sábado, 25 de junio de 2016

Conmemorando el nacimiento de Emil de Boyrie de Moya

Conmemorando el nacimiento de Emil de Boyrie de Moya, pionero en la arqueología en nuestro país.
Era ingeniero civil, escritor, pintor, músico, pero a pesar de las edificaciones levantadas, en las que dejó impreso el sello de su estilo inconfundible, su faceta más destacada y recordada es la del pionero de la arqueología que recorría el país siguiendo la senda de los primitivos aborígenes que poblaron la República.
Emile De Boyrie De Moya quiso dejar en su tierra ese patrimonio siempre amenazado por la pasión del coleccionista foráneo y esa inquietud no sólo dejaba escaso su bolsillo: cuando no tenía para comprar uno de los objetos de su delirio, ofrecía a cambio sus camisas, pantalones, trajes de gala. Así llegó a formar la más extensa colección privada de toda América: más de siete mil piezas taínas que conservó hasta la muerte y que luego donó su descendencia al Museo del Hombre Dominicano, donde se exhiben.
Considerado el primer investigador dominicano con métodos sistemáticos, su obra no se limitó a las excavaciones y al numeroso conjunto de utensilios y adornos. Tras cada viaje limpiaba, fotografiaba, clasificaba, describía y ubicaba las preciadas joyas en su época y usos y al mismo tiempo anotaba el breve o amplio historial de las personales osadías para adquirirlas.
Emile Andrés De Boyrie Camps, su hijo, y Wenceslao Vega Boyrie, sobrino, recuerdan entusiasmados las travesías junto al ilustre pariente que los llevaba como sus auxiliares y que se maravillaban tras cada hallazgo, a veces solicitándolos, deslumbrados por la originalidad, como ocurrió el día que el consagrado arqueólogo encontró un hacha petaloide, que le pidió Wenceslao. Disfrútala, pero no te la regalo, respondió.
Para los muchachos eran excursiones. Para el profesional era adicción y amor por la naturaleza, el paisaje, Alo nuestro, cuenta Emile Andrés.
Juan Dolio, La Romana, Puerto Plata, Luperón, Montecristi, Dajabón, Guayacanes, Ámina, Samaná, Los Hidalgos, Gurabo, Hatillo Palma, Santiago Rodríguez, Palmarejo, San José de Ocoa, Valverde, lo recibieron con su indumentaria de explorador, pipa, sombrero, cámara, abrigo, en su fiel jeep o en mulas, internándose en cavernas, escalando montañas, vadeando ríos, llegando a bosques y cordilleras para encontrar caritas, botijas, cerámicas, amuletos, ollas, burenes, majadores, collares, sin importarle charcos, cactus, guazábaras, intrincados espinos o montículos casi inalcanzables.
Mi padre era muy polifacético. Andaba la República entera, era un enamorado de su país, se detenía a disfrutar un bonito paisaje, un bosque, un río. Era muy nacionalista, humilde, estudioso, recuerda Emile Andrés, ayudante, junto a Wenceslao, en la carga de los picos, palas, cedazos y brochas que eran los originarios instrumentos de trabajo de don Emile.
Cuenta Vega Boyrie que en Chacuey, Partido, aparecieron unos artefactos indígenas y nos llevó junto a sus hijos y mi hermano Bernardo una Semana Santa entera. Descubrió una plaza ceremonial rodeada de piedras y una calzada que llevaba al río Chacuey, poblada de caritas. De esa experiencia es su libro cumbre: Monumentos Megalíticos de Chacuey, el primer trabajo científico de estrategia, de análisis.
Para el historiador, el mayor mérito de su tío fue el enorme esfuerzo que hizo por conservar para el país su riqueza arqueológica, que de otra manera se hubiera ido fuera, con lo que coincide el hijo. Papá luchó para evitar que las sacaran. Cuando no tenía con qué comprarlas avisaba a sus amigos José Antonio Caro, Rafael Esteva o Pepe Armenteros para que las adquirieran. A instancias suyas, Trujillo dictó la ley que prohíbe la salida del país de esas piezas. Para él era un dolor tremendo ver que se las llevaran, decía que un objeto que hacía un indio era nuestro, era único, relata Emile Andrés, para quien el padre fue ejemplo de rectitud, moral, familiaridad y entrega a la educación y el estudio.
Fue el prototipo de científico natural que aprendió sobre la marcha porque aquí no se estudiaba arqueología, era una profesión poco lucrativa. Fue un romántico, y su romanticismo patriótico me ha inspirado, porque hizo mucho por su país, sin alardes, con mucho trabajo, y lo dejó todo a los dominicanos@, significa Vega Boyrie mientras Emile Andrés recuerda las visitas de extranjeros a conocer la singular muestra en sus residencias de la avenida Bolívar o la César Nicolás Penson, la participación del padre en congresos, al tiempo que describe fotos que son el único recuerdo familiar de ese acervo.
Como ingeniero, Emile De Boyrie De Moya intervino en la construcción del antiguo parque zoológico, de la Maternidad Nuestra Señora de la Altagracia y del palacio de Bellas Artes, en Santo Domingo, del local del Partido Dominicano y el hospital de Samaná y en casi todas las escuelas públicas del país.
Emile De Boyrie De Moya
Nació en Sánchez, el 25 de junio de 1903, hijo de Louis De Boyrie y Mercedes De Moya. Realizó sus estudios profesionales en Francia. El once de febrero de 1933 casó en Puerto Plata con Marina Camps Brugal, madre de sus tres hijos: Tania, Emile Andres y Marinita.
Fue director de Bellas Artes y fundador del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Antropológicas de la Universidad de Santo Domingo. Tras cuarenta años de investigaciones arqueológicas, falleció el treinta de mayo de 1967.
Publicó, entre otros libros, El monumento megalítico de Chacuey Monografías sobre la cueva de Los Paredones de La Caleta y sobre la Casa de Juan Ponce de León en Boca de Yuma, Ensayos sobre nuestros indios y el mar, La posición cultural de Santo Domingo en la arqueología Indo-Antillana y Discurso de ingreso en la Academia Dominicana de la Historia.
Falleció el 30 de mayo de 1967, a los 63 años de edad
Luego de su muerte se designó con su nombre una calle del ensanche Evaristo Morales

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