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La historia de una América antigua
Los “indios” y la colonización del Caribe
Los taínos nunca fueron una civilización comparable en desarrollo a otras culturas como la maya, azteca o inca, pero poseían un nivel cultural muy superior al de los restantes aborígenes antillanos. Eran artistas en la pintura corporal, practicaban la poesía y la danza ritual, además del juego de pelota.
DESCUBRIMIENTO Y COLONIZACIÓN DE LAS ISLAS DEL CARIBE
Los Ingerís fueron los primeros pobladores agroalfareros de la isla Hispaniola, una comunidad indígena de la familia Arawaco, que llegó migrando de las costas de Venezuela a través del cinturón de islas de las Antillas Menores y que tuvo su mayor desarrollo en la isla de Vieques, vecina a Puerto Rico.
Los ingerís eran magníficos ceramistas y utilizaban el “guaguarei“, una especie de engobe fino de colores rojo y blanco que aplicaban sobre los cuencos de barro rojo abundante en las islas. Estos Ingerís eran maestros del dibujo y del diseño, que compartieron con los“huecoides“ una cultura diferente, migrada anteriormente desde el centro de Bolivia y Perú vía Jucatan en Mexico a las islas antillanas. Más adelante estos artistas primitivos fueron suplantados en su hábitat por Caribes, Ciguayos, Macorixes y finalmente por losTaínos que abandonaron el “guaguarei” para imponer sus dibujos incisos en sus instrumentos de piedra, madera y cuencos utilitarios o de carácter religioso.
Los Arawacs taínos llegaron procedentes de Sudamérica, específicamente de la desembocadura del río Orinoco, en Venezuela. Cuando los primeros navegantes europeos llegaron a las islas los Taínos estaban siendo vencidos por una etnia rival, los Caribes. En ese entonces la sociedad taína se dividía en unos cinco reinos controlados por caciques, a quienes se les pagaba tributo.
Los Tainos no eran un pueblo belicoso y vivían tranquilamente en pequeños grupos que habitaban en chozas cónicas hechas de madera y fibra trenzada en los claros de la selva, tierra adentro. Estos tenían dos clases de habitáculos: el bohío que era circular; y el caney, más grande y rectangular donde habitaba el cacique con su familia. Estas viviendas se construían con hojas de hinea, y maderas de los árboles de capa prieta y canela cimarrona. Para dormir usaban hamacas tejidas de algodón. Se dividían en tres clases sociales distintas: el cacique, conocido también como guare que era el jefe de la tribu o yucayeque; los nitaínos, considerados los nobles de las tribus eran también los guerreros y familia del cacique; los behiques o sacerdotes que representaban las creencias religiosas; y los naborias o aldeanos trabajadores de la tierra.
Los grupos de aborígenes que habitaban la isla de Santo Domingo, estaban dividido en cinco cacicazgos. Los cacicazgos eran independientes uno del otro y cada uno tenía como gobernante un cacique o jefe. Este gobierno era hereditario y era totalmente absoluto, a la población se le exigía obediencia y sumisión ante el cacique. Los límites de cada cacicazgo eran claros y precisos, ya que los primeros pobladores de la isla utilizaban elementos naturales que con simple observación, permitían establecer hasta dónde llegaba el dominio de un cacicazgo y el territorio que comprendían cada uno de ellos.
Los cacicazgos mas importantes eran los siguientes:
– El Cacicazgo El Marién, uno de los grandes cacicazgos de la isla de Santo Domingo, era dividido en 14 nitaínos. Se extendía por toda la porción Noroeste, teniendo su asiento en un lugar conocido como El Guarico, cerca de la actual ciudad de Cabo Haitiano, en Haití. Este abarcaba las provincias Monte Cristi, Dajabón, Santiago Rodríguez, Valverde y parte de Puerto Plata, en la República Dominicana, y todo el territorio localizado al Norte del río Artibonito, en Haití.
– Maguana, el cual estaba dividido por 21 nitaínos. Comprendía el centro de la isla, teniendo su asiento en el lugar denominado Corral de los Indios, en Juan de Herrera, de San Juan de la Maguana. Este cacicazgo abarcaba, las provincias de Elías Piña, San Juan, Azua, San José de Ocoa, Peravia, y San Cristóbal, además, las zonas montañosas de las provincias de Santiago, La Vega y Monseñor Nouel, en la República Dominicana.
