Isabel I de Castilla, una Reina para la eternidad.

Este año hemos conmemorado el aniversario de dos grandes efemérides que marcaron un hito en el devenir histórico de nuestra nación y la forja de un destino común: por un lado, los 525 años de la toma de Granada por los Reyes Católicos el 2 de Enero de 1492, cuando después de casi ocho siglos de lucha titánica contra las huestes musulmanas, consiguieron su propósito de unificar unos reinos que estaban disgregados y que eran incapaces de unirse salvo por la decidida y fuerte personalidad de unos monarcas que lograron la mayor gesta jamás vista en la historia.
El campo musulmán se dividió tras el denodado y decidido avance de las huestes cristianas por el sur peninsular, obligando a capitular al último rey del Reino Nazarí de Granada, Boabdil el Chico y, a su vez, entregar las llaves de la ciudad a los monarcas católicos; por otro lado, ese mismo años, unos meses más tarde, el 12 de Octubre el marinero Rodrigo de Triana avistó tierra, tras dos luengos meses de viajes, cansancio y hasta abatimiento, sin perder nunca la Fe en la cabal empresa comenzada en agosto de 1492 con la salida del puerto de Palos.
El descubrimiento de América constituye, sin ningún género de dudas, el acontecimiento capital de la época de los Reyes y quizás el mayor episodio a escala mundial pues con el hallazgo de aquellos lares Isabel y Fernando lograron la creación de un nuevo horizonte occidental de Ultramar.

Isabel I de Castilla: la construcción definitiva de España como nación.

El reinado de los Reyes Católicos es una confluencia: la de los reinos cristianos de la baja Edad Media en un conjunto superior, que se llamaba España, ya más que antes; una apertura al mundo moderno, y un nudo de dos realidades, pasada y futura. El reinado de los Reyes Católicos fue, como señalaron los cronistas contemporáneos, un verdadero milagro.
Con la irrupción de Isabel I de Castilla en el panorama político, las circunstancias se desarrollaron de otra manera. Dotada de una profunda espiritualidad desde su infancia, la lectura de los evangelios (especialmente el de San Juan) proporcionó a la Reina católica una fuerza interior verdaderamente sorprendentemente y colosal, pues con una madre lunática, un hermanastro débil y ambivalente, Enrique IV “El Impotente”, cuyo reinado se situó al borde del abismo en todos los planos y un varón que la precedía en la línea sucesoria, y con pocas esperanzas de poder reinar un día el solar patrio, consiguió rehacerse y afrontar todos los acontecimientos acaecidos en su vida con brío y con una entereza que asombra a propios y extraños.
En plena adolescencia, donde la mayor parte de las personas hubieran perdido toda esperanza y donde nada hacía presagiar que esa situación iba a dar un viraje realmente importante en el devenir histórico de España, Isabel I de Castilla jamás se vino abajo y dio la batalla por perdida, sino que se fortaleció y cambió el destino de la historia. Por aquel entonces, su corazón pertenecía a Fernando, el todavía heredero de la Corona de Aragón, y si finalmente el matrimonio se consumaba con él quedaría concluida la reunificación de la nación rota a raíz de la irrupción de las hordas musulmanas en julio del 711.
Mediante una combinación absolutamente extraordinaria de dotes políticas y militares, Isabel I de Castilla consiguió imponerse a todas las adversidades e incluso, llevó a cabo una reforma de la situación política que tendría una gran repercusión y que contaba entre sus rasgos más sobresalientes la de evitar la creación o la subida de impuestos. Una de las anécdotas más notables para poder conseguir su propósito era que llegaba a remendar personalmente su ropa para evitar gastos innecesarios.
Otro de los rasgos más significativos de esta reforma de gran calado que ella implementó fue la de otorgar los cargos del reino por razones de mérito y no de sangre. Por desgracia en nuestros hay algunos mitos que se han hecho virales y que se han convertidos en tópicos que han llegado a ser creídos a pies juntillas, desnaturalizando una de las figuras más importantes no sólo en el panorama nacional como forjadora de una nación milenaria sino también el plano internacional por los hechos comentados anteriormente. Isabel, ciertamente, era un mujer extraordinariamente culta (hablaba una media docena de lenguas) sino puntillosa en lo que al pudor se refiere, ya que exigía de sus cortesanos, por ejemplo, que se bañaran varias veces a las semana. En contra de la opinión convencional de nuestra época donde se la ha catalogado de racista y xenófoba y un ramillete de epítetos peyorativos desfigurando su gran personalidad, puesto que de este hecho da fe que su último asistente fuera un morisco o de que buena gente de su gente confianza fueran judíos antes de 1492 o conversos.
Cuando en 1481 el rey moro de Granada rompió las condiciones de paz con Castilla, la simbiosis isabelina de equilibrio fiscal y de capacidad asentada en los principales puestos del reino permitió emprender la última fase de la reconquista, que resultó decisiva para los intereses nacionales. Fue una guerra dura, rayando en lo inasequible, donde tras duros y encarnizados combates durante casi una década, la victoria final de los Reyes Católicos sobre el islam fue celebrada en todo Occidente. Las condiciones de paz ofrecidas a los moros fueron realmente generosas. Boabdil el Chico gobernó, a partir de entonces, durante un efímero periodo un señorío concedido por los monarcas cristianos en las Alpujarras hasta que prefirió retirarse a Fez.
El papel que jugó Isabel I de Castilla fue determinante para la reconstrucción de España y fundamentalmente para los siglos venideros con el descubrimiento de América aquel años de 1492 o la política matrimonial que enlazaba la Casa Real con Portugal o Alemania, mezcla de factores prominentes como la perseverancia, valentía y afianzamiento de su Fe, ejes centrales de un comportamiento digno de una Reina.
Asimismo, entre sus obras fundamentales cabe destacar, groso modo, la fundación de los primeros hospitales de guerra de la Historia y del primer sistema de pensiones para viudas y huérfanos, artífice de la reforma religiosa (gracias a su gran labor, hoy en día la mitad de los católicos del mundo está en Hispanoamérica) y del primer plan de educación destinado fundamentalmente a las mujeres, anudadora de una red de relaciones internaciones que contribuyó, en buena mediad, a que años más tarde, en el siglo de oro español su nieto Carlos se convirtiera en señor del mayor imperio de la historia.
A comienzos del siglo XVI, cuando falleció víctima de un cáncer de útero, de la lloró en todo el orbe, en la profunda convicción de haber conocido a un personaje magistral que cambió el curso de la historia como una Reina verdaderamente excepcional.
Autor: Francisco de Asís López Avellaneda para revistadehistoria.es
BIBLIOGRAFÍA
  • De la Cierva, R. (1997): Historia Total de España. Editorial Fénix.
  • Loring, J.(2008): Para Salvarte. Enciclopedia del Católico del Siglo XXI. Editorial Edibesa.
  • Rojo Pinilla. J.A (2016): Los Invencibles de América. Editorial El Gran Capitán.
  • Vidal, C. (2007): Cambiaron la historia. Editorial Planeta.
  • https://revistadehistoria.es/isabel-i-de-castilla-una-reina-para-la-eternidad/?utm_source=MadMimi&utm_medium=email&utm_content=Fernando+el+Cat%C3%B3lico&utm_campaign=20171127_m142827486_Fernando+el+Cat%C3%B3lico&utm_term=Isabel+I+de+Castilla_2C+una+Reina+para+la+eternidad