lunes, 8 de octubre de 2018

BREVE HISTORIA COTIDIANA DEL ANTIGUO EGIPTO (CLARA RAMOS)


RAMOS BULLÓN, C.: “Breve historia de la vida cotidiana del Antiguo Egipto. Costumbres, cultura y tradiciones”. Editorial Nowtilus. Madrid, 2018


Si ya es difícil historiar la vida cotidiana de pueblos de la antigüedad debido a la escasez documental, lo es más hacerlo de una civilización que ha perdurado más de tres mil años durante los cuales han cambiado y evolucionado notablemente sus formas de vida, costumbres y tradiciones, en algunos casos de forma notable. Por ello es de agradecer este documentado ensayo de Clara Ramos con el que ha conseguido acercarnos a la vida cotidiana, costumbres, creencias, ritos funerarios y cultura de hombres y mujeres del Antiguo Egipto. La civilización egipcia ha suscitado como pocas un gran interés continuado entre amantes de la Historia y público en general; bien es verdad que este interés se ha centrado más en el mundo de los faraones y clases altas y sus fastuosas tumbas y templos. Sin embargo, para conocer la vida en el Antiguo Egipto es necesario acercarse también a la cotidianeidad de colectivos de las clases más bajas: trabajadores de las pirámides, artesanos, comerciantes, agricultores, pescadores, sirvientes, etc., y entender cómo trabajaban, se alimentaban y vestían, dónde vivían, cómo se relacionaban socialmente y en familia, cómo enterraban a sus muertos, etc. Mostrar estos aspectos es uno de los grandes méritos de esta obra. La autora ha manejado, además de una amplia bibliografía y publicaciones de diversa índole, fuentes primarias muy variadas: objetos y decoración de tumbas y templos, inscripciones jeroglíficas, papiros, restos arqueológicos, objetos rescatados de naufragios, fuentes literarias antiguas, etc.


El ensayo se estructura teniendo como referencia el calendario egipcio que data de los primeros faraones, sus tres grandes estaciones (inundación, siembra, cosecha o sequía) dan pie a los tres grandes bloques de la obra de tres capítulos cada uno que se relacionan con alguna festividad o ceremonia importante.


La estación de la inundación (luminosa de ajet) es el momento en que el Nilo se desborda inundando y, a la vez, fertilizando los campos. En el primer capítulo, relacionado con la salida de la rutilante estrella Sirio, la autora se ocupa de algunos de los oficios más representativos: mineros (detalla los métodos de extracción del oro), canteros (explica los métodos de extracción de la piedra de las canteras), trabajadores de las pirámides, pintores de los conjuntos arquitectónicos funerarios o religiosos (describe sus herramientas, los pigmentos, las técnicas, colores más comunes),
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Escriba sentado, Museo del Louvre. Datado en la V Dinastía (en torno a 2450-2325 a. C.) Ilustración en la obra
arquitectos (la mayoría anónimos, aunque conocemos con detalle la vida y obra de algunos como Imhotep o Amenhotep), escultores de madera, piedra y metal (materiales empleados, herramientas y técnicas), albañiles cuya principal labor era fabricar adobes, escribas (profesión muy valorada que iba precedida de una cuidada formación), funcionarios, médicos (profesión de prestigio muy relacionada con la religión y la magia, tenían escasos conocimientos de anatomía aunque conocían los principales órganos del cuerpo y algunos huesos), etc.


La festividad de los muertos, que giraba en torno a la figura de Osiris, abre el segundo capítulo dedicado a todo lo relacionado con la muerte y los ritos funerarios. Se explica el proceso/ritual de momificación que se fue perfeccionando con el tiempo (conservar el cuerpo era esencial para la supervivencia en la vida eterna), la evolución de los retratos funerarios (desde los primitivos en vendas de yeso hasta los de El Fayum), el funeral (cortejo fúnebre, formas de los ataúdes, ajuar, introducción en la tumba, banquete fúnebre), el viaje al más allá para el que el difunto contaba con la ayuda del Libro de los Muertos (colección de fórmulas que hacían referencia a los obstáculos y peligros que debía sortear el difunto hasta alcanzar la vida eterna), el juicio de Osiris en la Sala de la Doble Verdad. Detalla los principales tipos de tumbas de los faraones y clase alta (pirámides, mastabas e hipogeos) y cómo fueron evolucionando, fijándose en algunas en concreto como las pirámides y algunas necrópolis (Valle de los Reyes, Valle de las Reinas).


