sábado, 24 de marzo de 2018

Micenas el reino del mítico Agamenón.

Según Homero, el autor de la Ilíada y de la Odisea, Agamenón era hijo del rey micénico Atrio. Tras la muerte de este, Agamenón con la ayuda del rey de Esparta se hizo con el trono de Micenas, mientras, su hermano Menelao se convirtió en rey de Esparta al morir Tindareo. Es decir, ambos gobernaban dos de los pequeños reinos micénicos en un punto entre los siglo XIII-XII aC.
Como relata la Ilíada, Helena la mujer de Menelao es raptada por el príncipe de Troya. Dicha ofensa no se podía permitir, de tal manera que Agamenón reunió un gran ejercito entre los reinos micénicos y tras cruzar el mar Egeo se presentó en la ciudad de Troya. Diez años duró el asedio de la ciudad, hasta que un día tras la construcción de un gran caballo de madera, que consiguió engañar a los troyanos, los aqueos como los denominaba Homero, se introdujeron en la ciudad para arrasarla por completo.
Recreación de la entrada en Troya
Agamenón, siempre bajo el prisma de Homero, era el rey más valiente de los reyes micénicos, pero también el más despiadado, arrogante y cabezota. No dudo ni siquiera en entregar a  su propia hija para que fuera sacrificada en honor a la Diosa Artemisa, a cambio de que esta mediara en la buena marcha de la expedición a Troya.

¿Existió Agamenón?

Vaya por delante que afirmarlo a día de hoy sigue sin poder ser demostrado. Pero también podemos decir que desde el siglo XIX, la perspectiva sobre el mismo ha cambiado sustancialmente. Si en la Edad Moderna era conocido simplemente como un personaje de ficción, que nos fue presentado por Homero. Hoy día podemos señalar, que los descubrimientos arqueológicos a partir del siglo XIX, han abierto una ventana a la esperanza, de aquellos que como Heinrich Schliemann creen que la Ilíada pudo estar basada en hechos reales.
Heinrich Schliemann
Además podemos decir que dichos descubrimientos fueron gracias a este arqueólogo aficionado alemán, que no se contentó con pensarlo y quiso demostrar que los hechos de Troya y por lo tanto Agamenón fueron ciertos.
En primer lugar se dirigió a Hisarlik, un lugar en la costa de Turquía que desde principios del siglo XIX se suponía era la antigua Troya. Heinrich Schliemann llegó en el año 1870, desde entonces 140 años de excavaciones han demostrado que la ciudad homérica de Troya, si existió fue en dicho lugar.
Brian Cox interpretando a Agamenón en la película Troya (2004)
Cuatro años después el multimillonario alemán quiso demostrar donde se hallaba la morada de Agamenón. Por lo que se dirigió al destino que hoy conoceremos un poco mejor: Micenas un pequeño yacimiento arqueológico descubierto unos años antes por arqueólogos griegos, los cuales habían reconstruido la célebre Puerta de los Leones. Desde el año 1874, que llegó Schliemann, las excavaciones han ido dando sorprendentes descubrimientos, que ha día de hoy nos permiten suponer que si Agamenón existió, Micenas fue su hogar.

La civilización micénica.

Se conoce como mundo micénico la última cultura del bronce, que surgió entre los años 1600-1100 aC., en el territorios de la posterior cultura griega. Durante dicho periodo florecieron una serie de ciudades-estado autónomas regidas por una aristocracia guerrera. Con gran probabilidad entre ellas debió existir algunos lazos familiares que las unían, pero también enemistades que llevaron a un alto grado de violencia. Sobre este aspecto no queda demostrado, ni que fueran guerras internas, pero tampoco de que fueran causadas por un tercero.
Dichas ciudades-estado se distribuyeron por una amplia geografía, con especial incidencia en el Peloponeso, en el Ática y en Beocia. Pero también se localizaron algunas más al norte, o también en las islas cicladas, por último destacar que llegaron incluso a la costa de la Península de Anatolia. En los sustratos arqueológicos inferiores se localizaron restos de procedencia minoica, es decir de la primera cultura helénica de la isla de Creta.
Gracias especialmente a su escritura lineal B, conocemos a grandes rasgos su estructura social, que nos acerca si cabe un poco más a la leyenda de Homero. Cada pequeña ciudad estaba regida por un soberano (wanax), junto al cual una serie de compañeros (equetas) eran los encargados de llevar a cabo la dirección de la ciudad. También contaban con un jefe del ejército (lawagetas), que bien pudo ser el mismo soberano, puesto que evidentemente recayó en el supuesto Agamenón. Junto a ellos ya existían los terratenientes, pequeños propietarios y el pueblo llano que ya adquirió la denominación de Damos.

Micenas.

La ciudad de donde surgió el nombre de la civilización micénica fue encontrada en el siglo XIX, en la entrada al Peloponeso desde el continente. Por los restos encontrados podemos pensar que estamos ante la más rica de todas las ciudades micénicas.
Si atendemos a la mitología griega, Micenas fue fundada por Perseo uno de los hijos de Zeus. Sus descendientes reinaron sobre ella durante tres generaciones, el último de ellos fue Euristeo que murió sin dejar descendencia. Tras lo cual el “wanax” elegido fue Atreo el padre de nuestro protagonista Agamenón.
Arqueológicamente la zona está situada entre dos colinas, alrededor de unos  300 metros por encima del nivel del mar. Muy cerca del istmo que une el Peloponeso con el continente, por lo tanto era un punto evidentemente de control. Los restos más antiguos se remontan al segundo milenio aC. Pero no será hasta alrededor del año 1.700 aC., cuando empiecen aparecer las primeras tumbas monumentales. Su época de mayor esplendor coincide con la época micénica, en la misma entre los años 1.650-1.200 aC., encontramos las construcciones más significativas.

