DESCRIPCIÓN GENERAL
En 1924, en el momento en que el cubismo comenzaba a afirmarse, la Sociedad de Amigos del Arte organizó en Madrid una exposición de manuscritos españoles iluminados. Los Beatos salieron entonces de un olvido multisecular para brillar en todo su esplendor: aparecían bruscamente como los ancestros directos de las inquietudes pictóricas más recientes. Estos pintores del siglo X habían ya practicado una técnica de la veladura mucho antes que Gauguin, precedido a Matisse en las contracurvas fluidas de sus contornos, inventado la expresividad antirrealista del Picasso en Las Señoritas de Aviñón,...
Jacques Fontaine (L'Art Mozarabe)
Jacques Fontaine (L'Art Mozarabe)
Introducción
En 1924, en pleno apogeo del cubismo, la Sociedad de Amigos del Arte organizó en Madrid una exposición de manuscritos iluminados españoles creados en la Alta Edad Media que, después de varios siglos de olvido total, aparecen de pronto como un antecedente directo de gran parte de las inquietudes de los artistas de principios del siglo XX. Sus miniaturas presentan veladuras que habrían inspirado a Gauguin, contracurvas que habría firmado Matisse y, sobre todo, ofrecen un claro antecedente de los rostros y las figuras que encontramos en el Picasso de su época cubista. Todo ello creado mil años antes.
Desde ese momento los manuscritos altomedievales españoles pasaron a ser un tema de interés prioritario para los principales investigadores españoles y extranjeros, que han encontrado grandes dificultades a la hora de establecer su datación, autoría y, principalmente, la relación entre los distintos autores y manuscritos, debido tanto al tiempo transcurrido como a la escasez de documentación sobre la época, a las diferencias estilísticas entre los distintos iluminadores a pesar de reconocerse en todos ellos un claro espíritu común, a las múltiples influencias que se han detectado en cada uno de ellos y al hecho evidente de que lo que ha llegado hasta nosotros es sólo una parte mínima de la producción de los scriptoriaespañoles desde el siglo VI de San Leandro y San Isidoro hasta la implantación de la liturgia romana a finales del XI.
Porque, aunque los códices más interesantes que conocemos fueron creados básicamente en el siglo X y parte del XI, de ninguna manera se puede considerar la llamada "miniatura mozárabe" como un hecho aislado de la cultura generada en España a lo largo de la monarquía visigoda, pueblo más culto que otros invasores europeos que permitió con una gran libertad la fusión de su propia cultura, muy influida por más de doscientos años de relación con el Imperio Romano, con todo el transfondo cultural que ya existía en la Hispania del siglo V y con todas las influencias artísticas que llegaron a la península en esa época. Esa cultura no sólo creó los monumentos más importantes y de mayor calidad de construcción de toda la Europa occidental, como nos explica San Isidoro en sus Etimologías, sino que además promovió la existencia de scriptoria de la importancia de los de Sevilla o Toledo y permitió el desarrollo de una amplia producción literaria, en la que destacó la obra de San Isidoro, el personaje más importante de la cultura de su época, que además fue el primer patrón de Internet.
Desde nuestro punto de vista, esa cultura ecléctica que existía en Hispania antes de la invasión árabe, que fue mantenida tanto en los reinos cristianos como por los mozárabes en Al Andalus y a la que se añadieron nuevas influencias, principalmente islámicas y carolingias, fue la que se impuso en los territorios reconquistados a lo largo de los siglos IX y X y la que generó los más importantes manuscritos del periodo.
Debido a ello entendemos que nuestro estudio, cuyo objetivo consiste exclusivamente en presentar una visión general de la miniatura altomedieval española, describiendo sus características y sus códices de mayor interés, debe comenzar analizando su desarrollo desde mediados del siglo V.
La cultura en la España Altomedieval
La desintegración de la administración pública romana al producirse la caída del Imperio hizo trasladar a los altos estamentos de la Iglesia gran parte de las tareas de dirección de una sociedad que era en su mayor parte católica y, entre ellas, la educación y la cultura adquirieron una importancia fundamental, como se refleja claramente en las referencias a la actividad literaria de la mayor parte de los personajes más importantes de esa época en los libros de vidas de santos y de otros "varones ilustres" y en las historias de los visigodos, de los suevos y de los vándalos que escribió San Isidoro.
