miércoles, 15 de febrero de 2017

La expedición guerrillera de Caamaño en 1973: testimonio de Hamlet Hermann (1)

La expedición guerrillera de Caamaño en 1973: testimonio de Hamlet Hermann (1)

El cumplimiento de aquellas palabras pareció justificarse debido al clima de terror y muerte implantando por el presidente Joaquín Balaguer durante los primeros años de su periodo de gobierno.
Alejandro Paulino Ramos - 15 de febrero de 2017 - 9:30 am -  0

http://acento.com.do/2017/politica/8430848-la-expedicion-guerrillera-caamano-1973-testimonio-hamlet-hermann-1/
Foto: Columna guerrillera comandada por Francisco A. Caamano todavia en Cuba. Foto tomada M. Matos Moquete
Finalizada la guerra civil de abril de 1965 y como parte del acuerdo de paz firmado entre los sectores en pugnas, el coronel Francisco A. Caamaño Deñó salió del país el 22 de enero de 1966, para ir a ocupar el puesto de agregado militar de la embajada dominicana en Londres. Casi dos años después, el 2 de noviembre de 1967, luego de desertar de su condición diplomática, llegó a Cuba para desde allí iniciar los preparativos político-militares que lo llevaran, junto a ocho compañeros, a encabezar la expedición guerrillera en territorio dominicano, que se desarrolló entre el 2 y el 16 de febrero de 1973.
Hamlet Herman en manos de los altos mandos de las Fuerzas Armadas
Habían pasado 7 años de su salida al exterior. En aquella despedida del pueblo dominicano, Francisco A. Caamaño, que en Cuba adoptó el nombre de guerra de “Román”, dejó  plasmada su decisión de continuar la lucha, cuando la República lo requiriera:  “cuando la Patria lo reclame estará aquí de nuevo dispuesto a luchar por la democracia y la soberanía nacional”. El cumplimiento de aquellas palabras pareció justificarse debido al clima de terror y muerte implantando por el presidente Joaquín Balaguer durante los primeros años de su periodo de gobierno.
Desde la llegada a la isla de Cuba, el 1 de noviembre de 1967, el comandante Román se concentró en el reclutamiento y adiestramiento de la columna guerrillera que, muy reducida en número, llegó a la costa de Azua, por Playa Caracoles, el   16 de febrero de 1973, en pleno gobierno de los doce años de Balaguer, para poner en practica todo lo aprendido y planificado en materia militar mientras se encontraba en el campamento guerrillero de Pinar del Rio.
En ese lugar, un grupo de hombres, que a decir de Manuel Matos Moquete en su libro “Caamaño: la última esperanza armada”, nunca pasó de 35 hombres pues muchos de los que se integraban al campamento, luego desertaban, se enfermaban o simplemente rompieron sus relaciones con el héroe de Abril. Además de esos guerrilleros, otro grupo tomaba cursos militares para desarrollar actividades de guerrillas urbanas, mientras que otro integrado por los “Palmeros” bajo el liderazgo de Amaury German Aristy, que se habían organizados en el país bajo el nombre de “Comandos de la Resistencia”, se encontraban operando en territorio dominicano política y militarmente, a la espera del grupo guerrillero que tuvo entre sus planes desembarcar en 1970 y 1972, no en 1973 como realmente sucedió.
El plan, como lo cuenta Hamlet Hermann en su libro “Caamaño: biografía de una época”, tomaba en cuenta la situación política nacional, en la que efervescencia revolucionaria, la división dentro del partido de gobierno, y la falta de unidades antiguerrilleras en las Fuerzas Armadas resultaban propicios para iniciar la lucha, pero las dificultades en el desarrollo de los planes impidieron la salida de Cuba : “Los doce dominicanos que en ese momento conformaban la tropa de guerrilleros potenciales, no se consideraba suficiente para iniciar las acciones. Las lesiones y las enfermedades habían mermado la cantidad de tropas en condiciones operativas. Amaury se comprometía entonces a enviar una sensible cantidad de compañeros y así completar los efectivos necesarios para integrar una columna de tres escuadras como núcleo combativo inicial, cerca de treinta hombres”.
