sábado, 29 de julio de 2017

¿Estamos inmersos en un universo holográfico?

¿Estamos inmersos en un universo holográfico?

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Según Bodhidharma, primer patriarca zen: “Mientras busques a Buda en alguna parte, nunca veras que tu propia mente es el Buda“. Los coches que pasan por la calle, las personas que vemos caminar, los edificios que nos rodean, los árboles que observamos, incluso nosotros mismos, todos parecen reales, sólidos y tridimensionales. Sin embargo, existe la posibilidad de que todo lo que vemos en el universo pudiera ser, !oh sorpresa!, un holograma. Hay claros indicios de que esta posibilidad pudiera ser cierta. Si así fuera se daría un vuelco a lo que nosotros consideramos la realidad. Y este es un tema que me apasiona. Un holograma es una imagen que ha sido transformada, reubicándose la luz que la refleja y colocándose de manera tal que para la vista humana el objeto que se representa pueda ser visto en diferentes planos al mismo tiempo, permitiendo entonces que el cerebro de quien la observa la entienda como una imagen tridimensional, a pesar de estar hecha en un soporte bidimensional. La posibilidad de que el universo sea un holograma se basa en algunas nuevas teorías de la física, pero con evidentes repercusiones en los terrenos metafísico, psicológico, neurológico, religioso, etc… Todo empezó en 1975, cuando Stephen Hawking, el genial físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico británico, logró demostrar que en realidad los agujeros negros son capaces de emitir radiación. Este proceso lleva desde entonces su nombre y se conoce como ‘radiación Hawking’. Pero esta idea planteó un serio problema. Si los agujeros negros emiten radiación, eso significa que van perdiendo masa, y la consecuencia es que el agujero negro se iría haciendo cada vez más pequeño, evaporándose hasta desaparecer por completo del universo. Y si fuera cierto que los agujeros negros pueden evaporarse, toda esa información cuántica sobre el estado de cada partícula se perdería para siempre, algo que no tiene ningún sentido en el universo en el que vivimos y que cuestionaría seriamente todo lo que sabemos sobre la naturaleza de la materia, el espacio y el tiempo. La pérdida de información en los agujeros negros puede derribar uno de los pilares de la mecánica cuántica, que se basa en el hecho de que la información cuántica que lleva incorporada la materia jamás se destruye.
La naturaleza de la realidad ha fascinado a la humanidad desde el principio de su existencia. Pero la cuestión es, ¿existe el mundo físico? Es interesante observar cómo muchos filósofos cuestionan la existencia misma de la realidad. Al fin de cuentas, si el cerebro es capaz de generar un mundo físico y de hacernos vivir experiencias durante el sueño, nada nos asegura que nuestra realidad no sea así mismo una ilusión generada por alguna desconocida ley del universo, o por alguna deidad que juega con las vidas de los hombres. En todo caso, lo cierto es que la realidad tal como la entendemos parece ser extremadamente compleja y estar muy condicionada por lo que nuestras mentes perciben como real. La física cuántica, que nace en 1904 con la determinación de la constante de Planck, profundizará en estos misterios. Pero, ¿qué es la teoría cuántica? La teoría cuántica es uno de los pilares fundamentales de la física actual. Se trata de una teoría que reúne un formalismo matemático y conceptual, y que recoge un conjunto de nuevas ideas introducidas a lo largo del primer tercio del siglo XX, a fin de dar explicación a procesos cuya comprensión se hallaba en conflicto con las concepciones físicas vigentes en aquel momento, sobre todo si se tiene en cuenta el notable éxito experimental que éstas habían mostrado a lo largo del siglo XIX, apoyándose básicamente en la mecánica de Newton y la teoría electromagnética de Maxwell, en 1865. Las ideas que sustentan la teoría cuántica surgieron como alternativa al tratar de explicar el comportamiento de sistemas, en los que el aparato conceptual de la física clásica se mostraba insuficiente. Es decir, una serie de observaciones empíricas cuya explicación no era abordable a través de los métodos existentes, propició la aparición de las nuevas ideas. La Ley de Rayleigh-Jeans (1899) trataba de explicar un fenómeno físico denominado radiación del cuerpo negro, es decir, el proceso que describe la interacción entre la materia y la radiación. Dicho de otra manera, el modo en que la materia intercambia energía, emitiéndola o absorbiéndola, con una fuente de radiación. Pero además de la Ley de Rayleigh-Jeans había otra ley, la Ley de Wien (1893), que pretendía también explicar el mismo fenómeno.

La Ley de Wien daba una explicación experimental correcta si la frecuencia de la radiación era alta, pero fallaba para frecuencias bajas. Por su parte, la Ley de Rayleigh-Jeans daba una explicación experimental correcta si la frecuencia de la radiación era baja, pero fallaba para frecuencias altas. La frecuencia es una de las características que definen la radiación, y en general cualquier fenómeno en el que intervengan ondas. Puede interpretarse la frecuencia como el número de oscilaciones por unidad de tiempo. Toda la gama de posibles frecuencias para una radiación en la naturaleza se hallan contenidas en el espectro electromagnético, el cual, según el valor de la frecuencia elegida, determina un tipo u otro de radiación. En 1900, Max Planck (1858 – 1947), físico y matemático alemán, puso la primera piedra del edificio de la teoría cuántica. Postuló una ley, llamada la Ley de Planck, que explicaba de manera unificada la radiación del cuerpo negro, a través de todo el espectro de frecuencias. ¿Qué es lo que aportaba la ley de Planck y que no se hallase ya implícito en las leyes de Wien y de Rayleigh-Jeans? Se trataba de algo tan importante como novedoso. En realidad es el responsable de la primera gran crisis provocada por la teoría cuántica sobre el marco conceptual de la física clásica. Ésta suponía que el intercambio de energía entre la radiación y la materia ocurría a través de un proceso continuo. Es decir, una radiación de frecuencia podía ceder cualquier cantidad de energía al ser absorbida por la materia. Según el famoso físico Werner Heisenberg: “La gran contribución a la física teórica llegada de Japón desde la última guerra puede indicar cierta relación entre las ideas filosóficas tradicionales del lejano Oriente y la sustancia filosófica de la teoría cuántica“. Lo que postuló Planck, al introducir su ley, es que la única manera de obtener una fórmula experimentalmente correcta exigía la suposición de que dicho intercambio de energía debía suceder de una manera discontinua, es decir, a través de la emisión y absorción de cantidades discretas de energía, que hoy denominamos “quantums” de radiación.