Sabemos que la iglesia española, de acuerdo con las directrices que provenían de Roma, creó en las sedes episcopales y en los monasterios centros de formación de clérigos y monjes, formación que incluía su alfabetización y basaba gran parte de su labor posterior en la transmisión a sus fieles de los contenidos de un conjunto de libros "espirituales" y en la utilización en los actos de culto de libros "litúrgicos". Esto implicaba la necesidad de disponer de una importante cantidad de esos libros, lo que se consiguió creando bibliotecas y scriptoria en las principales ciudades y en los grandes monasterios, algunos de ellos fundados por monjes norteafricanos que, huyendo en unos casos de los vándalos y en otros de persecuciones motivadas por discrepancias teológicas con las autoridades bizantinas, se instalaron en el levante y el sudoeste de la península trayendo sus bibliotecas.
Podemos suponer que también, hasta la conversión de Recaredo, la iglesia arriana debió ser la principal transmisora de la cultura en el pueblo visigodo, pues aunque se han conservado muy pocas obras de ese origen, sí sabemos que dicho monarca, inmediatamente después de su conversión ordenó reunir todos los libros arrianos en una casa de Toledo, para quemarlos con la casa.
Tampoco podemos olvidar el apoyo que las letras recibieron de algunos de los reyes visigodos, en general en muy buena relación con los representantes eclesiásticos más ilustrados y que además demostraron un gran interés en dejar constancia escrita de acuerdos, concilios y leyes.
La conquista árabe significó un duro golpe para la cultura, que había alcanzado en nuestra península el nivel más alto de toda la Europa occidental, pero a pesar de ello sobrevivió, tanto en los centros mozárabes de Al Andalus como en los recónditos reinos cristianos, que en ambos casos mantuvieron una vitalidad sorprendente, como se demuestra tanto en las obras de Beato de Liébana a lo largo del Siglo VIII y en las diferentes crónicas que se escribieron en el Reino de Asturias, como en la actividad literaria de Álvaro y San Eulogio, entre otros, en la Córdoba de mediados del siglo IX y en la cantidad de monasterios con biblioteca y scriptorium a los que hace referencia este último en las noticias que da de su viaje a Pamplona en esas fechas.
A finales del siglo IX la conquista y repoblación de las tierras existentes entre la línea del Duero y la cordillera cantábrica, generó la afluencia a los nuevos territorios no sólo de gentes venidas del norte cristiano, sino también de una importante cantidad de mozárabes a los que la revuelta de los mártires cristianos había hecho la vida muy difícil en Al Andalus, por lo que se trasladaban comunidades completas de monjes con sus bibliotecas, así como familias de seglares que acompañaban a los monjes en la repoblación.
La fusión que se produjo en León, Castilla y la Rioja entre estos dos grupos de población, descendientes ambos de la Hispania visigoda pero aportando diferentes influencias artísticas y culturales, generó un amplio conjunto de manifestaciones artísticas que se han agrupado bajo la controvertida denominación de Arte Mozárabe, que nosotros preferiríamos definir como "Neovisigodo", para considerar como "Mozárabe" exclusivamente a la producción artística de los cristianos en Al Andalus. En esta fase se incluyen no sólo la mayoría de los edificios construidos en los reinos cristianos entre mediados del siglo IX y finales del XI, sino también los manuscritos miniados que se crearon en los monasterios de la zona en ese periodo, que constituyen uno de los momentos más interesantes del arte español de todos los tiempos.
Bibliotecas, scriptorium y autores
Un hecho a destacar es que mientras esta última fase se caracteriza porque su producción de libros estuvo dedicada principalmente a la copia de manuscritos anteriores, que se iluminaban con una miniatura de gran calidad y que, por lo tanto, destacan por su creación artística, en las dos fases anteriores la aportación fue principalmente literaria, basada en los escritos de múltiples autores, que fueron copiados en los siglos posteriores dando origen a la eclosión de la miniatura de los siglos X y XI. De estas dos primeras fases sólo se conserva un manuscrito iluminado -el Pentateuco Ashburnham- mientras en el resto existen muy pocas miniaturas, aunque hay muchos motivos para pensar que también existieron otros códices iluminados antes del siglo X.