Guerrilleros adiestrándose en Pinar del Rio, Cuba. Foto tomada de M. Matos Moquete.
Tres años después, las condiciones políticas se habían modificados y los “Comandos de la Resistencia” habían sido desarticulados, luego de las muertes de Amaury German y los principales líderes del grupo, en la batalla del 12 de enero de 1972. El desmembramiento de esta estructura de guerrilla urbana, además de las divergencias mantenidas con Caamaño desde meses antes, resultó  un duro golpe a los planes insurreccionales. También fue muy negativo para los planes de Caamaño, la lastimosa  situación por la que pasaba la izquierda dominicana entre 1972 y 1973, envuelta en rebatiñas grupales y enfrentamientos estériles, además de dividida y disminuida en su accionar político debido a los golpes recibidos después del secuestro del agregado militar norteamericano Donald J. Crowley.
Fue en esas condiciones a todas luces desventajosas, que Caamaño y sus ocho compañeros tomaron la decisión de hacer realidad lo que tanto habían soñado y planificado: desembarcar en la República Dominicana, internarse en las montañas de la cordillera central y desde allí, combatiendo las tropas de las Fuerzas Armadas, lograr resistir hasta convertirse en una fuerza capaz de poner en peligro y derrocar por vía de las armas al gobierno de Balaguer. Sin embargo, la suerte no acompaño al pequeño grupo guerrillero y los tropiezos se sucedieron uno tras otros.
El viernes 16 de febrero, Francisco A. Caamaño Deñó y Lalane José fueron capturados y asesinados mientras se encontraban en una zona próxima a la carretera Constanza-San José de Ocoa. Los guerrilleros que sobrevivieron a la emboscada tendida por los militares, lograron escapar pero fueron convirtiéndose en bajas en las medidas que avanzaban los días. Del grupo de ocho hombres, solo Claudio Caamaño y Hamlet Hermann lograron sobrevivir al asedio. El primero pudo llegar hasta la ciudad de Santo Domingo y asilarse en la embajada de México; el segundo, Hamlet, fue apresado en la ciudad de Villa Altagracia y mantenido en cautiverio durante varios meses. Un tercer hombre, que se extravió al iniciarse el desembarco, por lo que no se puede señalar como guerrillero, logro asilarse y luego salir del país, cuando el gobierno tomó la decisión de permitir la partida de los sobrevivientes.
De la forma en que se efectuó el desembarco, los problemas logísticos que afectaron al grupo guerrillero, los combates contra las tropas militares en las montañas dominicanas, la muerte de Caamaño Deñó  y de otros compañeros, entre ellos la penosa muerte de Braulio, los interrogatorios a que fue sometido mientras se encontró prisionero en la base área de San Isidro y otros interesantísimos detalles de la guerrilla de Playa Caracoles, habló Hamlet Hermann en la entrevista concedida a Juan Bolívar Díaz, mientras se encontraba en México.
El texto completo de la entrevista, que fue publicado en el periódico Ultima Hora entre los días 4 y 11 de junio de 1973, lo compartimos con los lectores de Acento, tal y como apareció en el referido periódico:
“ NO ME ENTREGUE, ME CAPTURARON”
Por Juan Bolívar Díaz
Enviado Especial Ultima Hora.
“En interés de contribuir al esclarecimiento del capítulo político iniciado en Playa Caracoles el 2 de febrero pasado, ULTIMA HORA pública hoy esta extensa entrevista concedida por el sobreviviente de esa expedición,  ingeniero Hamlet Hermann, a nuestro reportero Juan Bolívar Díaz, enviado especialmente a México. La entrevista exclusiva se realizó en México la semana pasada, días antes de que Hermann viajara a Cuba, donde ahora se encuentra, junto con su familia.
–Hamlet Hermann, puedes decirnos cómo fue que se produjo tu apresamiento o entrega, allá en Villa Altagracia.
–Luego de la emboscada en que caímos en la noche del 21 de marzo, y de la cual sobrevivimos el compañero Claudio y yo, y quedamos separados en ese momento, yo me dirigí en dirección Sureste hacia Villa Altagracia, tratando de alcanzar una carretera para conseguir un vehículo, que era el plan original que habíamos trazado los cuatro que quedábamos.
