Seis sectores que están revolucionando el cambio climático
Categoría: cambio climatico Economía Empresas
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El cambio climático puede convertirse en una monumental oportunidad de negocio y no sólo para las empresas dedicadas en cuerpo y alma a la sostenibilidad o la producción de energías renovables. Grandes compañías de defensa, satélites, seguros, hospitales, alimentación o logística han empezado a ordeñar los beneficios y a traducir las amenazas en posibilidades de ganar dinero. Los dólares nunca fueron tan verdes.
Contratistas de defensa
En este sector ya lo vieron con suma claridad hace años. El Pentágono anunció en su informe Future Years Defense Program 2013-2017 que esperaba adjudicar contratos por valor de unos 8.600 millones de dólares para diversificar sus fuentes de energía y mitigar su impacto ambiental. Prometieron también reducir drásticamente las emisiones de los edificios del Departamento de Defensa. ¡Iban a hacer la guerra contra el cambio climático!
Aunque, pensándolo bien, quizás sus intenciones tuvieran que ver más con la guerra y menos con el medio ambiente. Les obsesionaba dejar de depender tanto de enemigos y amigos del alma como Arabia Saudí, cuna de Al Qaeda y epicentro junto Siria e Irak de ideas yihadistas, intentaban afrontar por adelantado la posible desaparición del petróleo y querían dedicar menos recursos humanos y materiales a transportar el fuel al campo de batalla. Por supuesto, también aspiraban a terminar con las limitaciones que les imponían el precio y la volatilidad de los combustibles fósiles.
Las empresas de defensa que iban a exprimir esos contratos sabían a quién dirigirse: de los 8.600 millones de dólares, 4.100 millones corresponderían al Ejército de tierra y 2.600 millones a las fuerzas aéreas. Los proyectos con mayor dotación pasaban por multiplicar la eficiencia de los temidos vehículos blindados Bradley, innovar en la fabricación de generadores eléctricos portátiles y mejorar el depósito auxiliar de energía para los temibles tanques Abrams. La Marina tendría fondos para desarrollar factorías propias de biomasa.
Satélites
GMV, una multinacional española que dedica parte de su actividad a diseñar dispositivos de información en tiempo real para el despliegue del ejército en el campo de batalla, está participando también en proyectos millonarios en otro frente: el de los instrumentos que ayudan a combatir y medir el avance del cambio climático.
La empresa ha apostado por los sistemas inteligentes que mejoran la eficiencia de los servicios públicos de transporte recopilando datos masivos que permiten anticipar los picos y valles de demanda y asignar mejor los recursos. Al mismo tiempo, han diseñado unos dispositivos –pacíficos en este caso– que adosan a los satélites para absorber y cribar información relevante sobre el calentamiento global.
Miguel Ángel Martínez Olagüe, director de desarrollo de negocio, marketing y comunicación de la compañía, asegura que miden desde el espacio “la temperatura de los océanos, la densidad de las capas de hielo de los polos, el impacto real y potencial de los incendios forestales, las transformaciones en la composición del subsuelo y aspectos relacionados con la agricultura de precisión”.
La agricultura de precisión consiste, básicamente, en que los productores están empezando a conocer y controlar el rendimiento de superficies de terreno cada vez más pequeñas vía satélite y, a medio plazo, la idea es insertar un sensor en cada planta para observar su consumo de agua o minerales e identificar rápidamente las muchas amenazas que puedan ponerla en peligro.
Alimentos tradicionales y transgénicos
No es extraño que para Pedro Ruiz Rodríguez, especialista en sostenibilidad ambiental en Nestlé España, las amenazas del cambio climático puedan tener “efectos devastadores” para su industria. La mayor de ellas es, según él, “un desequilibrio en el reparto del agua” que llevaría a tener zonas inundadas y áreas en proceso de convertirse en desierto. Las plantas se ahogarían bajo el agua o de sed.
En estas circunstancias, ya no debería sorprender que FoodDrinkEurope, la asociación europea de empresas de bebidas y alimentos, anunciase el año pasado que el 82% de sus socios estaba desarrollando fórmulas de cooperación con los agricultores. Kellogg’s o Unilever ofrecen ahora asesoramiento para que reduzcan emisiones, aprovechen mejor los recursos y cultiven plantas y semillas más fuertes a cambio de que éstos les garanticen el suministro y cumplan determinados requisitos de sostenibilidad.
Esas plantas y semillas más fuertes, transgénicas por supuesto, representan otra gran oportunidad de negocio que ha destapado el calentamiento global, aunque numerosos colectivos, sobre todo en Europa, siguen desconfiando de las consecuencias que puede tener su consumo entre los humanos.
Bayer, según su directora de comunicación en España y Portugal Carlota Gómez, “está desarrollando en Indonesia el programa Tabela, que permite reducir el consumo de agua del arroz hasta un 20%”. Monsanto tampoco se ha quedado atrás y ha contribuido a crear, según la compañía, “una semilla híbrida de maíz que utiliza el agua de manera más eficiente y resiste a las plagas de insectos”. Los agricultores están mejor preparados para adaptarse a la desertificación.
Seguros
Los nuevos tiempos también ofrecen oportunidades para el sector de los seguros. Un estudio del Grupo Zurich y Harvard Business Review Analytic Services de 2014 recordaba que “solo el 1%” de todos los costes ocasionados por catástrofes naturales en todo el mundo estaba asegurado. Aquello era potencialmente una mina de oro.