Dado que en los apartados correspondientes de este estudio se describen los manuscritos, iluminadores y scriptoria más importantes que existieron desde finales de siglo IX, aquí nos limitaremos a reseñar los más significativos de las dos primeras fases de los que nos han llegado noticias.
Bibliotecas
Scriptorium
Autores
El libro en la Alta Edad Media española
La quema de libros fue uno de los hechos más habituales en toda la Edad Media española. Desde la ya comentada de Recaredo con los libros arrianos a mediados del siglo VI, hasta la de libros judíos ordenada por en Cardenal Cisneros a finales del XV, se sucedieron las destrucciones masivas, siendo especialmente significativas las ordenadas por Almanzor, tanto la de gran parte de los contenidos de la biblioteca de al-Hakam en Córdoba, como la de libros cristianos en Al Andalus y la destrucción de gran cantidad de monasterios y sedes episcopales en la España cristiana, que alcanzó hasta a Santiago de Compostela, incluyendo sus bibliotecas. Grandes pérdidas generaron también la destrucción de multitud de libros cristianos y de literatura árabe considerada como heterodoxa efectuada por los almorávides en el siglo XI, que llegaron a quemar en 1109 los libros del filósofo oriental Al-Gazali, así como las consecuencias de la orden dada por el papa Gregorio IX sobre la quema de libros judaicos.
Debido a ello, de los miles de libros que se debieron escribir en ese periodo, considerando únicamente la literatura cristiana, se conservan alrededor de 400 códices altomedievales, entre manuscritos completos y fragmentos de otros, de ellos unos 250 en letra minúscula visigótica. La mayoría son libros religiosos a los que hay que añadir un grupo que podríamos considerar como libros institucionales, en general con propósito y estructura muy concretos:
Libros litúrgicos
- Manuale o Liber Misarum con las oraciones de la Misa.
- Commicus, con las profecías, epístolas y evangelios de la Misa.
- Antifonario con texto y música de los Oficios Divinos.
- Liber Sermonorum; sermones para domingos y día festivos.
- Psalterio, con los salmos bíblicos.
- Liber Horarium, con los rezos de diversos Oficios.
- Liber Hymnorum, que incluía los cantos de las horas canónicas.
- Liber Passionum, con textos historiográficos.
Libros espirituales
- La Biblia, a veces sólo se disponía de algunos de sus libros.
- Libri auctorum, entre los que se incluyen obras de diversos autores cristianos como San Agustín, San Jerónimo o San Isidoro entre otros. En este grupo se incluyen las copias de los Comentarios al Apocalipsis.
- Reglas monásticas
Libros institucionales
- Crónicas históricas
- Libros de Leyes
- Actas de los Concilios
- Glosas
- Libros de Testamentos
- Colecciones de documentos oficiales (Tumbos)
Dentro de este conjunto de libros, además de la serie de los Beatos, a los que dedicamos un apartado específico, merecen una mención especial las crónicas históricas que se escribieron en el reino asturiano entre los siglos VIII y X, y que han llegado hasta nosotros en varios códices miniados en el siglo X y siguientes. El origen y la datación de esas crónicas y su reflejo, fundamentalmente en los códices Albeldense, Emilianense y de Roda, han sido objeto de muchos estudios e interpretaciones, considerándose en la actualidad como más fiable la aportada por C. Sánchez-Albornoz, con la que han coincidido M. Gómez Moreno y otros importantes historiadores. Según esta teoría, se pueden destacar seis crónicas sobre la historia del reino de Asturias desde sus orígenes hasta el reinado de Bermudo II:
Características de la Miniatura Altomedieval Española
De acuerdo con lo visto hasta ahora, los iluminadores de los manuscritos de los siglos X y XI partían de una base cultural y artística muy profunda, que aportaba tanto el recuerdo de la cultura clásica tamizada por las diferentes culturas autóctonas, como todas las influencias germánicas, bizantinas, orientales y norteafricanas que habían convergido en el arte visigodo, el gran impacto cultural que significó el califato de Córdoba en tiempos de Abd al-Rahman III y la información sobre el arte carolingio y la miniatura irlandesa que llegaba a través de las relaciones que la monarquía asturiana había establecido con el Imperio de Carlomagno y posteriormente por el Camino de Santiago. Todo ello dentro de un espíritu común, profundamente cristiano, pero en un entorno de amplia libertad creativa, que permitía a cada artista expresarse en gran medida de acuerdo con su propia personalidad.
