Ni las circunstancias ni, menos aún, los detalles de la desaparición de Johnny Abbes García se conocen con exactitud. Se ha dicho que fue asesinado, junto a toda su familia, por los esbirros de François Duvalier en las afueras de Port-au-Prince. Se asegura también que la policía política de la desaparecida dictadura haitiana se había servido de su propia experiencia: no dejar rastro. Método que Abbes García tenía por costumbre utilizar en su siniestra función de jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) de la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana.
Ese personaje, tristemente célebre de nuestra historia, ha servido de referencia al novelista francés Jean-Patrick Manchette para escribir “Le petit bleu de la côte ouest” (Editions Gallimard, 1976). Se trata de una novela de las llamadas “negras”, es decir, de esos relatos policiacos donde la sangre salpica al lector y el número de cadáveres no tiene importancia. Sin embargo, Johnny Abbes García no lleva su propio nombre, se llama Alonso Emerich y Emerich. Diferencia onomástica que no impide identificar al verdugo que dirigió el SIM en las postrimerías de la dictadura de Trujillo. Desde que se introduce al personaje, Johnny Abbes García, en tanto referencia real, comienza a esbozarse en la mente del lector que tiene un mínimo de conocimiento de la historia dominicana reciente: “Alonso Emerich y Emerich era también alguien que había matado hombres […]. Alonso había nacido durante los años veinte en República Dominicana”(p.9).
La referencia real de Manchette no permite la más mínima duda: Emerich y Emerich es Johnny Abbes García: “Las tareas de información del SIM, dentro de esa óptica eran esenciales. Regularmente se llevaban a San Isidro sospechosos de inteligencia con el enemigo de clase, y el trabajo del SIM, bajo la dirección de Alonso, era hacerlos hablar golpeándoles, violándoles, hiriéndoles, electrocutándoles, castrándoles, ahogándoles en locales ingeniosamente concebidos y cortándoles la cabeza”(p.12). El narrador no economiza detalles. Trata de dar una imagen cabal de la crueldad de Emerich. No es necesario saber si Johnny Abbes García había realizado semejante acto de crueldad para deducir que era capaz de eso y de algo todavía peor…
A pesar de ciertos anacronismos en el desarrollo de la vida de Emerich con respecto a la muerte de Trujillo y a su salida al exilio, Manchette cuenta su itinerario antes de establecerse en Francia, donde tenía el proyecto de escribir sus memorias: “En el momento en que las elecciones del 62 llevaron a Juan Bosch al poder, Alonso partió al exilio, donde previamente había enviado una gran cantidad de dinero” (pp.12-13). Evidentemente, este no es el caso de Johnny Abbes García.
Emerich no murió en Haití como el personaje que le sirve de referencia real, pero sí, como éste, víctima de sus propios métodos. Su familia era una perra. Era un hombre solo que buscaba hacerse olvidar, sustraerse de las miradas indiscretas. Había cambiado de nombre, como los fugitivos nazis, y pasaba todo el día encerrado en su finca de las afueras de París. Su casa era frecuentada por dos asesinos a sueldo, a quienes había contratado para eliminar a un expolicía y su socio, convertidos en asesores jurídicos, que le amenazaban con denunciarlo si no pagaba.
El expolicía fue dejado por muerto al borde de una carretera (vieja práctica trujillista) simulando un accidente. Un buen samaritano que pasaba por el lugar en esos momentos, Georges Gerfaut, recogió al herido y le depositó en un hospital. Emerich, acostumbrado a no dejar rastro de sus actos, encargó a sus esbirros de eliminar también al tercer hombre, pues el moribundo podía haber hablado y denunciado quién era Alonso Emerich, pero un cúmulo de circunstancias permitió que se invirtieran los papeles y el cazador se vio acosado por su propia víctima.
Jean-Patrick Manchette no descarta nada en su novela, “Le petit bleu de la côte ouest”, el título, tiene una explicación. Como “bleu”, además del color, se designa en francés al novato, al recluta, al pariguayo (como dicen en República dominicana), en fin, al que no tiene experiencia alguna. Eso es Georges Gerfaut, ingeniero comercial sin más experiencia política que la de haber militado durante su juventud en una organización de izquierda, un novato. Y es precisamente ese novato quien iba a destruir una maquinaria de muerte con años de práctica. Huyéndole a un enemigo que no conoce, Gerfaut recorre casi toda Francia hasta detenerse en la casa de Alonso Emerich a quien mata desnudo junto a su inseparable perra.
