domingo, 4 de junio de 2017

378 dC. LA BATALLA DE ADRIANÓPOLIS

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378 dC. LA BATALLA DE ADRIANÓPOLIS

La batalla de Adrianópolis tiene una importancia decisiva en la Historia ya que fue la derrota más importante de Roma después de Cannas y, a diferencia de ésta, sus consecuencias fueron terribles para el Imperio.

ANTECEDENTES
Como ya hemos visto, los godos procedían de Escandinavia y, tras una larga migración, aparecieron a las puertas del limes romano. A partir del año 240 dC comenzaron a realizar incursiones para depredar la Dacia, costosamente conquistada por el gran emperador Trajano y estúpidamente abandonada por el intelectual Adriano, cuya cabeza estaba tan ocupada con su amigo Antinoo, que en lugar de pensar en la seguridad del Imperio, se dedicó a abandonar las nuevas conquistas y a construir inútiles muros que de nada sirvieron. La estrategia de César, derrotar al enemigo allí donde se hallara, y si se hallaba en el mismísimo infierno, pues allí que se iba, fue dejada de lado por Augusto, cuya visión estratégica no incluía aspectos meramente militares. Así, el Imperio Romano, diseñado por César, fue edificado por Augusto con un terrible defecto de construcción: sus cimientos, y a pesar de los esfuerzos de Trajano por retomar la idea estratégica de César, sus sucesores se empeñaron en no prestar atención al problema.
Sólo la soberbia superioridad táctica del ejército romano mantenía a salvo esa frontera de juguete llamada "limes", pero como la "Línea Maginot" francesa o la "Muralla Atlántica" alemana, las líneas defensivas estratégicas no son más que un despilfarro que lleva a una ruina segura.
Tarde o temprano, pero a la ruina segura. Como bien supieron los espartanos: no son los muros los que tienen que defender a los hombres, sino los hombres los que tienen que defender los muros.
Y así encontramos a los godos presionando el limes del Danubio, precisamente el más débil, en un momento en el que la superioridad táctica romana sobre sus enemigos se venía abajo. Las sucesivas crisis económicas provocan una drástica reducción de la calidad del equipamiento militar romano cuya más nefasta consecuencia es que las legiones tengan que equiparse con el mismo equipo que las tropas auxiliares y que éstas empiecen a equiparse con lo que pueden encontrar por ahí. De la magnífica lorica segmentata, la coraza de placas articuladas del siglo I dC pasamos de nuevo a la cota de mallas, se abandonan el pilum, el gladius y el scutum y los soldados romanos pasan a equiparse igual que los germanos, incluso las soberbias legiones desaparecen y son sustituidas por dos tipos de unidades: los limitanei o unidades de frontera que más que soldados son aduaneros y los comitatenses, un "ejército móvil" que en teoría debe acudir allí donde esté el peligro. Lo que hizo en realidad esta reforma de Constantino fue desbaratar la superioridad táctica de la infantería romana, la auténtica clave de la hegemonía militar de Roma desde la conquista de Italia. En realidad, Constantino, que acababa de ganar una guerra civil contra Majencio, lo que hizo fue convertir el ejército romano en un elemento meramente defensivo, alejado de las necesidades estratégicas lógicas y cada vez más alejado de los ciudadanos romanos, y de esta manera, la defensa del Imperio era algo que iba cada vez más alejándose de los ciudadanos. Lo verdaderamente milagroso es que con semejante doctrina estratégica, Roma consiguiera subsistir hasta el año 476.

Convertidos en "federados" a sueldo, los godos se especializaron en el chantaje al Imperio que, en lugar de resolver la situación por las bravas, se dedicó a untarles con más oro a cambio de defender sus fronteras ¡que los mismos godos atacaban cada dos por tres! ... y en esto llegaron los hunos desde el Este. En 376 el emperador de Oriente (el Imperio se hallaba dividido en dos mitades), en un nuevo disparate más, les permitió cruzar el Danubio y asentarse dentro de las fronteras imperiales, hecho que los godos agradecieron dedicándose a saquear todo lo que encontraban a su paso. El emperador Valente, comprendió por fin el error cometido y pidió ayuda al emperador de Occidente, su sobrino Graciano, que le envió un ejército, pero Valente, que era un pésimo político, aún era peor militar. Convencido de que podía derrotar a los godos él sólo, marchó con su ejército hacia Adrianópolis sin esperar los refuerzos. Quizás pensaba que igual que los atenienses no necesitaron a los espartanos en Maratón él también era capaz de derrotar a los godos sin ayuda...
Para el relato de la batalla tenemos dos buenas romanas: Paulo Orosio y Amiano Marcelino. Si bien su relato estricto de la batalla es correcto, no lo es su interpretación. Más adelante veremos por qué.