Es por eso que, al intentar analizar sus principales características nos encontramos ante un mundo de raíces básicas muy homogéneas, compartiendo un transfondo cultural y una situación histórica semejante, pero con enfoques muy personales y múltiples influencias muy difíciles de analizar y, sobre todo, de agrupar en estilos o escuelas, todo ello en un entorno artístico muy ecléctico. Por lo tanto, al analizar el estilo pictórico de la mayoría de las obras se puede considerar mucho más significativa la calidad y la personalidad de cada miniaturista que su pertenencia a alguna posible escuela o familia, aunque es evidente que en la mayoría de los casos en cada manuscrito se tienen en cuenta los nuevos hallazgos, tanto técnicos como estéticos, que se han producido en algunos de los códices anteriores, pero utilizados en general de acuerdo con los gustos del nuevo miniaturista.
Debido a todo ello entendemos que las claras diferencias que existen entre unos y otros autores se deben analizar principalmente en base a dos líneas básicas: una sería la de los desarrollos, tanto técnicos como estilísticos que se fueron produciendo a lo largo de los años a partir del segundo cuarto del siglo X. La otra la calidad y la personalidad de cada autor, que le permitían elegir, dentro de un gran conjunto de opciones, las más adecuadas a sus características.
Dentro de este complicado entorno, el desarrollo técnico y estético de la miniatura mozárabe a lo largo del siglo X fue espectacular aunque mantuvo, dentro de la personalidad y el estilo de cada uno de sus iluminadores, un componente de fuerte raíz nacional que se manifiesta en su escaso interés en reflejar la realidad, generando un entorno espiritual a base de figuras sin perspectiva ni tercera dimensión, con recios trazos esenciales que generan imágenes muy esquematizadas, en una especie de abstracción en la que suelen predominar las líneas paralelas y la simetría. Según Neuss "su energía, su vida, su dramatismo, y su profunda vibración descubren su hispanismo".
Un hecho importante a tener en cuenta es que mientras la reforma cluniacense y la implantación de la liturgia gregoriana prácticamente arrasaron con el espíritu que se había mantenido en el mundo visigodo y en el mozárabe en todo lo relacionado con la arquitectura y la estructura de los entornos de culto, en la miniatura, quizá por la enorme personalidad de los códices que estarían repartidos por toda la España cristiana, se mantuvo el mismo espíritu y hasta el siglo XIII se siguieron haciendo copias, sobre todo de los Comentarios al Apocalipsis de Beato de Liébana que, aunque reflejando los nuevos estilos y las técnicas que iban apareciendo, respetaron el espíritu y la estructura de los primeros manuscritos. Debido a ello, en este área ampliamos el periodo básico de nuestro estudio, hasta el siglo XIII, para poder incluir las últimas muestras de lo que se podría considerar la única época de desarrollo un España de un arte autóctono
En 1924, en pleno apogeo del cubismo, la Sociedad de Amigos del Arte organizó en Madrid una exposición de manuscritos iluminados españoles creados en la Alta Edad Media que, después de varios siglos de olvido total, aparecen de pronto como un antecedente directo de gran parte de las inquietudes de los artistas de principios del siglo XX. Sus miniaturas presentan veladuras que habrían inspirado a Gauguin, contracurvas que habría firmado Matisse y, sobre todo, ofrecen un claro antecedente de los rostros y las figuras que encontramos en el Picasso de su época cubista. Todo ello creado mil años antes.
Desde ese momento los manuscritos altomedievales españoles pasaron a ser un tema de interés prioritario para los principales investigadores españoles y extranjeros, que han encontrado grandes dificultades a la hora de establecer su datación, autoría y, principalmente, la relación entre los distintos autores y manuscritos, debido tanto al tiempo transcurrido como a la escasez de documentación sobre la época, a las diferencias estilísticas entre los distintos iluminadores a pesar de reconocerse en todos ellos un claro espíritu común, a las múltiples influencias que se han detectado en cada uno de ellos y al hecho evidente de que lo que ha llegado hasta nosotros es sólo una parte mínima de la producción de los scriptoriaespañoles desde el siglo VI de San Leandro y San Isidoro hasta la implantación de la liturgia romana a finales del XI.
