viernes, 8 de febrero de 2019

Nitocris, la faraona legendaria



De las numerosas hijas que había tenido el faraón Pepi II durante su larga vida, Nitocris era la más encantadora. Su hermosa piel de tinte claro era muy alabada, al igual que el tono de sus mejillas: “la bella de las mejillas de rosa”, se la llamaba.

Pepi II había fallecido en el año 2194 a. C. A su muerte fue entronizado su hijo Merenra II(también llamado Mentesufis), que se convirtió así en el sexto faraón de la dinastía VI de Egipto. El nuevo faraón se casó con su hermanastra Nitocris.

Suceder a su padre no era tarea fácil, tanto más puesto que las cosas no iban precisamente bien en el reino. El poder absoluto de los grandes faraones constructores de pirámides había sufrido serios ataques. Por un lado estaban los sacerdotes, que maniobraban para hacerse con la mayor parte del poder. Y luego había que tener en cuenta a los poderosos gobernadores de provincias. Entre todas esas personas que no buscaban más que su propio provecho y desdeñaban el de Egipto, el papel del joven soberano se adivinaba singularmente complicado, y su camino sembrado de mil emboscadas.

No pudo reinar durante mucho tiempo: al cabo de un año un complot llevaría a asesinar al faraón.

Pirámide de Micerino

Nitocris comenzó entonces su reinado en solitario, tarea en la que se mostró muy capaz. Enviaba expediciones al lejano país de Pount en busca de oro, hacía buscar turquesas en el Sinaí y, según el sacerdote e historiador egipcio Manetón, que vivió en el siglo III a. C., terminó de construir la pirámide atribuida tradicionalmente a Micerino. Nitocris, “más valiente que todos los hombres de su época, la más bella de todas las mujeres”, con mano de hierro contenía a los poderosos, siempre dispuestos a la revuelta.

Las fuentes difieren con respecto a cuánto tiempo duró su reinado. Manetón dice que doce años, mientras que Eratóstenes lo reduce a 6 y los anales ramésidas a dos años, un mes y un día.

Durante todo ese tiempo en el corazón de la reina anidaba el rencor y el deseo de vengar la muerte de su esposo. Un día preparó una trampa para los culpables. Con el pretexto de celebrar la finalización de unas obras hechas en el Nilo, Nitocris ordenó construir en secreto en el sótano de su palacio una enorme sala que se conectaba con el río mediante un canal oculto. Cuando la obra estuvo terminada, ofreció una gran fiesta a la que en apariencia serían invitados los más fieles servidores del reino y del difunto rey. En realidad los convidados al banquete fueron todos aquellos que habían tomado parte en mayor o menor grado en el complot contra la vida de Merenra. Ninguno desconfió, puesto que había transcurrido ya algún tiempo y la reina no había dejado de mostrarles amabilidad. En el fondo, al ver el modo tan hábil de gobernar, todos debían de estaban convencidos de haberle rendido el mayor de los servicios al librarla de un esposo tan insignificante. ¿No era normal que les estuviera agradecida y los distinguiera entre todos?


Herodoto lo cuenta así lo que sucedió entonces:

“La mujer que fue reina tenía por nombre el de Nitocris, como la babilonia. Los sacerdotes contaron que para vengar a su hermano – que era el rey de Egipto, y que los egipcios mataron y le arrebataron la realeza -, hizo morir a gran cantidad de egipcios. Habiéndose hecho construir una sala subterránea muy espaciosa, y, diciendo que deseaba inaugurarla, pero, en su pensamiento, ella maquinaba otra cosa: dio un gran banquete al que invitó a todos los egipcios que sabía eran culpables de muerte; y, mientras festejaban, lanzó sobre ellos el agua de la corriente [del Nilo] a lo largo de un largo conducto secreto.

“Nada más que esto se cuenta de ella, excepto que, cuando hubo sido llevado a cabo, se arrojó a una habitación llena de brasas ardientes, para escapar de ese modo a la venganza. 


Tras el suicidio de Nitocris la leyenda continuó: los árabes de Gizeh dicen que el espíritu de la reina habita en la menor de las tres pirámides, y que se aparece a mediodía o al ponerse el sol en forma de una hermosa mujer desnuda que enloquece de amor a los hombres que se acercan y después los mata. Sin embargo, esta parte de la leyenda se debe seguramente a que a veces se la confunde con la perversa Rhodophis.

Considerada la última faraón de la dinastía VI y primera gobernante femenina de Egipto, aparece mencionada por Herodoto, Estrabón, Eratóstenes y Julio el Africano. Pero los estudiosos están divididos en cuanto a si se trata de un personaje real o pertenece enteramente a la leyenda. No existen pruebas definitivas de la existencia de Nitocris. El Canon de Turín, después de una línea con el dato sobre Pepi II, sólo conserva un trozo con los signos de un año, que podría corresponder al reinado del faraón Menenra II. El siguiente nombre se ha perdido, por lo que no puede afirmarse que corresponda a Nitocris.

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