domingo, 30 de abril de 2017

Las mujeres de la música clásica rompen el techo de cristal

Las mujeres de la música clásica rompen el techo de cristal

http://www.elmundo.es/yodona/lifestyle/2017/04/29/58ff53c346163f8b0b8b461b.html



De izq a dcha: las músicas: Virginia Martínez, Lina Tur, Judith Jáuregui, Ana María Valderrama, Elena Mendoza, Pilar Jurado, Helena Poggio. Foto: JAVI HERNÁNDEZ SUAREZ Y ANTONIO ROJO
Pocas veces dos hileras de butacas han albergado tanto talento como en la sesión de fotos organizada por YO DONA en la sala Cuarta Pared de Madrid. No hay función prevista para esta mañana soleada de martes, aunque las 10 protagonistas del reportaje podrían llenar cien veces el aforo del teatro en el que han sido citadas para compartir experiencias profesionales e intercambiar opiniones sobre la situación de la música en España.
Compositoras, directoras e intérpretes de cuatro generaciones diferentes -Teresa Berganza, Ainhoa Arteta, Pilar Jurado, Elena Mendoza, Raquel Andueza, Lina Tur, Helena Poggio, Virginia Martínez, Judith Jáuregui y Ana María Valderrama-, son 10 mujeres 10 de un gremio, el de la música clásica, dominado por hombres. Amigas íntimas en algunos casos, o simples compañeras de profesión en otros, todas celebran el reencuentro ante la cámara con muestras de afecto, miradas de complicidad y hasta piropos en el camerino antes de salir a escena.
Como en una improvisada y divertida performance teatral, el debate se mueve de un lado a otro de la pantalla invisible que separa al público de los actores. En una de las butacas de la primera fila, Elena Mendoza (Sevilla, 1973) suspira aliviada tras el estreno en el Teatro Real de su tercera ópera, La ciudad de las mentiras, que cuenta la historia de cuatro mujeres solitarias que, en un mundo opresivo, son capaces de crear sus propias ficciones y sobrevivir gracias a ellas. "La lectura en clave feminista no ha sido intencionada", comenta la compositora y Premio Nacional de Música, "porque creo que los problemas existenciales de los que hablo sean exclusivos de las mujeres". Y añade: "Sí me gustaría que mi ópera ayudara a normalizar la presencia de las creadoras en este ámbito, pues a lo largo de mi carrera he echado de menos más referentes femeninos".
Asiente a su lado Pilar Jurado (Madrid, 1968), que con la representación en 2011 de La página en blanco se convirtió en la primera mujer de la historia en estrenar una ópera en el Teatro Real. "La curiosidad y las ganas de saber me han llevado a asumir grandes retos musicales", sostiene la artista, que esta temporada cumple 25 años en activo. Para celebrarlo, publicará un disco, estrenará una obra con la Orquesta Nacional de España, dirigirá a la Sinfónica de México ante 14.000 personas, terminará una ópera inspirada en 'La dama azul' de Javier Sierra e impulsará el MadWomenFest, su proyecto más ambicioso hasta la fecha. "Será la gran cita internacional de la Música y las Artes en femenino", adelanta.
"Durante el mes de octubre, más de 200 artistas pasarán por diferentes escenarios y salas de Madrid. Habrá varios estrenos dentro de una programación que está concebida como festival pero que va mucho más allá", añade. Para Pilar Jurado, una de las 20 españolas más influyentes según Forbes, la solidaridad es fundamental entre compositoras: "Sigo muy de cerca la carrera de mis compañeras y trato de que su música tenga la repercusión que se merece". Por eso prepara también una antología de obras de mujeres al abrigo de Tras- Opera Digital, su sello discográfico.
