viernes, 22 de diciembre de 2017

El tiempo morado, Quevedo y Perón.

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Publicado el: 22 diciembre, 2017
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Estamos viviendo el tiempo de Adviento que abarca los cuatro domingos que preceden la Navidad, conmemoración del nacimiento de Jesús. El Adviento tiene como color litúrgico el morado, signo de penitencia. Se trata de un período de oración, esperanza, arrepentimiento, perdón y alegría. Como penitencia no incluiré dos sustantivos propios que habían estado presentes en mis artículos previos. En cambio, haré referencia a los “Sueños y Discursos” de Francisco de Quevedo y Villegas publicados en 1627, hace 390 años, y a ocurrencias de Juan Domingo Perón.
Igual que Dante en “La Divina Comedia”, Quevedo, en sus sueños, llegó al infierno, antes del Juicio Final, y encontró alguien que había sido juez, lavándose las manos repetidamente por largo tiempo. El juez hacía esto porque durante su vida, le untaron las manos para acomodar sus sentencias y no quería llegar al Juicio Final con vestigios de grasa sobornadora.
Fue jocoso encontrar un avariento a quien le señalaron una puerta que estaba protegida por los Diez Mandamientos, para que no entraran quienes no los habían guardado. El avariento muy audaz “… dijo que en los casos de guardar era imposible que hubiese pecado…”, porque todo lo que aparecía lo guardaba para sí. ¿Es posible que ese avariento cumpliera con el Primer Mandamiento: “Amar a Dios sobre todas las cosas”? Contestó, arrogantemente, que no violó ese mandamiento porque él se apropiaba de todas las cosas, las amontonaba, se subía sobre ellas, comenzaba a rezar, y así podía amar a Dios sobre todas las cosas.
Sobre el Segundo Mandamiento “No jurar su nombre en vano”, dijo que tampoco lo había violado. Admitió que había jurado falsamente, pero no en vano, porque cada vez que había jurado lo había hecho, no en vano, sino con marcado interés y propósito de beneficiarse. Por coincidencia en nuestro medio alguien juró falsamente pero no en vano, sino guiado por un muy alto interés personal y, violando su juramento, consiguió lo que tenía prohibido. Similarmente en una dictadura tropical un chusco escribió, con grandes letras, “Abajo quien usted sabe”. Fue apresado por la policía secreta. El chusco protestó preguntando: ¿Por qué me apresan? La policía replicó: todo el mundo sabe quién usted quiere que se vaya abajo. Pasó como aquí: todos sabemos quién logró su objetivo jurando falsamente, pero no en vano.
Sobre “Guardar las Fiestas” el avariento dijo que después de apropiárselas, guardaba todas las fiestas y los días de trabajo. Por tanto cumplía literalmente con ese Mandamiento. Aseveró que también cumplió el quinto mandamiento, “No matar”, alegando que ni siquiera comía porque comer es matar el hambre.
Apareció alguien arrogante… “Hizo muchas reverencias a todos y con la mano una ceremonia usada de los que beben en charco”. Relata Quevedo: “Y entre los bufones vi muchos hombres honrados, que yo había tenido por tales. Pregunté la causa y respondiome un diablo que eran aduladores y que por esto eran bufones”. ¿Tenemos esos especímenes acá?
Los del cuarto de “¡Oh, quién hubiera!”, que ya no tenían tiempo para ser absueltos en el Juicio Final, siempre decían: ¡Oh, quién hubiera oído misa!, ¡Oh, quién hubiera favorecido al pobre! Ocurre lo mismo con los “yo pensé que” a quienes corresponde una zona de alto nivel térmico en el infierno. Son dos advertencias a quienes acostumbran “equivocarse” al votar, para luego arrepentirse. Quevedo tropezó con los muertos de risa: “Gente que vive como si no hubiere justicia y muere como si no hubiere misericordia”. Al exigírseles devolver lo robado dicen: “Me río de eso”. Igual que nuestros acusados con expedientes archivados.
Sobre pugnas y reconciliaciones Perón, dictador populista por excelencia, proclamó lo que aquí practica el Gobierno: “Para los amigos todo, para los enemigos ni siquiera la justicia”. Remató con esta perla: “Los peronistas somos como los gatos. Los que están fuera de nuestras reuniones oyen gritos y creen que estamos peleando, pero en realidad estamos haciendo el amor”. ¿Puede relacionarse esto con fotos muy difundidas, o con las pinturas de Tiziano y Rubens sobre Caín y Abel? Quevedo dictaminó “… que toda paz que no se hace con una buena guerra es sospechosa”.
Honremos el Sermón de Montesinos, clarinada de Derechos Humanos, pronunciado el Cuarto Domingo de Adviento. ¡Feliz Navidad!

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