sábado, 2 de julio de 2016

Cuando el mañana fue la noticia

Cuando el mañana fue la noticia


Con mis ojos

Sobre el autor

Periodista. Profesor en la Escuela de Comunicación de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la que dirigió durante seis años y donde imparte docencia desde hace veinte años. También ha sido profesor en Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y en la Universidad Católica de Santo Domingo.
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Mirada a una situación social por la construcción de ciudadanía, el desarrollo institucional y el bienestar general. Respeto extremo al derecho a la intimidad y el buen nombre de las personas. Huye a las rutinas opinativas, a los ruidos mediáticos. Rehúye al sensacionalismo. Consciente de que la asepsia ideológica no existe, promueve el disenso, la crítica constructiva, sin descalificaciones.
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El presidente Danilo Medina no suele visibilizar sus emociones ni pronunciar discursos plañideros. Pero la tarde de este miércoles 29 de junio de 2016 se le quebró la voz cuando inauguró La Nueva Barquita, un proyecto habitacional de 1,787 apartamentos y todas las facilidades para la vida digna de gente que echó los dientes entre riadas recurrentes del Ozama y las penurias del hacinamiento en La Barquita original. No era para menos. Impactante lo ocurrido.
La gran noticia, sin embargo, no ha sido la coronación de una obra sin precedentes en el país, por su tamaño y por ser estructurada con la participación de los beneficiarios bajo la esperanza de que sean garantes de su cuido y una existencia larga y sin caos. Eso se sabía. 
La novedad ha sido el anuncio de que Miguel González Cuadra, su as en la concepción, diseñador y ejecutor del modelo presentado al país, se queda en las riberas del icónico afluente del Gran Santo Domingo para impulsar proyectos similares.
Hace décadas que el río ha sido casi ahogado por un semillero de indigentes excluidos por el poder de los espacios vivibles del territorio nacional. Le han robado sus orillas a golpe de basura, mientras han convertido su cauce en una gran cloaca a la que nadie da mantenimiento de fondo, pese a que de camino asfixia con sus olores pestilentes a las personas y, al final, cuando ya resulta ría, abruma al mar Caribe con bocanadas de excrementos y cachivaches.
Sacar de cuidados intensivos a ese torrente pasa por llevar a lugares dignos para vivir a miles de familias que, al parecer, les cargaron todo el peso de la pobreza extrema. Y esa es una tarea ciclópea que requiere atención permanente durante varios cuatrienios gubernamentales. 
Un error del Gobierno si se deja chantajear por los criticones y abandona tan noble propósito. La deuda social acumulada es inmensa; los hijos de Machepa necesitan apoyo sostenido para zafarse de la cruz que le han obligado a cargar. Y la señal gubernamental ha sido halagüeña. Gran salto.
Eso sí, La Nueva Barquita va ahora, después de habitada, a la prueba de fuego: mantenerse como modelo de convivencia, lejos de la violencia. Las autoridades han mostrado voluntad y han atado muchos cabos para que así sea. Pero no basta; no podrían permanecer toda la vida en el lugar. Se necesita integración de la comunidad y aprendizaje de la vida en condominios; más acompañamiento de organizaciones barriales con experiencia resolución de conflictos; prevención de enfermedades, control del uso indebido de droga... Trabajar sin desmayo hasta que la comunidad se apodere para evitar arrabalización y violencia sin fin.
Mirar al pasado
El país registra una mala experiencia con el proyecto Invivienda Santo Domingo, en Santo Domingo Este, iniciado en 1982 por el Instituto Nacional de la Vivienda durante el gobierno de Salvador (1982-1986). Consta de 700 edificios, cada uno con 16 familias. Aunque concebido en la ocasión como el más grande, ha sido abandonado a su suerte. Hoy, semeja un arrabal anárquico y feo
Pero el desastre del primer complejo habitacional de Pruitt-Igoe, en San Luis, Missouri, Estados Unidos, resulta paradigmático en el mundo. Diseñado en 1951 por Minoru Yamasaki, mismo de las Torres Gemelas y la Torre Picasso de Madrid, pretendía espacios dignos para miles de personas muy pobres.
Fue inaugurado en 1955. Contaba con 2,870 apartamentos en 33 edificios de 11 pisos cada uno, ascensores “skip-top” y áreas comunes con todas las facilidades.
“Pero, a pesar de ser considerado como un gran avance en la renovación urbana, denotaba poco entendimiento del entorno social y económico de los usuarios de Pruitt-Igoe: los apartamentos eran en extremo pequeños, los bloques de escalera y corredores se convirtieron en lugares diarios de asaltos, los jardines nunca cumplieron su intención inicial, el sistema de ventilación del edificio era deficiente y, para 1965, la desocupación llegó a un tercio, derivando en 1971 a que solamente se habitaran 17 de los 33 edificios, únicamente con 600 usuarios. El 15 de julio de 1972, a las 3:32 de la tarde finalizó la demolición del primer complejo de edificios habitacionales”.
Nada malo si el gobierno dominicano afina la puntería a partir de fracasos estrepitosos de otros.
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