María Josefa Gómez (La maestra, la educación, la mujer)
Publicado el: 24 marzo, 2018
Por: José Silié Ruíz
e-mail: j.silie@hoy.com.do.
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La prolífica escritora salcedense, mi amiga de infancia Emelda Ramos, me dedica con cariño su última producción intelectual titulada “La Histografía y literatura de Salcedo” (1865-1965), una publicación del Archivo General de la Nación. En este mes de la mujer fue motivante, al recibir la obra, la cual deseo compartir con mis amables lectores, pues me produjo la gran alegría de “volver a vivir” momentos gratísimos de una infancia muy feliz. Ir a Salcedo en las vacaciones era algo equivalente como ir hoy a Disney World, por eso me esforzaba en las clases para obtener buenas notas porque era la garantía de ir a vacacionar al terruño de mi madre, a la ciudad de las hermanas Mirabal.
Al leer la enjundiosa obra de investigación de la relevante escritora, al llegar a su página 99, sentí gran nostalgia, pues en ella menciona los aportes de la eminente profesora María Josefa Gómez, la muy querida tía Nenena, hermana de mi abuela materna que era la matrona de la familia. Vivió en Salcedo en los Samanes, en una hermosa casona con muy bellos jardines, en las afueras del pueblo. Este era el lugar donde nos reuníamos muchos primos y desfrutábamos intensamente y aun en vacaciones con ella había que leer de manera obligatoria todos los días. Esta educadora tiene la estatura moral de una Ercilia Pepín, y con aportes hechos a la educación del país similares a los de la inmensa Salomé Ureña. Señala la autora: “En el temprano Salcedo, la prosa no solo fue cultivada en el género ficción, como lo es el relato o la novela breve, sino también en el ensayo y la conferencia. Más cuando este se canaliza mediante la oratoria. Esta vertiente literaria tuvo una constante cultora en la eximia señorita Gómez. María Josefa Gómez, hija adoptiva de Salcedo, nació en San Cristóbal, en febrero de 1892, y eran sus padres Juan Bautista Gómez y Dolores Uribe. Se había formado en La Vega, donde había dejado una estela fulgurante como joven pedagoga y disertante. Y en 1911 llega desde allí en el ferrocarril a lo que sería la tierra donde desarrollaría su labor magisterial y su pensamiento a plenitud. Fue la suya una verdadera revolución educativa en un pueblo que en vida le tributó uno de los homenajes más insólitos: dar su nombre a la calle donde residió”. La principal escuela primaria de Salcedo lleva su nombre.
Asimismo, me permito citar como homenaje en este su mes a la mujer dominicana, parte de una conferencia que dictó la talentosa maestra en el Club de Damas de Salcedo en noviembre de 1929 sobre la mujer y que está integra en el libro mencionado: “Ella entra en una fase de su vida al querer romper los antiguos moldes, lucha y trabaja para crearse una personalidad, personalidad que necesita como ser social y que se le negó adquirir por mucho tiempo. En su lucha constante por romper las trabas que la oprimían ha expuesto claramente que su lucha no es contra el hombre, sino que su actuación se dirige a recabar del hombre que le permita ser su asociada… De aquí que después de iniciadas y realizadas estas, se caiga en verdaderas contradicciones, debido a la incomprensión del ideal por falta de capacidad. Después de instaurada la renovación es que viene la preparación de las masas y después de conseguida esta, es que se consagra la victoria.
Por eso cuando la mujer alcance la victoria perseguida, pase el delirio del triunfo, del que actualmente se jacta, antes de obtenerlo, venga la reflexión y con ella el reconocimiento de que al número de derechos adquiridos, corresponde un número igual de deberes, y que a mayor número de ventajas mayor es el grado de responsabilidad que se contrae, habrá llegado el momento del verdadero equilibrio entre los dos eslabones de la humanidad el hombre y la mujer”. Noten ustedes lo preclaro de sus pensamientos, estamos “conversando” de que esto se escribió hace 89 años y todavía mantiene una gran actualidad. Ella, era una persona de una gran cultura y una inteligencia muy superior, una máxima expresión de la verdadera maestra, actora de una gran rectitud y de ejemplos morales. Bien sabemos que el maestro es el artífice de la conducta civilizada de los pueblos, porque a este se le encomienda la noble misión de irle dando forma altruista al carácter. Hoy que la educación nacional está en una etapa muy crítica donde debe haber avenencias en procura de una mejoría en la educación del país aun sea por la memoria de maestros de su talla, por ello es más que razón para que las directrices educativas modernas se conduzcan a crear una expresión formativa más relevante que lo actual, en procura de la mejoría educativa del alumnado nacional.
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