martes, 30 de agosto de 2016

Los acuerdos de paz de Colombia una lectura vista desde 1965

Los acuerdos de paz de Colombia una lectura vista desde 1965

Por 
bgp[@]jgseguridad.net 
30 agosto, 2016


M2
Rebeldes del Frente 48 de las FARC en formación en la jungla de Putumayo, al sur de Colombia.

En 1965 los norteamericanos invadieron Santo Domingo con el interés y la intención de aplastar y sepultar una revolución democrática triunfante, que había destruido unas fuerzas armadas que no representaban los intereses nacionales.
42 mil marines no fueron capaces de doblegar la voluntad de los dominicanos de contribuir a construir la democracia. Pese a sus brutales bombardeos, ametrallamientos, torturas y abusos cometidos contra población combatiente y contra civiles, se vieron forzados a negociar unos acuerdos de paz que sólo sirvieron para apañar a los genocidas y mantener el statu quo. Nosotros no pudimos hacer más. Somos una isla partida en dos, con el enemigo dentro.
Pero en Colombia
Luego de años de intentos, encuentros, desencuentros, ilusiones y desilusiones, al fin se firman acuerdos de paz en firme en Colombia, entre las autoridades del gobierno y los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
De inmediato, las fuerzas negativas que han mantenido los abusos y las desigualdades, la antidemocracia y el gobierno de unos pocos y para unos pocos, ha enfilado sus fuerzas mediáticas en una dirección interesada en desacreditar, en seguir el camino de la negativa de los derechos de los más, en beneficio de quienes piensan, creen y juran que son los dueños de Colombia.
Esa inmovilidad social, esa negativa a que todos los colombianos tengan igualdad verdadera ante la ley, que la justicia no sea narigoneada por el dinero, el poder político, el poder militar y el poder religioso, fueron, en su momento los detonantes de la desesperación que impone la falta de oportunidades, el desequilibrio favorecido por quienes, desde siempre, pisotean las aspiraciones de los más.
Ahora que se arriba a un acuerdo equilibrado, profundo, serio, honesto, que ojalá sea definitivo, es oportuno desmontar la campaña que, tanto desde la gran prensa colombiana como la de los países poderosos, se inició tan pronto se dieron a conocer los acuerdos.
Uno de los acuerdos fundamentales para la construcción de una paz verdadera y definitiva es el que tiene que ver con la garantía económica que permita a los guerrilleros sobrevivir durante un tiempo, hasta que logren insertarse en el mercado de trabajo y puedan desempeñarse decentemente, estudiar, crear microempresas, convertirse en emprendedores.
El pago de esa suma, precio de la paz y la convivencia, equivalente al 80 por ciento del salario mínimo, obliga al guerrillero a deponer las armas. Bien pensado, ahora falta que los testigos locales e internacionales se mantengan vigilantes para que los desmovilizados respeten la palabra empeñada y hagan efectiva su intención de trabajar por la paz verdadera.
Un estado de guerra como el vivido por Colombia, durante varias décadas, sólo puede ser efectivamente desmontado [BG1] cuando ambas partes se benefician de una y otra forma.
Es bueno señalar que el gobierno colombiano ahorrará, hasta ahora nadie sabe cuánto dinero, en armas, municiones, cantidad de efectivos, combustibles y todo lo que implica mantener un ejército en situación de guerra.
El pueblo colombiano recobrará, mejor temprano que tarde, la tranquilidad, el sosiego, la confianza en su fuerza interior, la garantía de que la administración de las leyes obedezca, nada más, a la íntima convicción de jueces no condicionados por el poder político, por el poder militar, por el poder mediático, al servicio de quienes han gobernado a Colombia de manera tan torpe que permitieron el surgimiento de más de un ejército paralelo, con distintas intenciones y distintos procederes.
