Líbano, el pueblo de Colombia en que hubo una revolución bolchevique... porque no llegó un telegrama
"Un tipo pasó corriendo gritando '¡ahí viene la guerra!, ¡ahí viene la guerra!, niño dígale a su papá que se esconda'".
Víctor Emilio Moreno Toro tiene 96 años, vive en el Líbano, Tolima, y mientras se come una naranja que le acaban de servir relata lo que recuerda del 29 de julio de 1929, el día en que ocurrió la única revolución bolchevique en Colombia, que para algunos analistas históricos es además la primera insurrección comunista armada en América Latina.
Fue una gesta de resultado efímero e inicio torpe: todo ocurrió porque no llegó un telegrama.
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"Después de los gritos, bajaron varios hombres armados de machetes", agrega Víctor Emilio, a quien le falta un ojo, pero no la memoria. "Y cuando llegaron a la finca preguntaron por mi papá, para que los acompañara al pueblo, pero él ya se había escapado a través de los cafetales".
Los hombres eran campesinos que durante varios meses, apoyados por artesanos y zapateros del pueblo, habían planeado la toma del Líbano - una remota pero próspera localidad cafetera del centro de Colombia- para implementar las ideas del socialismo y la lucha de clases, del mismo modo que lo había hecho la revolución bolchevique que había triunfado en la Unión Soviética en 1917.
"Mientras ellos pensaban que lo que estaban haciendo, tomarse el pueblo y crear una nueva autoridad, estaba ocurriendo en las principales ciudades del país, en realidad no era así: la revolución había sido cancelada días antes", le explica a BBC Mundo Flaminio Rivera, historiador y escritor, que dirige la Casa de la Cultura del Líbano.
Pero, ¿cómo llegaron las influencias bolcheviques y las ideas de la Unión Soviética a este remoto pueblo escondido entre las montañas de Colombia?
Teósofos, espiritistas y masones
A diferencia de muchos otros municipios del país, Líbano -ubicado a unos 195 kilómetros por carretera de Bogotá- no fue fundado por conquistadores españoles ni por una avanzada religiosa.
Fue el resultado de una repartición de lotes que le dio el departamento del Tolima a Isidro López, un colonizador más bien liberal llegado desde el norte de Colombia a mediados del siglo XIX.
"En Líbano no hubo parroquia ni una iglesia sino hasta 1911, y eso creó un ambiente de libertad de pensamiento y de cultos que permitió que se introdujeran ideas de teósofos, espiritistas y de masones", señala Rivera.
"Por ejemplo, aquí no le tenemos ninguna reverencia al Monseñor, aquí lo llamamos 'Monchi'", cuenta Rivera y se ríe, sin un asomo de respeto a la mayor autoridad religiosa de la zona.
Sentado en la principal plaza del pueblo, mientras avanza la mañana y la visión de la cima del Tolima se diluye, todo el mundo lo saluda mientras él se toma un "tinto", que es la forma básica en que se sirve el café en Colombia.
El café, justamente, fue combustible fundamental para la revolución, cuando súbitamente el Líbano se convirtió en una potencia cafetera de exportación.
Las trilladoras, que se encargaban de comprar, envolver y enviar el grano a Europa, eran financiadas por estadounidenses y alemanes.
"Ellos enviaban café y recibían de regreso los principales periódicos europeos, los libros más importantes, que no pasaban por la capital Bogotá sino que llegaban directamente aquí", anota el historiador.
En la tinta de esos libros y periódicos llegaron los aires del triunfo bolchevique, las ideas de Carlos Marx, los discursos de Vladimir Lenin.
"Y fueron calando en el pueblo libanés. La idea de 'tenemos hambre, queremos la revolución' se fue instalando cada día más, primero en la clase media y después entre el campesinado".
Visión (y fracaso) socialista
Por supuesto, esas ideas también fueron calando en otras regiones de Colombia. Tanto que, hacia 1926, gracias a la unión de los sindicatos y dirigentes políticos, se creó el Partido Revolucionario Socialista, el PRS.
"La gran idea de ese partido era crear una revolución nacional que tuviera como base el movimiento obrero y sindical", le cuenta a BBC Mundo el historiador Gonzalo Sánchez, actual director del Centro Nacional de Memoria Histórica.
Sánchez, quien nació aquí, escribió el libro "Los "Bolcheviques del Líbano, Tolima" que resume lo que ocurrió.
