Arqueólogos submarinos durante una prospección. CEPOAT
Los despertadores suenan a las seis y media de la mañana. Tras el desayuno en el comedor, los alumnos de la Escuela de Arqueología Subacuática delCEPOAT(Centro de Estudios del Próximo Oriente y la Antigüedad Tardía) se dirigen al Centro de Buceo del Sureste donde recogen y preparan los equipos de inmersión. Ya es de día sobre el Puerto de Mazarrón cuando el barco navega hacia la Isla de Adentro, a unos 300 metros de la costa. El objetivo: rescatar del fondo marino nuevos testimonios del pasado fenicio de este lugar. Tesoros que llevan más de 2.500 años olvidados bajo la arena y en los que está escrita nuestra historia.
Desde que se inició el proyecto hace cuatro años, los estudiantes han extraído más de 500 fragmentos de cerámica fenicia, tanto de mesa como de almacenamiento, datados entre los siglos VI y VIII a.C.
En este tiempo, además de españoles han pasado por aquí estudiantes de Francia, Inglaterra, Argelia, Polonia, Chile o Malasia. Una cincuentena en total.
“Vienen atraídos por la oportunidad de conocer la época fenicia”, explica Juan Pinedo, arqueólogo submarino con treinta años de experiencia y director de la investigación de la Isla de Adentro: “Este es uno de los pocos puntos del Mediterráneo donde se puede trabajar con la arqueología subacuática de esta civilización”.
Un hallazgo extraordinario
El fondo marino de Mazarrón es un lugar privilegiado para la arqueología subacuática: rico en restos árabes, romanos y, lo que lo hace más especial, fenicios, viene siendo prospectado y sondeado desde hace décadas. Con todo, los investigadores no descartan nuevos hallazgos que arrojen luz sobre la presencia de los fenicios, los grandes comerciantes y marinos del Mediterráneo, en estas costas.
“Al principio de todo salíamos a buscar con una Zodiac y un compresor, no había nada todavía”, recuerda Juan Pinedo.
En 1988, un temporal impidió al equipo de arqueólogos del que Juan era miembro ir a bucear a su zona habitual de trabajo, en el litoral de Mazarrón, así que “para aprovechar el día” decidieron buscar en la Playa de la Isla, donde estaban alojados.
Y tanto que lo aprovecharon, al poco empezaron a encontrar restos de cerámica que identificaron como fenicia. Con el tiempo, se documentarían más de 8.000 piezas, incluida una rara punta de lanza de la Edad del Bronce. Pero lo mejor estaba por llegar: Un año después, en 1989, aparecieron la quilla y cuatro cuadernas de una embarcación fenicia de cabotaje del siglo VII a.C: La primera descubierta en el Mediterráneo.
Durante milenios, había permanecido oculta bajo el agua y la tierra, pero la construcción del nuevo puerto deportivo había cambiado las corrientes de la playa y éstas, poco a poco, se fueron llevando la arena hasta desvelar el pecio.
Éste, bautizado como Mazarrón I, estaba a dos metros y medio de profundidad y a unos cincuenta de la orilla. Una capa de posidonia muerta lo había sellado herméticamente, evitando que los siglos lo destruyeran.
Punta de flecha
Los alumnos del curso de Prospección y Estudio de Arqueología Subacuática se sumergen en las aguas poco profundas con sus bombonas y neoprenos con la expectativa de desenterrar algún tesoro. Bucean por una zona donde los campos de posidonia se alternan con la arena. Una colorida y viva fauna marina los envuelve mientras trabajan.
La actual excavación se encuentra a unos 400 metros de donde fueron hallados los pecios. “El objetivo del curso”, explica Juan, “es ver si en este entorno fuera de la Playa de la Isla hubo también actividad fenicia”.
La gran cantidad de restos cerámicos que están apareciendo en esta campaña parece indicar que sí. Se trata principalmente de ánforas, platos, cuencos. No se descartan hallazgos mayores en el futuro.
En la campaña anterior, los predecesores de estos mismos estudiantes sacaron a la luz el famoso colgante de oro con forma de punta de flecha: “Una pieza que tuvo que pertenecer a un miembro de la aristocracia”, explica José Javier Martínez García, investigador del CEPOAT.
El hecho de que los fenicios enterrasen a sus muertos con sus objetos de valor puede apuntar a la posibilidad de que hubiese una necrópolis cerca. “Y si hubo necrópolis, hubo asentamiento”, afirma José Javier.
Aunque esto es sólo hipótesis, sería un descubrimiento revelador el que los fenicios no sólo viniesen a estas tierras a comerciar, sino que, además, se hubiesen establecido en ellas.
Otro sorprendente descubrimiento
En 1994, se produjo un descubrimiento aún más impresionante que el Mazarrón I: Un pecio (al que bautizaron como Mazarrón II) de ocho metros de eslora que se convirtió de inmediato en el barco antiguo más completo hallado hasta esa fecha. Se conserva incluso el ancla.