Los antiguos filósofos y científicos orientales utilizaban conceptos que serían básicos para la teoría de la relatividad, al considerar que nuestras nociones de geometría no son propiedades de la naturaleza, absolutas e inamovibles, sino construcciones intelectuales. En palabras de Ashvaghosha, antiguo poeta budista de la India: “Que quede claro que el espacio no es más que un modo de particularización y que no tiene una existencia real por sí mismo. El espacio sólo existe en relación con nuestra consciencia particularizante”. Los místicos orientales parecen ser capaces de alcanzar estados de consciencia no ordinarios, en los cuales trascienden el mundo tridimensional de la vida cotidiana, llegando a experimentar una realidad multidimensional, más elevada. Así, Sri Aurobindo, maestro de yoga y poeta indio, habla de “un cambio sutil que hace que la vista vea en una especie de cuarta dimensión“. Las dimensiones de estos estados de consciencia tal vez no sean las mismas que las que estamos tratando en la física relativista, pero resulta sorprendente que hayan guiado a los místicos hacia conceptos de espacio y tiempo muy similares a los manejados en la teoría de la relatividad. El Avatamsaka Sutra (Sutra de la Guirnalda), texto budista Mahāyāna, da una vívida descripción de cómo se experimenta el mundo en el estado iluminado. La consciencia es la “interpenetración del espacio y el tiempo“, expresión perfecta para describir la realidad espacio-temporal, que es repetidamente resaltada en dicho sutra y está considerada como la característica esencial del estado mental iluminado. En palabras de Daisetsu Teitaro Suzuki, filósofo japonés y uno de los promotores del zen en Occidente: “El significado del Avatamsaka y de su filosofía será incomprensible a menos que experimentemos un estado de completa disolución, donde no exista diferenciación entre la mente y el cuerpo, entre el sujeto y el objeto. Entonces miramos alrededor y vemos eso, que cada objeto está relacionado con todos los demás objetos, no sólo espacialmente, sino temporalmente. Experimentamos que no hay espacio sin tiempo, que no hay tiempo sin espacio; que se interpenetran”. Los sabios orientales hablan también de una ampliación de su experiencia del mundo en estados de consciencia más elevados, y afirman que estos estados contienen una experiencia del tiempo y del espacio radicalmente diferente. No sólo afirman que en la meditación van más allá del espacio tridimensional ordinario, sino también e incluso con más fuerza, ya que trascienden la consciencia ordinaria del tiempo. En lugar de una sucesión lineal de instantes, experimentan, según dicen, un presente infinito, eterno, y sin embargo, dinámico.
En los párrafos siguientes, tres místicos orientales hablan sobre la experiencia de este “eterno ahora“. Se trata del sabio taoísta Chuang Tzu, de Hui-neng, el sexto patriarca zen, y D. T. Suzuki, un contemporáneo erudito budista. Según Chuang Tzu: “Olvidemos el paso del tiempo, olvidemos el conflicto de opiniones. Hagamos nuestra llamada a lo infinito, y tomemos allí nuestras posiciones”. Según Hui-neng: “La tranquilidad absoluta es el momento presente. Aunque es en este momento, este momento no tiene límite, y en esto radica su eterna delicia”. Según D. T. Suzuki: “En este mundo espiritual no existen divisiones de tiempo tales como pasado, presente y futuro; porque se han contraído a sí mismas en un simple momento del presente, donde la vida palpita en su verdadero sentido. En ese momento presente de iluminación están envueltos el pasado y el futuro y no es algo que permanezca inmóvil con todos sus contenidos, sino que se mueve incesantemente”. Lo que antes era territorio de los filósofos se convertirá en componente central de la ciencia, a través de la proposición de la función de onda del físico austriaco Erwin Schrödinger y su verificación por parte del físico teórico estadounidense Richard Feynman, un par de décadas más tarde. En la segunda mitad del siglo XX y la primera mitad del siglo XXI se ha hecho progresivamente más fuerte la noción de que la realidad dista mucho de aquello que vemos, al menos a escala microscópica, y que nuestras mentes tienen alguna influencia sobre ella. Un punto culminante de estos conceptos vendrá con la teoría de la realidad holográfica del universo. En esta teoría se sostiene que la realidad del universo no es más que una frontera del universo en sí. Explicarlo es extremadamente complejo. La teoría tradicional del origen del universo supone que existe un momento en el cual, por una razón desconocida, una singularidad, o una región que no puede explicarse con las leyes de la física, generó una explosión que creó el universo conocido. Esta teoría afirma que tal singularidad no existe en sí misma, sino que es el umbral más allá del cual la realidad no existe. El universo, entonces, partiría desde este punto, creciendo en círculos concéntricos en un proceso de aumento acelerado del tamaño, por lo que la realidad como la conocemos no sería sino la frontera de esta esfera generada en torno al punto inicial, lo que se conoce como horizonte de sucesos, de manera similar que en los agujeros negros.

Este horizonte de sucesos no sería más que la representación en cuatro dimensiones del punto inicial, que sería tridimensional, con dos dimensiones espaciales y una temporal, y que se ubicaría en la base de todo el sistema. En este supuesto se incluye el tiempo como una dimensión más, tal como formuló Stephen Hawking. Así como un holograma es una representación tridimensional ubicada sobre un área bidimensional, la realidad, tal como la percibimos, no sería sino una parte del universo, lo que implicaría una representación cuatro dimensional sobre una superficie tridimensional. Las implicaciones de esto son muy importantes. De acuerdo con Stephen Hawking, el universo holográfico que percibimos no sería sino uno de los millones de universos posibles, todos los cuales podrían ser representaciones de un misterioso núcleo central tridimensional, que sería la verdadera realidad. No sabemos cómo se podrá aplicar esta teoría al desarrollo de nuevas tecnologías, pero ya ha revolucionado la manera en que entendemos el universo. Generalmente se dice que los agujeros negros destruyen cualquier información que llega a ellos, lo que plantea un gran problema a los físicos, por lo que los mejores científicos del mundo tratan de resolverlo. Pero, ¿dónde está la información que debería almacenar el agujero negro? Nuestro universo es solo información cuántica, según el físico Vlatko Vedral, que sostiene, nada menos, que el cosmos no estaría compuesto de materia ni de energía. Desde 2009 Vlatko Vedral es profesor de Información Cuántica en Oxford. En 2010, Vedral publicó en Oxford una obra titulada Decoding Reality(Descodificando la realidad), en cuya obra Vedral sostiene que el universo no estaría compuesto de materia ni de energía, sino solo de información. En una entrevista efectuada por el divulgador científico Eduard Punset en el programa Redes, en RTVE, Vlatko Vedral dijo: “La escala más pequeña del universo –la que se rige por las leyes de la física cuántica– parece un desafío al sentido común. Los objetos subatómicos pueden estar en más de un sitio a la vez, dos partículas en extremos opuestos de una galaxia pueden compartir información instantáneamente, y el mero hecho de observar un fenómeno cuántico puede modificarlo radicalmente. Pero lo más extraño de todo es que el universo mismo no estaría compuesto de materia ni de energía sino de información“.

