El Museo de Santa Sofia es sin duda una de las improntas más conocidas de la ciudad de Estambul, la misma, tras haber tenido como destino el culto y la religión, fue convertida en el año 1935 en un museo que es sin duda uno de los más interesantes para visitar en la ciudad turca.
El complejo es una enorme obra bizantina, que fue empezada en el año 360 DC bajo el mando de el emperador Constantino. En ese año se mando a construir una pequeña capilla católica que tras un incendio se volvería a construir convertida en una edificación verdaderamente colosal que se terminaría bajo el mandato de Justiniano. A pesar de los cambios que ha sufrido en las diferentes épocas mantiene un gran valor histórico y cultural.
El primer protagonista de Santa Sofía, es un enorme templo que está cubierto por dos impresionantes semicúpulas que son el contrafuerte de una preciosa cúpula central.
Esta cúpula, fue construida por Antemio de Tralles en el Siglo VI, y es para los arquitectos, una verdadera referencia en cuanto cúpula de enormes dimensiones (de 31 metros de diámetro) y que además, no se sustenta sobre muros o paredes, estando totalmente suspendida en el aire.
Pero además, dispone de cuatro grandes arcos, en el norte y sur. Los cuatro minaretes que la hacen diferente a muchas otras iglesias, fueron añadidos posteriormente por los musulmanes, que la convirtieron en mezquita en el transcurrir de los siglos
Para el visitante, es uno de los lugares más atractivos y recomendables en la ciudad, siendo casi una visita obligada. Para acceder, habremos de llegar al Museo y adquirir una entrada que nos costará en torno a los 10 euros
Una vez accedamos al interior de este impresionante edificio, y tras atravesar un doble pórtico, nos encontraremos con una decoración y unas dimensiones que ciertamente no defraudan.
En cuanto a la decoración del edificio, la misma está dominada por unos bellos mosaicos bizantinos. Es una ornamentación típicamente turca, con sus mihrab, una serie de preciosos mosaicos con estampados y sobretodo, una sensación de amplitud que nos sobrecoge e impresiona.
En a la piedra el deseo, es un clásico ritual de este museo, para el cual tras entrar, pasaremos justo al costado de esta piedra. La tradición dice que tendremos que pedir un deseo y posteriormente introducir el dedo en la piedra y girar de forma completa nuestra mano, y que de este modo, conseguiremos que nuestro deseo se cumpla.
Hay que hacer una mención especial a la verdadera belleza de este museo, sus mosaicos. Los mismos son de todos los tipos y colores. Hay algunos que estan muy perfectamente conservados y otros que están deteriorados, lo que nos indica la variedad de épocas de las que provienen.
Todo el recorrido es verdaderamente didáctico, en cuanto está plagado de fotos antiguas que nos indican como era el edificio en la antigüedad y como además, se han ido alternando los cambios en el mismo.
El último de los grandes atractivos de Santa Sofía son, que tras subir unos cuantos escalones, nos encontraremos con un verdadero regalo como lo son las preciosas vistas a la Mezquita Azul.
Santa Sofía, en un entorno urbano incomparable (justo enfrente de la Mezquita Azul sobre la que tanto hay para decir) es uno de esos lugares en los cuales el visitante, además de contemplar estupefacto las dimensiones y el legado cultural del lugar, también toma conciencia de la dimensión temporal que envuelve todo el edificio y las diferentes construcciones que se han ido realizando en el transcurrir de los años.
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