sábado, 14 de enero de 2017

La Dinastía Ming

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La Dinastía Ming
La dinastía Ming se fundó en medio del caos que surgió con el fin de la dinastía Yuan, cuando la sequía y el hambre agravaban la creciente inquietud reinante entre los ciudadanos chinos del imperio mongol. Inicialmente, los mongoles gobernaron China eficientemente, realizando progresivos cambios en la gestión económica y llevando a cabo diversos proyectos importantes de obras públicas. A la larga, sin embargo, el dualismo chino/mongol que dominó este periodo de la historia china no se pudo superar. Aunque la ley Yuan situaba a los ciudadanos chinos en el estatus social más bajo, los mongoles deseaban simultáneamente participar en la impresionante y rica herencia imperial de China. Hacia finales de su reinado, la vida en la corte Yuan era un extraño amalgama de culturas, en parte nómada mongol y en parte china imperial, aunque no completamente ninguna de las dos.
Este conflicto entre culturas condujo a un conflicto de actitudes ante la política, y cuando el malestar de los campesinos chinos amenazó en convertirse en una rebelión a gran escala, la estrategia que se trazó para hacer frente a la crisis no fue demasiado inteligente. A mediados del siglo XIV, cuando los desastres naturales en forma de sequías provocaron una extensa hambruna, los mongoles aprendieron que abrazar la cultura imperial china tenía sus riesgos, así como sus beneficios. Estos desastres se interpretaron como signos de que los mongoles habían perdido el Mandato del Cielo (si es que realmente lo habían recibido alguna vez), y estallaron rebeliones por todo el territorio. En medio de estas rebeliones surgieron varios líderes militares, entre los que había un general de Nanjing llamado Zhu Yuanzhang. Zhu Yuanzhang logró reunir un ejército capaz de expulsar a los despreciados extranjeros de China, de vuelta a Mongolia Interior.
En 1368 se declaró a si mismo emperador de la nueva dinastía Ming, y pasó a ser conocido en la historia como Hongwu (r. 1368-99). La capital permaneció en Nanjing hasta 1421, cuando el tercer emperador, Yongle (1403-1424), decidió trasladar la corte a Beijing. Si los comparamos con otras épocas, el periodo Ming fue uno de los más estables y duraderos de la historia dinástica china. En particular, el reinado de Xuande (1426-35) es considerado en las historias posteriores como un periodo particularmente glorioso, tanto por el sabio y compasivo gobierno de Xuande como por el desarrollo artístico. Fue durante esta década que la producción de porcelana en los hornos de Jingdezhen alcanzó su máxima producción.
Generalizando, se dice que la dinastía Ming estuvo dominada por el nacionalismo, compuesto por un deseo de redescubrir la riqueza cultural propia de China, que había sufrido tanto bajo el dominio extranjero impuesto por los mongoles, los jurchen y los khitan. Los arcaísmo y las colecciones de objetos arqueológicos de la antigua China, como los jades y los bronces de época Han se pusieron de moda entre la clase erudita, y la pintura que imitaba el estilo Tang ganó popularidad. Las historias y los tratados de época pre-Song fueron reexaminados, comentados y anotados.
El interés en recuperar la antigua cultura propiamente china coincidió con una creciente desconfianza hacia los poderes extranjeros. El comercio a través de la Ruta de la Seda con China se volvió más difícil a finales del siglo XIV, cuando los primeros emperadores Ming erigieron fortalezas y colocaron guarniciones de tropas en el oeste con la intención de contener posibles amenazas de invasión. Mientras tanto, los secretos de la producción de la seda se conocían ya incluso en Europa, y a principios del siglo XV, Lyon estaba produciendo la mayor parte de la seda que se consumía en Europa. Esto provocó una caída en picado de los beneficios generados por el comercio de la Ruta de la Seda. Finalmente, las disputas fronterizas con los uyghures de Asia Central provocaron la amenaza de represalias militares, lo que decidió a los soberanos Ming a intentar cerrar completamente el comercio a través de la Ruta de la Seda.
Sin embargo, mientras el comercio terrestre con China estaba en su punto más bajo, el comercio marítimo a través de la llamada Ruta de las Especies se desarrollaba considerablemente. El transporte marítimo ofrecía opciones comerciales más eficientes y seguras que los intentos de las caravanas de cruzar la cada vez más peligrosa cuenca del Taklamakan. Al desarrollarse el comercio a través de las rutas marítimas, las relaciones diplomáticas con las diversas naciones del este y el sureste de Asia, la India, la costa árabe e incluso la costa este africana resultaban más interesantes.
Como los chinos y otras naciones se dedicaban cada vez más al comercio naval, las economías de diversas ciudades y oasis a lo largo de la Ruta de la Seda, en Asia Central y el noroeste de la moderna China, que dependían fuertemente del comercio internacional sufrieron enormemente. Exceptuando las ciudades más grandes con mayores suministros de agua, las comunidades se fueron abandonando progresivamente, hasta ser tragadas por la arena. De esta manera, la milenaria Ruta de la Seda llegó a su fin bajo la política de aislamiento de la dinastía Ming, a mediados del siglo XV.

Traducción de Alexandra Prats, revisada por Dolors Folch

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