Más adelante, Vedral comienza a explicar esta última afirmación, a saber, que la información es más importante que la materia o la energía, hasta el punto de que el verdadero componente radical del universo sería la información. Para Vedral esto quiere decir que antes de que existiera materia o energía, ya existía información. Y Vedral continua diciendo: “Sí. Es una idea muy extraña que está surgiendo en mi campo de investigación. Cuando analizamos las unidades fundamentales de la realidad, las que lo componen todo a nuestro alrededor, creo que ya no debemos pensar en estas unidades como fragmentos de energía o materia, sino que deberíamos pensar en ellas como unidades de información. Me parece que la mecánica cuántica, nuevamente, supone la clave para entender este fenómeno, porque la mecánica cuántica tiene otra propiedad (que supongo que a personas como Einstein no les gustaba) que es la siguiente: en la mecánica cuántica no se puede decir que algo exista o no, a no ser que se haya realizado una medición, así que es impreciso decir: «tenemos un átomo situado aquí», a no ser que hayamos interactuado con ese átomo y recibido información que corrobore su existencia ahí. Por ende, es incorrecto lógica y físicamente, o mejor dicho experimentalmente, hablar de fragmentos de energía o materia que existan con independencia de nuestra capacidad de confirmarlo experimentalmente. De algún modo, nuestra interacción con el mundo es fundamental para que surja el propio mundo, y no se puede hablar de él independientemente de eso. Por esta razón, mi hipótesis es que, en realidad, las unidades de información son lo que crea la realidad, no las unidades de materia ni energía. Ya no debemos pensar en las unidades más elementales de la realidad como fragmentos de energía o materia, sino que deberíamos pensar en ellas como unidades de información”.
La interpretación del universo de Vedral se funda en el concepto de información del genial matemático, ingeniero eléctrico y criptógrafo estadounidense Claude Elwood Shannon (1916 – 2001), que desarrolló la forma matemática de la hoy llamada teoría de la información. Shannon es reconocido por haber fundado el campo de la teoría de la información con la publicación Una teoría matemática de la comunicación, que supuso un hito en 1948. Es quizás igualmente conocido por haber sentado las bases de la teoría del diseño del ordenador digital y el circuito digital en 1937. Con 21 años, mientras realizaba sus estudios en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), demostró con su tesis, que las aplicaciones electrónicas de álgebra booleana podrían construir cualquier relación lógico-numérica. Shannon contribuyó asimismo al campo del criptoanálisis para la defensa de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, con trabajos sobre el descifrado de códigos y la seguridad en las telecomunicaciones. En 1936 aceptó el puesto de asistente de investigación en el departamento de ingeniería eléctrica en el MIT. Su situación le permitió continuar estudiando mientras trabajaba por horas para el departamento, donde trabajó en el computador analógico más avanzado de esa era, el analizador diferencial de Vannevar Bush. En ese momento surgió su interés hacia los circuitos de relés complejos. Intentando simplificar centralitas telefónicas de relés, se dio cuenta de que estos podían usarse para hacer cálculos. Sumado esto a su gusto por la lógica y el álgebra booleana, pudo desarrollar esta idea durante el verano de 1937, que pasó en los laboratorios Bell en la ciudad de Nueva York.

En su tesis doctoral en el MIT, Shannon demostró cómo el álgebra booleana se podía utilizar en el análisis y la síntesis de la conmutación y de los circuitos digitales. La tesis despertó un interés considerable cuando apareció en 1938 en las publicaciones especializadas. En 1940 le fue concedido el premio para ingenieros norteamericanos del Instituto Norteamericano Alfred Noble de los Estados Unidos, otorgado cada año a una persona de no más de treinta años. Un cuarto de siglo más tarde, Herman Goldstine, en su libro Las computadoras desde Pascal hasta Von Neumann, citó su tesis como una de las más importantes de la historia que ayudó a cambiar el diseño de circuitos digitales. Durante el verano de 1938 realizó trabajos de investigación en el MIT y le fue concedida la beca Bolles cuando trabajaba como ayudante de enseñanza mientras realizaba un doctorado en matemática. En 1940 estudió un máster en ingeniería eléctrica y se doctoró en filosofía de la matemática. Shannon pasó quince años en los laboratorios Bell, una asociación muy fructífera con muchos matemáticos y científicos de primera línea, como Harry Nyquist, Walter Houser Brattain, John Bardeen y William Bradford Shockley, inventores del transistor; George Stibitz, quien construyó computadoras basadas en relés; Warren Weaver, quien escribió una extensa y aclaradora introducción a su obra Una teoría matemática de la comunicación y muchos otros más.

Durante este período Shannon trabajó en muchas áreas, y lo más notable fue todo lo referente a la teoría de la información, que se publicó en 1948 con el nombre de Una teoría matemática de la comunicación. En este trabajo se demostró que todas las fuentes de información de la época, como el telégrafo eléctrico, el teléfono, la radio, la gente que habla, las cámaras de televisión, etc., pueden medirse, y que los canales de comunicación tienen una unidad de medida similar, determinando la velocidad máxima de transferencia o capacidad de canal. Demostró también que la información se puede transmitir sobre un canal si y solamente si la magnitud de la fuente no excede la capacidad de transmisión del canal que la conduce, y sentó las bases para la corrección de errores, supresión de ruidos y redundancia. En el área de las computadoras y de la inteligencia artificial, publicó en 1949 un trabajo que describía la programación de una computadora para jugar al ajedrez, convirtiéndose en la base de posteriores desarrollos. En el campo de la biblioteconomía y la documentación, el desarrollo booleano revolucionó las búsquedas en catálogos de bibliotecas o en bases de datos de centros de documentación. A lo largo de su vida recibió numerosas condecoraciones y reconocimientos de universidades e instituciones de todo el mundo. Ante la pregunta de un periodista de si las máquinas podían pensar, replicó: «¡Naturalmente! ¡Usted y yo somos máquinas y vaya si pensamos!». En realidad la experiencia primordial que permite hablar de información es la experiencia psíquica humana. Desde ella decimos que tenemos información sobre el mundo, a través del conocimiento, y que para sobrevivir nos adaptamos al medio en función de la información que poseemos en nuestra realidad humana.
Volviendo al tema de los agujeros negros, vemos que hay una paradoja si consideramos la pérdida de información en los agujeros negros. Y, ¿qué es la “información” para los físicos? En realidad expresa que cualquier partícula de materia, en efecto, lleva íntimamente asociada información física sobre las características que le permiten existir tal y como es. Uno de los pilares de la mecánica cuántica, sin la cual la teoría no funcionaría, se basa en el hecho de que la información cuántica que lleva incorporada la materia jamás se destruye. Así, se supone que aunque los objetos se destruyen en el agujero negro, su información cuántica queda intacta allí. Ante la paradoja de la pérdida de información en los agujeros negros, los mejores astrónomos del mundo están intentando resolver este problema. Para ello se analizan varias opciones. Una sería que los agujeros negros no se evaporan y, por lo tanto, Hawking se equivocó. Otra opción sería que la información en el agujero negro fluyese de algún modo con la ‘radiación Hawking‘. En este caso el agujero negro mantendría la información hasta el último momento y después toda la información se liberaría al universo, de repente. Una tercera opción sería que la información se comprimiese en un espacio microscópico que se mantendría después de la evaporación del agujero negro. No obstante, más recientemente Stephen Hawking volvió a sorprender al mundo asegurando haber ampliado sus ideas sobre la naturaleza de los agujeros negros y haber encontrado un nuevo mecanismo capaz de resolver la paradoja de pérdida de información. Supuso que todas las partículas dejan una especie de “copia” de sí mismas que puede escapar del agujero negro en forma de la radiación planteada por Hawking. Es decir, que la información no se destruiría ni siquiera cuando el agujero negro desapareciera.