En una palabra, Colombia está a las puertas de conquistar el principal derecho, luego del derecho a la vida, el derecho a vivir sin temor. Es sumamente importante entender que en Colombia en esta ocasión no hay ni vencidos ni vencedores, pero tampoco hay una situación de empate, en la Colombia de hoy lo que hay es una gran victoria obtenida por la pasión, por la voluntad inquebrantable, por la decisión serena, profunda, definitiva, de lograr la desmovilización de un estado de guerra que ha desangrando esa nación.
El grito de la extrema derecha colombiana, y sus pares de otras latitudes de América, tiene su origen en la mala costumbre de no escuchar los justos reclamos populares y aplastar inmisericordemente cualquier movimiento de protesta, ya sea una marcha en una ciudad, una huelga en una fábrica, la paralización de un pueblo, sin que haya sanción para quienes abusan y ahogan los derechos de los más. Ahí es donde se originan la mayoría de las críticas al acuerdo de paz: es que tienen conciencia de que esta vez les tumbaron el pulso.
Que, por una buena vez, se repitió el contenido de un artículo de Juan Bosch, publicado en Life en Español en 1965, titulado “La debilidad de la fuerza” donde demostró que la potencia con mayor poder de fuego del mundo: los Estados Unidos, no pudo destruir el Movimiento Constitucionalista que rescató la Constitución de 1963, razón por la cual los norteamericanos desembarcaron 42 mil marines en Santo Domingo y se vieron precisados a negociar con los constitucionalistas, so pena de cometer un genocidio en los alrededores de su casa, dada la determinación de los dominicanos de no ceder, de no echar para atrás ni para coger impulso.
Colombia es un extenso país de América del Sur, con grandes bosques, enormes recursos naturales. En Colombia las guerras comenzaron en el siglo XIX, genialmente retratadas en Cien Años de Soledad por Gabriel García Márquez en “Cien años de soledad”
Origen y desarrollo de las FARC (Datos obtenidos de distintas fuentes)
“El problema resurgió y se agudizó con el asesinato en 1948 del popular candidato presidencial liberal Jorge Eliécer Gaitán. El país fue sacudido por salvajes choques, en Bogotá, que luego se convirtieron en un conflicto principalmente rural, terriblemente sangriento.
“Este período, que se extendió hasta fines de la década del 50, recibió nombre de La Violencia, dejó más de 200,000 muertos.
¿Cómo comenzó el conflicto con las FARC?
“En esa época había mucha desigualdad social y ahí empezaron los conflictos”, recuerda Juan Esteban Vélez Cañaveral, un campesino que dejó su tierra escapando de los reclutadores de las FARC.
“Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia comenzaron como un grupo de autodefensa integrado por campesinos de tendencia liberal desplazados durante el período de La Violencia, quienes más tarde adoptaron la ideología comunista. “Tumbaron montes para abrir un claro en la selva o se establecieron en la parte alta de las cordilleras. Eran colonos que aprendieron a sobrevivir en la frontera, donde se convirtieron en comunistas. Hacia 1964 se habían concentrado en una zona de cordillera, en el centro del país. El lugar se llama Marquetalia.
“Las zonas de guerrilla eran imaginadas o representadas como zonas de dominio de la libertad. Allí constituyeron una “república independiente”, con unos 50 hombres que pelearon durante La Violencia, junto a sus familias. Era una de las más de 100 bandas armadas que rechazaron la posibilidad de desmovilizarse tras ese conflicto y que tenían un razonable poder militar y político. El grupo lo lideraba Manuel Marulanda Vélez “Tirofijo” un combatiente formado en las guerrillas liberales de inicios de los 50, quien se convertiría en el primer jefe de las FARC. A mediados de 1964, las fuerzas del gobierno atacaron Marquetalia con centenares de hombres, forzando la huida de los campesinos armados.
