La Aparición del Merengue en
República Dominicana.
Fuente: Boletín Núm. 28. Museo
del Hombre Dominicano. Años XXVIII Núm.
28, año 2000 / Págs. 195 y más
La
versión oral de que el merengue nació
tras una batalla que los dominicanos
ganaron a los haitianos, en los inicios
de la Independencia (1844). Once años
más tarde, Juan Bautista Alfonseca (1819-1875), jefe de la banda militar
y uno de los padres del merengue, compone varios. Infortunadamente, solo se
conserva un fragmento de un merengue de éste llamado Juan Aquilina donde se
menciona la palabra merenguear y describe y describe fiesta en la cual una
persona le rompe el cuatro en la cabeza
a un músico.
La
aparición del merengue, en un ambiente
militar o social, resultó un escándalo,
por los menos para las autoridades y sectores sociales dominicanos. Quien
bailaba merengue en Puerto Rico o República Dominicana a mediados del siglo XIX
podía ser criticado, multado o
encarcelado. En Puerto Rico, donde se registra su primera mención, es prohibido en 1849. En República Dominicana,
el 26 de noviembre de 1856, poetas,
escritores y políticos connotados inician una campaña en contra del merengue de
salón llamándole “confusión, laberinto, progenie impura, hijo del diablo”.
Francisco Espaillat en 1875, un año ante de ser Presidente, solicita su extradición no solo de los salones de baile,
sino también del país. En Puerto Rico la prohibición del merengue, vigente hasta el 1859, fue una medida impopular y, en la República Dominicana, uno de los críticos
aconsejo bailarlo con decencia. Todo esto indica que el merengue era un baile popular
que comenzaba a tener adeptos hasta en los ambientes de clase alta.
El merengue
no era el primer baile atacado por escandaloso. En el 1780, las autoridades
acusaron a los estudiantes de excederse en las fiestas anuales de la
universidad. Para 1784 estaban prohibidos los bailes llamados: holandés,
damois, tango, bambulá, y jodú. En 1809,
el inglés W. Walton decía que las danzas
de negro en Haití y de los mulatos de Santo Domingo eran “un circulo
de lascivos bacanales… repulsivos por la obscenidad”. En 1816, en
Higuey se prohíbe a personas libres
admitir a negros y negras esclavos en sus fiestas, a quienes se les permitía reunirse solo en días festivos y entre su misma clase
Para
1820, eran prohibidos los bailes de noche en las calles y plazas públicas
y, en las casas, solo se permitían en días
festivos. En 1845 se prohibía hacer
fiestas profanas durante celebraciones religiosas y, para el 1878, no
era permitido a los religiosos asistir a fiestas, bodas y juegos que
desdicen de la gravedad eclesiástica” tales como los “bailes de
empresas, plenas y bailes de cueros”. Para 1881, el ayuntamiento de Santiago
fijaba un impuestos para baile rural,
según el Reglamento de Espectáculos Públicos (vigente desde 1971), en Santo
Domingo se prohíben bailarines que
bailen rumbas, danzas, Africana.
Striptease y todos aquellos que se considerados atentatorios a la moral y al
pudor público../
En
Santo Domingo, el baile es una de las
pasiones más fuerte, viva y dominante desde los tiempos coloniales en que se
bailaba en las iglesias, calles y plazas públicas, hasta el presente que un pan
de cada día. En 1698, el padre Labat decía que la pasión por la danza iba más allá de toda
imaginación: viejos, jóvenes, niños, “todos parecen que han bailado desde el
vientre de la madre”. Las prohibiciones y críticas no impidieron que el pueblo
dominicano continuara bailando merengue y otras danzas. No hay conocimiento si
el 27 de febrero de 1844, día de la
Independencia de la República
Dominicana, se bailó merengue. No hay un documento que así lo firme, aunque si se tiene conocimientos
que hubo una “larga serie de bailes”. Mientras las tropas iban para sur a la guerra contra Haití “se bailaba sin
descanso”, el cónsul Saint-Denys, decía se peleaban y otros bailaban (Rodríguez
Demorizi 1971-68)
.