Tanto Mazarrón I como Mazarrón II son embarcaciones lagunares para pequeñas distancias. No podrían atravesar el Mediterráneo. Este sí sería el caso del pecio fenicio Bajo la Campana, de quince metros de eslora, que naufragó con su precioso cargamento de colmillos de elefante, plomo, cobre, estaño, obsidiana del Báltico y hasta una cama de bronce frente al Mar Menor.
Este tesoro, cuya extracción codirigió Juan, estaba destinado a ser pago de impuestos, pero terminó durmiendo casi tres milenios bajo el mar. Ahora puede contemplarse en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena (ARQUA).
También Mazarrón I está en el museo. Mazarrón II permanece bajo un sarcófago protector metálico en el lugar donde fue hallado.
Paraíso de arqueólogos submarinos
Durante toda la mañana suena la motobomba de succión instalada en el barco. Enfrente, se alza la Isla de Adentro, con su minúscula playa. Hoy habitada sólo por las gaviotas, también allí han aparecido numerosos restos de cerámica fenicia.
Los buzos concentran su atención en el tercer estrato del suelo marino, que se corresponde con la época en que los fenicios surcaron estas aguas. Aplican las mangas de succión con la esperanza de que surja algún objeto.
“Es más fácil excavar aquí que en tierra porque no hay construcciones, tan sólo estratigrafía”, comenta Pinedo desde la embarcación.
Previamente, han dividido el área de estudio en parcelas con hilo amarillo para organizar la búsqueda: “Si no, bajo el agua te pierdes, te desorientas”.
Durante los dos primeros años se llevó a cabo la prospección, consistente en la localización de formas, sin excavar. El año pasado se inició la fase de sondeo, que prosigue este verano. El proyecto Mazarrón Fenicio lo organiza la UMU en colaboración con la Concejalía de Patrimonio Histórico de Mazarrón.
“Este es un lugar ideal para aprender arqueología submarina”, explica Juan. “Hay poca profundidad, el fondo es arenoso y se está al abrigo de las corrientes”.
Una floreciente civilización de comerciantes
Con “fenicios” se referían los griegos del siglo IX al VII a.C. a las ciudades-estado que florecieron en la costa de las actuales Siria y Líbano: Tiro, Sidón, Biblos…
Pueblo por excelencia de navegantes y comerciantes, nunca se caracterizaron por un afán conquistador. Se dedicaron antes a la fundación de enclaves que sirviesen de base a sus negocios (la lujosísima púrpura, por ejemplo) que a la fundación de colonias. Su red comercial abarcaba todo el Mediterráneo y hasta la fachada atlántica del actual Marruecos. Desembarcaron en Inglaterra y se beneficiaron de rutas que llegaban a los mares Negro y Rojo y los golfos Pérsico y de Arabia.
Así fue hasta que perdieron definitivamente su independencia en el 332 a.C., cuando Tiro fue tomada por Alejandro Magno. A la Península Ibérica vinieron atraídos por las minas, principalmente el oro, el plomo y la plata. “Ya entonces Mazarrón y Águilas eran territorio minero”, relata Pinedo.
Los fenicios ofrecían a los autóctonos objetos manufacturados, a menudo procedentes de Egipto, a cambio de los codiciados metales. El trueque era el procedimiento. Con estas materias primas, los fenicios pagaban impuestos a los grandes imperios del norte de África, egipcios y asirios primordialmente, quienes, a cambio de estos elevados tributos, les permitían establecerse en sus territorios.
“Los cartagineses, los romanos… todos vinieron aquí por las minas”, relata Juan.
De toda aquella afanosa actividad que duró siglos hoy nos queda como único testimonio el cargamento de litargirio para la minería de plata de Mazarrón II. Estos restos bastan, sin embargo, para reconstruir el pasado: “Un barco hundido es un día fosilizado en la historia”, concluye el arqueólogo submarino.
Otro paisaje
A las 13.00 los alumnos vuelven a la embarcación comentando las anécdotas del día. Hoy no ha habido mucha suerte, pero en otras jornadas los hallazgos van a ser cuantiosos. Por la tarde asistirán a una sesión teórica.
El barco regresa a puerto. El paisaje de apartamentos al que se acercan no tiene nada que ver con el que contemplaron los fenicios en el siglo VII a.C. Entonces, lo que hoy es tierra eran islotes y una laguna salada. Allí se movían barcos de cabotaje, construidos con una técnica mixta que sumaba la experiencia fenicia a la de la población autóctona.
Sin duda, en próximos años sabremos más sobre cómo fue aquel mundo, hoy perdido.
Fuente: eldiario.es | 22 de septiembre de 2018
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