Vacas flacas en América Latina, ¿el fin de los privilegios?
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Tras la década dorada de América Latina y Caribe (ALC), el crecimiento económico, la reducción de la pobreza y también de la desigualdad retroceden ya de manera preocupante. Los gobiernos del nuevo ciclo político deben ser conscientes de la importancia de que los Estados protejan los avances logrados, impulsen un cambio de modelo productivo y profundicen en la lucha contra la desigualdad.
Cuando la economía no crece la única forma de reducir la pobreza es repartir mejor. Sin embargo, la desigualdad en América Latina y Caribe es aún uno de los principales escollos para impulsar democracias plenas y garantizar igualdad de derechos a sus habitantes.
La desigualdad es extrema en América Latina y Caribe. En 2014 el 10% más rico de la región acumulaba el 71% de la riqueza. Ese mismo año, el 70% de la población más pobre apenas logró acumular el 10% de la riqueza, son datos recogidos por Oxfam en 2015 en Privilegios que niegan derechos. Según el Reporte de Ultra Riqueza 2014 en la región hay 14.805 multimillonarios (personas con un patrimonio neto superior a 30 millones de dólares o más). Su riqueza equivale al dinero necesario para eliminar la pobreza monetaria de 8 países de la región: Brasil, Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Perú.
La Calculadora de la Desigualdad, lanzada por Oxfam en alianza con Ojo Público, muestra la extrema fractura de nuestras sociedades: un hogar de un multimillonario latinoamericano promedio ingresa al año para cada persona que integra su hogar 1,154 veces lo que un hogar situado en el 20% más pobre de la región.
Según el informe Privilegios que niegan derechos, del año 2002 al 2015, la fortuna de los milmillonarios (personas con fortunas superiores a mil millones de dólares) de ALC se incrementó un 21% de promedio anual, un crecimiento seis veces superior al del PIB de la región completa -que fue de un 3,5% anual– y un 6% más alto que el crecimiento de la riqueza de los milmillonarios del resto del mundo. Estos datos nos muestran que gran parte del crecimiento económico de la región lo han capturado los más ricos y la capacidad de reducir la pobreza es mucho menor cuando se enfrenta también la desigualdad.
Invisibles en las encuestas
En los últimos 10 años en América Latina y Caribe se ha reducido la desigualdad si la medimos por los índices tradicionales, como el Gini. A pesar de este logro, sigue siendo la región más desigual del mundo en distribución del ingreso, lo cual indica que el reto es muy alto. Además, este avance no niega el aumento de la concentración extrema en muy pocas manos, simplemente porque ni el ingreso ni la riqueza de los pocos multimillonarios de la región es medida en ningún instrumento de medición de los gobiernos.
Como el economista Thomas Piketty ha planteado, los instrumentos de medición de la desigualdad que utilizan los Estados están fallando en capturar el fenómeno de la concentración extrema de riqueza en pocas manos. Los grupos de muy altos ingresos, incluyendo a los multimillonarios, están subrepresentados o no son registrados en las encuestas de hogares ya que son en realidad una parte muy pequeña de la población total, alrededor del 0,000025 de la población de la región.
Es decir, los más ricos, aquellos que acumulan la mayor parte de la riqueza no aparecen en las encuestas que hacen los Estados y esto genera problemas en el diseño de unas políticas públicas que ayuden a una mejor redistribución. Pero estos son los datos oficiales y no los podemos cambiar, aunque sí podemos exigir a los gobiernos que le presten atención a la concentración extrema de riqueza y que, por tanto, desarrollen instrumentos para medirla.
Por esta razón, la Calculadora de la Desigualdad hace énfasis en la necesidad de visibilizar la extrema concentración de la riqueza en pocas manos y desarrolla el cálculo del ingreso promedio de los multimillonarios de cada país basándose en los datos financieros del Informe Global de Ultra Riqueza 2014 realizado por UBS, una sociedad suiza global de servicios financieros a nivel internacional, y Wealth X, una entidad que da servicios de asesoría sobre riqueza.
Riqueza y poder, unidos por un mismo interés
La extrema desigualdad económica (también de oportunidades y de capacidades) va de la mano con la extrema concentración de poder de las élites, tanto políticas como económicas. Esta relación entre riqueza y poder afecta a la calidad de las democracias porque pervierte a las instituciones y a los procesos políticos, y los somete al servicio de los intereses de las élites, no de la ciudadanía.
Este proceso ha derivado en sistemas democráticos en los que, en ocasiones, unos pocos diseñan las políticas públicas para su propio beneficio lo que contribuye al círculo vicioso de la reproducción de las desigualdades y da lugar a desequilibrios en el ejercicio de los derechos y en la representación política.
La política fiscal latinoamericana es un ejemplo de este secuestro. El 10% más rico de la región paga tan solo un 5,4% de su renta personal de manera efectiva, gracias a exenciones que privilegian la propiedad y el capital frente a los salarios y el consumo. Esta excesiva utilización de los impuestos al consumo, que se aplican indistintamente del nivel de ingresos y la riqueza de las personas, hace en general a los pobres más pobres.
Además, el diseño tributario en América Latina otorga importantes exenciones tributarias a la inversión extranjera, además de permitirle romper con las regulaciones ambientales y laborales nacionales. Más tarde, estas empresas foráneas se llevan sus beneficios a paraísos fiscales y, por lo tanto, no tributan en los Estados en los que producen su riqueza.
Un ejemplo de esto son los privilegios fiscales que reciben las industrias extractivas que concentran el 12% de la riqueza de los milmillonarios recogidos en la lista de Forbes para América Latina. Lo llamativo es que estas empresas tan solo aportan alrededor del 0,5% de la población empleada de la región. Es decir que producen muy poco empleo y, en cambio, generan grandes impactos ambientales. Mientras, otros sectores, como la pequeña y mediana empresa general, concentran más del 50% del empleo, pero reciben poca atención desde las políticas públicas.
En parte debido al rol ejercido por las élites, la presión fiscal promedio en América Latina y Caribe es insuficiente. 11 de 18 países de la región no llegan a recaudar el 20% del PIB mínimo necesario para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
El secuestro de las decisiones sobre las políticas fiscales tiene efectos en la vida de la gente. Limita la consolidación de una base fiscal sólida forzando, en muchos casos, al endeudamiento externo de los Estados con la consecuente pérdida de soberanía en las decisiones de política pública o acaban resultando en una mayor presión fiscal sobre los más empobrecidos cuando se recurre a los impuestos al consumo. Pero lo que es aún más preocupante es que la falta de ingresos fiscales generados de manera interna limita en muchos países los niveles de inversión y gasto público en servicios como educación y salud. En cualquier caso estas situaciones se traducen en un agravamiento de las desigualdades.
El debate sobre la desigualdad es esencialmente político. Esta Calculadora puede ayudar a las personas a ser conscientes de las terribles brechas que existen en las sociedades latinoamericanas y a que actúen exigiendo a los gobiernos de la región que tomen medidas.
En la última década ALC ha probado que cuando se toman las medidas adecuadas es posible enfrentar la desigualdad. La campaña IGUALES recoge estos aprendizajes y plantea que es hora de cambiar las reglas. Para ello, busca sumar voces que obliguen a los gobiernos a proteger y profundizar en los avances logrados en la lucha contra la pobreza y a enfrentar de manera determinante la desigualdad.
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