jueves, 8 de junio de 2017

Cómo era la prostitución en Rusia en vísperas de la revolución

Cómo era la prostitución en Rusia en vísperas de la revolución

1 de marzo de 2017 YELIZAVETA GUSÁLOVAARZAMAS

Los burdeles oficiales aparecieron en 1917, pero a pesar de ello seguía la explotación de las mujeres dedicadas a la prostitución. La revolución volvió a considerarla ileg
Сantante de cabaret Máslennikova. Fuente: ArchivoСantante de cabaret Máslennikova. Fuente: Archivo
Los primeros burdeles oficiales aparecieron en San Petersburgo a mediados del siglo XIX. En 1843 se organizó el primer comité policial-sanitario que registraba oficialmente a las mujeres que vendían su cuerpo. También se creó una “Tabla sobre prostitución” (1844), que establecía las condiciones de la vida en los prostíbulos, así como los derechos y obligaciones de las mujeres. A principios del siglo XX cambiaron los lugares en los que trabajaban las mujeres y se puso de moda otro tipo de mujer, pero la jerarquía principal de este mundo semiilegal se conservó.

La matrona que regenta el burdel

Una mujer de entre 30 y 60 años, vivía en el burdel y controlaba el cumplimiento de las normas del local, la higiene de las chicas y sus documentos. También se acordaba la participación de la dueña en la cuenta de los servicios: ella se llevaba tres cuartas del dinero y la chica se llevaba la parte restante.
Aprovechándose de la falta de derechos de sus empleadas, muchas matronas solían desplumarlas de forma impune. De este modo, las prostitutas se encontraban en un estado de esclavitud y a menudo no podían abandonar la casa debido a las deudas contraídas.
La obligación principal de la matrona era registrar a las mujeres en el comité policial-sanitario.
Prostitutas en la Rusia Imperial. Fuente: ArchivoProstitutas en la Rusia Imperial. Fuente: Archivo

La prostituta de cartilla

Cuando una mujer se registraba, cambiaban su pasaporte por una cartilla amarilla. Estas mujeres estaban obligadas a pasar exámenes médicos regularmente y estaban empadronadas en un burdel concreto. Además, en el siglo XIX el gobierno introdujo libros de cuentas. Gracias a ellos, las prostitutas de cartilla pudieron ganar dinero y dejaron de estar totalmente sometidas a la matrona como antes.
Entre las prostitutas de cartilla había mujeres educadas que hablaban varios idiomas extranjeros y que, tras sufrir una completa degradación social, habían optado por trabajar en aquellos lugares sucios y oscuros y en albergues.
En su novela El capitán Rýbnikov, Alexander Kuprín describe un burdel de moda:
“Aquel lugar era algo entre un burdel caro y un club de lujo: tenía una entrada elegante, un oso disecado en la antesala, alfombras, cortinas de seda, lámparas de araña y sirvientes en frac y guantes. Allí acudían los hombres a terminar la noche cuando cerraban los restaurantes. En aquel lugar se jugaba a las cartas, había vinos caros y siempre se sentía el aroma de las mujeres bonitas y jóvenes, que cambiaban a menudo”.

La prostituta de cédula en blanco

Una mujer soltera que no estaba agregada a ninguna casa de tolerancia se llamaba “prostituta en blanco”. La mayor parte de ellas eran llevadas a la fuerza a registrarse en el comité policial-sanitario a la fuerza tras una redada. A estas mujeres se les entregaban unas cédulas en blanco especiales que les dieron el nombre.
Las prostitutas de cédula en blanco solían ser las más vulnerables del sistema. Pese a ser independientes de ninguna institución, o bien caían en manos de un proxeneta al que alquilaban una esquina, o bien arriesgaban su vida cada día saliendo a trabajar de noche a las calle de la ciudad. A menudo se convertían en víctimas de criminales y maníacos. En los años 1908-1910 en San Petersburgo se cometió una serie de violentos asesinatos de prostitutas de cédula en blanco.
Prostitutas de cédula en blanco detenidas por la policía. Fuente: ArchivoProstitutas de cédula en blanco detenidas por la policía. Fuente: Archivo
Pero no todas las trabajadoras independientes corrían este riesgo: existía una clase de prostitutas llamadas “aristócratas”, que recibían a sus clientes en lujosos apartamentos. En la prensa de San Petersburgo de principios del siglo XX se encontraban frecuentemente anuncios de este tipo:
“Joven sin pasado, con reputación impecable, pero necesitada de dinero, entregará todo lo que tiene a quien le dé 200 rublos”.
O:
“Muchacha joven y alegre dispuesta a prestar sus servicios a un hombre mayor a cambio de una remuneración decente. Amante de la vida y sus placeres”.
Cabe señalar que a las prostitutas de cédula en blanco más sencillas les estaba prácticamente prohibido trabajar en el centro de la ciudad. Por lo general, las prostitutas que trabajaban en los parques solían estar relacionadas con el mundo del crimen de San Petersburgo.

La prostituta secreta

A principios de la Primera Guerra Mundial, el número de mujeres que trabajaban sin cartilla y sin cédula en blanco era mucho mayor que el de las prostitutas registradas. Generalmente, estas trabajadoras extraoficiales solían ser jóvenes decentes a las que las prostitutas de cédula en blanco abocaban a esta ocupación. El mercado de la prostitución clandestina estaba completamente controlados por organizaciones criminales.
Estas prostitutas secretas no pasaban controles médicos y tenían muchas más probabilidades de contraer enfermedades venéreas, que comenzaron a extenderse como la pólvora. Si en 1910 había contraído la sífilis cerca de un 50 % de prostitutas, en 1914 el porcentaje subió al 76 %.
En febrero de 1917, la revolución que trajo la libertad y cambió las costumbres, liberó también a la mujer. Se suprimió el comité policial-sanitario y todas las prostitutas pasaron a estar fuera de la ley. Ya no podían recibir ningún tipo de ayuda del Estado. La Rusia revolucionaria derogó la prostitución sacando del marco legal a esta profesión que no era propia de la nueva mujer libre.

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