EL TELÉFONO NACIÓ EN CUBA
La semana pasada me cayó en las manos un documento de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos firmado el 11 de junio del 2002 y con el número de resolución H. Res. 269 donde reconoce que el inventor del teléfono no fue Alexander Graham Bell, sino el italiano Antonio Santi Giuseppe Meucci, una batalla que duró muchos años y que al fin tuvo un final justo para el inventor florentino.
Esto cumple aquel refrán de “honor a quien honor merece” y a pesar de haber leído sobre las dudas que ensombrecían el llamado invento de Graham Bell, la historia de Meucci me entusiasmó tanto que en 1997 leo en la prensa de Cuba que en el antiguo teatro Chacón, hoy Gran Teatro de La Habana, se había colocado una placa en su honor por sus aportes al invento del teléfono.
Busqué, registré varios archivos y encontré a muchos investigadores que explican el porqué de esta placa:
Fue pionero de la electrotecnia en Cuba. Montó en los altos del teatro Tacón un taller de galvanoplastia, uno de los primeros, si no el primero, que funcionaron en el continente americano. Las 60 pilas Bunsen con que contaba le sirvieron a Meucci para realizar experimentos de electroterapia sobre diversos amigos enfermos de La Habana, donde tales tratamientos se hicieron bastante populares. En 1849, cuando preparaba uno de tales tratamientos un paciente emitió una exclamación que el italiano afirmó haber oído a distancia, en otra habitación, por transmisión eléctrica en un cable que unía a las dos habitaciones.
Meucci se impresionó mucho con este fenómeno y quiso repetir el experimento. Para evitar una nueva descarga en el paciente, aisló la placa de cobre con una especie de embudo y al ponerlo en la boca del paciente le dijo que hablara. Meucci se fue a la otra habitación y pudo comprobar que efectivamente la voz del hombre llegaba hasta él a través de los conductores con mucha claridad
Según declaró posteriormente, “a partir de este momento me di cuenta que no era obra de mi imaginación y reconocí que yo había obtenido la transmisión de la palabra humana por medio de un alambre conductor unido a varias pilas para producir electricidad y le di inmediatamente el nombre de telégrafo parlante”. Es decir, la invención del teléfono fue en 1849, en lugar de la fecha de 1876 de Graham Bell.
Lo cierto es que al año siguiente de su hallazgo, el 23 de abril de 1850, Meucci partió para los Estados Unidos, arribando a Nueva York en el mes mayo de 1850, con el objeto de desarrollar y promover su descubrimiento en aquel país, donde continuó viviendo hasta su fallecimiento acaecido el 18 de octubre de 1889.
Repetidos sus experimentos habaneros obtiene el mismo resultado: la transmisión de la palabra no resulta suficientemente clara. El mejoramiento notable lo consigue al sustituir sus aparatos con otros de tipo electromagnético, por lo que en 1860 tenía “un excelente resultado con la transmisión de la palabra casi exacta” entre dos aparatos iguales interconectados directamente mediante alambres. Para atraer a posibles inversores en 1860 organizó una actuación con una cantante cuya voz fue escuchada a considerable distancia, publicándose la noticia en alguno de los periódicos de Nueva York. Ya en 1870 lograba transmitir la señal telefónica a una “distancia de cerca de una milla”. Meucci sigue perfeccionando su sistema y descubre que la inserción de bobinas en la línea mejora la transmisión, es decir, lo que hoy llamamos “pupinización”, en honor de Michael Idvorsky Pupin, que en 1899 “reinventó” el procedimiento.
Para obtener fondos Meucci intentó distintas aventuras comerciales como fabricación de pianos, de cerveza, velas de parafina, sombreros, barómetros, papel, pinturas. Todas sin éxito. Y, desde 1855, su esposa estaba enferma, parcialmente paralizada. Otro grave problema para Meucci era su incapacidad para comunicarse en inglés, y era reiteradamente engañado por presuntos inversores.
Una historia es significativa. En una explosión acaecida en un barco de vapor neoyorquino Meucci resultó gravemente lesionado y fue hospitalizado. Para sobrevivir, su esposa vendió a un comerciante los materiales e incluso el prototipo de teléfono por seis dólares. Cuando, posteriormente, Meucci intentó recuperar sus preciados objetos, el comerciante le dijo que todo había sido revendido a “un hombre desconocido” que fue imposible encontrar.
La falsedad del inventor se mantuvo durante muchos años, incluso todos hemos estudiado que Graham Bell fue su inventor, pero el tiempo y una revisión en la Cámara de Representantes fallaron a favor de Meucci y se aclara que el invento nació en Cuba, lugar donde se hicieron las primeras pruebas.
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