“Tras ser derrotados y dispersarse, Marulanda, junto a Jacobo Arenas (otro de los líderes originales del grupo), fundan primero una guerrilla de nombre Bloque Sur, que en 1966 finalmente adopta el nombre de FARC. Ese es generalmente considerado el origen de la más grande guerrilla de Colombia, con la que las fuerzas del Estado han venido combatiendo desde entonces.
“Pero las FARC no fueron sólo un producto de la historia colombiana, sino también de lo que ocurría en el mundo: surgen en el marco de las luchas de liberación latinoamericanas, alimentadas por la tensión EE.UU-Unión Soviética de la Guerra Fría. Son una guerrilla comunista, de inspiración marxista-leninista. Y no son las únicas organizaciones guerrilleras de corte comunista que nacen a partir de esa época.
“Casi en simultáneo se constituye el Ejército de Liberación Nacional (ELN), inspirado en la Revolución Cubana, que entrenó a sus líderes, y que hoy continúa en lucha con el gobierno. Más tarde surgen el Ejército Popular de Liberación (EPL, maoísta), el M-19 (más urbano) y otras guerrillas, que ya se han desmovilizado.
Recrudecimiento conflicto
Recién a principios de la década del 80, las FARC deciden que tendrán como objetivo la toma del poder, cuando pasan a llamarse FARC-EP (por Ejército del Pueblo). A finales de esa década, surgieron grupos paramilitares de derecha alentados por las Fuerzas Armadas, terratenientes, empresarios, políticos y narcotraficantes, quienes profundizaron el enfrentamiento armado, pelearon contra la guerrilla, asesinaron a campesinos y dirigentes sociales. Por esta época comienza a tener más influencia el narcotráfico en el conflicto, del que progresivamente se sirven los grupos paramilitares y la propia guerrilla.
“Hacia el año 2000, Estados Unidos comienza a proveer asistencia técnica y económica en la lucha contrainsurgente y antidrogas, en el marco del Plan Colombia, inyectando en 15 años unos US$10,000 millones en el país, lo cual permitió la modernización de las Fuerzas Militares y Policía”.
La guerra y los derechos humanos, políticos y territoriales.
En la naturaleza el diseño es claro: el pez grande se come al chiquito. De ahí el origen de hordas, pandillas, grupos, ejércitos cada vez más numerosos, con mayor poder de fuego y tácticas y estrategias estudiadas desde Sun Tzu hasta hoy. La genialidad de la guerra de guerrillas iniciada por Ramón Matías Mella durante la guerra de la Restauración, táctica por la cual el Generalísimo Máximo Gómez fue bautizado como “El Napoleón de las Guerrillas”, fuerza a que para obtener la victoria en un conflicto hay que tener coraje, voluntad, decisión, inteligencia, tácticas y estrategias que favorezcan la movilidad y contar con el apoyo de la población con la razón o por la fuerza.
La guerra no es un juego
En la búsqueda permanente por la justicia y el respeto a los derechos de todos, se creó la doctrina que comienza sus planteamientos con aquella frase, contenida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos que resalta: el derecho a la rebelión, contra la tiranía y la opresión
Desde siempre el uso de la fuerza ha bordeado y traspasado el delgado filo de la navaja entre la justicia y el abuso, entre la acción militar y política y el terrorismo. Fue el ilustre polígrafo colombiano, José María Vargas Vila, quien dijo que cuando la vida es un martirio el suicidio es un deber. No todos los hombres son suicidas, hay muchos que, ante situaciones como las descritas por Vargas Vila, deciden quemar las naves y caminar decididamente hacia su destino, eso hicieron los que iniciaron las FARC, acorralados por una derecha injusta y despiadada, decidieron buscar la justicia por sí.
Ahora, que se arriba a un acuerdo honorable para las FARC y para una Colombia que necesita un respiro permanente, dejar atrás el sobresalto y la angustia, la derecha tiene que ceder porque dar un paso atrás sólo servirá para que la guerra infinita, en el pan nuestro de cada día, como lo fue en su momento para la Cochinchina, Vietnam, hoy convertida en una potencia industrial cultora de la paz y el desarrollo

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