Porque, aunque los códices más interesantes que conocemos fueron creados básicamente en el siglo X y parte del XI, de ninguna manera se puede considerar la llamada "miniatura mozárabe" como un hecho aislado de la cultura generada en España a lo largo de la monarquía visigoda, pueblo más culto que otros invasores europeos que permitió con una gran libertad la fusión de su propia cultura, muy influida por más de doscientos años de relación con el Imperio Romano, con todo el transfondo cultural que ya existía en la Hispania del siglo V y con todas las influencias artísticas que llegaron a la península en esa época. Esa cultura no sólo creó los monumentos más importantes y de mayor calidad de construcción de toda la Europa occidental, como nos explica San Isidoro en sus Etimologías, sino que además promovió la existencia de scriptoria de la importancia de los de Sevilla o Toledo y permitió el desarrollo de una amplia producción literaria, en la que destacó la obra de San Isidoro, el personaje más importante de la cultura de su época, que además fue el primer patrón de Internet.
Desde nuestro punto de vista, esa cultura ecléctica que existía en Hispania antes de la invasión árabe, que fue mantenida tanto en los reinos cristianos como por los mozárabes en Al Andalus y a la que se añadieron nuevas influencias, principalmente islámicas y carolingias, fue la que se impuso en los territorios reconquistados a lo largo de los siglos IX y X y la que generó los más importantes manuscritos del periodo.
Debido a ello entendemos que nuestro estudio, cuyo objetivo consiste exclusivamente en presentar una visión general de la miniatura altomedieval española, describiendo sus características y sus códices de mayor interés, debe comenzar analizando su desarrollo desde mediados del siglo V.
La cultura en la España Altomedieval
La desintegración de la administración pública romana al producirse la caída del Imperio hizo trasladar a los altos estamentos de la Iglesia gran parte de las tareas de dirección de una sociedad que era en su mayor parte católica y, entre ellas, la educación y la cultura adquirieron una importancia fundamental, como se refleja claramente en las referencias a la actividad literaria de la mayor parte de los personajes más importantes de esa época en los libros de vidas de santos y de otros "varones ilustres" y en las historias de los visigodos, de los suevos y de los vándalos que escribió San Isidoro.
Sabemos que la iglesia española, de acuerdo con las directrices que provenían de Roma, creó en las sedes episcopales y en los monasterios centros de formación de clérigos y monjes, formación que incluía su alfabetización y basaba gran parte de su labor posterior en la transmisión a sus fieles de los contenidos de un conjunto de libros "espirituales" y en la utilización en los actos de culto de libros "litúrgicos". Esto implicaba la necesidad de disponer de una importante cantidad de esos libros, lo que se consiguió creando bibliotecas y scriptoria en las principales ciudades y en los grandes monasterios, algunos de ellos fundados por monjes norteafricanos que, huyendo en unos casos de los vándalos y en otros de persecuciones motivadas por discrepancias teológicas con las autoridades bizantinas, se instalaron en el levante y el sudoeste de la península trayendo sus bibliotecas.
Podemos suponer que también, hasta la conversión de Recaredo, la iglesia arriana debió ser la principal transmisora de la cultura en el pueblo visigodo, pues aunque se han conservado muy pocas obras de ese origen, sí sabemos que dicho monarca, inmediatamente después de su conversión ordenó reunir todos los libros arrianos en una casa de Toledo, para quemarlos con la casa.
Tampoco podemos olvidar el apoyo que las letras recibieron de algunos de los reyes visigodos, en general en muy buena relación con los representantes eclesiásticos más ilustrados y que además demostraron un gran interés en dejar constancia escrita de acuerdos, concilios y leyes.
La conquista árabe significó un duro golpe para la cultura, que había alcanzado en nuestra península el nivel más alto de toda la Europa occidental, pero a pesar de ello sobrevivió, tanto en los centros mozárabes de Al Andalus como en los recónditos reinos cristianos, que en ambos casos mantuvieron una vitalidad sorprendente, como se demuestra tanto en las obras de Beato de Liébana a lo largo del Siglo VIII y en las diferentes crónicas que se escribieron en el Reino de Asturias, como en la actividad literaria de Álvaro y San Eulogio, entre otros, en la Córdoba de mediados del siglo IX y en la cantidad de monasterios con biblioteca y scriptorium a los que hace referencia este último en las noticias que da de su viaje a Pamplona en esas fechas.