Circulo de tumbas B.

Construido aproximadamente sobre el año 1.650 aC., para acoger durante un siglo los restos mortales de la que debía ser la primera familia real de Micenas. Destacar que se sitúa a más de 100 metros de la entrada principal de la posterior ciudadela y que su diámetro era de unos 27 metros.
 Tras su descubrimiento en los años 50 del siglo XX, se hallaron en su interior 26 restos humanos, repartidos en 14 tumbas señalizadas con estelas, es decir que pudieron significar tumbas familiares. Queda demostrado que las ceremonias se realizaban en el interior del circulo, gracias a la localización de los restos de las ofrendas entre ellas pequeños animales.
Restos hallados en el Círculo B
Pero lo más espectacular fueron los diferentes objetos hallados y que denotan el pasado guerrero de Micenas. Dichos guerreros eran enterrados con sus espadas que en las empuñaduras presentaban oro y marfil, junto a las mismas se hallaban sus lanzas y diferentes adornos, como collares de oro o amuletos, sin olvidar la rica cerámica micénica. Aunque de todos los ajuares, podemos destacar uno que precisamente no correspondía a un guerrero, sino a una mujer que se deduce era hija de algún rey. Su vestido mortuorio llevaba incrustado oro y plata y fue enterrada con todo tipo de joyas, como collares, pendientes o diademas.

Círculo de tumbas A.

Descubierto por Schliemann durante sus primeras excavaciones. Su datación ha resultado posterior al círculo B, y prácticamente consecutiva, además podemos añadir que su utilización debió ser muy similar al anterior. Pero su localización en el interior de la ciudadela ha llevado a una evidente hipótesis de que fuera construida por otra familia real.
El círculo A junto a la puerta de los leones.
Si debemos buscar una originalidad entre los ajuares, podemos hablar de una espada con empuñadura de ámbar báltico, así como diferentes joyas con este material que desvela un contacto comercial con 3.000 km de distancia. Tampoco podemos dejar de hablar de la supuesta máscara de Agamenón, nombrada así por el propio Schliemann en su búsqueda del rey que venció a los troyanos.
La máscara de Agamenón

Puerta de los Leones.

La imagen por excelencia del yacimiento de Micenas. Aunque precisamente fue una de las últimas construcciones de la ciudad micénica, datada aproximadamente del año 1.250 aC. Se trata de la entrada a la ciudadela o espacio amurallado que contenía los principales edificios. La puerta en sí es una obertura prácticamente cuadrada de 3 metros, que en su tiempo contaba con dos enormes puertas de hoja construidas en madera. Son varios los motivos que llaman la atención, desde su profundidad de cerca de dos metros, al acabado del dintel superior, que para rebajar el enorme peso se optó por un triangulo de descarga, adornado con dos leonas, y no leones,  enfrentadas. Se apunta que fue el símbolo de la ciudad de Micenas.
Las murallas, realizadas como la Puerta de los Leones en el siglo XIII aC.,  son sin duda la parte más espectacular de la visita. Gracias a sus enormes muros ciclópeos, denominación acuñada en la antigua Grecia, al suponer que habían sido construidas por los míticos gigantes de un solo ojo.

El interior de la Ciudadela.

Desde la construcción de las murallas, los habitantes de Micenas vivieron intramuros.
En lo más alto de la ciudad destacaba el palacio de los reyes de Micenas, construido a partir del 1.350 aC., sobre tres terrazas. Destacar que contaba con las principales partes de cualquier palacio micénico, es decir almacenes, talleres y diferentes dependencias para la vida en palacio. A las que debemos sumar el gran patio central y el mégaron, el lugar donde el wanax recibía las visitas, dotado de un hogar central y cuatro columnas rodeando el trono real.
Recreación de la Ciudadela de Micenas
Otra de las partes más significativas fue el centro de culto, situado en el suroeste de la ciudadela. Durante los siglos XIV-XIII aC., se construyeron diferentes edificios superpuestos ente ellos, destacar que se unían con el palacio a través de la calle principal de la ciudadela.
En el noroeste de Micenas encontramos una de las construcciones más originales, se trata de una enorme cisterna subterránea, la cual se llenaba a través de unos conductos de terracota desde una fuente situada a 300 m. de la Ciudadela. Para evitar las filtraciones se selló con una doble capa de yeso de gran calidad, y contaba con una especie de filtro a base de piedras situado en la entrada del conducto. Quedo atestiguado que las murallas ciclópeas fueron modificadas en el siglo XIII aC., para que la entrada a la misma se ejerciera intramuros.

El tesoro del Atrio.

La entrada a la supuesta tumba de Agamenón
Dejamos para el final la construcción más espectacular de Micenas, para ello volvemos a las afueras de la ciudadela para encontrar la supuesta tumba de Agamenón. El tesoro del Atrio se considera una de las tumbas más espectaculares de la antigua Grecia.  Se trata de una cúpula con un diámetro de 14,60 m. y una altura de más de 13 metros, a la cual se entraba por un pasillo de 36 m. de largo por 6 de ancho. La puerta mide 7 m. de altura y algunas de sus piezas pesan 120 toneladas.  Construida entre los años 1.350-1.250 aC., a buen seguro fue utilizada por los reyes micénicos.
Posteriormente en el siglo II, Pausanias el viajero griego le asignó el nombre de Atrio, pensando que fue la tumba del primer rey de Micenas Atreo. Por lo que no es tan descabellado pensar, que si Agamenón existió posiblemente, sus huesos acabaran en esta tumba. Desgraciadamente fue saqueada muchos años antes de la llegada de la arqueología en el siglo XIX.
Más info: odysseus.culture
Imágenes: commons.wikimedia

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