lunes, 7 de mayo de 2018
Luchando por la libertad, Harriet Tubman (1820?-1913)
La historia de Harriet Tubman es la historia de todo un pueblo condenado a la esclavitud durante siglos. Su vida se convirtió en símbolo de la lucha por romper aquellas cadenas de la injusticia que había llevado a miles y miles de personas a sufrir la esclavitud en las plantaciones sureñas de los Estados Unidos. Porque Harriet no sólo se liberó a sí misma escapando de una existencia sin libertad sino que se jugó la vida por salvar la de muchos otros que, como ella, fueron víctimas de la codicia humana.
El verdadero nombre de Harriet Tubman era el de Araminta Ross. Había nacido en esclavitud en la década de 1820 (se desconoce el día y el año exactos) en el estado de Maryland donde sufrió una infancia dura y triste. Araminta provenía de una familia de esclavos que había llegado de África varias generaciones atrás. Siendo una niña, se le asignó la tarea de niñera y, a medida que fue creciendo, se fue incorporando a las duras labores del campo. Además debía hacerse cargo de algunos de sus hermanos pequeños ayudando a su madre, Rit.
En aquellos años, además del agotamiento por el intenso trabajo, Araminta recibió malos tratos y vejaciones. Tenía la espalda llena de cicatrices provocadas por los latigazos que le propinaban sus dueños cuando lo consideraban necesario para aleccionarla y castigarla. Además, un golpe recibido en la cabeza le dejaría secuelas de por vida como terribles dolores de cabeza y visiones que, unidas a su profunda fe en Dios, le hicieron pensar que tenía premoniciones divinas.
En 1844 se casó con John Tubman, un hombre negro libre. A partir de entonces, además de modificar su apellido, cambió también su nombre por el de Harriet. Pocos años después, cuando su dueño, el señor Brodess falleció y su esposa decidió venderla a otro amo, Harriet se dispuso a escapar junto a dos de sus hermanos. Tras varios intentos, finalmente en 1849 utilizó la red conocida como «ferrocarril subterráneo» para llegar a Pensilvania.
Harriet era libre pero no iba a quedarse de brazos cruzados sabiendo que su familia aún permanecía en un sur esclavista. Así que regresó varias veces a Maryland mientras se escabullía de las nuevas leyes del norte como la Ley de Esclavos Fugitivos que obligaban a denunciar a los esclavos huidos. Por aquel entonces empezó a ser conocida como Moisés por su importante labor ayudando a escapar a muchos esclavos.
En uno de sus retornos al sur, Harriet se reencontró con su marido para descubrir que este se había vuelto a casar y no quería saber nada de ella. Harriet se volcó de lleno en la liberación de esclavos y en ayudar a su traslado hasta Canadá para eludir las leyes sobre esclavos fugitivos. De entre los cientos de personas que ayudó a escapar, se encontraban sus propios padres que se pudieron instalar en el país vecino, y algunos de sus hermanos.
Harriet Tubman continuó con su labor hasta que estalló la Guerra Civil y se unió a la causa de la Unión sirviendo como enfermera en Port Royal. Harriet también se implicó en la lucha armada convirtiéndose en la primera mujer en dirigir un asalto, en Combahee River, donde se pudieron liberar a un gran número de esclavos.
Las esperanzas que albergaba Harriet y muchos abolicionistas de que el fin de la guerra traería consigo una nueva etapa en la historia de los Estados Unidos en la que la raza no fuera un estigma social pronto se desvanecieron. En 1863, el Presidente Lincoln había declarado la Proclamación de Emancipación de los esclavos en los Estados Confederados pero el racismo continuó vivo en la sociedad durante muchas décadas.
Harriet Tubman no recibió ninguna compensación económica por su labor durante la contienda. Se trasladó a vivir a Auburn, donde un abolicionista le había cedido un pedazo de tierra en la que construyó su propio hogar. Un hogar que se convirtió en refugio para sus propios padres, que habían vuelto de Canadá, y alojó a huéspedes que le ayudaron a sobrevivir. Uno de ellos, un veterano de la guerra llamado Nelson Davis, se convertiría en su segundo marido, con quien adoptaría a una niña, Gertie.