Las cosas en aquel entonces tomaban más tiempo, pero finalmente, a principios de 1929, los distintos líderes nacionales del PRS definieron la fecha para realizar la gran toma del país: sería entre el 20 de julio y el 7 de agosto, cuando la mayoría de las tropas del ejército colombiano estaban reunidas en Bogotá para conmemorar las principales fiestas patrias.
"En el Líbano, gracias a toda mezcla de corrientes ideológicas se logró crear un movimiento de inspiración socialista bastante fuerte. Los principales líderes eran el zapatero y un carpintero, porque en ese entonces la élite del pueblo eran los artesanos, quienes organizaron a los campesinos para tomarse el pueblo", describe Sánchez.
El mensaje que llegó fue que el 27 de julio comenzaría la gran avanzada nacional.
Sin embargo, los líderes del PRS se dieron cuenta de que las autoridades nacionales se habían enterado de sus planes y que cualquier intento de insurrección sería anulado en cuestión de horas.
Y enviaron la orden de abortar el plan.
"No sabemos qué pasó exactamente en el Líbano, si el telegrama no llegó -había una falla en el sistema en aquellos días- o si efectivamente llegó y la persona encargada del telégrafo nunca se lo pasó a los bolcheviques", dice Rivera.
"Lo cierto es que nunca se enteraron de ese cambio de plan".
Y en la madrugada del 29 de julio, 300 hombres al grito de "¡tenemos hambre, viva la revolución!" avanzaron desde dos veredas para tomarse los principales puestos de autoridad: la alcaldía, la prisión y la auditoría.
La foto del padre
"A mi papá no le gustaba hablar de eso delante de nosotros. Era como si nunca hubiera pasado, él evitaba tocar el tema para que nosotros no siguiéramos el mismo camino", cuenta Armando Franco, hijo de Roberto Franco, uno de los bolcheviques tolimenses.
Armando sostiene una foto en su mano izquierda. En ella están Pedro Narváez, Alejandro Agudelo y Roberto, que eran los líderes de la revolución. Fue tomada cuando estaban recluidos en el Panóptico de Ibagué, la cárcel a la que fueron a parar los principales actores del levantamiento.
"Él siempre llevaba esta foto en un cuadernito, la cuidaba mucho", afirma el hijo.
Franco fue capturado después de que lo hirieron en una pierna con una de las granadas con las que respondieron las autoridades.
"Resulta que la policía del Líbano los estaba esperando. Pero los bolcheviques, que lograron explotar una bomba cerca del pueblo, llegaron a cumplir con el objetivo durante un día, con la creencia de que a nivel nacional estaba ocurriendo un levantamiento similar", anota Sánchez.
Junto a otros dos poblados lejanos, los bolcheviques del Líbano fueron los únicos que llevaron a cabo la insurrección armada.
Pero lo que había sido un factor decisivo para la ejecución del plan -la concentración del ejército en Bogotá- comenzó a jugarles en contra.
"Ese mismo día fue enviado un batallón entero desde la capital, especialmente para reprimir el levantamiento", señala Rivera.
La retirada fue espantosa para los revolucionarios. Tras varios combates, el batallón comandado por el capitán Marco O. Sáenz declaró la victoria sobre la revolución "socialista y comunista".
"Muchos fueron encarcelados y torturados. Hay una foto en la Casa de la Cultura de uno de los líderes con el rostro golpeado junto al arsenal que iban a utilizar en la toma", cuenta Rivera.
A pesar de la derrota, tanto Sánchez como Rivera coinciden en que esta gesta mal coordinada y fuera de tiempo ayudó a convertir esta región en cuna de varios líderes guerrilleros en los siguientes años.
"Tiene el valor histórico de haber sido la primera insurrección armada en América Latina de inspiración comunista. El aplastamiento que vivió fue el germen de otras revoluciones, pero también de otras épocas de mucha violencia para el país", concluye Rivera mientras apura su café.
Pero sobre todo le queda claro a Víctor Emilio, quien después de comerse otra naranja, se pone un sombrero de ala corta y se apoya en su bastón para quedar listo para la foto.
"Lo que vino después en Colombia fue peor: caminamos sobre los ríos sobre las barrigas de los muertos que echaban a los ríos. A los hombres les abrían la garganta. Fue horrible. Nada comparado con esa revuelta de los campesinos que pasaron por mi casa", concluye.
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