En los últimos dos años, el Grupo Zurich ha tomado medidas –principalmente un plan estratégico llamado Flood Resilience Program– para convertirse en la aseguradora de referencia de los inmuebles e infraestructuras de las víctimas de las inundaciones. Es un segmento clave porque la crecida de las aguas representa una de cada 10 pérdidas económicas provocadas por catástrofes y porque, entre 1980 y 2008, la multinacional alemana estima que “las inundaciones pasaron de menos de 50 a más de 200, afectando a 2.800 millones de personas en todo el mundo”.
Sonia Paz Cobo, profesora de la Universidad Rey Juan Carlos y especialista en seguros, matiza que las innovaciones del sector van mucho más allá de las coberturas de catástrofes o de los populares bonos verdes, que son productos financieros que venden deuda en el mercado para financiar proyectos que apuesten por la sostenibilidad. Lo más sorprendente, dice, son los nuevos simuladores que intentan prever las catástrofes, la enorme diversificación del riesgo gracias a las reaseguradoras y la emergencia de productos asombrosos como los swaps de temperatura.
Esos swaps permitirían que, por ejemplo, una estación de esquí y un parque con pistas artificiales donde van los esquiadores cuando no hay nieve se intercambiasen la cobertura garantizándose así unos ingresos mínimos cuando no nevase en invierno. Existen otros productos innovadores como, por ejemplo, la cobertura de AIG para edificios verdes, la de Fireman’s Fund y Sompo Japan para las iniciativas que mejoren la eficiencia energética o los microseguros para pequeños agricultores que ha lanzado Munich Re.
Logística
Si hay un sector igual de crucial para los agricultores, las multinacionales de la alimentación y las aseguradoras, ése es el transporte de mercancías.
Alan McKinnon, experto de la Kühne Logistics University, cree que el cambio climático va a redefinir las cadenas de suministro mundiales con cuatro grandes fuerzas: primera, el traslado de los centros de población ante la crecida de las aguas, las temperaturas extremas o los desastres naturales; segunda, el desplazamiento de las áreas agrícolas y cultivables; tercera, la reducción del consumo de combustibles fósiles en los medios de transporte de mercancías y su reemplazo por otras fuentes de energía que habría que importar; y cuarta, la apertura de nuevas autopistas comerciales sobre todo tras el progresivo deshielo de los casquetes polares.
Entre las compañías navieras, petroleras y logísticas beneficiadas por ese deshielo se encuentra el gigante mundial danés MAERSK, que, según un informe de sostenibilidad que ha proporcionado la compañía a esglobal, posee licencias de explotación petrolera en el Mar de Barents y en la costa noroeste de Groenlandia. Ya están analizando oportunidades de inversión hidrocarburífera en el Ártico (por ahora no son rentables debido al bajo precio del crudo) al mismo tiempo que exploran soluciones de perforación del hielo y el fondo marino.
A pesar de eso, los reguladores internacionales han sido capaces de convertir a MAERSK en uno de los guardianes más eficaces de las emisiones de derivados del azufre. La nueva normativa internacional le impone un coste de 200 millones de dólares anuales que tiene que pagar por llegar al límite de emisiones en regiones como el Mar Báltico o el Canal de la Mancha. Esto ha forzado a la multinacional a perseguir a las navieras rivales que no cumplen con los requisitos porque estarían compitiendo deslealmente contra ella (vulnerar la ley les supondría, según sus cálculos, un millón de dólares al año de ahorro y, por lo tanto, de ventaja sobre MAERSK).
Hospitales
Verónica Odriozola, directora ejecutiva de la plataforma Salud sin Daño en Latinoamérica, sabe bien lo que es persuadir a una empresa e incluso a un sector altamente contaminante para que colabore con la agenda de los Estados y las ONG en la lucha contra el cambio climático. La plataforma intenta convencer a los hospitales de que contaminen menos teniendo muy en cuenta que, según la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos, el sector sanitario de la primera potencia mundial lanza más emisiones contaminantes que la industria. Esto es lo que ha empezado a ocurrir en las naciones desarrolladas, que han enviado buena parte de sus factorías –y muy especialmente, las más contaminantes– a los países emergentes.
Odriozola utiliza distintas estrategias para convencer a los directivos sanitarios: les envía y presenta estudios que demuestran que contaminar menos puede ser una buena oportunidad de negocio, habla con los sindicatos para que exijan un entorno laboral más saludable, les recuerda a los gerentes de los hospitales que “sus instituciones tienen la responsabilidad social de no hacer daño” y presiona a los reguladores para que cambien las leyes. Hasta la fecha, Salud sin Daño ha conseguido ayudar a recortar la utilización del mercurio y de las incineradoras sobre todo en Europa y Estados Unidos.
Cada vez son más los proyectos de colaboración entre este tipo de plataformas, las empresas, las instituciones públicas y las asociaciones de poblaciones locales afectadas por el cambio climático para que las oportunidades de negocio que están surgiendo mejoren el bienestar no solo de los accionistas, sino también de miles de millones de personas en todo el planeta. El equilibrio siempre es precario, difícil y polémico, porque todos desconfían de las intenciones del otro. No intentarlo sería como abandonarse a una tragedia humanitaria para preservar la pureza ideológica. Y eso, para muchos, ya no es una opción.
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