Posted: 06 Feb 2017 07:08 AM PST
http://www.diariocristal.com/bomba-historico-miguel-vargas-y-su-alianza-con-el-pld-llevan-al-glorioso-prd-al-4to-lugar-segun-jce/
Después de doce años de restauración, se abre la Casa de los Vettii, una de las más famosas y ricas, que fascinó a Picasso
ÁNGEL GÓMEZ FUENTES Los últimos frescos que se muestras al público en Pompeya son de rara belleza. Por un lado está la Casa de los Castos Amantes, el lugar más emblemático de la antigua ciudad romana. Por otro, la Casa de los Vettii, una de las más famosas y más ricas de Pompeya. Excavada en el 1987, visitable con reserva solo durante ocho meses en el 2010, nunca fue abierta al público la domus de los Castos Amantes, así llamada por un fresco sobre la pared de un comedor donde aparecen un hombre y una mujer que se besan recostados sobre un lecho o triclinio durante un banquete. Era una casa especialmente grande, pues contaba con numerosas habitaciones y una panadería industrial, y en toda la domus se ven reflejados la furia con la que la erupción del Vesubio canceló la vida en el 79 d. C. Aquí se encontraron los esqueletos de una mula y seis burros que se utilizaban para hacer girar las cuatro piedras de molino para producir harina en la panadería, además de distribuir el pan dentro y fuera de la ciudad. La Domus será reconstruida totalmente con 10 millones de euros, dentro del plan denominado Gran Proyecto Pompeya, que la Unión Europea financió con un centenar de millones. Pero antes de iniciar los trabajos, el superintendente de Pompeya, Massimo Osanna, ha querido ofrecer a los visitantes una última ocasión para admirar la Domus: En homenaje a los enamorados se podrá entrar en grupos de 20 personas hasta el 14, día de San Valentín. Después, la cita será en el 2020, cuando se terminen los trabajos en la Domus y resplandezcan totalmente sus frescos. La joya de Pompeya que sedujo a Picasso Una de las joyas de Pompeya, por su opulencia y grandiosidad, ha abierto después de doce años de restauración: La Casa de los Vettii. Para dar solemnidad a la reapertura asistió el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, destacando que Pompeya se ha convertido hoy en el «orgullo de los italianos». En un año de oro para los lugares de cultura italianos, Pompeya es detrás del Coliseo el segundo monumento más visitado de Italia: 3.209.089 ingresos en el 2016, un 7,5% más que en el año anterior, todo un récord de visitantes y de ingresos: 23,5 millones de euros. Números destinados a crecer extraordinariamente en este año con la exposición «Picasso-Parade. Nápoles 1917», abierta desde el 10 de abril al 10 de julio para conmemorar los cien años del viaje en Italia de Pablo Picasso, quien visitó junto a Jean Cocteau las excavaciones. La fascinación que le causó el área arqueológica le llevó a pintar su célebre cuadro «Dos mujeres que corren en la playa» (1922), una pintura cargada de sensualidad, inspirada en algunas figuras clásicas de Pompeya. El pintor malagueño encontró también inspiración para sus diseños en el ballet ruso “Parade”. Picasso fue seducido por la Villa de los Misterios y la Domus de los Vetii, ambas por sus frescos extraordinarios. Descubrió una pintura libre, poco esquemática, ligada al sentido de la decoración, del placer de vivir. Priapo, restaurado y nuevamente visible Durante decenios, un fresco de la Casa de los Vettii estuvo cubierto, porque era una imagen «prohibida» a menores, con una madera que se retiraba solo tras una justificada petición oficial, o bien con una propina al guardia: era el Priapo, dios de grueso falo, hoy nuevamente visible tras la restauración. Se encuentra en el vestíbulo de la casa y es una de las figuras más fotografiadas y reproducidas de Pompeya: El dios Priapo, bajo cuya protección se había puesto el hogar, está representado en el momento de pesar sobre el plato de una balanza su enorme falo teniendo como contrapeso en el otro plato una bolsa de dinero. El dios representaba la prosperidad económica de los propietarios, los hermanos Aulus Vettius Restitutus y Conviva, exesclavos enriquecidos gracias al comercio. Su relación con Priapo se mostrada también de forma explícita en una estatua de mármol que originalmente decoraba la fuente del jardín y hoy está en el atrio. Una leyenda indicaba que el Priapo de los Vettii donaba fertilidad al tocar su falo. En uno de los muros del atrio se encuentra una de las dos enormes cajas fuertes en las que los hermanos Vettii, comerciantes de vino al por mayor, tenían sus monedas romanas (sesterzi) y joyas. Especialmente refinados son los frescos del triclinio (comedor) que representan escenas mitológicas. Los frescos fueron pintados en esta sala que a propósito no se iluminó demasiado para que la luz no dañara las pinturas, como si se tratara de una cuidada pinacoteca. Esta resurrección de la ciudad romana destruida por Vesubio es posible gracias al citado Gran Proyecto Pompeya, un ambicioso plan tiene como objetivo preservar un área arqueológica de 44 hectáreas excavadas y de otras 22 pendientes de excavar: Se incluyen 1.500 edificios, 17.000 metros cuadrados de frescos y pinturas, además de 12.000 metros cuadrados de pavimentos. Vía: ABC |
Posted: 06 Feb 2017 07:04 AM PST
El cerebro humano es la máquina más compleja de la naturaleza y gracias a él iniciamos hace millones de años la conquista de la pirámide evolutiva. Nuestra capacidad para fabricar herramientas y transmitir información de generación en generación nos convirtió en los cazadores más eficientes de la Tierra. Pero mantener el desarrollo de nuestra creciente materia gris requería unas cantidades considerables de ácidos grasos omega-3 que no siempre estaban disponibles, especialmente en los durísimos inviernos del Paleolítico. Para conseguir el aporte de tales nutrientes esenciales tuvimos que pagar un macabro precio, una suerte de pecado original sin el que nuestra supervivencia en la última glaciación hubiese sido imposible.