Al otro lado del escenario y con un café en las manos, Virginia Martínez (Molina de Segura, Murcia, 1979) asegura no haberse sentido nunca discriminada, a pesar de ser la única directora titular de la treintena de formaciones de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas que reciben dinero público. "Jamás me he considerado un animal exótico", asevera, "he padecido más problemas por ser joven y tener ideas propias que por ser mujer".
Vaya por delante que cuando firmó en 2012 su contrato con la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia, de la que es directora musical y artística, estaba embarazada de ocho meses. "Más allá de mi propia experiencia, soy consciente de que existen gravísimas desigualdades y de que hay que seguir trabajando para normalizar la presencia de mujeres directoras", indica.
Tras estudiar en el Conservatorio de la Ciudad de Viena, rechazó un puesto importante en un teatro alemán. "Cuando me hicieron la oferta, acudí al camerino de Simon Rattle para hacerle una pregunta. 'Maestro', le dije, '¿es usted feliz?'", recuerda. "Se me quedó mirando un rato, pero no llegó a contesta", apunta. Aquel silencio la marcó: "Entendí que para dirigir bien hay que estar satisfecha con lo que una hace. Y para mí la proximidad a mi familia es innegociable".
Coinciden las protagonistas de este reportaje en que el techo de cristal de la música clásica ha empezado a resquebrajarse. "Hasta hace poco era irrompible y podría decirse que antibalas", se queja medio en broma la violonchelista Helena Poggio(Madrid, 1978). "Históricamente, las mujeres hemos tenido que sortear todo tipo de obstáculos para desarrollar nuestra vocación artística. ¡Y todavía hoy seguimos remando a contracorriente!", dice.
A base de audiciones y de becas, consiguió una plaza en la Escuela Superior de Música Reina Sofía, la más fructífera cantera musical de España. Ahora es la única mujer del Cuarteto Quiroga, uno de los conjuntos con más proyección de nuestro país. "Mi fascinación por la música de cámara tiene mucho que ver con esa necesidad de pertenecer a un grupo horizontal, pequeño y democrático, donde todo se decide por votación", señala. En unas semanas publicarán su quinto disco, dedicado a la música de Bartók, Ginastera y Rodolfo Halffter. "Queremos demostrar que la música clásica bebe directamente del folk", indica Poggio.
Hace tiempo que Ana María Valderrama (Madrid, 1985) se acostumbró a convivir con los fantasmas de la crisis de la música clásica, que ya copaba portadas del New York Times a principios del siglo pasado. "Cada época tiene sus propios retos, lo importante es no dejar de programar buena música ni perder el contacto con el público", reflexiona la intérprete que en 2011 se impuso en la maratoniana final de la XI edición del Concurso Internacional de Violín Pablo Sarasate.
Como Helena Poggio, estudió en las aulas de la Escuela Reina Sofía y vivió una temporada en Berlín. Estos días ultima el repertorio de su próximo disco con el pianista Víctor del Valle y prepara su debut en la Sociedad Filarmónica de Bilbao. "No puedo estarle más agradecida a mis padres", señala, "me acompañaron en todo momento y supieron inculcarme la cultura del esfuerzo".