A finales del siglo IX la conquista y repoblación de las tierras existentes entre la línea del Duero y la cordillera cantábrica, generó la afluencia a los nuevos territorios no sólo de gentes venidas del norte cristiano, sino también de una importante cantidad de mozárabes a los que la revuelta de los mártires cristianos había hecho la vida muy difícil en Al Andalus, por lo que se trasladaban comunidades completas de monjes con sus bibliotecas, así como familias de seglares que acompañaban a los monjes en la repoblación.
La fusión que se produjo en León, Castilla y la Rioja entre estos dos grupos de población, descendientes ambos de la Hispania visigoda pero aportando diferentes influencias artísticas y culturales, generó un amplio conjunto de manifestaciones artísticas que se han agrupado bajo la controvertida denominación de Arte Mozárabe, que nosotros preferiríamos definir como "Neovisigodo", para considerar como "Mozárabe" exclusivamente a la producción artística de los cristianos en Al Andalus. En esta fase se incluyen no sólo la mayoría de los edificios construidos en los reinos cristianos entre mediados del siglo IX y finales del XI, sino también los manuscritos miniados que se crearon en los monasterios de la zona en ese periodo, que constituyen uno de los momentos más interesantes del arte español de todos los tiempos.
Bibliotecas, scriptorium y autores
Un hecho a destacar es que mientras esta última fase se caracteriza porque su producción de libros estuvo dedicada principalmente a la copia de manuscritos anteriores, que se iluminaban con una miniatura de gran calidad y que, por lo tanto, destacan por su creación artística, en las dos fases anteriores la aportación fue principalmente literaria, basada en los escritos de múltiples autores, que fueron copiados en los siglos posteriores dando origen a la eclosión de la miniatura de los siglos X y XI. De estas dos primeras fases sólo se conserva un manuscrito iluminado -el Pentateuco Ashburnham- mientras en el resto existen muy pocas miniaturas, aunque hay muchos motivos para pensar que también existieron otros códices iluminados antes del siglo X.
Dado que en los apartados correspondientes de este estudio se describen los manuscritos, iluminadores y scriptoria más importantes que existieron desde finales de siglo IX, aquí nos limitaremos a reseñar los más significativos de las dos primeras fases de los que nos han llegado noticias.
Bibliotecas
Siglos VI/VII: Episcopales: Cartagena, Sevilla, Zaragoza, Mérida, Toledo. Monásticas: Dumio (Braga), Biclara (Tarragona?), Agaliense (Toledo), Culianum (Mérida). Otras: Palacio Real de Toledo, Biblioteca del Conde Lorenzo.
Siglos VIII/IX: Episcopales: Toledo, Sevilla, Córdoba. Monásticas: Santo Toribio de Liébana (León), San Zoilo (Córdoba), Leire, Cilla, Siresa, Igal, Urgaspal (todos en Navarra).
Scriptorium
Siglos VI/VII: Episcopales: Sevilla, Zaragoza, Toledo, Mérida. Monásticos: El Bierzo, Dumio, Biclara, Agaliense.
Siglos VIII/IX: Episcopales: Toledo, Córdoba, Sevilla. Monásticos: Santo Toribio de Liébana (León), San Zoilo (Córdoba), Leire y Cilla (Navarra).
Autores
Siglos VI/VII: San Isidoro: Las Etimologías (20 libros), El libro de los varones ilustres, La Crónica, Historia de los Reyes Godos, Historia de los Reyes Vándalos y Suevos,... San Braulio: Vida de San Millán, Epistolario. Tajón: Sentencias. Sisebuto (rey): Vida de San Desiderio, El Astroniconio. San Eugenio: Poesías y otras obras perdidas. Juan de Biclara,San Ildefonso, San Julián,...
Siglos VIII/IX: Beato de Liébana: Comentarios al Apocalipsis, O Dei verbum, De Adoptione Christi Filii Dei, Apologético. San Eulogio; Memorial de los mártires, Documento martirial, Apologética de los santos mártires,...Álvaro de Córdoba: Epistolario, Vida de San Eulogio, Confesiones,...