Si es cierto y la información se preserva tal y como predice la mecánica cuántica, estaríamos ante una nueva prueba de que la teoría cuántica es correcta y capaz de explicar realmente el universo que nos rodea. Pero actualmente es tan solo una conjetura, ya que incluso la ‘radiación Hawking’ no está todavía probada. Como complemento a lo antes indicado, en 1972, Jacob Bekenstein, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, afirmó que el contenido de la información de un agujero negro es proporcional al área de dos dimensiones de la superficie del su horizonte de sucesos, que es el punto de no retorno en el que cae la luz o materia. El horizonte de sucesos es una superficie imaginaria de forma esférica que rodea a un agujero negro, en la cual la velocidad de escape necesaria para alejarse del mismo coincide con la velocidad de la luz. Por ello, ninguna cosa dentro de él, incluyendo los fotones, puede escapar debido a la atracción de un campo gravitatorio extremadamente intenso. Las partículas del exterior que caen dentro de esta región nunca vuelven a salir, ya que para hacerlo necesitarían una velocidad de escape superior a la de la luz y, hasta el momento la teoría indica que nada puede alcanzarla. Por tanto, no existe modo de observar el interior del horizonte de sucesos, ni de transmitir información hacia el exterior. Esta es la razón por la cual los agujeros negros no tienen características externas visibles de ningún tipo, que permitan determinar su estructura interior o su contenido, siendo imposible establecer en qué estado se encuentra la materia desde que rebasa el horizonte de sucesos hasta que colapsa en el centro del agujero negro.

Pero algunos investigadores de la teoría de cuerdas lograron demostrar cómo la información de la estrella original, que originó el agujero negro, podría ser codificado en trozos pequeños en el horizonte de sucesos, el cual luego lo imprimirla en la radiación de Hawking al ser expulsada del agujero negro. Esto, en principio, resolvía la paradoja. La teoría de cuerdas es un modelo fundamental de física teórica que básicamente asume que las partículas materiales aparentemente puntuales son en realidad “estados vibracionales” de un objeto extendido más básico llamado “cuerda” o “filamento”. De acuerdo con esta propuesta, un electrón no es un simple “punto” sin estructura interna y de dimensión cero, sino un amasijo de cuerdas minúsculas que vibran en un espacio-tiempo de más de cuatro dimensiones. Pero un punto no puede hacer nada más que moverse en un espacio tridimensional. De acuerdo con esta teoría, a nivel “subatómico” se percibiría que el electrón no es en realidad un punto, sino una cuerda en forma de lazo. Una cuerda puede hacer algo más, además de moverse. En realidad puede oscilar de diferentes maneras. Si oscila de cierta manera, entonces, subatómicamente veríamos un electrón; pero si oscila de otra manera, entonces veríamos un fotón, o un quark, o cualquier otra partícula del modelo estándar. Esta teoría, ampliada con otras como la de las supercuerdas o la Teoría M, pretende alejarse de la concepción del punto-partícula. Pero Leonard Susskind, profesor en física teórica en la Universidad Stanford, y Gerard ‘t Hooft, físico neerlandés profesor de la universidad de Utrecht, decidieron llevar la idea un paso más allá. Si una estrella tridimensional puede ser codificada en el horizonte de sucesos bidimensional de un agujero negro, tal vez lo mismo podría ser cierto de todo el universo. Se supone que el universo tiene un horizonte de 42 mil millones años luz de distancia, más allá del cual el punto de luz punto no habría tenido tiempo para llegar hasta nosotros desde el Big Bang. Susskind y ‘t Hooft sugirieron que esta superficie bidimensional pudiera codificar todo el universo tridimensional en el que vivimos. Parece increíble, pero ya tenemos algunas evidencias de que esto pudiera ser cierto.
Los físicos teóricos han sospechado durante largo tiempo que el espacio-tiempo está granulado, como si fuesen pixeles. Un píxel es la menor unidad homogénea en color que forma parte de una imagen digital. Puesto que una superficie bidimensional no puede almacenar la suficiente información para representar a la perfección un objeto tridimensional, estos píxeles tendrían que ser más grandes en un holograma. Según Craig Hogan, profesor de Astronomía y Física en la Universidad de Chicago, además de director del Fermilab Center for Particle Astrophysics: “Estar en el universo [holográfico] es como estar en una película en 3D. A gran escala, se ve suave y tridimensional, pero si uno se acerca a la pantalla, se puede decir que es plano y pixelado“. Craig Hogan observó lecturas de una gran sensibilidad por parte de un detector de movimiento que fue construido para detectar ondas gravitatorias y ondulaciones en el tejido del espacio-tiempo. En efecto, el GEO600 es un detector de ondas gravitacionales, también llamadas señales púlsar, que reside en las cercanías de Hanóver, Alemania. Este instrumento, junto con los detectores interferométricos, son los detectores de ondas gravitacionales más sensibles jamás construidos. Están diseñados para detectar ondulaciones muy pequeñas en la estructura del espacio-tiempo causadas por fenómenos astrofísicos, del orden de 10-21 del tamaño de un átomo en comparación con la distancia entre el Sol y la Tierra. GEO600 puede detectar ondas gravitatorias en un rango de frecuencia de 50 Hz a 1.5 kHz. La construcción de este proyecto comenzó en 1995. En noviembre del 2005 se anunció que LIGO y GEO emprenderían una marcha científica conjunta en diferentes proyectos. LIGO cuenta con dos instrumentos de búsqueda de ondas gravitacionales en Estados Unidos, uno situado en Livingston, Louisiana, y otro en Hanford, Washington. Con estos tres instrumentos se recopilan datos de todo un año, con descansos para ajustes y actualizaciones.

Actualmente se está trabajando en un análisis, que ya será el quinto que haya hecho hasta ahora. En los análisis anteriores no se detectaron señales, pero la calidad de los instrumentos usados y de los análisis mejoró notablemente, haciendo de esta quinta versión la mejor hasta el momento. Se espera en este nuevo análisis la llegada a la Tierra de dos señales de ondas gravitatorias, que sería la primera detección directa de la radiación gravitacional. El 15 de enero del 2009, se informó en la revista New Scientist que el ruido que aparecía presente en los análisis podía ser debido a que el instrumento usado era sensible a las inapreciables fluctuaciones cuánticas del espacio-tiempo. Esta afirmación fue realizada por Craig Hogan sobre la base de su teoría de cómo se influencian las fluctuaciones gravitatorias por el principio holográfico. En junio del 2008 la revista publicó los trabajos de “Ruido Holográfico” del científico Hogan en colaboración con el GEO600. Posteriormente afirmaron en la misma revista que el exceso de ruido de los análisis era exactamente igual a la de los cálculos de Hogan. Según Karsten Danzmann, investigador principal del GEO600, “El trabajo diario y la mejora de las herramientas siempre producirá un ruido extra que se deberá eliminar, de cara a poder comprobar la fidelidad del ruido recibido por el supuesto púlsar. Trabajamos para identificar la causa, eliminarla y hacer frente a la próxima fuente de exceso de ruido“. Pero esta fluctuación inesperada hizo que Hogan sugiriese que podría surgir de “fluctuaciones cuánticas“, debido a la granularidad del espacio-tiempo. En realidad estas fluctuaciones deberían ser demasiado pequeñas para ser detectadas, por lo que el hecho de que fuesen lo suficientemente grandes como para aparecer en las lecturas del GEO600 podía ser evidencia de que realmente el universo es un holograma. Hay que convenir en que un resultado positivo desafiaría todo lo que suponemos acerca del mundo en el que vivimos.

