miércoles, 4 de julio de 2018

Los inicios y el sangriento calvario del Mr 14 de junio y sus fundadores.

El seudónimo de Julio Escoto era “Eliardo” Foto/ Aracelis Mena
El seudónimo de Julio Escoto era “Eliardo” Foto/ Aracelis Mena.
Publicado el: 4 julio, 2018
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Desde el 31 de julio de 1959, cuando Manolo Tavárez Justo, amigo y compañero de estudios universitarios, le pidió en Santiago que conquistara afiliados en la región Este para el movimiento clandestino que haría oposición a la dictadura de Trujillo, Julio Miguel Escoto Santana atrajo hacia la organización a los más reconocidos e influyentes jóvenes de la zona. Lamentablemente, fueron descubiertos, apresados, torturados.
René del Risco Bermúdez, Danilo Aguiló Hidalgo, Rafael Santini Ortiz (Fello), Miguel Enrique Feris Iglesias, Oscar Hazim Subero, Lulio Vásquez Montás, Laureano Canto (Galano), Ramón Cruz Richiez (Popó), Pedro Haché, Ascanio Andrés y Oscar Gilberto Santoni Calzada, Ramón Gilberto Sánchez Fuster, Manuel Asencio Irizarry, Diego Casanovas Garrido, Miguel Salado (Morrongo), Barón de Soto Dipré, Nicolás Pérez (Agapito), aparecen en la amplia lista de los revolucionarios del Este que se incorporaron a la célula de Escoto y a su vez, formaron otras.
También Carlos Manuel Lugo, Píndaro Bobea Prandy, José Cadet Mena, Nicolás Garrido Cestero, José A. Núñez, Luis Lora Otaño, Carlos José Michel, José Blanche, José Reyes (Culí), Jorgito Hazim, Federico Castro Herrera (Fifí), Arnulfo Soto (Miñín), Carlos Rodríguez Andújar (Negrín), los hermanos Pereyra, Luis Ibarra Ríos, Adolfo Pérez, Chichí Ochoa y otros.
Julio Miguel contaba 29 años, se había graduado de abogado y además de sus conversaciones con Tavárez Justo, celebró encuentros con Rafael Faxas Canto, Frixo Mesina Rodríguez y Luis Gómez Pérez. Él y Manolo se asignaron pseudónimos. Manolo era “Mario” y Escoto fue “Eliardo” y entre este y los nuevos adeptos se realizaba un saludo secreto, como el que intercambió con Pipe Faxas, quien desconocía que ya Escoto había hablado con los citados.
-Vengo de parte de Mario ¿Con quién hablo?
-Con Eliardo, serie 23
-Tengo el expreso encargo de Manolo de convencerte a que te incorpores al Movimiento Celular que se viene organizando clandestinamente en el Cibao y en la Capital y solo falta incorporar al mismo las zonas Este y Sur del país y él entiende que tú eres la persona calificada para esa misión en la Región Oriental, sobre todo en San Pedro de Macorís, que es tu patria chica.
Ya estaba casado y tenía dos hijas cuando asumió ese compromiso. Pero había tomado conciencia sobre el terror psicológico y la represión de la dictadura desde su ingreso a La Normal donde vivió “las angustias y sufrimientos de la condiscípula Francisca (Paquita) Casanovas Garrido cuando apresaron a su hermano Juan y de mi amiga Carmela” al ser encarcelado su tío, Roberto McCabe, “y de los familiares de Chinoel fotógrafo”.
En la secundaria, apunta, también comenzó a hartarse de las interminables alabanzas a Trujillo, los recurrentes mítines y desfiles obligatorios en honor al dictador. No lo pudo disimular y la directora lo cuestionó: “Escoto, ¿te estás volviendo loco? Déjate de hablar disparates para que te evites serios problemas”.
La amonestación aumentó su rebeldía y junto a Rafael Antonio Souffront Rodríguez, Dante Cucurrullo Bello y Julio Antonio Garrido Patín, condiscípulos, formó un grupo que conspiraba en el parque Salvador y se atrevía a comentar desapariciones y prisiones como la de Ventura Barbosa Aquino, y el exilio de Abigaíl Reyes (Biguín) y Mauricio Báez.
Además, contactó en La Romana al seminarista Luis Ramón Peña González (Papilín), a quien entregó una nota en latín que redactó Luis Gómez Pérez; a los hermanos Diego y Benito Kelly; Radhamés Rodríguez Gómez (Chico), Américo Espinal Hued…
En Hato Mayor logró integrar a José Manuel Jiménez Rodríguez (Kaken), Felito y Toño Lluberes y en El Seibo a José Constanzo, Noel Giraldi Medina, Abelardo Marchena. Antonio Canto Sosa le localizó a otros macorisanos residentes en la capital, entre ellos, Frank y Freddy Reyes Pérez.
Otra identificación para estas búsquedas era: “¿Sabes dónde venden cintas magnetofónicas? ¿De qué marca? De las mejores”.
Desde esa lejana adolescencia se inicia la lucha de Julio Escoto Santana contra la dictadura y con esos mismos detalles y otros genealógicos y personales, cuenta en su libro la historia del 14 de Junio, que no se limita a sus actividades en el Este, sino que se extiende a todos los puntos cardinales y a los países donde se refugiaron los desafectos que sobrevivieron a la persecución.
Manolo, su esposa Minerva Mirabal y los demás fundadores del MR1J4 que se reunieron en enero de 1960 declararon su admiración por la privilegiada memoria de Escoto y le encargaron retener lo tratado en el encuentro. Gracias a ello se pueden conocer hoy los participantes, la agenda y los proyectos del memorable grupo, que fue descubierto. Al otro día comenzaron los apresamientos.
“Redacta tu testimonio”. Julio Miguel nació el uno de junio de 1930, hijo de Julio Augusto Escoto Isambert y Grecia María Santana Corominas. Estuvo casado con Ana Josefa Rodríguez Herrera y en segundas nupcias con Mercedes Amelia Caminero Pumarol. Es el padre de Grecia Aracelis, Rosa Elvira y Julio Miguel Escoto Rodríguez y de Juan Carlos y Soraya Escoto Caminero. Fiel a los colores de su organización, generalmente viste de verde y negro.
Su libro, de 677 páginas ilustradas con fotos de los protagonistas, no es solo el producto de la retentiva del autor sino del cuidado que tuvo en conservar documentos, anotaciones, informes, publicaciones.
Se las ingenió para apuntar nombres, direcciones, fechas, situaciones, por lo que su contenido es fiel e irrebatible, avalado por documentos inéditos y públicos.
Aparte de mártires, héroes, infiltrados, tránsfugas, calieses, guerrilleros, militares, menciona infinidad de antitrujillistas no reconocidos y es probable que no quedara sin citar un solo catorcista.
El ejemplar es conmovedor en los relatos de las torturas que recibió y presenció. O acciones de las que fue testigo, como la partida de los esbirros con “Los panfleteros”. También narra sus experiencias durante el Consejo de Estado y los 12 años balagueristas.
La obra es también fiel cumplimiento a una promesa hecha a su padre, que le suplicó: “Hijo, te pido que no dejes que otros relaten a su antojo las vicisitudes que pasaste, pues no olvides que la historia es una u otra según quien la cuente. Redacta tu testimonio con estricto apego a la verdad y describe en él, con toda su crudeza, las terribles torturas que sufriste junto a tus apresados compañeros del Movimiento Revolucionario 14 de Junio…”.

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