Hace 40.000 años, en una Europa cubierta por los hielos, la subsistencia dependía casi exclusivamente de la caza, pero muchos de los animales consumidos entonces carecían en sus órganos de ácidos omega-3 en la cantidad necesaria. «Sin DHA [el omega-3 del cerebro] no hay desarrollo posible de las habilidades cognitivas y gracias al canibalismo se obtenían suplementos apreciables», afirma el investigador de la Universidad de Almería, José Luis Guil-Guerrero (izquierda). Este experto en nutrición del Paleolítico acaba de publicar un artículo en Quaternary Science Reviews en el que asegura que el déficit de Omega-3 que sufrieron nuestros antepasados en la transición del Paleolítico Medio al Superior pudo haber acabado con nuestra especie. Sobrevivimos porque consumimos los cuerpos de otros seres humanos cuando fue necesario. No había otra opciónNo había otra opción, asegura Guil-Guerrero. «Los homínidos previos, como el Australopithecus y el Homo erectus tenían un cerebro pequeño. Pero el de los neandertales -y el del hombre actual- era grande, aproximadamente 1,5 kg, y muy ávido de DHA, un ácido graso que se encuentra sobre todo en microalgas, peces y huevos. En pleno apogeo de la última glaciación, estos alimentos solo estaban disponibles en el corto verano ártico y la ingesta de omega-3 obtenido a partir de la caza era cinco veces inferior a la actual», subraya el investigador.Los neandertales y los hombres anatómicamente modernos llegados desde África afrontaban situaciones muy duras en los crudos inviernos de diez meses en los que dependían casi de cinco grandes animales: el uro, el ciervo, el reno, el bisonte y el caballo. «El problema es que el más abundante era el reno, que es uno de los que menos omega-3 tiene. Y sin este ácido graso, especialmente el DHA, sobrevienen el deterioro cerebral, la demencia y otras enfermedades neurodegenerativas que en aquel tiempo afectaban sobre todo a los ancianos, individuos imprescindibles en las culturas de la Edad del Hielo por ser los depositarios del conocimiento ancestral del grupo. Nadie sabía mejor que ellos la ubicación de los territorios de caza y las tecnologías para confeccionar herramientas de piedra. Eran un tesoro para el clan y, probablemente, se les reservaban las mejores porciones de alimentos porque su saber era vital para la supervivencia del grupo», deduce Guil-Guerrero. Ilustración de una escena caníbal en la Prehistoria realizada por Arturo Asensio Moruno en el Museo Arqueológico Nacional. La dependencia del magro reno debió de suponer para aquellos cazadores un gran estrés adaptativo y un fuerte declive de sus poblaciones. «El canibalismo en los seres humanos es preadaptativo; ya existe en los chimpancés. Tal conducta se fijó durante la última glaciación simplemente por selección natural. Cuando las condiciones son extremas, desaparecen aquellos que no tienen los comportamientos adecuados. Se trata de una combinación de azar y necesidad. Por otra parte, el canibalismo debió de tener un fuerte componente estacional y es muy probable que se realizase siguiendo rituales para asegurarse de que, al ser vital para la supervivencia del grupo, se repitiese generación tras generación», indica Guil-Guerrero. Vestigios como las marcas de herramientas de piedra halladas en los huesos de las víctimas hablan por sí solas. «El deseo de obtener nutrientes críticos es innato, y las cantidades de DHA en el cerebro humano son muy superiores a las del de otro animal. Lo mismo ocurre con el hígado y la grasa humana. Suena espantoso, pero ya era terrible de por sí la existencia de nuestros antepasados, que requerían dietas de unas 4.500 kcal diarias para afrontar el esfuerzo al que estaban sometidos», apunta Guil-Guerrero. 'Los caníbales', de Francisco de Goya, donde ya retrató esta tendencia humana. Afortunadamente, hace unos 12.000 años, los hielos comenzaron a retirarse, la pesca se hizo más regular y apareció la agricultura. Comerse al enemigo ya no era cuestión de vida o muerte y el canibalismo dejó de practicarse. De aquella época han quedado mitos, «como el del ogro», aventura el investigador, y una gran pregunta sin respuesta. ¿Qué fue de aquellos lejanos parientes, los neandertales, que compitieron con el hombre anatómicamente moderno sobre los hielos de Europa? ¿Se hibridaron con nosotros, se devoraron entre ellos al no poder competir con el «recién llegado» de África o... nos los comimos? De momento, solo sabemos que un 4% de su ADN forma parte del nuestro, del de los europeos que sí sobrevivimos a la última gran glaciación. Fuente: ABC.es | 5 de febrero de 2017 |
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