Lo antes indicado demostraría que todo es una proyección de algo ocurriendo en una superficie plana a miles de millones de años luz de distancia de donde percibimos que estamos ubicados. Pero hasta el momento no tenemos idea de lo que ese “algo ocurriendo en una superficie plana” pudiera ser. Todo parece indicar que las manifestaciones de lo que consideramos vida provienen de una única fuente de causalidad que incluye cada átomo del universo. De las partículas subatómicas a las galaxias gigantes, todo sería al mismo tiempo parte infinitesimal y totalidad de un “todo”. Esta concepción es básica en las filosofías orientales, dónde se considera que el mundo material es una ilusión. Alain Aspect, físico experimental de nacionalidad francesa, ha descubierto que los electrones también se “comunican” instantáneamente unos con otros a distancias de incluso mil millones de kilómetros. Otro físico, el estadounidense David Bohm, sostiene que eso es debido al hecho de que la separación de los elementos de la materia es una ilusión y que, en realidad, cada cosa estaría conectada a otra existente, ya que formarían parte de un mismo “organismo”. El paradigma holográfico, el más elaborado modelo de la realidad hasta ahora alcanzado por la ciencia, ha entusiasmado a los científicos. Y, de alguna manera, confirma lo que la doctrina esotérica ha venido afirmando. En 1982 Alain Aspect y su equipo descubren que sometiendo a las partículas subatómicas, como los electrones, a determinadas condiciones, ellas son capaces de comunicarse instantáneamente unas con otras independientemente de la distancia que las separa, sea 10 metros o 10 mil millones de kilómetros. Es como si cada partícula individual supiera exactamente qué cosa están haciendo todas las demás. Este fenómeno sólo puede ser explicado por la teoría de Einstein que excluye la posibilidad de comunicaciones más veloces a la luz, que serían erradas, o bien debido a que las partículas subatómicas son conectadas no-localmente, que parece ser la hipótesis más acreditada.
Como curiosidad debemos decir que Bohm fue contemporáneo y amigo personal de Jiddu Krishnamurti, conocido escritor y orador de la India en materia filosófica y espiritual, a quien conoció gracias a un libro que su esposa Sarah le recomendó. Al encontrar múltiples coincidencias entre sus ideas y las enseñanzas de Krishnamurti, pidió una cita con el notable educador. A partir de este encuentro, se inició entre ambos una profunda amistad, acompañada de una serie de diálogos sobre la naturaleza del pensamiento, el universo, el futuro de la humanidad, entre otros temas, algunos de los cuales se han publicado en varios libros, entre los que destaca Verdad y realidad. David Bohm opinó que los descubrimientos de Alain Aspect implicaban que la realidad objetiva no existiría. A pesar de su aparente solidez, el universo sería en realidad un fantasma, un holograma gigantesco y espléndidamente detallado. Tecnológicamente un holograma es una fotografía tridimensional producida con la ayuda de un láser. Para crear un holograma el objeto a fotografiar está primero sumergido en la luz de un rayo láser; luego a un segundo rayo láser se lo hace rebotar sobre la luz refleja del primero y el esquema resultante de la zona de interferencia, dónde los dos rayos se encuentran, es impreso sobre la película fotográfica. Cuando se revela la película resulta visible sólo un enredo de líneas claras y oscuras, pero al iluminar con otro rayo láser aparece el objeto original. Pero la tridimensionalidad de estas imágenes no es la única característica interesante de los hologramas. En efecto, si el holograma de un objeto es cortado a medias y luego iluminado por un láser, se descubrirá que cada mitad todavía contiene la imagen entera del objeto. Si seguimos dividiendo las dos mitades, veremos que cada minúsculo fragmento de película siempre contendrá una versión más pequeña, pero intacta, de la misma imagen. Vemos pues que cada parte de un holograma contiene todas las informaciones poseídas por el holograma íntegro.

Esta característica de los hologramas aporta una manera totalmente nueva de comprender los fenómenos. La ciencia occidental siempre ha considerado que el modo mejor de entender un fenómeno físico era seccionando y estudiando las diversas partes. No obstante, los hologramas nos enseñan que esta aproximación puede ser incompleta. La intuición le sugirió a Bohm una dirección diferente para comprender el descubrimiento del doctor Alain Aspect. Se convenció de que el motivo por el cual las partículas subatómicas quedan en comunicación, independientemente de la distancia que las separe, reside en el hecho de que su separación es tan solo una ilusión. En un cierto nivel de realidad más profunda, tales partículas no son entidades individuales sino extensiones de un mismo “organismo” fundamental. Para explicar su teoría Bohm utilizó el ejemplo de un acuario conteniendo a un solo pez. Si imaginamos que el acuario no es directamente visible, sino que sólo se ve mediante dos telecámaras, una situada frontalmente y la otra lateralmente, con respecto al acuario. Mientras miramos los dos monitores podemos pensar que los peces visibles en los monitores son dos entidades separadas, ya que la diferente posición de las telecámaras nos dará, en efecto, dos imágenes levemente diferentes. Pero, siguiendo con la observación de los dos peces, al final nos percataremos que hay cierta unión entre ellos: cuando uno se vuelve, también el otro se volverá; cuando uno mira frente a sí, el otro mirará lateralmente. Si nos quedáramos completamente en la oscuridad con el objetivo real del experimento, podríamos llegar a creer que los dos peces se están comunicando entre sí, instantánea y misteriosamente. Si las partículas subatómicas nos aparecen separadas es porque somos capaces de sólo ver una porción de su realidad. Ellas no son partes separadas, sino elementos de una unidad más profunda y básica, que resulta por fin igualmente holográfica e indivisible. Y ya que cada cosa en la realidad física está constituida por estas “imágenes”, parece evidente que el universo mismo es una proyección, un holograma. Si la separación entre las partículas subatómicas es solo aparente, eso significa que, a un nivel más profundo, todas las cosas están conectadas infinitamente. Por lo tanto, los electrones de un átomo del cerebro humano están conectados a las partículas subatómicas que se encuentran en cada pez que nada, en cada corazón que late y en cada estrella que brilla en el cielo. !Todo lo interpenetra todo!