Los años siguientes, la fama de su valentía se extendió por los Estados Unidos y consiguió no sólo recibir ayuda económica sino también el reconocimiento público. Harriet se implicó entonces en otra causa, la de las sufragistas que reclamaban el voto de las mujeres.
Ya en el siglo XX, Harriet Taubman se acercó a la Iglesia Episcopal Metodista Africana Sion de Auburn a la que donó parte de sus propiedades para construir una residencia en la que ella misma, años después sería internada. El 10 de marzo de 1913 fallecía siendo una anciana de más de noventa años con una larga vida de lucha a sus espaldas.
En aquellos años, además del agotamiento por el intenso trabajo, Araminta recibió malos tratos y vejaciones. Tenía la espalda llena de cicatrices provocadas por los latigazos que le propinaban sus dueños cuando lo consideraban necesario para aleccionarla y castigarla. Además, un golpe recibido en la cabeza le dejaría secuelas de por vida como terribles dolores de cabeza y visiones que, unidas a su profunda fe en Dios, le hicieron pensar que tenía premoniciones divinas.
En 1844 se casó con John Tubman, un hombre negro libre. A partir de entonces, además de modificar su apellido, cambió también su nombre por el de Harriet. Pocos años después, cuando su dueño, el señor Brodess falleció y su esposa decidió venderla a otro amo, Harriet se dispuso a escapar junto a dos de sus hermanos. Tras varios intentos, finalmente en 1849 utilizó la red conocida como «ferrocarril subterráneo» para llegar a Pensilvania.
Harriet era libre pero no iba a quedarse de brazos cruzados sabiendo que su familia aún permanecía en un sur esclavista. Así que regresó varias veces a Maryland mientras se escabullía de las nuevas leyes del norte como la Ley de Esclavos Fugitivos que obligaban a denunciar a los esclavos huidos. Por aquel entonces empezó a ser conocida como Moisés por su importante labor ayudando a escapar a muchos esclavos.
En uno de sus retornos al sur, Harriet se reencontró con su marido para descubrir que este se había vuelto a casar y no quería saber nada de ella. Harriet se volcó de lleno en la liberación de esclavos y en ayudar a su traslado hasta Canadá para eludir las leyes sobre esclavos fugitivos. De entre los cientos de personas que ayudó a escapar, se encontraban sus propios padres que se pudieron instalar en el país vecino, y algunos de sus hermanos.
Harriet Tubman continuó con su labor hasta que estalló la Guerra Civil y se unió a la causa de la Unión sirviendo como enfermera en Port Royal. Harriet también se implicó en la lucha armada convirtiéndose en la primera mujer en dirigir un asalto, en Combahee River, donde se pudieron liberar a un gran número de esclavos.
Las esperanzas que albergaba Harriet y muchos abolicionistas de que el fin de la guerra traería consigo una nueva etapa en la historia de los Estados Unidos en la que la raza no fuera un estigma social pronto se desvanecieron. En 1863, el Presidente Lincoln había declarado la Proclamación de Emancipación de los esclavos en los Estados Confederados pero el racismo continuó vivo en la sociedad durante muchas décadas.
Harriet Tubman no recibió ninguna compensación económica por su labor durante la contienda. Se trasladó a vivir a Auburn, donde un abolicionista le había cedido un pedazo de tierra en la que construyó su propio hogar. Un hogar que se convirtió en refugio para sus propios padres, que habían vuelto de Canadá, y alojó a huéspedes que le ayudaron a sobrevivir. Uno de ellos, un veterano de la guerra llamado Nelson Davis, se convertiría en su segundo marido, con quien adoptaría a una niña, Gertie.
Los años siguientes, la fama de su valentía se extendió por los Estados Unidos y consiguió no sólo recibir ayuda económica sino también el reconocimiento público. Harriet se implicó entonces en otra causa, la de las sufragistas que reclamaban el voto de las mujeres.
Ya en el siglo XX, Harriet Taubman se acercó a la Iglesia Episcopal Metodista Africana Sion de Auburn a la que donó parte de sus propiedades para construir una residencia en la que ella misma, años después sería internada. El 10 de marzo de 1913 fallecía siendo una anciana de más de noventa años con una larga vida de lucha a sus espaldas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario