No aprendimos la lección de Federico García Godoy y Américo Lugo, en 1921-22.
Publicado el: 5 octubre, 2019
Cuando los Estados Unidos formularon el 23 de diciembre de 1920 el plan Wilson de desocupación militar de la República Dominicana declararon llegado el momento de iniciar «el proceso sencillo de su rápida retirada», la intelectualidad pequeño burguesa que había manejado durante cuatro años la resistencia urbana en contra de la intervención se opuso a ese acuerdo.
Solo Federico García Godoy encontró que el Plan Wilson era lo más conveniente para el “decoro” de la soberanía dominicana.
García Godoy reiteró su apoyo de 1920 al Plan Wilson en el opúsculo titulado Al margen del Plan Peynado (La Vega: El Progreso, 1922): «Creía yo por aquel tiempo entonces y conmigo muchas personas de viso y de significación cultural que debía aprovecharse esa vía de liberación […] No hubo tiempo para ello. Un patriotismo hirsuto y bravío desató sus iras desbordantes contra toda fórmula de conciliación más o menos honrosa y oportuna […] dividióse el país en consultivistas y anticonsultivistas. Cada cual se irguió acusando acerbamente al contario. Nuestro tradicional espíritu de división, de incoherencia, volvió de nuevo a la superficie cie con más fuerzas y bríos que nunca.» (DN, 156-57).
El apoyo de García Godoy al rechazado Plan Wilson por parte de los nacionalistas de la “pura y simple”, quienes controlaban a escala nacional toda la oposición a la intervención estadounidense, se resumió en el argumento siguiente: «aunque tenía ‘dos faltas graves y una omisión’ (‘las dos deficiencias eran el nombramiento de la Comisión consultiva directamente por el gobierno militar y la necesaria aprobación de este a las leyes que estaba encargada de elaborar la Comisión mencionada’; ‘la omisión consistía en no señalar un plazo fijo para la desocupación’), ‘no contenía nada de carácter contractual ni ninguna exigencia imperativa que lastimase más o menos profundamente nuestro decoro’.» (DN, 156).
Rechazado el Plan Wilson, una segunda propuesta de evacuación militar conocida como Plan Harding fue formulada el 14 de junio de 1921, igualmente rechazada de plano por los nacionalistas. Empantanadas las negociaciones para la desocupación militar del país, adormecidos durante seis años de ocupación, resurgen con todo su poder los viejos caudillos, quienes luego de firmar los acuerdos de la Conferencia Nacionalista de Puerto Plata el 9 de diciembre de 1921 en la que se ratificó el credo nacionalista de la “pura y simple”, tanto Horacio Vásquez como Federico Velásquez, Enrique Jimenes y Luis Felipe Vidal, directores del Partido Nacional, el Partido Progresista, el Partido Unionista y el Partido Legalista, respectivamente, se retractaron de lo pactado.
Es así como surge el Plan Hughes-Peynado, sometido al gobierno americano por el exministro de Hacienda del gobierno de jure de Francisco Henríquez y Carvajal, hostosiano y abogado de las empresas azucareras norteamericanas y aprobado por el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Charles Evans Hughes, plan que recupera, ante el callejón sin salida de la “pura y simple”, no los puntos del plan Wilson, sino los aguerridos del Plan Harding. Pero con la novedad de que el Gobierno Provisional que sustituirá al gobierno militar será elegido por “una Comisión” compuesta por los jefes de los viejos partidos personalistas criticados por los nacionalistas de la “pura y simple” y fundamentalmente por Américo Lugo, el teórico del nacionalismo y la inexistencia de un Estado nacional dominicano debido a la falta de conciencia política y de conciencia nacional del pueblo dominicanoii.
Como previsto, la Comisión compuesta por los políticos del viejo proyecto liberal-conservador que gobernó el país desde la independencia de 1844 hasta 1916, eligió a Juan Bautista Vicini Burgos, magnate azucarero, como presidente provisional para cubrir el período 1922-24 y convocar, como toda dictadura comisaria debe hacerlo, a elecciones generales para legitimarse a sí misma y legitimar al vencedor de esos comicios, que será el candidato impuesto por los Estados Unidos y donde resultó derrotado Francisco J. Peynado, inventor del plan de evacuación, apoyado como el mal menor por los nacionalistas y a quien se hubiese imputado, sin faltar a la verdad, el ser el favorito de los Estados Unidos. Pero no confiaron en ese intelectual orgánico de los intereses estadounidenses.
La imposición del plan Hughes-Peynado dejó sin discurso y apoyo de sus fuerzas sociales al sector nacionalista de la “pura y simple”. Sus militantes se dispersaron luego de las elecciones de 1924 que ganó el candidato impuesto por el ocupante militar.
Aunque con posiciones contrapuestas, dos nacionalistas prominentes legaron a la sociedad dominicana el análisis de las consecuencias que aparejó la firma de ese tratado para el futuro político de la República. El primero fue Federico García Godoy, quien apoyó con dos reservas el Plan Wilson porque, a su modo de ver, este «no contenía nada de carácter contractual ni ninguna exigencia imperativa que lastimase más o menos profundamente nuestro decoro» y argumentaba que dicho plan «representaba una prueba de arrepentimiento del presidente Wilson por lo hecho en Santo Domingo, lo que abría la puerta a la negociación. Sin embargo, esto no fue aprovechado y lo que vino después (…) fue una situación peor a la hasta entonces vivida: ‘centenares de abusivas Órdenes Ejecutivasiii, multitud de inicuas sentencias prebostales, persecuciones a la prensa, impuestos onerosos, nuevos empréstitos’.» (DN, 156-57).
Finalmente, la posición decisiva de García Godoy contra el Plan Harding contenido enteramente en el Plan Hughes-Peynado, empalmará con la otra posición de Américo Lugo, el líder de la evacuación pura y simple.
En el manifiesto de protesta que redactó en 1921 y firmó junto a un grupo de veganos, García Godoy dijo que el Plan Harding «con llevará para el pueblo dominicano una esclavitud eterna y oprobiosa, ya que contemplaba «tres transgresiones a nuestro Pacto Fundamental: la ratificación de las actuaciones del gobierno militar, el tutelaje odioso de la Hacienda Pública y el implantamiento [sic] de una Guardia Nacional.» (DN, 154-155).
Expuesta el 7/8/1922, he aquí la coincidencia de Lugo con la posición de García Godoy: «… una Convención de Validación de la labor legislativa y administrativa del Gobierno Militar [de los Estados Unidos] constituiría el pleno reconocimiento del derecho de intervención de los Estados Unidos en nuestros asuntos internos, el reconocimiento de la co-soberanía legislativa y ejecutiva de los Estados Unidos en el territorio dominicano; siendo innegable, evidente y forzoso que, en virtud de la Convención prevista y convenida en el Plan Hughes-Peynado, quedaría mediatizada a perpetuidad la República Dominicana y establecido virtualmente sobre ella el Protectorado.» (DN, 174).
No aprendimos la lección de García Godoy y Lugo en 1921-22. Hipotecamos la “soberanía” de la república. Por eso, esperamos siempre, desde aquella lejana fecha hasta hoy 2019, que cada cuatro años, el presidente de turno de los Estados Unidos de América decida quién será el presidente de la República Dominicana. Y los responsables del fracaso de la Tercera República son hoy héroes de la república con estatuas, calles, escuelas y monumentos en todos los rincones del país. ¿Por qué?
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