– Higüey,estaba dividido en 21 nitaínos. Su superficie abarcaba toda la porción Sureste de la isla. Tenía su asiento donde se ubica la actual ciudad de Higüey. Este cacicazgo se extendía desde Cabo Engaño hasta el río Haina, abarcando el espacio que comprenden las provincias de Monte Plata, Hato Mayor, El Seibo, La Altagracia, La Romana, San Pedro de Macorís y el Distrito Nacional.
“Ni matar ni robar indios se tuvo en estas Indias por crimen” -Bartolomé de Las Casas
Para Europa el descubrimiento de Las Indias daría origen a una nueva historia. Para los indios del Caribe, ese descubrimiento terminaría con la propia.
Y el término de esa historia comenzaría con el aniquilamiento físico de sus protagonistas. Para finales del siglo 1ó, los arauacos Taínos hayan sido totalmente aniquilados en las Antillas Mayores – Cuba, Puerto Rico e Hispaniola – y sólo un puñado de Caribes sobreviviría en la pequeña antilla Dominica:
Las islas de la India Occidental se convirtieron en un feudo, cuya principal función era la de suministrar alimentos para las partes más urbanizado por el imperio español y para suplir a los barcos que viajaban a la madre patria. El número de Taínos en encomiendas se estuvo disminuyéndose aceleradamente. Algunos indios, desalentados por su suerte, se suicidaron con ahorcamiento o envenenamiento con jugo de la yuca. Muchos murieron en la epidemia de viruela en 1519. Otros huyeron a territorios deshabitado o se refugiaron en otras islas del caribe. – Los taínos, Irving Rouse, 1992.
Los suicidios de indios eran para Fernández de Oviedo una prueba de que, “… esta gente de su natural es ociosa y viciosa…muchos de ellos por su pasatiempo se mataron con ponzoña y otros se ahorcaron con sus manos propias“. De los pueblos arauacos y caribes nos queda los horrores de su aniquilamiento contados por Las Casas:
“Los espanioles andaban con perros bravos, buscando y apedreando a los indios, viendo una india con su nino que no podía huir de los perros. Para que no le hiciesen en pedazos como lo hacían a los otros, tomó una soga y se lo ató al niño de un año que tenía para ahorcarlo en una viga, pero no lo hizo tan rápido antes que llegaran los perros. Lo despedazaron al niño, aunque lo bautizó un fraile antes que acabase de morir”.
Nos queda además los relatos de la valiente y repetida resistencia de caciques como Caonabo, Guarionex, Agueybaná, y Enriquillo; de mujeres como Yuisa y Anacaona; y de jóvenes como Guamá y como Hatuey. Nos queda también La Relación acerca de las antigüedades de los indios de 1498, mejor conocida como “La crónica del agua”. Es interesante notar que por la situación política que se vive en el Caribe, son muy pocos los especialistas en literatura Colónial que conocen o han leído La crónica del agua (esto es fuera de los especialistas en la región). Sin embargo, todos conocemos El chilam Balam, El popol vuh, Guamán Poma y las poemas de Nehahualcoyolt, para dar algunos ejemplos.
¿Por qué? Tal vez porque pueblos diezmados que pasan de las manos de un imperio a otro, pasan por un porceso Colonizador sistemático, que Arcadio Díaz-Quiñones ha denominado “la memoria rota”.
El pasado se borra o pretende borrarse. En la situación Colonial sólo persiste aquello que el Colonizador permite que persista.
Todo parece indicar que para los conquistadores, la operación de escribir, sea como gesto simbólico, o como metáfora – escribir en las almas de los indios – apuntaba siempre a una práctica de toma de posesión, santificada en última instancia por la religión del Libro en cuyo nombre se realiza. Los europeos, convencidos – por su propia práctica de la existencia de un vínculo orgánico entre la escritura y un sistema ideológico/religioso, no tardaron, en considerar los sistemas de notación autóctonos como invenciones del demonio, fundador según ellos de las idolatrías,indígenas. Para hacer abjurar a un indio de su religión, el misionero conquistador necesitaba creer que su religión era superior a la del indio. Para los conquistadores las narraciones orales de las cosmogonías indígenas eran “supersticiones y locuras de hechiceros”, “bobadas y necedades” o “hechicerías propias de hombres maliciosos y charlatanes”.