El libro en la Alta Edad Media española
La quema de libros fue uno de los hechos más habituales en toda la Edad Media española. Desde la ya comentada de Recaredo con los libros arrianos a mediados del siglo VI, hasta la de libros judíos ordenada por en Cardenal Cisneros a finales del XV, se sucedieron las destrucciones masivas, siendo especialmente significativas las ordenadas por Almanzor, tanto la de gran parte de los contenidos de la biblioteca de al-Hakam en Córdoba, como la de libros cristianos en Al Andalus y la destrucción de gran cantidad de monasterios y sedes episcopales en la España cristiana, que alcanzó hasta a Santiago de Compostela, incluyendo sus bibliotecas. Grandes pérdidas generaron también la destrucción de multitud de libros cristianos y de literatura árabe considerada como heterodoxa efectuada por los almorávides en el siglo XI, que llegaron a quemar en 1109 los libros del filósofo oriental Al-Gazali, así como las consecuencias de la orden dada por el papa Gregorio IX sobre la quema de libros judaicos.
Debido a ello, de los miles de libros que se debieron escribir en ese periodo, considerando únicamente la literatura cristiana, se conservan alrededor de 400 códices altomedievales, entre manuscritos completos y fragmentos de otros, de ellos unos 250 en letra minúscula visigótica. La mayoría son libros religiosos a los que hay que añadir un grupo que podríamos considerar como libros institucionales, en general con propósito y estructura muy concretos:
Libros litúrgicos
- Manuale o Liber Misarum con las oraciones de la Misa.
- Commicus, con las profecías, epístolas y evangelios de la Misa.
- Antifonario con texto y música de los Oficios Divinos.
- Liber Sermonorum; sermones para domingos y día festivos.
- Psalterio, con los salmos bíblicos.
- Liber Horarium, con los rezos de diversos Oficios.
- Liber Hymnorum, que incluía los cantos de las horas canónicas.
- Liber Passionum, con textos historiográficos.
Libros espirituales
- La Biblia, a veces sólo se disponía de algunos de sus libros.
- Libri auctorum, entre los que se incluyen obras de diversos autores cristianos como San Agustín, San Jerónimo o San Isidoro entre otros. En este grupo se incluyen las copias de los Comentarios al Apocalipsis.
- Reglas monásticas
Libros institucionales
- Crónicas históricas
- Libros de Leyes
- Actas de los Concilios
- Glosas
- Libros de Testamentos
- Colecciones de documentos oficiales (Tumbos)
Dentro de este conjunto de libros, además de la serie de los Beatos, a los que dedicamos un apartado específico, merecen una mención especial las crónicas históricas que se escribieron en el reino asturiano entre los siglos VIII y X, y que han llegado hasta nosotros en varios códices miniados en el siglo X y siguientes. El origen y la datación de esas crónicas y su reflejo, fundamentalmente en los códices Albeldense, Emilianense y de Roda, han sido objeto de muchos estudios e interpretaciones, considerándose en la actualidad como más fiable la aportada por C. Sánchez-Albornoz, con la que han coincidido M. Gómez Moreno y otros importantes historiadores. Según esta teoría, se pueden destacar seis crónicas sobre la historia del reino de Asturias desde sus orígenes hasta el reinado de Bermudo II:
- Una crónica del siglo VIII, redactada por algún clérigo que obtuvo información directa de personas que vivieron la caída del reino visigodo. No ha llegado hasta nosotros, pero Ambrosio de Morales la pudo leer en el siglo XVI y su influencia es reconocible en las crónicas posteriores.
- El Epítome Ovetensis, que incluye un resumen de la historia universal y la del reino de Asturias hasta finales del reinado de Alfonso III, no se conoce su autor y es el utilizado para la confección del Códice Albeldense.
- La Crónica llamada "Profética", porque basándose en una interpretación de una profecía de Ezequiel, anunciaba el fin del dominio musulmán en España. Fue escrita por un monje mozárabe, posiblemente el obispo Dulcidio, el año 883.
- La Crónica de Alfonso III, que se supone fue escrita por dicho monarca basándose en la del siglo VIII, con algunas frases de la Profética, y añadiendo los hechos de su reinado. Está escrita en lenguaje sencillo y fue la versión utilizada para redactar el Códice de Roda.