LAS FUERZAS ENFRENTADAS
Muchas lagunas son las que se abren sobre nosotros en el tema de las fuerzas en combate. Personalmente considero un grave error comentar literalmente la Notitia Dignitatum, un extenso e interesantísimo listado militar romano que se conserva y que se puede fechar a finales del siglo IV y comienzos del V, precisamente porque la Notitia nos muestra el ejército reconstruido tras el desastre de Adrianópolis y creo seguro que tras él se introdujeron importantes cambios, como por otra parte parece lógico.
La aproximación más lógica es que Valente contaba con un ejército de unos 60.000 hombres y los godos con unos 200.000 guerreros, aunque esta última cifra puede que se refiera a todo el conjunto de hombres, incluidos siervos, etc. Que los godos superaban en más del doble de número a los romanos parece lógico, pero la cifra concreta, 150.000 ó 200.000 no la conocemos, yo me inclino más por una cifra cercana a los 150.000 guerreros de todas clases.
El siguiente cuadro es mi aproximación especulativa al total de fuerzas empeñadas:
Godos:
150.000.      ADRIANÓPOLIS     .
Romanos de Oriente:
56.500
Caballería
Guardia de Fritigerno:1.000
Scholae Palatinae:
1.500
Guardia de Alatheo:500
Equites Palatinae:
1.000
Guardia de Sphrax:500
Equites Comitatenses:
5.000
Grethungos:2.500
Alanos:1.500
Hunos:500
Otros:
5.000
11.500
7.500
Infantería pesada
Guerreros godos:
105.000
Legiones Palatinae:
5.000
Otros:
12.500
Auxilia Palatinae:
6.000
Otros:
10.000
122.500
21.000
Infantería ligera
Grethungos:
1.000
Auxiliares::
28.000
Otros:
20.000
21.00028.000
La inmediata creción de un ejército móvil de 20.000 reclutas tras el desastre concuerda perfectamente con los 21.000 que debieron componer tal fuerza en Adrianópolis, la cifra de 25.000 infantes ligeros, la antigua infantería auxiliar altoimperial es aproximada, sin embargo, las unidades que según la Notitia Dignitatum no participaron en la batalla son de infantería auxiliar, así que parece lógico que Valente las mantuviera en reserva (estratégica, que no táctica). Así, la suma concuerda con un total aproximado de 60.000 hombres que parece la más razonable, aunque como son tan pocos los datos que tenemos que evidentemente, puedo equivocarme en mi planteamiento.
El Ejército Imperial de Oriente era un buen ejército, aún no siendo ni la sombra del de César o Trajano, pero era un ejército profesional y sus hombres estaban a la altura de las circunstancias, no así su mando como ya hemos visto. El núcleo del ejército eran las legiones palatinae, unidades de élite de 1.000 hombres cada una de las que Valente empeñó aquí cinco, además de ellas estaban los auxilia palatinae y otro tipo de unidades auxiliares, en conjunto esta fuerza de élite debía rondar los 21.000 hombres. Un gran núcleo de unidades heterogéneas auxiliares de infantería ligera, cuyo número debía ser mayor que el de las anteriores, completaría las fuerzas de infantería. La caballería era primordialmente pesada y la formaban unidades también de élite. Yo he calculado un total de 7.500 jinetes.
A pesar de comentarios como los de Amiano Marcelino, los "bárbaros" no desconocían los secretos de la táctica. Ni mucho menos. Ya César tuvo que vérselas en su campaña contra los helvecios de 58 aC con una impecable maniobra de flanqueo, excelentemente ejecutada. El desprecio que los historiadores romanos sienten por la táctica de los bárbaros, no es más que el reflejo del orgullo patriótico ya expresado mucho antes por Tácito. De hecho, la trampa que Decébalo le montó a Trajano en Tapae en 101 dC, es más propia de un Aníbal que de un "bárbaro". Fue precisamente la soberbia la que derrotó a los romanos en Adrianópolis. Su propia soberbia. El ejército godo no era, ni mucho menos, esa masa amorfa de bárbaros que algunos románticos indocumentados imaginan. Los godos tenían un ejército perfectamente profesionalizado, organizado con unidades altamente especializadas, veteranas y muy capacitadas.
Frente a mucho de lo que se ha dicho, la "gran" superioridad" de la caballeríoa goda frente a la romana no es más que otro mito. La habitual explicación sobre la victoria goda gracias a la caballería es simplona, y aquí no hago más que seguir la línea de grandes historiadores militares como Ferril. La batalla de Adrianópolis, como la de Cannas, la de Zama o la de Farsalia, tienen un fuerte componente táctico en la caballería, pero en ninguna de estas batallas resultó tan decisivo como para dar la victoria. De hecho, lo más probable es que parte de la caballería goda combatiera desmontada. Tampoco estoy de acuerdo con los que apuntan que Adrianópolis fue una batalla de infantería y que la maniobra de la caballería goda (que más tarde estudiaremos) no tuvo tantas consecuencias como Amiano u Orosio nos hacen ver.
Ni una cosa ni la otra, la realidad siempre suele estar en el término medio.
Vamos a buscarla.

