El origen de la Corona de Aragón.
Artículo escrito por Luis Galan Campos, graduado en Historia.
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Introducción
En la España del siglo XXI asistimos al choque de identidades muy diferentes. Por un lado, el nacionalismo español y los nacionalismos de diversas partes del estado: Galicia, Cataluña, Valencia, Euskadi, etc. Todas estas identidades construidas sobre símbolos, instituciones, lenguas y sentimientos diferentes son fruto del origen multiforme del actual Estado Español. La Corona de Aragón nace con la unión del reino de Aragón y el Condado de Barcelona, dos de los principados cristianos que ocupaban el tercio septentrional de la Península Ibérica. Debemos detenernos en las circunstancias que rodean a cada uno para entender el cambio fundamental del siglo XII.
La creación de la Corona de Aragón (1136-1162)
El testamento de Alfonso I el Batallador, que dejaba sus reinos a tres órdenes militares, mobilizó a los señores feudales de Pamplona y Aragón. Estos últimos eligen como rey al hermano del difunto, el obispo Ramiro de Roda. Este se apresura a contraer matrimonio con la francesa Inés de Poitou, del que nace una niña, Pernelle o Peronella, en junio de 1136. Ante esta contrariedad, los nobles intervienen de nuevo para concertar su matrimonio con el conde de Barcelona, Ramon Berenguer IV(1131-1162), a quien se le concede el gobierno de Aragón en calidad de “princeps aragonum” (Capitulaciones de Barbastro, 1137). El hecho de que se eligiera al conde de Barcelona como esposo de la joven fue para evitar que llegara al trono un príncipe más poderoso, como el rey de Pamplona o el de León, que tuviera más poder para controlarlos. Del matrimonio del conde y Pernelle (celebrado en Lleida en 1150) nació Alfonso II el Casto (1157), quien reina en los dominios de sus progenitores desde 1162 hasta su muerte en 1196.
Leyes, pactos y territorios
Alfonso II inaugura una nueva dinastía y un nuevo sistema de gobierno. Su largo reinado es también un momento de afirmación del poder del soberano. En su corte itinerante -aunque pasa más tiempo en Barcelona- el rey reúne a aristócratas de sus diversos reinos, los cuales forman dos partidos -aragonés y catalán-, antagonistas por el control del rey. Aunque este gobierna conjuntamente los dos reinos con la ayuda de un consejo real, que reúne a aristócratas y clérigos diversos, cada territorio mantiene sus estructuras propias, principalmente un consejo que reúne a los personajes más poderosos del territorio en representación de los intereses del mismo frente al rey, un antecedente de las futuras cortes.
En los condados catalanes la ofensiva del rey se centra en la recuperación del derecho romano de época visigótica, principalmente a través del Forum iuridicum visigothicum, que fue incluso traducido al catalán, y la Gesta Comitiumm Barchinonsium, que glorifica su dinastía. Por otro lado impone en el territorio un nuevo código que incorpora elementos de la ley consuetudinario y del derecho romano, els Usatges de Barcelona (ca. 1175), en vigor hasta el siglo XVIII. En último lugar, ordena la redacción de un manual sobre las obligaciones debidas por sus vasallos o Liber Feudorum Maior. En Aragón, por su parte se traduce en la implantación del Fuero Viejo de Aragón, también una mezcla de elementos propios y del derecho romano. Paralelamente, en las reuniones con sus diferentes vasallos se empiezan a plasmar de forma clara las fronteras entre los condados catalanes y Aragón, lo que indica el cambio de la naturaleza del poder a un dominio territorial.
No debemos ver esto como una expresión de autoritarismo real. Aunque ciertamente lo que Alfonso II busca es fortalecer su poder, estas decisiones son consensuadas por sus vasallos en asambleas y responden a sus expectativas de afianzar un sistema político que les favorece. Por otro lado, en estas primitivas asambleas se forja la identitdad política de los reinos.