Para los pueblos indígenas del Caribe – como para el resto de América – la religión es, entre otras cosas, la sistematización de múltiples experiencias históricas que deben ser comunicadas y memorizadas a lo largo de generaciones. A través de sus narraciones cosmogónicas los pueblos indígenas se comunican con su pasado. Para el europeo en cambio, – por lo menos para el europeo que llegó a América, la religión era una ideología.
En definitiva los llamados “indios” son el producto de la imaginación de sus “descubridores“. El más imaginativo de todos, Cristóbal Colón, hablo de que esos seres humanos que encontró a su llegada no podían ser más que una prolongación de aquellas Indias, es decir . . . un indio. La descripción que de ellos hace en su diario es altamente contradictoria.
Por un lado, “ellos son“, dice el almirante, “gente pacífica. . . van todos desnudos. . . y son todos de buena apariencia” ; por otro lado, según su Diario, estos indios “llamados también Arauacos“, hablan de una isla, “la cual decían que era muy grande y que había en ella gente que tenia un ojo en la frente, y otros que se llamaban caníbales, a quien mostraban tener gran miedo. Y des que vieron, que lleva este camino, dice que no podían hablar porque los comían y que son gente muy armada” (Diario,fol.2óB),
Acto seguido, vuelve a comentar: “que Caniba no es otra cosa sino la gente del Gran Chan”. Estas dos polaridades de la inventiva de Colón con respecto de los “indios” – su pasividad y sus prácticas de canibalismo – se convertirán en la “excusa” necesaria para justificar la esclavitud, la encomienda y ultimadamente el diezmo de los grupos nativos del Caribe.
El ser humano “más allá de los mares” fue transformado de una sola mirada en un “indio” y sus atributos fueron inventados de acuerdo a la imaginación colombina . En su mente se cruzan distintas coordenadas: la mística medieval, el honor caballeresco y sobre todo aquél nuevo ídolo europeo que amenaza desplazar a todos los demás: el oro.
Por si fuera poco, Colón es uno de los primeros en pertenecer a esa nueva especie humana – que nacerá con el descubrimiento accidental de la “redondez” del planeta – el cosmopolita. Español, genovés, portugués y quizás todo a la vez. Antes de que el universo fuese conocido como visión geográfica, Colón ya era universal. Incluso había descubierto a las Indias y los indios hubiesen sido para él la simple confirmación de sus fantasías o conocimientos?
Como apunta Todorov: Colón … sabia de antemano lo que va a encontrar.
Con cierta suspicacia, podría decirse que Colón procedía según la misma metodología de los etnólogos modernos. Primero inventaba al indio, después lo describía y, finalmente, lo clasificaba. ¿No será ésta razón suficiente para que sus futuros “descubridores” se consideraran con el derecho de matarlo?
Si el indio es una invención del descubridor, el indio le pertenece.
Colón descubrió al indio como simple prolongación de la naturaleza. En ese sentido, fue el primer “etnólogo” que recurrió a la idea de los “pueblos naturales“. Sin embargo, no fue hasta su segundo viaje, como revela su diario, cuando comenzó a tomar conciencia de las posibilidades que traía la existencia de aquellos seres humanos a los que había bautizado como indios. En el segundo viaje, Colón ya no estaba poseído por el espíritu místico que le acompañó durante el primero. Las Indias ya estaban descubiertas y Colón mismo se había transformado en un hombre práctico -la palabra “oro” se repite hasta la saciedad, más aún que la palabra “Dios“, como observó agudamente Sanz. En ese segundo viaje, Colón iba acompañado además por tres personajes que eran símbolos anticipativos del futuro proceso de “conquista“: un militar, un sacerdote, y un comerciante – la guerra, la evangelización y las ganancias materiales. Cada uno de estos personajes, en su respectiva dimensión, sería al igual que Colón, “un descubridor“. Esto quiere decir, que cada uno de ellos inventaría un indio propio, de acuerdo a sus fantasías, proyectos e intereses.
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