La novela es construida de manera circular, como el bulevar periférico de París que Georges Gerfaut recorre a una velocidad excesiva de 145km/h, como su aventura. Es en ese momento que Gerfaut recuerda no sin cierto estupor las circunstancias que costaron la vida a Alonso Emerich y Emerich, uno de los esbirros más crueles de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo y de la historia del Caribe…
Ese personaje, tristemente célebre de nuestra historia, ha servido de referencia al novelista francés Jean-Patrick Manchette para escribir “Le petit bleu de la côte ouest” (Editions Gallimard, 1976). Se trata de una novela de las llamadas “negras”, es decir, de esos relatos policiacos donde la sangre salpica al lector y el número de cadáveres no tiene importancia. Sin embargo, Johnny Abbes García no lleva su propio nombre, se llama Alonso Emerich y Emerich. Diferencia onomástica que no impide identificar al verdugo que dirigió el SIM en las postrimerías de la dictadura de Trujillo. Desde que se introduce al personaje, Johnny Abbes García, en tanto referencia real, comienza a esbozarse en la mente del lector que tiene un mínimo de conocimiento de la historia dominicana reciente: “Alonso Emerich y Emerich era también alguien que había matado hombres […]. Alonso había nacido durante los años veinte en República Dominicana”(p.9).
La referencia real de Manchette no permite la más mínima duda: Emerich y Emerich es Johnny Abbes García: “Las tareas de información del SIM, dentro de esa óptica eran esenciales. Regularmente se llevaban a San Isidro sospechosos de inteligencia con el enemigo de clase, y el trabajo del SIM, bajo la dirección de Alonso, era hacerlos hablar golpeándoles, violándoles, hiriéndoles, electrocutándoles, castrándoles, ahogándoles en locales ingeniosamente concebidos y cortándoles la cabeza”(p.12). El narrador no economiza detalles. Trata de dar una imagen cabal de la crueldad de Emerich. No es necesario saber si Johnny Abbes García había realizado semejante acto de crueldad para deducir que era capaz de eso y de algo todavía peor…
A pesar de ciertos anacronismos en el desarrollo de la vida de Emerich con respecto a la muerte de Trujillo y a su salida al exilio, Manchette cuenta su itinerario antes de establecerse en Francia, donde tenía el proyecto de escribir sus memorias: “En el momento en que las elecciones del 62 llevaron a Juan Bosch al poder, Alonso partió al exilio, donde previamente había enviado una gran cantidad de dinero” (pp.12-13). Evidentemente, este no es el caso de Johnny Abbes García.
Emerich no murió en Haití como el personaje que le sirve de referencia real, pero sí, como éste, víctima de sus propios métodos. Su familia era una perra. Era un hombre solo que buscaba hacerse olvidar, sustraerse de las miradas indiscretas. Había cambiado de nombre, como los fugitivos nazis, y pasaba todo el día encerrado en su finca de las afueras de París. Su casa era frecuentada por dos asesinos a sueldo, a quienes había contratado para eliminar a un expolicía y su socio, convertidos en asesores jurídicos, que le amenazaban con denunciarlo si no pagaba.
El expolicía fue dejado por muerto al borde de una carretera (vieja práctica trujillista) simulando un accidente. Un buen samaritano que pasaba por el lugar en esos momentos, Georges Gerfaut, recogió al herido y le depositó en un hospital. Emerich, acostumbrado a no dejar rastro de sus actos, encargó a sus esbirros de eliminar también al tercer hombre, pues el moribundo podía haber hablado y denunciado quién era Alonso Emerich, pero un cúmulo de circunstancias permitió que se invirtieran los papeles y el cazador se vio acosado por su propia víctima.
Jean-Patrick Manchette no descarta nada en su novela, “Le petit bleu de la côte ouest”, el título, tiene una explicación. Como “bleu”, además del color, se designa en francés al novato, al recluta, al pariguayo (como dicen en República dominicana), en fin, al que no tiene experiencia alguna. Eso es Georges Gerfaut, ingeniero comercial sin más experiencia política que la de haber militado durante su juventud en una organización de izquierda, un novato. Y es precisamente ese novato quien iba a destruir una maquinaria de muerte con años de práctica. Huyéndole a un enemigo que no conoce, Gerfaut recorre casi toda Francia hasta detenerse en la casa de Alonso Emerich a quien mata desnudo junto a su inseparable perra.
La novela es construida de manera circular, como el bulevar periférico de París que Georges Gerfaut recorre a una velocidad excesiva de 145km/h, como su aventura. Es en ese momento que Gerfaut recuerda no sin cierto estupor las circunstancias que costaron la vida a Alonso Emerich y Emerich, uno de los esbirros más crueles de la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo y de la historia del Caribe…
http://hoy.com.do/johnny-abbes-en-la-ficcion/
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