lunes, 4 de septiembre de 2017

Azul egipcio

Azul egipcio

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Tumba de Horemheb, ca. s. XIV a. C. Se aprecian diversos tonos de azul egipcio.

Tierra Negra era la denominación que los antiguos egipcios daban a su país, debido a los fértiles limos oscuros dejados por la crecida del Nilo; más allá, la Tierra Roja, el árido desierto circundante; también el Gran Verde, el mar Mediterráneo. El color es una pieza cultural esencial, tal como manifiesta el legado del antiguo Egipto, y tal vez por eso no extraña que fueran los egipcios quienes inventaron el primer pigmento sintético que se conoce: el azul, azul egipcio.

Azul egipcio en polvo, tal como se vería recién fabricado
Aunque desde hacía milenios empleaban pigmentos obtenidos directamente de la naturaleza para crear colores, los egipcios se vieron en la necesidad de fabricar un pigmento azul, un color fundamental, mediante procesos químicos. En un principio, durante el Predinástico egipcio (5300-3000 a. C.) se utilizaba lapislázuli originario del actual Afganistán e importado desde Mesopotamia. Sin embargo, sucesivas épocas de crisis en Mesopotamia redujeron su afluencia en Egipto, que carecía en sus territorios de otro material de tal color. Así, hacia la III dinastía egipcia (2686-2613 a. C.) se halló un sucedáneo: la cuprorivaíta o azul egipcio, mineral que rara vez se encuentra de forma natural y compuesto esencialmente de silicio, calcio y cobre o bronce, entre otros; para su obtención se trituraban y mezclaban estos elementos, luego cocidos entre 800 y 1.000 grados y sometidos a una reacción durante horas. Según el procedimiento, composición o tamaño de las partículas resultantes la tonalidad podía variar. Por razones obvias los propios egipcios denominaron al azul egipcio ḫsbḏ-ỉrjt, «lapislázuli artificial», refiriéndose etimológicamente ḫsbḏ a su aspecto centelleante y a veces vítreo. Está muy emparentado con la célebre fayenza, cerámica esmaltada abundante en Egipto, y por sus propiedades excelentes se empleó hasta época romana inclusive, convirtiéndose en el pigmento básico para representar el color azul.

Por todo el Mediterráneo y más allá gozó de notable prestigio a lo largo de siglos. Estudiando su composición química, además de las fuentes arqueológicas y literarias, se conoce su difusión por áreas tan dispares como las civilizaciones minoica y micénica, Etruria, Oriente Próximo, India o el Imperio romano, el cual desarrolló una industria propia para su producción y popularizó el azul pompeyano. De igual forma la ausencia de azul egipcio en algunas zonas durante los ss. XVII-XVI a. C. se explica por la inestabilidad en Egipto debido a la invasión de los hicsos (Segundo Periodo Intermedio), o también hacia 1200 a. C., como consecuencia de la intervención de los enigmáticos Pueblos del Mar. Asimismo, según algunos estudios, podría ser por sus similitudes un predecesor del pigmento azul han en China, transmitido a través de lo que sería la Ruta de la Seda. En cambio, el uso de azul egipcio desaparece en el Mediterráneo a partir de la caída del Imperio romano de Occidente (476 d. C.), quizá porque su fabricación se perdió como tantos otros conocimientos, a pesar de los intentos de reinterpretar su receta, apenas recogida por el romano Vitruvio en su obra De Architectura (s. I a. C.). Algunos hallazgos puntuales como el de una pintura románica del s. XI en la iglesia de San Pedro de Tarrasa en 2009 han revelado de nuevo su presencia; no obstante, prácticamente hasta el redescubrimiento de Egipto de la mano de Napoleón y los avances científicos y tecnológicos en general desde el s. XVIII no sería recuperado.
Su buena calidad y compleja elaboración evidencian los importantes conocimientos químicos en época tan remota. Como bien de prestigio, el azul egipcio adorna una variedad de creaciones solo al alcance de las élites sociales: pinturas murales, incrustaciones, cuentas de collar, escarabeos, sellos, estatuillas… Se le solía añadir algún aglutinante orgánico como goma arábiga o huevo, cuya poca consistencia ha provocado con el tiempo que frecuentemente el color se haya desprendido. Pero también el propio pigmento puede sufrir procesos de degradación, tornándose oscuro, blanquecino o sobre todo verdoso, y confundiéndose con el también célebre verde egipcio.
Azul egipcio aplicado a diferentes piezas, como la reconocida escena de caza en los pantanos de la tumba de Nebamun alojada en el Museo Británico; se incluye una tablilla babilónica, también de la colección del Museo Británico.
Hasta ahora los ejemplos más antiguos hallados, unos azulejos, datan del reinado del faraón Zoser (2667-2648 a. C.). Sin embargo, el azul egipcio ha coloreado obras de mucha mayor trascendencia. Tal es el caso del busto de la reina Nefertiti o la tumba de la también reina Nefertari. Lejos de las fronteras egipcias, se ha detectado en monumentos de la talla del Templo de Artemisa en Éfeso, una de las siete maravillas del Mundo Antiguo, o el Partenón; en el templo ateniense, el pigmento se ha descubierto en algunas esculturas del conjunto conocido como mármoles de Elgin, conservado hoy en el Museo Británico.
Si bien la paleta de colores usada por los egipcios no era muy extensa, a cada uno se le confería simbolismo especial y variado, y el azul egipcio se caracterizaba por su intensidad y perdurabilidad. Su evidente vínculo con el cielo explica su presencia en los techos de templos y tumbas, cuajados de estrellas brillantes; vínculo también con el agua, el Nilo y su crecida vital, símbolos de regeneración, y por extensión del dios resucitado por excelencia, Osiris, de piel azulada o verdosa, y Hapy, que encarnaba la crecida fecunda. Asimismo, el azul se asociaba a Hathor, señora del cielo y guía de Ra, el sol. Y así como la carne de los dioses era oro, los cabellos eran lapislázuli.
Detalle de los techos en el Templo de Dendera
Casi 5.000 años después, el azul egipcio sigue de actualidad. Desde biomedicina, telecomunicaciones y nanotecnología hasta investigación criminal y seguridad en documentos oficiales y billetes, el futuro de este pigmento es realmente prometedor. Su atractivo para estos campos radica en sus propiedades ópticas, pues emite radiación infrarroja incluso cuando el color es indetectable para el ojo humano. De esa forma ha podido ser rastreado en obras tan antiguas como las anteriormente mencionadas, lo que permite además notar daños, alteraciones o correcciones.
Como el azul egipcio, muchos pigmentos alumbran nuestras obras de arte, y ahora también a la ciencia. A veces el patrimonio milenario más vasto tiene el tamaño de coloridos granos de polvo.
Vía| GIMÉNEZ, Javier, ESPRIU, Alexandra, DE PABLO, Joan: Nuevo enfoque sobre la historia del azul egipcio e importancia de su degradación; NICHOLSON, Paul, SHAW, Ian: Ancient Egyptian Materials and Technology; BRACK, Paul: Egyptian blue: more than just a colour, Royal Society of ChemistryImaging of Egyptian Blue. Technical Details, British MuseumMCCOUAT, Philip: Egyptian blue: the color of technology. Journal of Art in SocietyEgyptian blue: the earliest manufactured pigment, Fitzwilliam MuseumAncient Egypt OnlineEl País; SHAW, Ian: Historia del Antiguo Egipto.

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