sábado, 31 de agosto de 2019

Relectura de Fouché, el genio tenebroso (de la Revolución francesa), según Stefan Zweig

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Publicado el: 24 agosto, 2019
e-mail: dcespedes@claro.net.do
§26.¿Qué devino Fouché después del guillotinamiento de Robespierre y sus seguidores, muertes en las que fue actor principal, pero oculto? Esos asesinatos solo aprovecharon a Tallien y Barras, los controladores momentáneos del Directorio. Si fue el articulador en la sombra de la ejecución de Robespierre, ¿por qué, se pregunta Zweig, no se integra Fouché en la Asamblea Nacional a la bancada de los moderados que ahora dominan la escena?: «Fouché no se sienta con los otros en los bancos de las derechas, sino en su antiguo sitio, en la ‘montana’, con los radicales. Y se envuelve en silencio. Por primera vez, es sorprendente, no va con la mayoría.» (P. 87). No va porque vio que el poder de los matadores de Robespierre y aliados se convertirá dentro de poco en migas y que la ley física de la cinética –flujo y reflujo de una onda– no se detendrá hasta que la Revolución devore a sus hijos y surja un poder que asiente todas esas pasiones. Como en efecto ocurrió y en ese interregno Fouché solamente luchó para salvar su vida, escudarse en otros para dar el zarpazo y librarse de sus adversarios y acusadores.
§27.La ley física de la cinética se cumplió a cabalidad y se llevó de encuentro a Tallien, Barras y a los radicales amigos o enemigos de Robespierre, pero no a Fouché, debido a la inteligencia, sagacidad y perspicacia para mantenerse en el poder basado en la detentación de los secretos de los demás. Sobrevivió a todos, porque creyó en el casi-axioma que quienes inician una revolución nunca la terminan y los mismos protagonistas que la desencadenaron son devorados por fuerzas incontrolables. De las pocas revoluciones que escaparon a esta lógica expuesta por Zweig incluyo la revolución china de Mao y la cubana de los Castro. Ni siquiera la revolución rusa de 1917 fue concluida por quienes la iniciaron. Exceptuando a Lenin, todos murieron a manos de Stalin.
§28.Fouché vio caer a los Tallien, Barras y aliados en el débil y tambaleante poder que construyeron con la muerte de Robespierre y sus amigos, pero no bien fueron desplazados por Napoleón como primer cónsul, Fouché, conocedor de la vida y los milagros del gran estratega militar, convirtió a la mujer de este, Josefina, en su espía favorita por una paga secreta de mil luises de oro con los que, como toda una María Antonieta, complacía sus caprichos. De 1799 a 1802, Fouché fue ministro del Directorio y del Consulado, pero en 1804 hasta 1811 pasará con el mismo cargo a servir al Emperador, con quien mantendrá una tensa relación.
§29.Fouché sigue siendo para los contemporáneos un personaje sumamente importante e interesante que comparte extensas zonas de El príncipe, de Maquiavelo, así como numerosas aristas de los teóricos del poder, de la guerra, de las alianzas, pero, sobre todo, una cualidad aprendida en quien aspira a gobernar, sea a la sombra o no. Zweig señala esta cualidad en Fouché: «Es el único que ha demostrado no solamente que sabe obedecer, sino que sabe también mandar.» (P.159). Pero atención, no es obedecer a ciegas: «Fouché no será jamás servidor de nada ni de nadie, y mucho menos lacayo. Jamás sacrificará íntegramente su independencia espiritual, su propia voluntad, a una causa ajena.» (Pp.139-40). Lo que se comprobó cuando asumió por primera vez para sí el poder de Francia, al vencer con un juego de palabras a Carnot y eliminarle de la presidencia del Consejo de los Cinco (p. 225).
§30.Con Fouché no hubo nunca juego a medias. Venció a todos. Sus últimas víctimas, Napoleón, Luis XVIII y Carnot. Zweig dice: «Los hombres próximos a Napoleón solo pueden ser dos cosas: sus esclavos o sus rivales.» (P. 163). Fouché eligió ser rival de aquellos a los que sirvió desde su cargo. Su legado a Francia, en medio de aquella ola de muerte y destrucción entre revolucionarios, perdura hasta hoy: «Sin embargo, aunque Fouché se excedió, fue el único que hizo algo en medio del pavor de los demás ministros; en un momento del mayor peligro para la Patria hizo lo oportuno y lo justo. Por eso no puede Napoleón negarle por más tiempo el honor que concedió ya a tantos y el Emperador le otorga el título de duque de Otranto (p. 161).
§31.Si bien es cierto que Fouché colocó en el trono a Luis XVIII, luego del interregno napoleónico, Zweig, al analizar la caída y muerte de este artífice de la política, explica que tal vez su derrumbe en 1815 se debió a algo contra lo que no se puede luchar: los espectros. El espectro de Luis XVI debió pesar mucho en el monarca para descartar al regicida Fouché, presionado por su sobrina la duquesa de Angulema, quien sí vivió los momentos dantescos del guillotinamiento de sus padres. Exiliado, en Trieste, Fouché murió el 26 de diciembre de 1820. El párrafo final de Zweig recuerda a Balaguer y sus Memorias de un cortesano en la era de Trujillo: el secreto total de una vida y el silencio acerca de todo lo que ambos tenían que ocultar: «Las Memorias, que publica en París en 1824 un librero hábil, son tan dudosas como él mismo. Ni desde la tumba declara el tenaz silencioso toda la verdad. A la tierra fría se lleva, celoso, sus secretos, para subsistir él mismo como un secreto, todo crepúsculo y tinieblas, figura siempre hermética, impenetrable. Pero precisamente por eso seduce e incita al juego inquisitivo, que él mismo ejercía tan magistralmente, a intentar descubrir, en la huella fugaz, todo el rumbo laberíntico de su vida y adivinar en su destino, lleno de vicisitudes, la estirpe espiritual de quien fue el más excepcional de los hombres políticos.» (Pp. 253-549).
§32.Desde su nombramiento como Abogado del Estado en 1930, Balaguer nunca cayó en desgracia con Trujillo. La diferencia entre Fouché y Balaguer radica en que el francés se labró su poder político solo, a fuerza de lo que dijo Zweig: A Fouché «le basta siempre su intuición, que penetra con mirada de rayo las situaciones más enredadas. Psicólogo por nacimiento y por experiencia, penetra, como dice Napoleón, todos los pensamientos y afirma, sin titubear, a cada uno, en su deseo más recóndito.» (Pp. 139-40).
§33.En nuestro país, solo Balaguer logró sobrevivir a la “revolución” que desplazó el viejo proyecto oligárquico de conservadores y liberales estructurado en el siglo XIX y que sucumbió el 23 de febrero de 1930 y encumbró para siempre a la pequeña burguesía compuesta de mulatos, negros y blancos al frente del mismo Estado patrimonialista y clientelista fundado en 1844. Trujillo y Balaguer y los regímenes posteriores gobernaron con la pequeña burguesía y sus distintas fracciones, con el campesinado y los trabajadores a través del uso del terror y la coacción. Aunque hubo dos intentos oligárquicos por recuperar el poder con el Consejo de Estado y el Triunvirato. A partir de la Revolución de abril de 1965, Balaguer recuperó el poder en 1966 apoyado por los Estados Unidos; lo perdió momentáneamente en 1978-86 para recuperarlo en 1986-96; y dejó un sucesor, el PLD, que ha gobernado durante 22 años, prácticamente sin oposición, con los mismos métodos patrimonialistas y clientelistas de su maestro Balaguer.

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