El
merengue se formó a partir de la contradanza, el género que más influyó en la
formación de la mayoría de las danzas
binaria de la América Española. De la contradanza francesa se originó la
habanera cubana, la danza puertorriqueña, y la contradanza dominicana. Como
toda música y danza de carácter popular, la contradanza recibió modificaciones
en cada lugar y matices peculiares. Moreuau de Sanit Mery observó en Puerto
Príncipe a negros bailando
contradanzas en imitación de los blancos. Para Carpentier, en Saint Dominique, los músicos negros le imprimieron mayor vivacidad al patrón
original “al llenar los compases de
puntillos y semicorcheas”. Fueron precisamente los inmigrantes negros quienes, después de 1791,
diseminaron en Cuba la contradanza. De
acuerdo con Bernarda Jorge, no puede descartarse que en Santo Domingo aconteciera algo similar
(1982.28).
En
Santo Domingo, la contradanza adquirió personalidad propia convirtiéndose en la
Tumba dominicana, así llamaba para diferenciarla de la francesa y la andaluza.
Según Max Henríquez Ureña, la frase melódica de la tumba dominicana ere de sabor criollo, aunque
en ella se advirtiera un eco de expresiones musicales de otras regiones del
mundo, muchas veces de España y de
los árabes. La música criolla modifica y adapta la frase melódica dándole un
nuevo sentido musical. El ritmo de la tumba tenía efectos sincopados de tipo
África no marcado con precisión por el
güiro, coreográficamente, guardaba
cierta afinidad con la
contradanza francesa, un baile de cuadrilla. La tumba francesa era diferente a la dominicana porque
ésta tenia: 1-figuras más simples (menos
aristocrático) 2-influencia innovadora
de otros bailes (como el vals en boga en América) que hizo que las parejas
bailaran enlazadas de rato en rato ( in
Jorge 1982: 29).
Existe
un cambio substancial en la danza en Santo Domingo y el Caribe cuando se rompe
la coreografía de la contradanza y el
baile de figura, se transforma en baile de pareja. El merengue en
protagonista de esta trasformación, razón por la cual será criticado y
rechazado cuando se introduzca en los
salones de baile de la alta sociedad y desplace a la Tumba y otros bailes de
cuadrilla a partir de 1850. La crítica elitista
en contra del merengue tiene que ver con
la extracción popular de su gente y su estilo de bailes que Deschamps considera
a fines del siglo XIX, “de las clases inferiores” y del Orbe en 1921, de
“círculos de baja categoría”. Lo imperdonable es que lo baile “lo que dicen
decentes”. A pesar de que la crítica
señala no era la forma más cómoda de bailar por su “incomodidad y confusión “ ,
la coreografía del merengue es la más
simple de los bailes dominicanos. El
baile de pareja simplifico la forma del baile con movimientos que podían ser
imitados por cualquiera, en contraste
con los bailes de figura de complicada coreografía. De ahí su difusión
nacional.
Para
Fradique Lizardo no se prohíbe o critica el merengue por ser un baile de
negros, sino por la “forma inmoral del baile” que chocaba con las costumbres
aristocráticas de la sociedad que frecuentaba los salones de baile. Sin embargo, el músico Julio Alberto Hernández
afirma que a mediados del siglo XIX, en los países del Caribe las danzas de origen africano no fueron
repudiadas y suplantada por piezas gratas a los intelectuales y a las personas
de la alta sociedad. Más tarde se compusieron cuadrillas, valses, polkas y
mazurcas con aire latinoamericano,
aunque mostrando algunas influencias africanas no en el acompañamiento rítmico,
a menudo sincopado y de variados acentos. De la mezcla de todos estos elementos
nació quizás, junto con nuestra, nuestro hibrido merengue (1969-153).