La expansión hacia el sur
La expansión de los reinos, bajo Ramon Berenguer IV y su hijo, siguió su curso de nuevo valiéndose del vació de poder en Al-Andalus tras al crisis del Imperio Almorávide en los años 1140. Entre 1148 y 1149, con la ayuda de la fuerza expedicionaria que se dirigía a la Segunda Cruzada, Ramon Berenguer IV conquista las taifas de Lleida y Tortosa que pasan a formar parte de sus dominios catalanes, llegando así al río Ebro. Su hijo Alfonso, entre 1163 y 1173, lleva a cabo con el concurso de los nobles aragoneses, la conquista del Bajo Aragón (sur de la provincia de Zaragoza y provincia de Teruel). Ahora mientras que el territorio de Barcelona se extendía hasta el Ebro, la frontera de Aragón con Al-Andalus se perfila como un espacio difuso donde la misión de controlar y guardar el territorio cae en manos de corporaciones urbanas de núcleos como Teruel, Alfambra, Cantavieja o Alcañiz, y de pequeños señores guerreros llamados infanzones.
La fallida iniciativa occitana
Los condados catalanes se extendían por ambas vertientes de los Pirineos, por lo que no es de extrañar que los condes de Barcelona tuvieran también intereses en el sur del reino de Francia. Este formalmente se extendía desde los Países Bajos hasta los Pirineos y los Alpes, pero en realidad no podemos ver sino un conjunto de señoríos que debían teóricamente sumisión a una frágil monarquía, que no podía hacer valer su autoridad más allá del valle del Sena, y mucho menos al otro lado del Loira, es decir, en el sur. En la mitad meridional encontramos tres grandes poderes: por un lado el ducado de Aquitania en el centro y en la vertiente atlántica, el poderosos condado de Tolosa en el sudeste, y el Marquesado de Provenza entre los Alpes y el Mediterráneo. Situados al sur de estos, en sus resquicios, un gran número de pequeños señoríos cuyo control se disputan los príncipes de Francia y el Conde de Barcelona.
Comparativamente era también la región más rica, gracias a la existencia de ciudades pobladas y muy dinámicas, tanto industrial como comercialmente. Esto se refleja en una intensa vida cultural que da origen a la poesía de los trovadores en lengua occitana. Conviene aclarar que no se trata de un proceso de conquista que se proyecta más bien hacia el sur musulmán, sino de la lucha entre aristócratas vecinos por el vasallaje de otros pequeños aristócratas dentro de la lógica del feudalismo.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XII la corona francesa, en pleno proceso de construcción, planea extender sus tentáculos al sur del Loria. Su estratega consistió en la alianza con el Papado en su lucha contra un movimiento de renovación religiosa que se había instalado a caballo entre los Pirineos y el norte de Italia, el catarismo. Sus orígenes son pocos precisos, pero empieza a despuntar hacía el año 1100. Aunque en principio la política del papado consiste en predicar para convertirlos pacíficamente, desde los años 1170 se vuelve más agresivo llamando a la cruzada contra ellos. Como respuesta forman una Iglesia propia con cuatro obispados y un metropolitano en Albi bajo la protección de las ciudades y los condes de Tolosa. Un rifirrafe en el que resulta asesinado un emisario papal (1208) conduce a la convocatoria de una cruzada (1208-1229) en que Francia toma parte activa al lado del Papado. Esta concluye con el fin de la autonomía meridional, pues Tolosa y Provenza quedan sometidas a la autoridad de los reyes de Francia por el Tratado de Meaux (1229). El rey de Aragón, Pedro II (1196-1213), obligado por sus intereses para con los señores locales toma partido por los cátaros y es muerto en septiembre de 1213 en la batalla de Muret. Deja como rey un niño de apenas 6 años, el futuro Jaime I de Aragón, cuyo reinado marca una nueva etapa de esta historia.
Artículo escrito por Luis Galan Campos, graduado en Historia
Bibliografía
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