domingo, 26 de noviembre de 2017

Mustafá Kemal Ataturk: la abolición del último califato


TURQUÍA

El 3 de marzo de 1924 el presidente de la nueva nación sepultaba el viejo Imperio Otomano

 La política de Kemal no fue secular, es decir, separación de Estado y religión, sino de "laicismo" (laiklik) o el Islam bajo el control del Estado

El Imperio otomano y el Islam tradicional eran para Kemal los causantes de la ruina de Turquía.
La única salida residía en que la construcción de la nación turca se viera acompañada de una occidentalización paso a paso.
Los juicios más negativos sobre Kemal Ataturk no se encuentran en la historiografía griega, sino en la literatura islamista, cuyos autores no le perdonan el intento de separar política y religión, ensayando con éxito el establecimiento en Turquía de un régimen laico, en cuyo seno persistieron sin dificultad las creencias religiosas. Fue el modelo de una modernización tendente a despojar de poder a las instituciones islámicas y, tal vez por eso, la inquina suscitada hasta hoy ha sido tan intensa como si fuera el peor de los enemigos tradicionales, infieles y apóstatas.
Ahora bien, Mustafá Kemal no estaba preocupado por combatir a la religión, sino por salvar a Turquía. Desde fines del siglo XVIII, el Imperio Otomano experimentaba un proceso de decadencia, fruto de una inferioridad tecnológica cada vez más acusada en relación con las potencias europeas. Tras las derrotas militares ante Rusia, entre 1768 y 1794, comenzó a plantearse el dilema de modernización o muerte política, que volverá a la actualidad cada vez que se pierda una nueva guerra y el Imperio sufra una nueva amputación.
Las limitaciones observables dieron origen a una incipiente formación de élites democráticas que crean un nuevo vocabulario político: vatan (patria), hürriyet (libertad), millet (nación, antes comunidad religiosa). Sólo que ni los efectos militares, ni los económicos frenan la decadencia cada vez más visible del "hombre enfermo de Europa". En la década de 1870 hay un retroceso hacia el despotismo tradicional, encarnado a partir de 1878 por el sultán Abdulhamit II (1876-1909), tras disolver el Parlamento elegido de acuerdo con los principios de la primera Constitución de la historia turca. El bloqueo político se verá acompañado por una conciencia cada vez más aguda de la inferioridad militar.
De ahí que sean los militares de nueva formación en la Academia de la Guerra, los llamados Jóvenes Turcos, quienes encabecen la oposición nacionalista y constitucionalista, en torno al llamado Comité de Unión y Progreso (CUP), del que se deriva la calificación de "unionistas".

El ascenso de los 'Jovenes Turcos'

En análoga dirección se movieron los profesionales educados en la Academia de la Administración. El sultanato pasaba a ser el obstáculo principal. En julio de 1908, el levantamiento de los Jóvenes Turcos obligó al viejo sultán a restablecer la Constitución, premisa para que sea depuesto en abril de 1909. Encabezados por un hombre ambicioso e hiperactivo, Enver Pachá, su nacionalismo se vio reforzado por la nueva oleada de derrotas en la guerra con Libia y en la primera contienda de los Balcanes.
De ese malestar surgirá la decisión suicida de alinearse con los Imperios Centrales en la I Guerra Mundial, cuya consecuencia fue la pérdida definitiva del Imperio que anuncia el armisticio de rendición de Mudros, el 31 de octubre de 1918. Más aún, territorios del corazón del país vencido iban a ser ocupados por Inglaterra, Francia y Grecia, mientras las zonas de poblamiento griego en el mar Negro y armenio apuntaban a la secesión. La resurrección prometida por los Jóvenes Turcos parecía llevar al hundimiento total.
Entonces entra en escena Mustafá Kemal, un hombre con brillante ejecutoria militar, especialmente en la defensa de Constantinopla tras el desembarco aliado en Gallipoli, y opuesto tanto al alineamiento con los Imperios centrales en la guerra como a Enver Pachá. Mustafá Kemal había nacido en Salónica, en 1881, entrando desde muy joven como militar en actividades conspiratorias vinculadas al CUP, si bien disentirá del liderazgo ejercido por Enver.
Esa discrepancia le impidió ocupar puestos más destacados. Muy preocupado por los aspectos técnicos de la formación militar -desde niño recibió el apodo de "Kemal", "perfecto"-, estuvo siempre convencido de que, sin un cambio político profundo, no cabía solución para los problemas militares de Turquía.
Su relación durante la gran guerra con Vahdettin, el futuro Mehmet VI (1918-1922) le convenció de que no había que contar con el sultanato para la defensa de los intereses nacionales. En los meses que siguieron al armisticio de Mudros, quedó claro que el sultán estaba dispuesto a plegarse a los aliados para conservar el trono.
La Paz de Sèvres, en 1920, consagró esa dependencia. El único recurso era la acción militar en Anatolia y su designación como inspector del ejército para la desmilitarización fue la ocasión para utilizarlo. Apenas llegado, el 19 de mayo de 1919, al puerto de Samsún, en el Mar Negro, Mustafá Kemal emprende una labor opuesta a aquella para la que fuera nombrado: centralizar las fuerzas militares dispersas e instaurar un poder políticonacionalista enfrentado al espíritu de sumisión dominante en Constantinopla.
Los años decisivos de la guerra de independencia y el establecimiento de la República Turca, 1919-1926, fueron objeto de un pormenorizado relato escrito por el mismo Mustafá Kemal. El que entonces era llamado oficialmente el ghazi, es decir, el guerrero por la causa sagrada, tenía interés en que Europa y su propio país conociera la táctica utilizada para alcanzar el fin esencial: preservar la independencia de la patria turca contra toda ingerencia extranjera, fuese protectorado u ocupación.

El Tratado de Sèvres

El 10 de agosto de 1920, el Gobierno imperial aceptó el Tratado de Sèvres, que consagraba la fragmentación del antiguo Imperio y, en particular, el nacimiento de una República de Armenia, con el este de Anatolia incorporado, y de una expansión griega en Tracia oriental y en Esmirna y su comarca. Sólo que la división entre los vencedores era profunda, permitiendo incluso el traslado masivo de armas desde Constantinopla a Ankara. Al ver rechazado el presidente norteamericano Wilson su propósito de asumir la responsabilidad en cuanto a Armenia, la negativa de los nacionalistas colocaba la solución en el terreno de las armas.
Para entonces, la Gran Asamblea de Angora había nombrado un gobierno propiamente dicho, declarando traidor al gran visir y al sultán en estado de "cautividad". La rápida derrota armenia a manos del general Karabekir, en octubre-diciembre de 1920, fue el augurio de que la resurrección era posible: incluso las concesiones territoriales de 1878 fueron revocadas y pronto las buenas relaciones con la Rusia soviética se convirtieron en un eje de la política exterior kemalista.

La derrota de Grecia

Quedaba Grecia, con el apoyo del Reino Unido, en calidad de único adversario. La ofensiva griega tuvo como preliminares la ocupación de Esmirna, en mayo de 1919, y la expansión de la zona griega de control hacia oeste y noroeste en 1920.
En 1921, el Ejército griego lanzó su ofensiva sobre Angora, pero fue detenido en la terrible batalla del río Sakarya, a 80 kilómetros sólo de la capital anatolia (agosto de 1921). El frente se estabilizó a lo largo de un año, pero los griegos estaban expuestos al desastre por su larguísima línea de comunicaciones. Vencedor en la defensa de Sakarya, Mustafá Kemal lo sería nuevamente en agosto de 1922, al destrozar las defensas griegas y avanzar a sangre y fuego hasta Esmirna, conquistada e incendiada el 9 de septiembre. Era ya el Ghazi.

Las fronteras de Lausana

Quedaban los flecos de la retirada británica de Estambul y de la paz final, firmada en Lausana en 1923. Sèvres dejaba de existir. Turquía adquiría el perfil de fronteras mantenido hasta hoy, una vez frustrado en 1926 el intento de conservar el vilayet de Mosul, la región petrolífera ambicionada por Inglaterra, y obtenido en 1939 el distrito de Alejandreta, atribuido en 1921 al protectorado francés de Siria. En el tiempo de conflicto entre Estambul y Angora, Mustafá Kemal evitó el enfrentamiento con el sultán Mehmet VI. No había que dividir fuerzas.
Pero, una vez vencida la guerra con Grecia, juzgó peligroso esperar a que el sultán recuperara prestigio. No fue difícil que la Asamblea Nacional votase, el 1 de noviembre de 1922, su abolición. Siempre cauto en la adopción de cambios, Mustafá Kemal mantuvo, de momento, la institución religiosa del califato, sin poder, ejercida por un primo del último sultán, Abdulmecit, hasta que el 3 de marzo de 1924 fue a su vez eliminada por otro voto parlamentario y se decidía expulsar a toda la dinastía osmanlí.
Mustafá Kemal prefirió afrontar el conflicto con los sectores continuistas, y borró para siempre "las instituciones apócrifas" de la teocracia. Para él, la religión era un tema de orden individual. Su mantenimiento como creencia fautora de la política y de las costumbres representaba un obstáculo para la modernización del país. El concepto empleado para caracterizar la nueva política no será el de secularismo, es decir, separación de Estado y religión, sino el de "laicismo" (laiklik) que, en la visión de Kemal, implicaba colocar el Islam bajo el control del Estado.

Proclamación de la república

El proceso de institucionalización democrática culminó con la proclamación de la República de Turquía, el 29 de octubre de 1923, una vez que tres meses antes el Tratado de Lausana hubiese aclarado el panorama internacional. Siempre paso a paso y golpeando por sorpresa. Entre diciembre de 1922 y agosto de 1923, Mustafá Kemal había promovido la formación de un partido político entregado a su ideario de soberanía nacional, gobierno representativo y eliminación del sultanato.
Su nombre de Partido del Pueblo -más tarde Partido Republicano del Pueblo- indicaba la entrada en juego de un sujeto político, "el pueblo" (halk), protagonista y destinatario de los cambios. Dominará la Asamblea Nacional elegida por sufragio que el 29 de octubre hará de Kemal el primer presidente de la república y de su segundo, Ismet Pachá (luego Ismet Inonü) el primer ministro.
El malestar creado por la supresión del califato y la concentración de poder en manos del Ghazi sirvió de aglutinante para que varios notables crearan un partido de oposición, el Partido Republicano Progresista (PRP). La rápida infiltración de intereses conservadores y las apelaciones a la defensa de la religión suscitaron muy pronto el rechazo de Kemal, quien, aprovechando la inestabilidad creada por el levantamiento kurdo de febrero de 1925, hizo promulgar la Ley para el Mantenimiento del Orden que otorgaba al gobierno poderes dictatoriales por dos años renovables.
El 3 de junio de 1925, el Partido Republicano Progresista fue prohibido. "Los hechos y los acontecimientos han probado -dirá Kemal- que el PRP era obra de los cerebros de traidores". La durísima represión contra los kurdos vencidos se vio acompañada de la supresión de periódicos y de la detención de periodistas. Fue el prólogo de la nueva oleada represiva dirigida a partir de junio de 1926 contra ex miembros del PRP y antiguos "unionistas", tras un intento fallido de asesinar al presidente.