Para
1862, las arquetas de baile tocaban danzas criollas y europeas: merengue,
mangulina, valses, galops, mazurcas,
polkas, y otros géneros. En una
fiesta en Bani, Juan Bautista Alfonseca tocó vals, mazurca, merengues y
mangulinas. Según narra Francisco
Henríquez y Carvajal, “Poco antes de las
12 de la noche, al son de la improvisación de la música campestre, irrumpió en
la calle y por el patio, un grupo de gente… venían tocando y cantando en
coro, un merengue…” in Jorge 31)
Para
1863, aparecía en Santo Domingo la danza, una variante moderna de la
contradanza o tumba. En el tiempo en que
las habaneras enloquecían a España, aparecían en las Antillas danzas, variantes
de la antigua contradanza innovada. A una parte de la danza, que se bailaba como baile nuevo cerca del 1875, se
le llamaba merengue.
Referencias Bibliográficas:
ALBERTI,
Luis, De música y orquestas bailables dominicanas; 1910-1959. Edit, Taller, Santo Domingo, 1975.
AUSTERLITZ, Paul. Merengue Dominican music and
Dominican identity. Temple University
Press, Philadelphia, 1996.
BATISTA
MATOS, Carlos. Historia y evolución del
merengue Edit. Canabrava, Santo Domingo,
1999.
BRITO
URENA. Luis Manuel. El merengue y la realidad existencial de los dominicanos.
Unigraf. Santo Domingo, 1997
CARLES
P. CLERGEAT. A y COMOLL J.L. Diccionario del Jazz. Edit. Amaya 7 Mario Muchnnk,
Gran Bretaña, 1988.
CRASSWELLER,
Rober D. Trujillo. La trágica Aventura del poder personal. Edit. Bruguera,
Barcelona, 1968.
DEL
CASTILLO, José y GACIA AREVALO Manuel,
Antología del Merengue. Edit Corripio Santo Domingo 1989.
GALAN,
Natalio. Cuba y sus sones. Prólogo de Guillermo Cabrera Infante. Pre- Textos,
Mésica, Artegraf, Madrid, 1997
GUERRERO,
Gloria (org) Encuentro con merengue, Santo Domingo, 1978-79.
HERNANDEZ,
Julio Alberto. Música tradicional dominicana. Julio Postigo, Santo Domingo,
1969.
INCHAUSTEGUI,
Arístides. El disco en República Dominicana, amigo del Hogar. Santo Domingo,
1988.
INSTITUTO
TECNOLOGICO DE SANTO DOMINGO (INTEC). Antropología Literatura Dominicana.
Folklore. Vol. V. Edf. Corripio, Santo Domingo, 1981.
JORGE,
Bernarda, La música dominicana Siglo XIX-XX
Edt. UASD, Santo Domingo, 1990..
LINCOLN COLLIER, James. Duke Ellington. Editor Javier Vergara, Buenos Aires, 1990.
LIZARDO,
Fradique, “Música y folclore”, in Folklore Instituto Tecnológico de Santo
Domingo (INTEC), Vol. V. Editora Corripio, Santo Domingo, 1981.
OROVIO,
Helio. Diccionario de la Música Cubana. Biografía y Técnico, Edit. Letras
Cubana, La Habana, 1981.
PADURA
FUENTES, Leonado. Los rostros de la salsa., Ediciones Unión, La Habana, 1997.
PAULINO,
Julio Cesar, “Porque el merengue es
dominicano, Revista del Teatro Nacional, año 2, n. 22, Santo Domingo, junio
2000.
RODRIGUEZ
DEMORIZI, Emilio, Música y Bailes en Santo Domingo, Librería Hispaniola, Santo
Domingo, 1971.
SCOTT,
Manuel. Rock en español. La música dominicana del futuro. Talleres Imprensa,
Santo Domingo, 2000.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario