40 por todo un año. Entre los fallecidos, ‘Catarey’ (Ángel Andújar), considerado por muchos el mejor percusionista que hubiera parido Quisqueya hasta ese momento.
“Entramos en una especie de letargo, cuando salimos a ruedo fue en el ’89, que formamos banda por primera vez”, afirma Roger. Hasta el momento 4-40 no contaba con una orquesta propia, sino que se valían de pistas en los conciertos.
Para el tercer disco (“Mientras más lo pienso …Tú”), ya Maridalia había dejado el cuarteto, que pasa a ser quinteto. “Con cada salida la gente pensaba que nos íbamos a desintegrar, hasta nosotros mismos”, confiesa Roger.
Aún así, el grupo “pegaba hasta los anuncios”. Fue precisamente como tras la buena acogida del tema “La abeja al panal” para una campaña de Ron Barceló, Adalgisa Pantaleón entra como suplente de Mariela, quien estaba en licencia de maternidad. Y allí se queda.
En 1989 graban el cuarto álbum bajo el rótulo de “Ojalá Que Llueva Café”, que representó el inicio de la consagración internacional del grupo, pues obtuvo ventas tales que escaló a los primeros puestos en América Latina y mercados tan competitivos como Europa y Estados Unidos.
Para los noventa, la bachata no solo se hizo rosa, sino también bilingüe. Con la novedad de una producción editada en digital (CD), el grupo además consiguió su primer Grammy anglosajón. “Y llegó al mundo mi primogénito Jean Michel… en pleno apogeo de Bachata Rosa”, señala Roger.
El éxito apoteósico del álbum adentró a 4-40 en extensas giras continentales. La gente llenó estadios y coliseos de todos los rincones para corear canciones hoy convertidas en himnos, “La bilirrubina”, “Burbujas de amor”, “Como abeja al panal” o “A pedir su mano”.
De un momento a otro, se vieron obligados a asumir toda la fama de golpe. La rutina de conciertos era tal que Mariela decidió salir del grupo para ocuparse de su familia y, aunque la pluma de Juan Luis jamás mermó, los somníferos y ansiolíticos se hicieron una constante en su vida. A veces no sabía ni en que país se encontraba.
“Yo duraba hasta dos meses sin ver a mi hijo”, cuenta Roger. “Cuando llegaba a la  casa y él abría la puerta decía ‘¡mami aquí hay un hombre!’”.
El argumento contestatario de “Areíto”, un homenaje a los aborígenes lanzado en 1992 con motivo de los 500 años de la llegada de Colón a la isla, causó polémica. Temas como “Si de aquí saliera petróleo”, “El costo de la vida” o “Naboria Daca Mayanimacaná” (lengua taína), no solo se querellaban contra las endémicas iniquidades de República Dominicana, sino que, para algunos, supusieron el comienzo de la melancolía en la música de Juan Luis.
Roger Zayas, Adalgisa Pantaleón y Juan Luis Guerra (1989)
“No por ser artista uno debe quedarse callado, a nosotros también nos afectan los males de la sociedad”, considera Roger, quien en la actualidad se vale de las redes sociales, pues las percibe como la voz de la juventud y la forma más democrática de expresar posiciones, denuncias y pensamientos.
En 1994, como si les hiciera falta algún ritmo a su repertorio, el grupo presenta “Fogaraté”, una docena de trepidante merengue de campo adentro, del mismo Perico Ripia’o que un centenar de años antes los moralistas habían intentado fusilar debido a “sus letras sugestivas” y los sensuales movimientos de quienes lo bailaban.
Las fusiones de merengue con el Soukus de Suráfrica, románticas bachatas, pinceladas de son cubano y ritmos caribeños, convirtieron a Juan Luis Guerra y 4-40 en una institución. Sus canciones resultaron en diatribas sociales y denuncias de injusticias; hurgando en la cruda realidad de su “pobre pueblo enano”, pero sin profundizar, sin reproche, sin vileza.
Mas el vacío de paz no lo llenaban ni todos los lauros que habían recibido. Según Roger, y en las propias palabras de Juan Luis, “si subía a un escenario en esas condiciones se iba a morir”.  Irónicamente la muerte los alcanzó de nuevo. Terminando la producción de “Fogaraté” Roger queda viudo y a cargo de su niño de dos años.
“Él ha servido de amigo, de almohada, de hombro para llorar… ha estado ahí en cada uno de los momentos difíciles de todos nosotros y también en los más felices”, dice Roger en referencia a Juan Luis, quien en 1995 se impone un semi-retiro, funda el canal de televisión Mango TV y la emisora de radio Viva FM, de la que lo deja como director.
Tras casi cinco años de ausencia y ante la insistencia de un banquero dominicano de que 4-40 amenizara su boda, el grupo sale de lo que muchos catalogaron como un retiro definitivo. “Juan Luis le tiró una cifra para que le dijera que no y el tipo le dijo que sí. No hubo más remedio que tocar y ahí arrancamos de nuevo”, dice Roger.
Esta vez Juan Luis Guerra, ahora abrazado a la fe, retorna al mundo discográfico con “Ni es lo mismo ni es igual” (1999), producción con la que 4-40 vuelve a ocupar su sitial preferencial en los corazones de sus fanáticos, siendo “El Niágara en bicicleta” el tema más popular del álbum.
Nunca atado a recetas comerciales, en 2004 Juan Luis se atreve a lanzar mainstream “Para ti”, un disco cristiano en su totalidad, que a decir de Roger, demostró que aunque el discurso fuera diferente al acostumbrado, continuaba siendo válido. Pues por encima de todo lo que prima es la calidad de la música, sus arreglos y su lírica.
“Él se dio cuenta desde un inicio que lo de él es un talento que le viene dado de arriba y que tenía que honrarlo de alguna forma”, señala Roger, el único integrante original del grupo aparte de Juan Luis.
Juan Luis Guerra y Roger Zayas
La actitud absolutamente profesional que el músico ha transmitido a todos los que trabajan a su lado, ha hecho que durante los años venideros y hasta la actualidad, 4-40 haya parido cuatro álbumes más (“La llave de mi corazón”, 2007, “A son de Guerra”, 2010 “Colección cristiana”, 2012, “Todo tiene su hora”, 2014), cada uno con igual o mayor éxito que los anteriores.
“Excelencia, es lo que nosotros le regalamos al público. No nos conformamos con lo mínimo, ni con lo mediocre”, señala Roger y ejemplifica con la frase de uno de los productores en un concierto reciente en España: “Oye, yo he trabajado con muchas bandas, pero ustedes son insoportablemente puntuales”.
En sus más de treinta años de historia, 4-40 ha sufrido muchísimas transformaciones y pasado por músicos de todos los tipos y géneros. “Pero la evolución ha sido para bien, cada miembro ha mejorado y aportado algo”, piensa Roger, quien con el tiempo, también ha aprendido a “quitarse el traje de fama y ponerse el de papá” cuando llega de una gira.
“Llevo mis muchachas al colegio, hago desayuno, voy al súper, llevo y traigo…”, dice orgulloso. “En mi cotidianidad soy todo lo contrario al tipo callado, tímido y hasta cara dura que la gente cree; soy un loco viejo”.
Así como anécdotas y premios 4-40 también cuenta con sus críticos, que se han encargado de propagar falsedades, campañas desleales y destructivas e, incluso, catalogar a Guerra de “anticristo”.  “Pero lo de ese señor es algo ya histórico, como dice el dicho ‘tú tomas las cosas de quien vengan’, dice Roger restándole importancia al asunto.
Roger Zayas a los 17 años
Y es así como el mundo se ha rendido al cruzado pendón de Juan Luis Guerra y sus cuatro cuarenta. Han vendido más de 30 millones de discos, han sido máximo galardonados en Grammys, Billboards y logrado un sinfín de hazañas que si nos ponemos a enumerar acabaríamos cuando la guagua se enderece.
Su “Ojooooye” ha retumbado desde el frío brutal de Toronto, hasta los oídos de los más de cuarenta mil fieles empapados de principio a fin cuando el cielo parecía desplomarse en su concierto en el Estadio Olímpico de Santo Domingo .
Y han reventado sitios míticos como el Royal Albert Hall de Londres. Y en Fukuoka han bailado “La Cosquillita”. Y los “Bobbys” han quedado tranquilos. Y se ha puesto en el mapa el diagnóstico de una ‘sirimba’, ‘el mal de amores’ o el ‘beso e’ la ciguatera’.
Pero los mejores recuerdos de Roger no son de nominaciones, ni de premios ni de discos de oro y platino. Los recuerdos que Roger valora como “oro fino” son los de su compadre Juan Luis cuando con sus casi siete pies de estatura se montaba en la cola de su motor Yamaha para hacer “todo tipo de diligencias”, desde ir a grabar hasta ir al cine. De cuando compartían habitación en las giras y hasta colchón con Maridalia y Mariela en su primer viaje al extranjero.
Roger se declara fan número uno de 4-40 y agradece ser músico cada día de su vida, porque se lo goza. “El día que yo diga ‘toy jarto’ va a ser el día en que me retire”, dice. Su compadre Juan Luis, opina lo mismo.
Video de Juan Luis GUerra y 440 “Si tu te vas”.
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