LA BATALLA
Durante siglos, la historiografía, empezando por la romana, nos ha narrado la batalla de Adrianópolis como la consecución de una serie encadenada de desaciertos y casualidades. Nada más lejos de la realidad. Ojalá que este modesto relato sirva para dejar, de una vez, bien claro qué es lo que en realidad ocurrió en Adrianópolis.
Desaciertos por parte romana los hubo, ¡todos y más!, pero casualidades, ni una sola. Adrianópolis fue una trampa hábilmente montada por los godos, en la que el inútil de Valente cayó como el pardillo que era. Los relatos de Orosio y Amiano no son más que reflejos del estilo de Tito Livio cuando narra Cannas. Para entender la historia militar hace falta algo más que saber de estreategia y táctica y ese algo nos lo da el estudio de las fuentes. ¿Qué fuentes? pues las romanas, ya que fuentes godas no tenemos, y visto el resultado, no me extraña que los godos no se apresuraran a poner por escrito lo que había ocurrido: ya lo habían hecho los romanos por ellos mismos, que bien complacidos debieron quedar.
Valente llegó a la elevación de terreno donde los godos habían acampado con su característico círculo de carros... ¡sin que ni él supiera que estaban allí, ni los godos supieran que llegaba!
Se ve que ni los romanos tenían exploradores ni los godos tampoco, y que ambas formaciones se dieron de bruces al doblar una esquina en plena noche. Pero resulta que en el terreno que circunda el lugar de la batalla es, materialmente imposible, "esconder" un ejército de 60.000 hombres que marcha con su tren de bagaje. Resulta también que los romanos tenían 7.500 jinetes, que según algunos debieron dedicarse a recoger margaritas por el camino, en lugar de servir como avanzada de cobertura. Y resulta que los godos tenían unos 12.000 jinetes que, parece ser, fueron todos ellos sin excepción enviados a forrajear. Todos, porque según algunos, allí no quedó ni uno para darse una vuelta a ver si pasaba algo. Y así tenemos un ejército de 60.000 hombres que comienza una marcha en la mañana por terreno prácticamente despejado y llega, a las 14:00 de la tarde ¡un 9 de agosto! (que no se supone precisamente un día frío y con niebla...) y en medio de una llanura de varios kilómetros de extensión, se da de bruces con el campamento de 150.000 godos.
Seguimos... Los romanos llegan ante el campamento godo a la hora octava, las 14:00, forman en orden de batalla, con la vanguardia en el ala derecha y la retaguardia (la última en llegar) en el ala derecha. Todo esto con los romanos agotados por la larga marcha, sin haber comido y abrasados por el sol. Ni tiempo tuvieron para beber un trago de agua.
Pero el desastre aún sería alimentado convenientemente por un mando incapaz. Según el relato de Amiano, parte de las tropas ligeras se adelantó para combatir contra los godos. Esto es perfectamente lógico si al mando está un Valente, que debió ver que su larga línea de marcha tardaba demasiado en formar el orden de batalla y ordenó a sus tropas ligeras que sirvieran de cobertura al despliegue ¡y atacaran a los godos! Pero no se espante el amable lector, que aún veremos algunos ejemplos más de la ineptitud de este emperador con menos luces tátcticas que un cabo furriel.