La ceremonia de elevar el pilar de djed, que simboliza la estabilidad y la perdurabilidad y se relaciona  con la ceremonia de renovación del faraón, introduce el último capítulo de esta estación  en el que se trata de la ciudad. La planificación urbanística era escasa, abundaban las calles estrechas y el hacinamiento. En cambio, las ciudades que surgen en torno a las grandes obras funerarias están más planificadas, presentan un plano ortogonal. Dedica unas líneas a las casas populares (de madera y adobe) y a los muebles (mesas, sillas, taburetes, camas, armarios, baúles…). Finaliza este capítulo con un análisis de cómo eran las ciudades mejor conocidas: Tebas, Tell El-Amarna y Alejandría.


La siguiente estación es la de la siembra (naciente de peret) que dura otros cuatro meses. La referencia a la diosa Rannut, divinidad asociada a la alimentación, la cosecha y la fertilidad, abre el primer capítulo de esta estación que trata de la agricultura y el sector primario. Los productos agrícolas eran la base de la alimentación de los egipcios. Su supervivencia estaba ligada a que la inundación de las tierras de cultivo por las aguas del Nilo fuera suficiente, pero no tan generosa que inundara zonas habitadas. Los egipcios construyeron canales y diques para extender el área inundada y nilómetros por todo el territorio para medir el nivel de la crecida. La autora describe las labores de  la siembra, los aperos, los cultivos principales (trigo, cebada y lino), la cosecha, el riego (del primitivo cigonal a la noria ptoloméica), etc. También se ocupa de otras actividades del sector primario: ganadería (estabulada y en libertad), pesca en el Nilo, lagos y estanques (útiles y modalidades), caza y, apicultura.


La festividad y procesión de Neit (una diosa considerada inventora del tejido) abre el segundo capítulo de esta estación dedicado a la moda, la estética y el cuidado del cuerpo. Describe la vestimenta masculina y femenina (de lino y lana principalmente), las pelucas que utilizaban tanto hombres como mujeres,  las joyas con que se adornaba la clase aristocrática (pendientes, diademas, collares, brazaletes, pectorales, cinturones, tobilleras, coronas reales… de oro lapislázuli, amatista, ámbar, cristal de roca), el cuidado personal del cuerpo, el uso y elaboración de cremas, ungüentos y otros productos de belleza.


El tercer capítulo de esta estación, introducido por la fiesta Heb Sed o de renovación real, está dedicado a las diferentes clases sociales y sus posibilidad de ascenso y caída. Comienza tratando la figura del faraón que es el centro de la sociedad y el representante de los dioses en la tierra, especifica sus funciones ligadas  al mantenimiento del equilibrio y la justicia, a la defensa del reino y a promover el culto a los dioses. No se olvida de la familia real, especialmente la reina y el príncipe heredero (incluyendo la ceremonia de su acceso al poder). Por debajo del faraón en la escala social, se situaba la aristocracia, una clase privilegiada que detentaba los altos cargos en la administración, el ejército y el clero. De entre los cargos políticos destacaba el de visir en quien delegaba el faraón muchas de sus funciones. Trata también de la clase sacerdotal cada vez más poderosa, del estamento militar que no se organizó como tal hasta el Reino Nuevo (organización, jerarquía, armamento, uniformes, remuneración y recompensas) y de la los cuerpos de policía. Acaba el capítulo con unas líneas dedicadas  al inferior de los escalones sociales, destacando el papel de los mercaderes.


El tercer bloque es el de la estación de la cosecha (de la abundante shemu). El primer capítulo introducido por la fiesta de la salida del dios Min (divinidad relacionada con la lluvia, la vegetación y la fertilidad) está dedicado a exponer los hábitos alimentarios de los egipcios. Llama la atención la variedad de su dieta con productos procedentes de la agricultura, la caza, la pesca y de importación. El pan era su alimento esencial, las decoraciones de las tumbas nos ilustran sobre los métodos de su elaboración. La cerveza (diferente a la actual) también era de consumo cotidiano. Además componían su dieta verduras, legumbres (especies similares a las actuales), frutas, carnes rojas y blancas (la más apreciada era la de buey que consumían las clases altas), caza (perdices, codornices, liebres…), pescado (especialmente consumido por para los habitantes del Delta y de El Fayum), queso, mantequilla, dulces muy variados… Como se ve muy variada y moderna. El vino fue una bebida de lujo hasta que se popularizó con los Ptolomeos. Explica cómo condimentaban estos alimentos con sal y diversas plantas aromáticas. No podían faltar unas líneas para informar cómo eran los recipientes de cocina y útiles como cucharas, cuchillos… La gran cantidad de escenas de banquetes en tumbas dejan constancia de cómo cambiaron los hábitos de la postura para comer, de sentados en el suelo a sillas.


La fiesta para conmemorar la unión entre Horus y Hathor sirve de excusa para tratar de la vida conyugal. No existía una formalidad religiosa o jurídica para el matrimonio, únicamente se requería el mutuo acuerdo y la cohabitación. El objetivo principal del matrimonio era tener hijos. La mortalidad era muy alta durante el parto y en los primeros años de la infancia (se utilizaban amuletos para proteger a los niños). Sorprenden las curiosas pruebas de embarazo y los anticonceptivos empleados. Los roles de hombres y mujeres dentro del matrimonio estaban perfectamente definidos. Tampoco estaba regulado el divorcio cuyas causas más frecuentes son la infertilidad, infidelidad de la mujer o la búsqueda de una unión con clases más altas en caso de ascenso social. La autora escribe sobre la importancia dada a la lactancia,  los juguetes,  la educación de las clases más altas en las escuelas de los templos, también de las prácticas sexuales, la prostitución, la homosexualidad que no estaba bien vista socialmente. Cierran el capítulo unas líneas dedicadas a las mascotas (perros, gatos, monos y babuinos…) a los que las clases más pudientes llegan a embalsamar.
 


Heru-renpet son los cinco días que se añadían al calendario, eran conocidos como los del nacimiento de los dioses. El último capítulo del libro está dedicado a la religiosidad de los egipcios y a sus dioses. A pesar de que la religión era esencial en la vida del pueblo, la mayoría no tenía acceso a los templos, podían preguntar al dios a través de unas orejas talladas en los muros exteriores. Inserta una serie de dibujos muy ilustrativos de cómo eran representados dieciocho dioses y su relación entre ellos (ver imagen adjunta). Explica los cuatro mitos más importantes que tratan de explicar el origen del mundo. Acaba el capítulo con unas líneas dedicadas al templo egipcio: escrupulosa elección de su ubicación, rituales de fundación, evolución de las plantas, materiales, tipos de columnas (papiriformes, lotiformes, palmiformes, hathoricas), decoración, partes que componen el templo clásico (desde el cercano embarcadero hasta el sanctasantorum donde se alojaba la estatua del dios).

Esquema de un templo egicio. Ilustración incluída en la obra, pág. 302
 

Completan y ayudan a explicar el contenido muchos ejemplos, imágenes, dibujos, cuadros sinópticos, fragmentos de textos antiguos y algún mapa. Finaliza con una amplia bibliografía.


En resumen, una obra escrita de forma rigurosa, de amena lectura, llena de hechos y anécdotas muy curiosas que ayudará a conocer un poco mejor el día a día de los egipcios.


Página de la obra en la Web de la Editorial: 

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