Si partimos de esta premisa, cada subdivisión necesariamente resulta artificial y toda la naturaleza no es otra cosa que una inmensa red interminable. En un universo holográfico hasta el tiempo y el espacio no serían más que principios teóricos, ya que conceptos como la ubicación son irrelevantes en un universo donde nada está realmente separado del resto. También el tiempo y el espacio tridimensionales, así como también las imágenes del pez en los monitores, debería ser interpretados como simples proyecciones de un sistema mucho más complejo. A un nivel más profundo, la realidad no sería otra que un tipo de super-holograma, dónde el pasado, el presente y el futuro coexistirían simultáneamente. Ello implica que, teniendo los instrumentos apropiados, un día podríamos entrar en aquel nivel de la realidad y recoger las escenas de nuestro pasado. Que otra cosa podría contener este super-holograma es todavía una pregunta sin respuesta. Hipotéticamente, admitiendo que este super-holograma exista, debería de contener cada individual partícula subatómica que exista, que haya existido y que existirá, además de cada posible configuración de la materia y la energía, desde las gotas de agua a las galaxias, o desde los peces a los rayos cósmicos. Tal vez la imagen más gráfica de todo ello sería la de un tipo de almacén cósmico conteniendo todo lo que existe. Si fuese cierto que el universo está organizado según principios holográficos, cada partícula existente contendría en sí misma la imagen entera.
Karl H. Pribram (1919 – 2015) fue un doctor en Medicina por la Universidad de Chicago, con certificación en la especialidad de Neurocirugía y Medicina Conductual. Sin embargo, la mayor parte de su carrera en las últimas décadas las ha dedicado a la investigación del cerebro y la conducta humana, labor que ha ejercido en el Yerkes National Primate Research Center, de la Universidad de Yale, donde Pribram impartió Neurofisiología y Psicofisiología. Además también impartió cátedra durante treinta años en la Universidad Stanford, donde recibió un Lifetime Career Award del Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos como profesor de Neurociencia en los Departamentos de Psicología y Psiquiatría. Para explicar que el cerebro funciona holográficamente Pribram realizó en el laboratorio el siguiente experimento: “La ablación de amplias zonas cerebrales en monos, no ocasionó de por sí disminución en la memoria, en los aprendizajes o en tareas de reconocimiento. Esto parece demostrar que la memoria y el aprendizaje tienen una representación cortical múltiple; o sea, que la información recibida se almacena en el cerebro de manera redundante, de tal modo como la ablación quirúrgica no distorsiona el mensaje almacenado en otra. Pero un almacenamiento redundante no significa un almacenamiento holográfico. El sistema redundante puede compararse con un archivo con gran cantidad de fotocopias de una misma hoja. Si desaparece parte de dicho archivo, lo cual sería análogo a la ablación quirúrgica de una zona cerebral, seguimos disponiendo del mensaje incluido en la hoja fotocopiada, aún existente en el resto del archivo. En cambio, si lanzamos al aire las fotocopias y las rompemos en trozos irregulares, aunque posteriormente las volvemos a reunir y pegar de manera aleatoria, es decir, sin poner atención al modo u orden en que lo hacemos, por mucho que continuemos teniendo de manera redundante la misma información que antes, el mensaje que ahora obtenemos no será de modo alguno congruente: no podremos entenderlo. Esto último no hubiera ocurrido si su almacenamiento, en lugar de ser redundante, hubiera sido holográfico: entonces por mucho hubiéramos barajado las hojas, o por muchos trozos que hubiéramos hecho de forma aleatoria en el archivo holográfico, seguiríamos teniendo un archivo entero, pues no depende de la relación entre las distintas partes, sino que reside en cada una de ellas. Así pues, si el cerebro funcionara holográficamente, el almacenamiento de la información recibida no solo no se vería afectado por la ablación de un área cortical, como ha mostrado este experimento, sino tampoco por una mezcla aleatoria de anatomía“.

Vemos, pues, que trabajando en el campo de investigación sobre las funciones cerebrales, también Karl Pribram se ha convencido de la naturaleza holográfica de la realidad. Numerosos estudios demostraron que los recuerdos permanecen en determinadas zonas del cerebro. Pero nadie logró explicar cuál es el mecanismo que permite al cerebro conservar los recuerdos, hasta que Pribram aplicó a este campo los conceptos de la holografía. Karl Pribram cree que los recuerdos no son almacenados en las neuronas, o en pequeños grupos de neuronas, sino en los esquemas de los impulsos nerviosos que se entrecruzan por todo el cerebro. Por lo tanto, el cerebro mismo funciona como un holograma. La teoría de Pribram también explica de qué manera el cerebro logra contener una tal amplia cantidad de recuerdos, en un espacio tan limitado. Pero, ¿cuál es la capacidad del cerebro humano? Sería interesante pensar cuanta información cabría en nuestro cerebro si fuera un disco duro de una computadora. El profesor Paul Reber, de la Universidad Northwestern, respondió a esta pregunta para la revista Scientific American: “El cerebro humano consiste de más o menos mil millones de neuronas, y cada neurona establece en promedio 1000 conexiones con otras neuronas, sumando un total de 1 billón de conexiones. Si cada neurona pudiera guardar un solo recuerdo, el que se acabase la memoria pudiera ser un problema. En ese caso tendríamos solo unos cuantos GB de memoria, así como un iPod o una memoria USB. Sin embargo, las neuronas trabajan en equipo, permitiendo recordar distintas cosas a la vez, incrementando exponencialmente la capacidad del cerebro a unos 2.5 petabytes (cada petabyte es un millón de GB). En comparación, si el cerebro funcionara como una grabadora digital de video en una televisión, 2.5 petabytes sería suficiente como para almacenar 3 millones de horas de programas de televisión, lo que significa unos 300 años de programas de TV“.

