La absurda historia del Concilio Cadavérico
El macabro espectáculo del Sínodo del Cadáver fue uno de los acontecimientos del Papado en la Edad Media
En 897 se celebró un juicio en la Basílica de San Juan de Letrán en Roma que se conocería como el Sínodo del Cadáver. El Papa Esteban VI despreció a su predecesor, el Papa Formoso, que gobernó desde 891 hasta 896, acusándolo de perjurio y haber asumido el papado ilegalmente. Tan extremo era este odio que Esteban VI decidió formalmente juzgar a Formoso por sus delitos.
Había un problema: Formoso llevaba muerto casi un año
Esteban VI ni se inmutó. Así que exhumó el cadáver putrefacto de Formoso, lo vestió con su atuendo papal, le asignó un abogado y le sentó en un trono para “escuchar” las acusaciones.
La historia que condujo al Sínodo del Cadáver en realidad comenzó antes del reinado de Formoso. Gracias a que que Roma era el epicentro indiscutible de los Estados Pontificios, las pequeñas ciudades de su entorno florecieron. Las divisiones comenzaron a formarse dentro de la Iglesia, que previamente había establecido un frente unificado, y el papado se estaba convirtiendo en algo que los hombres aspiraban como una posición de poder más que un liderazgo divino.
Formoso estaba lanzado en su carrera hacia el papado desde que fue nombrado obispo de Porto por Nicolás I en 864, y actuó como legado pontificio en Bulgaria ya que el príncipe de aquel país solicitó al Papa que lo enviase como arzobispo. Sin embargo, en 877, al apoyar la coronación como rey de Italia de Arnulfo, se enfrentó al entonces papa, Juan VIII, que apoyaba al monarca franco Carlos el Calvo, lo que le valió ser expulsado de su diócesis y la excomunión, castigo este que sería levantado en 833, al acceder al papado Marino I, siendo restituido en su sede de Porto.
Palacio Apostólico del Vaticano, antes de la construcción de la actual Basílica en el siglo XVI
Lo cierto es que la amistad de Formoso con otros elementos levantiscos de Roma fue causa de su ruina. Temiendo la creciente influencia de Formoso, Juan VIII lo excomulgó.
Juan VIII fue un papa muy centrado en los negocios de Italia y Francia, y muy pródigo en excomulgar
De hecho, poco después de excomulgar a Formoso, Juan VIII fue asesinado, al parecer envenenado y luego golpeado con un martillo (por si acaso). Luego, después de una serie de papados efímeros, Formoso finalmente tomó el papado.
Después de Formoso vino Bonifacio VI, quien gobernó solo 15 días. Luego, se nombró a Esteban VI quien ordenó el macabro juicio de Formoso, quien fue encontrado culpable en breve. Tras el veredicto de culpabilidad, el tribunal inició la ejecución de la damnatio memoriae (condena de la memoria). Todas las medidas, decretos y actos de Formoso fueron considerados inválidos, y como castigo fue despojado de sus túnicas papales. Los tres dedos de su mano derecha que fueron usados para las bendiciones también fueron cortados.
Como acto final de profanación, Esteban VI arrojó el cuerpo de Formoso al río Tíber. Unos días más tarde un monje local lo sacó y escondió el cuerpo cerca. Después, Formoso fue llevado a San Pedro, junto con el resto de los Papas difuntos. Se rumorea que un papa posterior, Sergio III lo hizo exhumar una vez más y decapitarlo, aunque nunca se ha corroborado.
El Sínodo de Cadáver provocó una revolución en el papado, dando paso a uno de los tiempos más turbulentos y corruptos que el Vaticano había visto, y que duró casi 100 años. En cuanto a Esteban VI, fue encarcelado después de la gran indignación pública ante el mórbido espectáculo, y fue en prisión donde fue estrangulado hasta la muerte el mismo año del infame sínodo.
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