La púrpura fenicia, el tinte más preciado de la Antigüedad
En el primer milenio a.C., los fenicios tejieron un imperio comercial cuyo producto más destacado fue la púrpura, un tinte rojo que se convirtió en símbolo de reyes y emperadores.
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Una factoría de púrpura
Esta ilustración muestra el trabajo en una factoría de tinte púrpura situada junto al mar. La labor era de una extrema dureza y muy desagradable debido al fétido olor que se originaba durante todo el proceso. Un hombre traslada los moluscos hasta el taller donde miles de ellos eran machacados hasta convertirse en una masa pastosa que se aplicaba a las telas tras su cocción y estar expuesta al calor durante días.
FOTO: Alamy / ACI. COLOR: Santi Pérez
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Biblos, el gran puerto fenicio
Ruinas de la ciudad de Biblos, en la actual costa del Líbano. La ciudad, que debe su nombre al término griego para designar al papiro, fue durante mucho tiempo la ciudad comercial más importante de fenicia. A partir del siglo X a.C. fue sustituida por Tiro, su principal competidora.
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La púrpura y el perro de Merlqart
Según la leyenda, Melqart descubrió la púrpura en el morro de su perro, después de haber encontrado un murex. Rubens recreó esta leyenda en el óleo El descubrimiento de la púrpura. Museo del Prado.
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Murex Brandaris
Este molusco es una de las dos especies recolectadas por los fenicios para fabricar su preciada púrpura. Con la pasta que se obtenía de machacar miles de estos moluscos se elaboraba el tinte rojo conocido como púrpura de Tiro.
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La ofrenda de una reina a una diosa
En un pasaje de la Ilíada, Homero cuenta que la esposa de Príamo, la reina Hecuba, «se trajo consigo desde Sidón [sus peplos] cuando surcó el ancho mar [...]. Hecuba escogió uno, el más grande y más hermoso en su abigarramiento, que resplandecía como un astro, para ofrecerlo a Atenea». El relieve sobre estas líneas, obra de Antonio Canova, recrea esa escena. Museo Cívico Correr, Valencia.
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Kerkouane, una colonia tunecina
Los restos de la ciudad de Kerkouane, colonia fundada en la costa tunecina debido a la expansión comercial fenicia, abandonada y destruida durante la I guerra púnica (siglo III a.C.). La colonia basaba su economía en la pesca y en una próspera industria de la púrpura.
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Los codiciosos fenicios
Diodoro de Sicilia se hizo eco de la fama de codiciosos de los fenicios cuando habla de sus relaciones comerciales con los habitantes de la península ibérica: «adquirieron la plata a cambio de pequeñas mercancías. Hasta tal punto se esforzaron los mercaderes en su afán de lucro que cuando sobraba mucha plata [...] sustituían el plomo de las anclas por plata». La imagen representa a unos mercaderes fenicios en Britania, grabado del Hutchinson's History of the Nation (1939).
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Obreros de la púrpura
Lápida bizantina del siglo VI d.C. con una inscripción en fenicio que menciona a un recolector de moluscos llamado Zoilos. Museo Arqueológico Nacional, Beirut.
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Púrpura, el color imperial
En el Imperio Bizantino, la púrpura fue un color destinado única y exclusivamente a la realeza y su producción estaba cuidadosamente controlada por el Estado. En este mosaico del siglo VI d.C., aparece la emperatriz Teodora, esposa de Justiniano, vistiendo una lujos túnica de color púrpura. Iglesia de San Vital, Ravena.
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El sudario de Carlomagno
Muchos siglos después de la desaparición de los fenicios del Mediterráneo, la púrpura seguía siendo un símbolo de la realeza. En el año 814, Carlomagno fue enterrado en la catedral de Aquisgrán envuelto en un sudario de seda confeccionado en Constantinopla, tejido con hilos dorados de seda y teñido con la púrpura de los reyes. Museo de Cluny, París.
FOTO: Erich Lessing / Album
La púrpura fenicia, el tinte más preciado de la Antigüedad
Cuenta una leyenda que durante un paseo romántico con la hermosa nereida Tiro, el dios Melqart descubrió por casualidad el exquisito tinte de color rojo púrpuraque iba a convertirse en símbolo de los fenicios. Decidido a sorprender a su acompañante, Melqart envió a su galgo a rastrear las playas del Líbano en busca de un bello presente como muestra de su afecto. Sin embargo, cuando el perro finalmente volvió de su expedición, el dios observó que éste tenía el morro ensangrentado. Melqart se acercó preocupado a su mascota, pero enseguida se dio cuenta de que la sangre no era del perro, sino que procedía de un molusco hecho trizas, el murex; el animal llevaba tan bien sujeto entre sus fauces al molusco que lo había triturado. De la mezcla de la sangre del murex con la saliva del perro surgió, nada más secarse, un bonito tono de color púrpura-rojizo. La intensidad de ese color atrajo la atención de la nereida Tiro, quien accedió a convertirse en la esposa de Melqart si el dios era capaz de confeccionar un vestido que tuviese ese mismo tono. El ingenioso Melqart recogió los suficientes moluscos como para poder colmar los deseos de su amada. Fue así como surgió la llamada «púrpura de Tiro».
Miles y miles de moluscos
Es difícil sobreestimar la importancia cultural, económica y social de estas telas, cuya producción artesanal requería una gran cantidad de trabajo. Estos tejidos ofrecían protección contra los elementos, eran signo de estatus social, se usaban para plasmar eventos o historias en forma de tapices e incluso podían ser tan valiosos que se empleaban como un tipo de moneda. Desgraciadamente, poco es lo que se sabe del aspecto o el modo en que se fabricaban estos brocados fenicios, pues han sobrevivido muy pocos fragmentos. A pesar de la falta de información sobre estos tejidos, las fuentes antiguas sí proporcionan informes detallados sobre la producción y el uso del tinte púrpura. Además, el hallazgo de numerosas instalaciones para la recolección del murex y su tratamiento para hacer tinte en las localidades de Arwad, Beirut, Sidón, Sarepta, Tiro, Tell Keisan, Shiqmona, Dor y Akko pone de manifiesto cuán importante fue esta industria para los fenicios.
En griego, el término phoínx, usado para referirse al conjunto de ciudades-estado de la costa del levante Mediterráneo, podía usarse para referirse al color púrpura rojizo
El famoso naturalista romano Plinio el Viejo ofrece en su Historia natural –obra escrita en el siglo I d.C.– la mas detallada descripción de cómo se fabricaba este tinte. La materia prima básica era un líquido opaco que se obtenía de las glándulas mucosas de dos tipos de moluscos, el Murex trunculus y el Murex brandaris. El primero se usaba para hacer un tipo de púrpura azul que se conocía como «azul real», mientras que el segundo se usaba para hacer «púrpura de Tiro». Ambos tintes eran indelebles, es decir, no se decoloraban fácilmente, una rara cualidad entre los tintes antiguos que los hacía muy apreciados.
El primer paso en este proceso era hacer acopio de grandes cantidades de estos moluscos. Como ambas especies son carnívoras, el método más efectivo para capturar muchos era sumergir cestos de malla con conchas y trozos de pescado como cebo. Una vez recolectados, los caracoles de tipo murex se mantenían con vida en grandes contenedores o en estanques artificiales llenos de agua de marhasta que se hubiera conseguido una cantidad suficiente. El siguiente paso era extraer la glándula mucosa que contiene los componentes químicos que se necesitan para producir el tinte. A los ejemplares grandes normalmente se les extraían esas glándulas con un utensilio especial de hierro o bronce, mientras que en el caso de los especímenes más pequeños se machacaban el cuerpo, la glándula y la concha hasta convertirlos en una masa pastosa.
Una industria muy lucrativa
Cuando ya se habían recolectado suficientes glándulas, se colocaban en una gran cuba de estaño que contenía agua salada y después se les aplicaba calor durante diez días. Durante ese tiempo, el tinte iba rezumando poco a poco, surgiendo un compuesto incoloro que, debido a una compleja reacción fotoquímica, producía un colorante púrpura cuando era de nuevo expuesto al aire y a la luz del sol. La exposición de este líquido a la luz, junto con el prolongado uso del calor, provocaba un olor apestoso por el que esta industria se hizo notoria en la Antigüedad.
La masa resultante del triturado de moluscos en agua salada se exponía al sol durante días provocando un olor apestoso
Por esta causa, la mayor parte de las instalaciones manufactureras (y los montones de conchas podridas) se localizaban a las afueras de una ciudad o población y, en la medida de lo posible, a sotavento de las zonas residenciales. El propio Plinio el Viejo hace referencia a este hecho en su Historia natural: «Por eso podría perdonarse incluso esa pasión por la púrpura, aunque al mismo tiempo nos vemos obligados a preguntarnos: ¿de dónde salen estos precios tan altos para el producto de estos moluscos, que producen un olor tan fétido durante el tintado y un líquido de tono verdoso y feo, parecido al de un mar revuelto?».
Como cada murex destilaba unas pocas gotas de esas preciadas secreciones, la manufactura de la púrpura de Tiro en cantidades industriales requería muchos miles de moluscos. Los arqueólogos han calculado que se necesitaban doce mil moluscos de murex de un tamaño estándar (60-70 milímetros) para producir 1,4 gramos de tinte, lo que era suficiente para teñir el ribete de un vestido de tamaño normal; así que para destilar el tinte suficiente para teñir incluso una pequeña pieza de ropa se necesitaban enormes cantidades de murex. Esto explica que el tinte púrpura de Tiro fuera a veces más valioso incluso que su equivalente al peso en plata y oro, por lo que las telas de púrpura podían alcanzar precios exorbitantes. Por ejemplo, según cuenta Teopompo, un historiador del siglo IV a.C., los hombres de la ciudad de Colofón, en Asia Menor, «solían pasearse por la ciudad llevando prendas de púrpura, que en ese tiempo era un color raro incluso entre los reyes; y muy demandado, pues la púrpura se vendía regularmente por su peso en oro».
De hecho, los tejidos de púrpura eran tan codiciados que astutos hombres de negocios crearon una multitud de tonos de imitación de inferior calidad para satisfacer la demanda. Por esta razón, cerámicas y tejidos teñidos de púrpura tienen que someterse a un análisis químico antes de que los arqueólogos puedan dictaminar que son genuinos ejemplos de «azul real» o «púrpura de Tiro».
Esplendor y decadencia
Aunque la costa del Líbano tenía un ecosistema que podía favorecer una gran concentración de moluscos de tipo murex, en cuanto la demanda sobrepasó las reservas existentes se tuvieron que importar estos moluscos desde otras regiones del Mediterráneo y del golfo de Aqaba, en la costa del mar Rojo. La merma de la población local de murex, combinada con el deseo de adquirir cada vez una mayor cantidad de estos moluscos, hizo que los fenicios empezaran a fundar colonias ultramarinas en regiones que pudieran acoger este tipo de industria.
Las grandes cantidades de conchas de murex machacadas halladas por los arqueólogos en Almuñécar, Roscanos y Morro de Mezquitilla, en España; Cartago, Kerkouane y Meninx (Djerba), en Túnez, y Mogador (Essaouira), en Marruecos, proporcionan la evidencia de una industria del tinte púrpura a gran escala tanto en la península ibérica como en el norte de África. Según Plinio, después de Tiro, era la ciudad de Meninx la que producía el tono de púrpura más intenso. Se puede decir que el amor de los fenicios por la púrpura estaba indirectamente relacionado con su gran logro: la expansión del alfabeto por todo el Mediterráneo, que este pueblo exportó junto con otros productos.
Sometidos desde el siglo IV a.C. a la Grecia helenística y luego a Roma, los fenicios desaparecieron gradualmente, pero la industria de la púrpura que habían creado continuó floreciendo. De hecho, los romanos desarrollaron sus propias técnicas para la cría artificial de murex y otros moluscos en estanques excavados en la roca. La producción de tinte púrpura de murex continuó en el Imperio romano de Oriente hasta que ningún emperador bizantino dispuso de los recursos económicos necesarios para continuar con tan cara actividad. A pesar de los avances en la producción de tintes, que han logrado que el tinte púrpura sea considerablemente más barato, hoy en día países de todo el mundo todavía asocian la púrpura de Tiro con la realeza.
Para saber más
A short history of the Phoenicians. Mark Woolmer. I. B. Tauris, Londres, 2017.
Púrpura, del mercado al poder. Pilar Fernández Uriel. UNED, Madrid, 2010.
Purpurae vestes: textiles y tintes del Mediterráneo en época romana. Carmen Alfaro Giner. Universidad de Valencia, Servicio de Publicaciones, 2004.
Tomado de ka fuente;https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/purpura-fenicia-tinte-mas-preciado-antiguedad_12851/10#slide-9
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