Judith Jáuregui

Sabe muy bien a qué se refiere Judith Jáuregui (San Sebastián, 1985), que con 15 años viajaba en tren a Madrid los fines de semana para estudiar con Claudio Martínez-Mehner. "Más que ambiciosa soy una persona curiosa", dice esta exalumna del mítico Vadim Suchanov a quien nunca le han faltado referentes femeninos. "El abanico es bien amplio: de lo más pasional e intenso, como son las interpretaciones de Martha Argerich o Alicia de Larrocha, a las lecturas delicadas y sublimes de Maria João Pires y Mitsuko Uchida", enumera. En su último disco, titulado X, se sumerge en el universo místico de Scriabin. "La equis del título hace referencia a la incógnita, a lo prohibido, es el símbolo dibujado en los viejos mapas que señala el destino y es también la música dominante de la palabra éxtasis", reflexiona la artista sobre su cuarto trabajo, que ha editado con su propio sello, BerliMusic. "Ahora tengo pleno control sobre el repertorio, la producción y la promoción. ¿Mujer orquesta? Más bien emprendedora e independiente", apunta.
"Lo importante de la autoedición es que eliminas los filtros, el maquillaje y la mediación", añade al alimón la violinista balear Lina Tur, "te permite ser tú misma y liberarte de las etiquetas, ir directa a la verdad de la música tal y como la sientes". Tanto es así que en su última grabación, Gioia, ha escrito ella misma las ornamentaciones de las Sonatas op. V de Corelli. "De nada sirve el rigor historicista sin ciertas dosis de creatividad y fantasía", sostiene. Tras años de formación en la capital austriaca, cumplió su sueño de ser solista ("un día, de pronto, tu habitación se convierte en el hotel más caro del mundo, pues apenas paras en casa") y se dedicó a recuperar partituras olvidadas, como las Sonatas de Elisabeth Jacquet de la Guerre, compositora de la corte de Luis XIV que se abrió paso entre Couperin, Rameau y Charpentier. "Hay que conquistar al público joven, desempolvar el repertorio y acabar definitivamente con los complejos de la música clásica", sentencia.

Raquel Andueza

No hay en España soprano más todoterreno y versátil que Raquel Andueza. Experta en el barroco italiano, líder de La Galanía, directora del sello Anima e Corpo y dobladora de películas, la cantante navarra convoca multitudes a su paso por las salas de conciertos. Con el proyecto Yo soy la locura se coronó como una de las más acreditadas especialistas en el repertorio antiguo. "A la gente le sorprende que el siglo XVII suene tan actual, pero es que no hemos cambiado tanto musicalmente", arguye esta admiradora confesa de Madonna que acaba de publicar Miracolo d'amore, un conmovedor surtido de arias y dúos operísticos de Cavalli. Como al resto de sus compañeras, la crisis le ha dejado alguna que otra cicatriz: "A pesar del enorme potencial de nuestro país, seguimos siendo víctimas del belenestebanismo".

Ainoha Arteta

Un fenómeno del que nadie, absolutamente nadie, ha oído a hablar en Sídney. Allí, en el imponente templo operístico de Jørn Utzon, Ainhoa Arteta (Tolosa, 1964) ha encarnado a la aguerrida Tosca de Puccini. "Las divas son necesarias para anestesiar al público contra la rutina!", apunta la soprano vasca, "pero han de ser divas dentro del teatro, y no fuera". De sus personajes admira la complejidad y la intensidad de las emociones. "He muerto y he matado sobre el escenario, pero con el tiempo he aprendido a vivir, a sobrevivir y a convivir con la profesión", dice. Si en otra época los reyes de la ópera eran los cantantes, hoy el cetro es de los directores de escena. "Por eso es tan importante hacerse valer y dejar claro cuáles son tus límites", explica la que fuera alumna del Actors Studio de Nueva York. Trabajo, desde luego, no le falta: entre función y función (del Teatro Bolshói de Moscú a la Ópera de Oviedo, pasando por el San Carlos de Nápoles) esta temporada homenajeará a Lorca con una gira de recitales por España.

Teresa Berganza

Hubo un tiempo en que las grandes divas viajaban con toda la familia de hotel en hotel. "Y le aseguro que entonces no se escatimaba en estrellas", se lanza Teresa Berganza (Madrid, 1933). "Para no separarme de mis hijos, lo invertí todo en calidad de vida. Eso sí", aclara, "más que diva por convicción lo he sido por exigencias de guión". Hace ya varios años que la mezzosoprano se retiró sin hacer ruido de los escenarios. Ahora, dice, solo canta a los grabados de su casa de El Escorial, donde almacena los 180 discos que han alumbrado su carrera, además de fotografías, trajes y una colección de premios. A sus 84 años, la siguen llamando de los grandes conservatorios para impartir clases. "Las nuevas generaciones están muy bien preparadas", señala, "pero el carisma no se estudia. Cuando me preguntan, yo les doy un consejo: trabajar, trabajar y... ¡exacto!".
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