El día en que un profesor humillado se abrió el vientre ante sus alumnos
Ercilia Pepín Estrella nació el 17 de diciembre de 1886 en la ciudad de Santiago de los Caballeros.
Una dominicana destacada… es la gran maestra e intelectual Ercilia Pepín Estrella…dedicó toda su vida al bienestar y preservación de la patria dominicana, a través de la Educación. Fue la primera mujer dominicana en ser maestra y la primera en ser una intelectual.
Ercilia se opuso de manera tajante y decidida a la intervención norteamericana de 1916, y fue de las primeras en desafiar a la tiranía de Trujillo y eludir su poder avasallante.
Para el año 1932 cuando el gobierno de Trujillo tenía dos años de instalado y, ya se comenzaba a desaparecer a todo aquel que se consideraba contrario a su régimen; fueron masacrados a balazos en las serranías de San José de las Matas, los hermanos Perozo, César, Faustino y Andrés. Estos asesinatos ocasionaron una gran consternación en todo el territorio dominicano, pero sobre todo en la ciudad de Santiago… donde Andrés había sido profesor de moral y cívica e historia de la filosofía en la Escuela Normal de Santiago la cual dirigía el Profesor Don Sergio A. Hernández.
Las protestas no se dejaron esperar y Ercilia dando muestra de gran valentía, hizo izar a media asta la bandera nacional en la escuela México de la que era fundadora y directora, como muestra de protesta ante los abatidos hermanos y como solidaridad con el magisterio nacional por la muerte de Andrés.
Sin embargo, la escuela en cuyas aulas Andrés impartió docencia, nadie se atrevió a bajar del tope la bandera, mucho menos hubo duelo y todo por el temor a represalia por parte del gobierno. Mientras se aplaudía el gesto cívico de Ercilia…Las críticas contra el Director de la Escuela Normal se extendían por toda la ciudad de Santiago.
Profesor Don Sergio A. Hernández.
Ercilia llena de ira y coraje por tal cobardía; sin pensarlo dos veces se quitó la falda que vestía en presencia de los alumnos y los profesores del plantel, y se la envió en una bandeja al profesor Don Sergio Hernández, con este mensajito escrito de su puño y letra: “Envíeme en cabio sus pantalones”.
Les diré que fue tal la vergüenza y la depresión que al maestro no le quedó otro remedio que renunciar a su puesto de director de la escuela. Más adelante un día, ante el asombro de sus alumnos y una gran parte de la población de Santiago, el cobarde hombre se abrió el vientre con una navaja de afeitar de una marca muy conocida. Se fue seccionando los intestinos hasta desfallecer y colocando los pedazos en la misma bandeja en que días atrás le habían ridiculizado su masculinidad.
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