- La "Crónica Erúdita", versión culta de la anterior, escrita posiblemente por Sisnando, obispo de Santiago de Compostela en tiempos de Alfonso III, corrigiendo el estilo y algunos contenidos que mejoran la imagen de la iglesia en la época visigoda y añadiendo textos de carácter religioso.
- Crónica de Sampiro, obispo de Astorga, que escribió la historia del reino asturiano desde Alfonso III hasta Bermudo II.
Características de la Miniatura Altomedieval Española
De acuerdo con lo visto hasta ahora, los iluminadores de los manuscritos de los siglos X y XI partían de una base cultural y artística muy profunda, que aportaba tanto el recuerdo de la cultura clásica tamizada por las diferentes culturas autóctonas, como todas las influencias germánicas, bizantinas, orientales y norteafricanas que habían convergido en el arte visigodo, el gran impacto cultural que significó el califato de Córdoba en tiempos de Abd al-Rahman III y la información sobre el arte carolingio y la miniatura irlandesa que llegaba a través de las relaciones que la monarquía asturiana había establecido con el Imperio de Carlomagno y posteriormente por el Camino de Santiago. Todo ello dentro de un espíritu común, profundamente cristiano, pero en un entorno de amplia libertad creativa, que permitía a cada artista expresarse en gran medida de acuerdo con su propia personalidad.
Es por eso que, al intentar analizar sus principales características nos encontramos ante un mundo de raíces básicas muy homogéneas, compartiendo un transfondo cultural y una situación histórica semejante, pero con enfoques muy personales y múltiples influencias muy difíciles de analizar y, sobre todo, de agrupar en estilos o escuelas, todo ello en un entorno artístico muy ecléctico. Por lo tanto, al analizar el estilo pictórico de la mayoría de las obras se puede considerar mucho más significativa la calidad y la personalidad de cada miniaturista que su pertenencia a alguna posible escuela o familia, aunque es evidente que en la mayoría de los casos en cada manuscrito se tienen en cuenta los nuevos hallazgos, tanto técnicos como estéticos, que se han producido en algunos de los códices anteriores, pero utilizados en general de acuerdo con los gustos del nuevo miniaturista.
Debido a todo ello entendemos que las claras diferencias que existen entre unos y otros autores se deben analizar principalmente en base a dos líneas básicas: una sería la de los desarrollos, tanto técnicos como estilísticos que se fueron produciendo a lo largo de los años a partir del segundo cuarto del siglo X. La otra la calidad y la personalidad de cada autor, que le permitían elegir, dentro de un gran conjunto de opciones, las más adecuadas a sus características.
Dentro de este complicado entorno, el desarrollo técnico y estético de la miniatura mozárabe a lo largo del siglo X fue espectacular aunque mantuvo, dentro de la personalidad y el estilo de cada uno de sus iluminadores, un componente de fuerte raíz nacional que se manifiesta en su escaso interés en reflejar la realidad, generando un entorno espiritual a base de figuras sin perspectiva ni tercera dimensión, con recios trazos esenciales que generan imágenes muy esquematizadas, en una especie de abstracción en la que suelen predominar las líneas paralelas y la simetría. Según Neuss "su energía, su vida, su dramatismo, y su profunda vibración descubren su hispanismo".
Un hecho importante a tener en cuenta es que mientras la reforma cluniacense y la implantación de la liturgia gregoriana prácticamente arrasaron con el espíritu que se había mantenido en el mundo visigodo y en el mozárabe en todo lo relacionado con la arquitectura y la estructura de los entornos de culto, en la miniatura, quizá por la enorme personalidad de los códices que estarían repartidos por toda la España cristiana, se mantuvo el mismo espíritu y hasta el siglo XIII se siguieron haciendo copias, sobre todo de los Comentarios al Apocalipsis de Beato de Liébana que, aunque reflejando los nuevos estilos y las técnicas que iban apareciendo, respetaron el espíritu y la estructura de los primeros manuscritos. Debido a ello, en este área ampliamos el periodo básico de nuestro estudio, hasta el siglo XIII, para poder incluir las últimas muestras de lo que se podría considerar la única época de desarrollo un España de un arte autóctono
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