Después de yo pasarme aproximadamente dos días completos al borde de la carretera, tratando de localizar a alguna persona que tuviera más o menos la talla mía, para cambiar la ropa militar por una ropa civil, y al no conseguir esto, me decidí a alcanzar la ciudad de Villa Altagracia, donde a lo mejor eso me podría ser más fácil, y donde podría ya también con mayor facilidad, conseguir un vehículo.
Sucedió que llegando a Villa Altagracia, ocurrió un accidente automovilístico y eso aproveche yo para entrar en la ciudad porque las autoridades, los militares que estaban en la zona más bien se dedicaron a atender el choque.
Pasé  por un colmadito y compré un salchichón y unas galletas, porque en realidad habíamos pasado mucha hambre, me sentía muy débil y lo que en aquel momento yo consideraba como actos de audacia, podríamos decir, en realidad ahora me doy cuenta que un una imprudencia, porque puedo recordar que una persona se preocupó mucho de mi apariencia. Yo iba con suéter de mangas largas y un pantalón verde olivo en muy malas condiciones, y unas botas que son muy raras de ver en el país. Llamaba la atención; además que la figura mía es algo rara, no solamente en esa zona, sino en el país, por la estatura mía. Y me da la impresión de que esa  persona fue que le comunicó a una oficina de guardacampestres que hay cerca del ingenio Catarey.
De manera que cuando yo  traté de salir de la ciudad de Villa Altagracia, confiando en algunas zonas oscuras que tenía el pueblo, pasee por el frente de una oficina de guardacampestres, donde aparentemente me estaban esperando y un grupo me llamó, me rodeó. Yo estaba desarmado y ellos estaban armados con escopetas, revólveres. Y esa fue—más o menos—la escena de mi captura por estos guardacampestres, no entrega como han dicho algunas personas, que con esto tratan de desacreditar la posición de un guerrillero. Y no solamente del guerrillero, sino del método de lucha mismo, muchos que se oponen al método y que no les interesa ni siquiera que eso se comente.
Ahí se dieron unas escenas bastantes simpatías, porque cuando comenzaron a registrarme me quitaron el reloj y el dinero que llevaba. Y uno de ellos reparó que yo llevaba colgado en el cuello una bolsita de cuero y al acercarse a mi y levantar el suéter se asustó, y me preguntó si eso era un reguardo. Yo, con esperanza siempre de poderme escapar, y como era la brujería, fundamental para un guerrillero, le dije que si, que era un reguardo. Y eso provocó que no solamente la brújula, sino el anillo matrimonial que también llevaba en el cuello, lo tuviera por tres días. Ni siquiera los soldados que me registraron se dieron cuenta que yo llevaba eso ahí, hasta que me tocó la oportunidad de trasladarme a la base de San Isidro, donde me dieron un baño, mejor dicho me di un baño, y eso fue el momento en que la brújula y el anillo, salieron a relucir.
Bueno, pues entonces me traspasan al comandante policial de Villa Altagracia, que estaba también ocupado del choque, y es quien me entrega. Este localiza un jeep manejado por un veterano de las Fuerzas Armadas y tomamos la carretera Duarte en dirección a Santo Domingo. Llegamos al control que tenía el Ejercito, en el kilómetro 40, y ahí se hizo entrega de mi persona a un capitán de la Fuerza Aérea, y ahí quedé en calidad de prisionero, en lo que llegaban los jefes militares.
El primero en llegar fue l que era el jefe de la Policía, general José Ernesto Cruz Brea. Supe que había gente disputándose quien me mataba a mi esa noche.
Pero parece que en ese momento primó más lo político y se trató de conservar un prisionero político, antes que otro cadáver.
Hay varias cosas que yo puedo referir, porque las conozco, porque viví la situación, y otras porque me enteré posteriormente, como esa que acabo de mencionar. No hay que sorprenderse que muchas veces yo me refiera a cosas que podía conocer en el momento que sucede, sino posteriormente.
–Cómo fueron los interrogatorios?