Invenciones nacionalistas

El nacionalismo se tiñó de invenciones históricas tendentes a asociar la identidad turca con las pasadas civilizaciones anatolias: el Museo de este nombre en Ankara refleja esa deriva mítica, orientada a conferir solidez a una idea de la nación que no descansaba sobre la raza o la religión, sino sobre el concepto de comunidad constituida a partir de un pasado, una historia, una moralidad y unas leyes compartidas.
Kemal renunció a encerrarse en opciones únicas, según probó la sustitución como primer ministro, en 1938, del estatista Inonü por el liberal Celal Bayar, más tarde líder de la escisión democrática del RPP. Fue como si el kemalismo expresase la tensión entre una élite revolucionaria, consciente de la necesidad de su acción reformadora, pero también de su condición minoritaria. La democracia, en 1945, no cambió el problema. Desde el establecimiento de la República, el fin de la modernización justificaba el rechazo temporal del pluralismo.
El Imperio otomano y el Islam tradicional eran para Kemal los causantes de la ruina de Turquía. La única salida residía en que la construcción de la nación turca se viera acompañada de una occidentalización paso a paso. La cascada de reformas es de sobra conocida. Unas fueron simbólicas, como la abolición del fez, "emblema de la ignorancia, del fanatismo y del odio a la civilización", apoyada allí donde hubo resistencia por el ahorcamiento de los infractores; la sustitución del viernes como festivo por el domingo o la eliminación del velo para las mujeres, en el marco de la adopción de la vestimenta europea, de que el mismo Kemal dio ejemplo.Una vez asignado por la Asamblea el apellido de Ataturk, la medida fue generalizada a todos los turcos.
Otras modificaron en profundidad la vida de la población, como la adopción del calendario gregoriano, del día de veinticuatro horas, la prohibición de las escuelas religiosas -medersas y tekkes, conventos de derviches- o el establecimiento de un nuevo Código Civil inspirado en el suizo -en tanto que el Penal seguía al italiano y el Mercantil, al alemán-, que consagraba la igualdad de las mujeres ante la ley, prohibía la poligamia y establecía el matrimonio civil.
El esfuerzo de cambio culminó en 1928 con la sustitución del alfabeto árabe por el que Kemal llamó alfabeto turco, construido sobre la base del latino. El altísimo nivel de analfabetismo favoreció el cambio, que implicaba un salto decisivo en la aproximación a Europa. Es conocida la imagen del propio presidente explicando en la plaza pública, con la ayuda de la pizarra como un maestro en ciudades de provincia, la mayor adecuación a la lengua turca de los caracteres latinos. Los notables supervivientes de la era otomana se convertían a su vez en analfabetos.
En 1935, por vez primera, las mujeres ejercieron el derecho de voto. Ese mismo año, Santa Sofía dejó de ser mezquita para convertirse en museo. Todo ello sobre el telón de fondo de un compromiso con la paz, que tuvo su reflejo en la participación de Turquía en la Sociedad de Naciones. Las transformaciones no se limitaron a las esferas jurídica y cultural. El "estatismo" modernizó también la economía, conforme explica el historiador Feroz Ahmad en su libro Turquía.
La búsqueda de una identidad: "Ataturk logró crear una nación que había adquirido una nueva identidad y era autosuficiente e independiente. Inició el proceso de transformar un país a partir de su base feudal y agraria en una economía industrial moderna (...). El nuevo turco había aprendido todas las profesiones requeridas por una sociedad moderna, desde ferroviario a empleado de banco, al tiempo que las mujeres trabajaban ahora en los establecimientos textiles o como secretarias, y en otras profesiones". Sólo el cambio en la mentalidades de la sociedad tradicional quedó rezagado y dispuesto a volver a escena.

El legado del kemalismo

La revolución desde arriba y la occidentalización laica sirvieron de ejemplo a las políticas reformadoras de algunos de los contados países musulmanes que, antes de 1939, conservaban su independencia. El ejemplo peor conocido fue el de Afganistán, donde el rey Amidullah fue depuesto apenas esbozadas las reformas, con el velo como símbolo.
Más duradero fue el ensayo de Reza Shah, en Irán, que desde la década de 1920 utilizó la propaganda nacionalista, la occidentalización del sistema judicial y el recorte drástico del poder clerical sobre la educación para reforzar su poder absoluto.
La visita a Mustafá Kemal en 1934 simbolizó la convergencia de ambas políticas, y al mismo tiempo supuso la aceleración de acción secularizadora del iraní. Más allá de 1945, será el tunecino Habib Burguiba quien de forma más clara encarne la continuidad con el proyecto turco de modernización autoritaria, y de control estricto de la religión desde el Estado.
http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2016/03/03/56d8395522601d8a278b45f4.html

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