¿Qué hubieran hecho un Mario, un César o un Trajano? Primero no hubieran ido a Adrianópolis en esas condiciones, pero si hubieran ido, desde luego, lo primero que se hubieran preguntado es: ¿dónde está la caballería goda? y no hubieran tardado ni diez segundos en darse cuenta de la trampa que había allí montada. Pero Valente, militarmente hablando, no le llegaba a la suela de las caligae ni a la mula emérita del último contubernium de la legión más novata de César. Formado su ejército en dos líneas, con los auxiliares en primera línea y las legiones y cuerpos de élite en segunda, y con la mayor parte de la caballería en su ala izquierda, porque los godos habían agrupado carros en el ala contraria para que sirvieran de barricada (hasta en eso picó Valente), la suerte de los romanos estaba echada. Así que lanzó a su ejército contra los godos, que habían formado una línea de combate frente a su campamento, al mando de Fritigerno. Los relatos antiguos nos dicen que el ala izquierda romana empujó la formación goda obligándola a retirarse.
Por supuesto, porque fue precisamente por ahí por donde apareció la caballería goda para cargar contra la línea romana. La caballería del ala izquierda de Valente, unos 6.000 jinetes fue atacada y vencida por los 12.000 godos que "salieron de la nada". Después rodearon la formación romana y atacaron el ala derecha que también derrotaron, dejando a la infantería sin cobertura, en terreno despejado, en franca inferioridad numérica, agotados, hambrientos, sedientos y con la certeza de que allí morirían.
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Y entonces aquellos soldados enviados al desastre por Valente demostraron lo que valían.
Herederos de aquellas legiones de Escipión el Africano, de Mario, de César y de Trajano, aquellos hombres resistieron a pie firme en sus posiciones, defendiendo sus estandartes. Entre ellos, Valente, el hombre responsable de aquel desastre, cuyo último acto fue combatir junto a sus hombres hasta el final, lo que póstumemente le honra, aunque no le libera de la culpa de la derrota.
Con la caída de la tarde, los godos rompieron lo que quedaba de las líneas romanas destruyendo los restos del ejército de Oriente.
De los 60.000 hombres de Valente, menos de 20.000 consiguieron retirarse con vida de aquel infierno. Entre los muertos estaba el propio emperador que cayó combatiendo junto a sus soldados.
Su cuerpo no pudo ser identificado.

Adrianópolis fue la más grande derrota de Roma desde su fundación, 1.131 años antes. Militarmente el Imperio Romano, tanto el Occidental como el Oriental eran superiores a sus enemigos, pero los errores de un emperador incompetente dieron al traste con esa superioridad. Occidente jamás se recuperó de ese desastre que destruyó a un ejército competente junto con su sistema de mandos, pero lo más grave es que ese ejército era irreemplazable, tanto en tropa como en mandos y por ello Roma se vió obligada a depender de sus vencedores godos que se aliaron con ella para defenderla. Evidentemente esta situación sólo podía llevar al desastre y en el año 476 el rey ostrogodo Odoacro depuso al último emperador de Occidente. El Imperio Romano de Oriente sobrevivió 1.000 años más porque estaba mejor gobernado. Y precisamente ésa fue la diferencia entre la caída de Roma y el esplendor de Bizancio, la diferencia de calidad entre sus gobernantes, aunque el responsable de la batalla que hundió militarmente al Imperio 

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