Si bien este es un número impresionante, probablemente es mucho mayor, sobre todo teniendo en cuenta que el cerebro tiene una estructura tridimensional, además de una codificación aún desconocida. Esta codificación, es decir, la manera en que se almacenan los recuerdos, pudiera tener una organización tan compleja que permitiera aún más espacio de almacenamiento. En resumen, por más que tengamos la necesidad de medir nuestra capacidad, en realidad parece que no tiene límite. Sólo la edad y la muerte de neuronas es el límite, aunque también hay que tomar en cuenta que existen procesos redundantes que nos protegen de no olvidar. Sólo enfermedades degenerativas como al Alzheimer pueden dañar nuestro “sistema de archivos” hasta dejar inservible nuestro disco duro a lo largo del tiempo. Pero como se ha descubierto que también los hologramas poseen una sorprendente capacidad de memorización, como por ejemplo cambiando el ángulo de los dos rayos láser que golpean una película fotográfica, se puede acumular mil millones de informaciones en un centímetro cúbico de espacio, así como también correlacionar ideas y descodificar frecuencias de distinto tipo. Nuestra asombrosa capacidad de recobrar velozmente cualquier información del enorme almacén de nuestro cerebro resulta explicable, más fácilmente, si se supone que funciona según principios holográficos. No es necesario inspeccionar el gigantesco archivo alfabético cerebral, ya que cada fragmento de información parece estar siempre e instantáneamente correlacionado con todo. Y esta es otra particularidad típica de los hologramas. Se trata quizás del más elevado ejemplo en la naturaleza, de un sistema de correlación cruzada. Otra característica del cerebro, explicable en base a la hipótesis de Pribram, es su habilidad en traducir la gran cantidad de frecuencias luminosas, sonoras, etc., que recibe a través de los sentidos, en el concreto mundo de nuestras percepciones. Codificar y descodificar frecuencias es exactamente lo que un holograma sabe hacer mejor. Un holograma suple, en cierto sentido, a un instrumento de traducción de frecuencias, capaz de convertir un montón de frecuencias sin aparente sentido en una imagen coherente. Vemos que el cerebro utiliza los principios holográficos para convertir matemáticamente las frecuencias recibidas en percepciones interiores.
Podemos encontrar una gran cantidad de datos científicos que confirman la teoría de Pribram, compartida por muchos otros científicos. el científico argentino Hugo Zuccarelli es conocido por inventar y desarrollar en 1980 el sistema holofónico de grabación y reproducción. Hugo Zucarelli ha aplicado el modelo holográfico a los fenómenos acústicos, despertado la curiosidad por el hecho de que los humanos podrían localizar la fuente de un sonido sin girar la cabeza, habilidad que conservan aunque estén sordos de un oído. Resulta que cada uno de nuestros sentidos es sensible a una variedad de frecuencias mucho más amplias que lo que se había supuesto. A la edad de diez años Hugo Zucarelli tuvo una experiencia de cercanía a la muerte, en la que él estaba caminando por la vereda y escucha detrás de él un choque entre dos autos, este choque pudo haberlo afectado de no ser por la capacidad de Hugo de haber ubicado el choque, en tanto espacio, detrás de él, es decir, que discernió el origen de la fuente de sonido en un plano en el que nos han enseñado que el oído humano no puede oír, siendo estos planos atrás-adelante y arriba-abajo. Fue a esa edad, por lo tanto, en la que comenzó a desarrollar lo que posteriormente sería conocido por el nombre de Holofonía: “Cuando tenía diez años presencié un accidente entre dos coches. El choque ocurrió detrás mío, muy cerca, y me salvé porque pude localizar el ruido. Esa fue la primera vez que me interesé por la procedencia del sonido. Empecé a preguntarme cómo era posible que el ser humano posicionase el sonido en cualquier parte con sus dos oídos“. El sonido holofónico es un método de grabación de sonido en tres dimensiones (3D), que ubica los sonidos en el espacio en un ángulo de 360º. Rompe con el esquema que estipula que el oído humano sólo es capaz de ubicar sonidos en un plano horizontal, es decir, izquierda-derecha, cuando en realidad, y este es el descubrimiento de mayor peso, Zuccarelli descubrió que el oído humano capta los sonidos izquierda-derecha, abajo-arriba y atrás-adelante (3D), sin necesidad de recurrir a sonidos grabados estereofónicamente, que es como, desde hace más de un siglo, estamos acostumbrados a escuchar, ya sea en cines, teatros, en los hogares, y con mayor diversidad desde la invención de la grabación y reproducción en sistemas de sonido multicanal.

Zuccarelli nos dice que al escuchar los sonidos de la naturaleza el oído automáticamente ubica en el espacio la fuente de éstos indiferentemente de la posición de la persona respecto de la fuente, esto se debe a que el oído humano está preparado de esta forma. Es por eso que la holofonía es el análogo de la holografía en sonido, debido a que el oído capta el sonido de una manera holográfica equivalente: “Llegué a la conclusión de que el oído humano podía emitir sonidos y que esa era la clave de su localización en el espacio. Me propuse fabricar un tímpano artificial, y lo logré en 1980“. Si el mundo concreto no es más que una realidad secundaria y, lo que existe no es otra cosa que un torbellino holográfico de frecuencias en que el cerebro sólo es un holograma que selecciona algunas de estas frecuencias, transformándolas en percepciones sensoriales, ¿qué seria la realidad objetiva? La conclusión sería que no existe. El mundo material es una ilusión. Nosotros mismos creemos ser entidades físicas que se mueven en un mundo físico; pero todo esto es parte del campo de la pura ilusión. Hace ya muchos años que los budistas e hinduistas hablan de maya (ilusión) y brahman (realidad). Según sus creencias todos vivimos en la maya que no es real y que es el mundo de la ilusión. Según Buda tiene dueño, Mara, el señor de la maya. Así que este concepto, de que es realidad y como la percibimos, hace tiempo que el ser humano se lo cuestiona. En la escuela de budismo tibetano Dzogchen, la realidad percibida se considera irreal: “El cielo real es saber que samsara y nirvana no son más que una visión ilusoria“. En realidad somos un tipo de receptores de frecuencias en un calidoscópico mar de frecuencias. Y lo que extraemos de este calidoscópico mar de frecuencias lo transformamos en realidad física, uno de los millones de “mundos” existentes en el super-holograma.

Este impresionante nuevo concepto de la realidad ha sido bautizado como paradigma holográfico. Aunque muchos científicos lo hayan acogido con escepticismo, un creciente grupo de investigadores está convencido de que se han liberado del modelo de realidad hasta ahora contemplado por la ciencia, en que los llamados estados “alterados de conciencia” podrían ser sencillamente un paso a un nivel holográfico más elevado. También todo lo que conocemos sobre el proceso de curación sería transformado por el paradigma holográfico. En efecto, si la aparente estructura física del cuerpo no es otra cosa que una proyección holográfica de la conciencia, resulta evidente que cada uno de nosotros es mucho más responsable de su salud de lo que reconoce los actuales conocimientos en el campo de la medicina. Las que nosotros actualmente consideramos curaciones milagrosas podrían ser en realidad debidas a un cambio del estado de conciencia, que provocaría cambios en el holograma corpóreo. Según Milarepa, yogui tibetano del siglo XI y el santo budista más conocido del país, el motivo de que no podamos percibir el vacío directamente es que el inconsciente o la «consciencia interior» está demasiado condicionado en sus percepciones. Ese condicionamiento no sólo nos impide ver lo que él denomina «la frontera entre la mente y la materia» que equivaldría al dominio de frecuencias. «En el reino invisible de los cielos la mente ilusoria es el gran culpable», escribe Milarepa, que aconsejaba a sus discípulos que practicaran «la contemplación y la visión perfectas» para ser conscientes de esta «Realidad Última». También los budistas zen reconocen la indivisibilidad última de la realidad. El principal objetivo del pensamiento zen es aprender a percibir esa totalidad. El mundo concreto sería como una tela blanca que esperase ser pintada. Quizás estemos todos de acuerdo en que lo que consideramos realidad ha sido formulada a un nivel de conciencia humana en el que todas las mentes están interrelacionadas entre sí. La más profunda e importante de todas las consecuencias vinculadas al paradigma holográfico implicaría que los milagros no serían más habituales debido a no haber programado nuestras mentes con las convicciones adecuadas para que se produzcan. En un universo holográfico no hay límites a los cambios que podemos aportar a la esencia de la realidad, porque lo que percibimos como realidad es solamente una tela en espera de ser pintada con cualquier imagen que deseemos. Todo esto no sería más milagroso que la capacidad que tenemos de plasmar nuestra realidad durante los sueños.
Un estudio conjunto británico, canadiense e italiano aportaría lo que los investigadores consideran la primera observación de que el universo es un inmenso holograma. Los astrofísicos y físico teóricos que analizan irregularidades en el fondo cosmológico, señalan que existen pruebas sustanciales que sostienen la explicación holográfica del universo. La radiación de fondo de microondas es una forma de radiación electromagnética descubierta en 1965 que llena el universo por completo. También se denomina radiación cósmica de microondas, radiación cósmica de fondo o radiación del fondo cósmico. Se dice que es el eco que proviene del inicio del universo, es decir, el eco que queda del Big Bang que daría origen al universo. Tiene características de radiación de cuerpo negro a una temperatura de 2.725º K y su frecuencia pertenece al rango de las microondas con una frecuencia de 160,2 GHz, correspondiéndose con una longitud de onda de 1,9 mm. Muchos cosmólogos consideran esta radiación como la prueba principal del modelo cosmológico del Big Bang. Aquellos astrofísicos y físico teóricos afirman que existen tantas pruebas de que el universo es un holograma como las que apoyan la explicación tradicional de la inflación cósmica. Sus trabajos se han publicado en la revista Physical Review Letters. La hipótesis del universo holográfico, aparecida en la década de 1990, sugiere que toda la información creada por nuestra realidad está contenida en una superficie de dos dimensiones. El profesor Kostas Skenderis, de la Universidad de Southampton, explica: “Imagina que cada cosa que sientes, ves u oyes en tres dimensiones emana de un campo plano de dos dimensiones. La idea es similar a los hologramas clásicos, en los que las imágenes en 3D se encuentran codificadas en una superficie 2D, como ocurre con el holograma presente en una tarjeta de crédito“. Según esta hipótesis, nuestro universo sería algo así como ver en el cine una película en 3D. Vemos la altura, el ancho y la profundidad de las imágenes, pero en realidad emanan de una superficie plana, que es la pantalla cinematográfica. La diferencia es que en nuestro universo nosotros podemos tocar las cosas y que por ello consideramos que estos objetos son reales, según nuestra perspectiva.

