Joaquín Balaguer, Trujillo y la literatura ancilar.
Publicado el: 10 agosto, 2019
Por: MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN.
Sólo el joven Juan Bosch pudo ver a lontananza lo que le esperaba al país. Desde entonces, Bosch y Balaguer se encuentran en las antípodas en su práctica política. Para el segundo, la política era una pragmática en la que los sujetos quedan anulados por las fuerzas oscuras de la historia. Para el primero, la política pertenecía a una positividad en la que había que observar lo que ocurría y los movimientos de las fuerzas sociales.
Durante las manifestaciones que exigían el cese de la intervención estadounidense al suspender la segunda república reclamada en Capotillo por los patriotas restauradores, Joaquín Balaguer hijo descolló como el joven pico de oro del partido nacionalista. Su arielismo se nota al ganar un certamen literario con un trabajo en el que encomia la escritura de Federico García Godoy. Balaguer hijo se integra a la corriente de los hostosianos. Las figuras prominentes de entonces son Américo Lugo y el doctor Federico Henríquez y Carvajal. Pero el movimiento creado en Santiago por Estrella Ureña, su personalidad, sus dotes como orador (tal como en sus memorias lo atestigua José Vasconcelos) y su inscripción en la redacción de “La información”, le hacen dejar el Partido Nacional para integrarse en el Partido Republicano.
Cuando los hombres del general José Estrella invaden la capital y toman la Puerta del Conde, Balaguer estaba en la Fortaleza San Luis; ya se había reunido con los ‘revolucionarios’ que buscaban deponer al presidente Vázquez. Y había escrito el manifiesto del 23 de febrero. En ese texto, Balaguer se construye como una voz del pueblo representada en el Movimiento, describe la “solemne gravedad de la hora” y dice que hay que salvar del “naufragio económico la hacienda nacional cuya crisis se está ya acercando a la tremenda bancarrota”. Entiende que se está hiriendo de muerte el ideal republicano. Y apela a los dictados de la Revolución francesa. En momentos de gravedad Balaguer, como lo hizo consistentemente en toda su carrera política, habla al ideal de la comunidad soñada y se construía como portavoz. Ahora era el portavoz de las masas revolucionarias o de la facción republicana. Entendía que “hombres libres hacen valer sus principios de civilización y democracia bajo los pendones de la protesta armada” (Aliro Paulino, “Un hombre frente al destino”, 119).
Balaguer hijo hace un análisis político de la coyuntura. Sin ver lo que sucede alrededor. Sin informar que la crisis en la que se encuentra tiene otro epicentro grande en la economía mundial. y describe situaciones como las que vivimos hoy, empréstitos, “corrupción de la justicia” y la instrumentalización política de las escuelas. También la “anarquía moral sembrada en el corazón del país por la impunidad escandalosa…” (Ibid., pág. 120.). Balaguer hijo termina su manifiesto al país, que es como su acta de nacimiento a la política, abogando por la institucionalidad y el imperio de las leyes. En boca de Estrella Ureña este texto ancilar de Balaguer resonaba con un dispositivo: “Y ahora, que la conciencia nacional desapasionada y austera, condene a los verdaderos culpables y que la posteridad reserve para ellos la maldición de la historia”.
El manifiesto al país de las fuerzas que acompañan a Estrella Ureña se firmó el 9 de febrero, el Movimiento Cívico es del 23 de febrero de 1930. En el gabinete del presidente Estrella Ureña que sucede a Vázquez aparecen algunos de los miembros de la ciudad letrada de Santiago y de los redactores de “La Información”, como César Tolentino. Pero no aparece Balaguer.
En pocos meses, Joaquín Balaguer hijo deja el partido Republicano y se pasa al bando de Trujillo. Él explica cómo lo captó el brigadier Trujillo. En la campaña electoral en la que participaban Trujillo como candidato a la presidencia y Estrella Ureña como vicepresidente, Balaguer hijo era un destacado orador de los republicanos. Trujillo había lanzado su candidatura en Montecristi. Lugar de interés por dos razones, a mi manera de ver, era la ciudad de Desidero Arias, una ínsula interior que había que pacificar, y también la villa que le había permitido lograr el ascenso social al casarse con Bienvenida Ricardo.
Cuenta el autor de la “Tebaida lírica” que, en medio de la campaña, alojado en su hotel en Santiago, lo envió a buscar el candidato Trujillo Molina para decirle que lo quería a su lado. La narración que de este hecho hace el hombre más importante de la historia dominicana del siglo XX, como lo declaran varios académicos de la historia, es la de un secuestro. Trujillo Molina había secuestrado su pluma. Desde entonces Balaguer hijo, que dejó de firmar Balaguer hijo para solo llamarse Joaquín Balaguer, se constituyó en el amanuense del dictador. Pero según sus memorias no como un escritor voluntario, sino por un preso de un poder que no logrará eludir.
La toma del poder del brigadier Trujillo trajo consigo la adscripción de muchos intelectuales, unos hostosianos nacionalistas, otros republicanos, unos publicistas. Escritores, como Tulio M. Cestero que participó en la campaña, y poetas, como Fabio Fiallo, quien se unió después, entre otros. En el carro del Dios poder se subieron muchos. Pero Trujillo requería fidelidad, compromiso y trabajo. Y en el caso de los intelectuales estos tenían que hacer una literatura ancilar. Destáquese en los primeros años del trujillismo a Rafael Damirón.
Teniendo como modelo “Vidas paralelas”, de Plutarco, una de las obras más apreciadas por el autor de “El cristo de la libertad”, el orador y publicista se dedicó a realizar una comparación entre la personalidad de Estrella Ureña y la de Trujillo. El texto es demoledor. Pero a la distancia se puede notar que Balaguer no sólo había cambiado de bando, sino que no tuvo la suficiente distancia para juzgar a quien había sido su aliado. Demostraba, ya que para él la política no está supeditada a la ética, sino que los acontecimientos iban por encima de las personas. Esa visión providencial de Balaguer más cerca a Vico que a Croce, dominará su accionar futuro. Pero el nombre de su antiguo líder político le traerá problemas luego a Balaguer.
La llegada de Trujillo al poder atrajo a muchos intelectuales y desbordó la relación entre poder y ética que manejaron los hostosianos y los arielistas. Trujillo fue visto como un ser pragmático que terminaría con los caudillos de las ínsulas interiores. Sólo el joven Juan Bosch pudo ver a lontananza lo que le esperaba al país. Desde entonces, Bosch y Balaguer se encuentran en las antípodas en su práctica política. Para el segundo, la política era una pragmática en la que los sujetos quedan anulados por las fuerzas oscuras de la historia. Para el primero, la política pertenecía a una positividad en la que había que observar lo que ocurría y los movimientos de las fuerzas sociales.
Para Balaguer, Trujillo fue esa fuerza inevitable. Como muchos de su generación, creyó que era el hombre necesario para sacar al país de las disputas políticas y enrumbarlo por nuevos senderos. Al proyecto trujillista se adhirieron muchas plumas. Siempre con el pretexto de servir al país, a la nación, a la modernidad y a la democracia. Pero la dictadura cobraba a sus sirvientes una cuota en la que la ética del intelectual quedaba seriamente dañada. Balaguer buscó, hasta la publicación de “Las palabras encadenadas”, un pretexto para justificar su colaboración con Trujillo, pero resulta una falsía separar ética y política, pensamiento y acción (continuará).
Tomado de la Fuente;https://hoy.com.do/1950505-2/
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