En las últimas décadas, los avances conseguidos gracias a los telescopios han permitido a los científicos detectar una gran cantidad de datos en el ruido blanco, las microondas que proceden del momento en que el universo se originó. El ruido blanco es un ruido aleatorio que posee la misma densidad espectral de potencia a lo largo de toda la banda de frecuencias. Dado que la luz blanca es aquella que contiene todas las frecuencias del espectro visible, el ruido blanco deriva su nombre por contener también todas las frecuencias, pero de sonido. Utilizando esta información, los científicos han sido capaces de realizar comparaciones complejas entre las redes de características existentes en los datos de la teoría cuántica de campos. Así han descubierto que la más simple de las teorías cuánticas de campos puede explicar todas las observaciones cosmológicas de los orígenes del universo. Según el profesor Kostas Skenderis, la holografía es un paso adelante en la manera de pensar la estructura y la creación del universo. La relatividad general explica casi cualquier cosa de lo infinitamente grande, pero ayuda poco a entender los orígenes y los mecanismos de la realidad a nivel cuántico. Algunos piensan que el concepto de universo holográfico tiene la capacidad potencial de reconciliar ambas visiones. Pero es una prueba muy básica, que se basa únicamente en las observaciones del fondo cosmológico difuso. Aún es necesario ver qué ocurre con la aceleración creciente del universo y comprobar que las observaciones del fondo cosmológico difuso contradicen ó no las observaciones de las estrellas y las galaxias. En cosmología, la radiación cósmica de fondo, también conocida como radiación de fondo o radiación cósmica de microondas, es la radiación electromagnética que impregna el universo, interpretado como un residuo del Big Bang.

Y ahora veamos por donde avanza la tecnología en este área. La realidad virtual es un concepto cuyo desarrollo tecnológico está avanzando a pasos agigantados. La oficina del futuro contará con ficheros virtuales, hologramas y navegación por internet sin necesidad de pantallas. Los trabajadores podrán acceder a información de manera instantánea y podrán visualizarla de diferentes formas, desde el tradicional texto hasta modelos a escala tridimensional, que se podrán expandir y contraer. Además podrá verse cómo es el diseño arquitectónico tridimensional de los edificios más modernos de una ciudad en cualquier lugar del mundo o explorar en detalle el cerebro humano a través de una réplica holográfica. De momento sólo se necesitarán unas gafas especiales. Con ellas se podrá convertir un escritorio físico en toda una oficina virtual. Una empresa estadounidense anunció que próximamente lanzará su versión propia de oficina virtual. Se trata de un entorno de realidad aumentada que superpondrá pantallas reales y virtuales, permitiendo al usuario manipular ficheros con las manos. Funcionará con gafas de realidad virtual. Al ponerse estas gafas, el usuario logrará ver una realidad de múltiples pantallas, podrá manipular ficheros y abrir y cerrar documentos con las manos, actuando sobre hologramas superpuestos en el mundo real. Este sistema de manipulación de objetos holográficos también permitirá ordenar los documentos en estanterías virtuales, de forma similar a la película de ciencia ficción Minority Report. El sistema también ofrecerá un buscador de internet virtual que permitirá navegar y ver páginas web usando únicamente los dedos. Se trata de diseñar productos en 3D a tamaño real, ver múltiples pantallas holográficas y ver los datos desde otra perspectiva. Esta tecnología también podría aplicarse a otras áreas, como la arquitectura, la educación, los procesos industriales y la medicina. Incluso podría representarse personas holográficas. Vemos que la tecnología nos va a posibilitar lo que tal vez “alguien” ya realizó, produciendo un universo holográfico, en que todos formamos parte de un super-holograma.

Fuentes:
  • David Bohm – La Totalidad y el Orden Implicado
  • David Bohm – Sobre la Creatividad
  • David Bohm – Sobre el Diálogo
  • David Bohm – Ciencia, Orden y Creatividad
  • Vlatko Vedral – Decodificando la realidad
  • Fritjof Capra – El Tao de la Física
  • Karl H. Pribram – Cerebro y Conciencia
  • Karl H. Pribram – Cerebro, Mente y Holograma
  • Stephen Hawking – Agujeros negros, pequeños universos y otros ensayos
  • Alastair I.M. Rae – Física cuántica: ¿ilusión o realidad?
  • R.A. Miller, B. Webb, D. Dickson – Concepto holográfico de la realidad
  • Leonard Susskind – El paisaje cósmico
  • Michael Talbot – El Universo Holográfico
  • Kostas Skenderis – Our Universe as a Hologram
  • Anton Zeilinger – Danza de los Fotones
  • Andreas Bjerve – El Universo Fractal-Holográfico
  • Nassim Haramein – Teoría del Universo Fractal Holográfico
  • Nassim Haramein – Cruzando el horizonte de sucesos
  • Michel Le Bellac, Alain Aspect – The Quantum World
  • Claude Elwood Shannon – A mathematical theory of communication
  • Craig Hogan – El Libro del Big Bang: Introducción a la Cosmología
  • James Evans Bomær – The Code to The Matrix
  • Michio Kaku – Física de lo imposible
  • Amanda Gefter -Trespassing Einstein’s Lawn
  • Susan Ferguson – The Matrix and The Sanskrit Texts
  • Robert Duncan – The Matrix Deciphered – Psychic Warfare
  • B. Pullman & A. Pullman – Bio-Química Cuántica
  • Hermanos Wachowski – The Matrix
  • Dilly Barlow – Parallel Universes
  • Susan Blackmore – Consciousness: An Introduction
  • Dan Huff – Quantum Consciousness? Welcome to the Mind-Boggling World of Mind-Brain
  • Robert Kuhn – Is Consciousness Definable?

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