–La misma noche de mi captura se me traslada como un buen saco de papas—o de carne diría yo, con muchos huesos—en un jeep hasta la comandancia que tenían en los Mogotes, y allá se me hace un interrogatorio, por un grupo de generales, encabezado por el secretario de las Fuerzas Armadas. Esta el general Pérez y Pérez, el general Beauchamps, Ramiro Matos, Frank Amiama, el comodoro, y ahí me hacen un interrogatorio en el cual básicamente se trata de implicar a la revolución cubana, al Partido Revolucionario Dominicano y a la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Ese interrogatorio acaba como a la 1:00 de la madrugada.
–¿Y a qué hora había comenzado?
–Bueno, yo no tenía una noción clara del tiempo en ese momento, de la hora, pero supongo que fue a eso de las ocho y media. Se reunió una cantidad de militares para hacer ese interrogatorio, se veía que eran de diferentes departamentos. Había uno que luego lo vi, y que era del Departamento Nacional de Investigaciones, al cual se le preguntaba si tenía alguna otra cosas que preguntarme y cosas como esa.
En los Mogotes yo permanezco hasta el 27, martes, cuando se me traslada en helicóptero a la base aérea de San Isidro. Allí se desalojó un edificio completo, que era donde estaba la cárcel, para alojarme a mí.  Y en él se preparó una habitación amplia a la cual se le taparon con clavos todas las ventanas y la puerta, para tratar de evitar que yo viera hacia afuera y me vieran a mí, aun los propios militares que estaban ahí. Por supuesto, en la celda hacía mucho calor y en los primeros momentos se me mantenía esposado en la celda y durmiendo en el suelo. Ya luego se entró una cama.
Empezaron los interrogatorios el día 28. Ese día fue un grupo de la Policía, del ministerio de las Fuerzas Armadas, del DNI, y me hicieron un interrogatorio en el cual yo mantenía las declaraciones que daba desde el principio. Prometo afirmar que Claudio Caamaño estaba muerto, porque yo veía que esa era la única forma que yo podría atenuar algo de la persecución contra Claudio. Y en ese momento nadie podía saberlo mejor que yo, de manera que si decía que estaba muerto, por lo menos sembraba la duda y eso favorecía al compañero que en estos momentos debía estar tratando de romper el cerco.
En esos interrogatorios, las preguntas venían copiadas, numeradas. Ellos lo que hacían era leerlas. En realidad—no sólo en ese interrogatorio—sino también en todos los otros, se reflejaba una ineptitud, una incapacidad de gente que iba a interrogar, pero no sabía siquiera sobre lo que iba a interrogar y muchas veces con dificultad para leer.
Tan es así que uno de los interrogadores, un teniente coronel de las Fuerzas Armadas, me preguntó en un momento quien es Vicentico Valdez. Y yo le digo con una sonrisa—no, no, es un cantante. Porque en realidad él estaba tratando de preguntarme por otra persona, pero él tenía problema hasta para leer. Y no sabía sobre lo que me iba a preguntar. De manera que había fundamentalmente una incapacidad tremenda en el personal interrogador, de lo cual yo trato de aprovecharme con una serie de preguntas que me hacen. En realidad, la leyenda que yo forjo alrededor de las preguntas que se me hacen, más bien constituye una burla ante ellos. Estoy seguro que cuando se lo lleven a sus analistas y superiores, se dan cuenta y les dicen: : Este se está burlando de ustedes”.
Entonces empieza ya la fase dura del interrogatorio, donde predomina, no tanto el maltrato físico, porque yo estaba en condiciones físicas muy malas.
–Pero hubo alguna vez maltrato físico, torturas?
–No, como torturas yo diría que no, torturas físicas. El maltrato es cuando mi captura, que a mi se me amarra de pies y manos y se me lleva tirado detrás de un carro, y luego se me tira del carro al suelo, y luego a la parte atrás de un jeep, y voy recibiendo lesiones y golpes. También la forma como se me cargaba. Yo estaba esposado a la espalda, y no trataron de cargarme entre tres o cuatro, sino por dos, uno por un brazo y otro por una pierna que me viraba el hombro, la cadera. Hay maltrato físico en ese momento.
Hay una cosa que tomar en cuenta, y es que nosotros por el tipo de entrenamiento que hemos recibido, y el tipo de vida que lleva el guerrillero, muchas cosa que para un ciudadano común son malos tratos, para nosotros no. Dormir en el suelo, pasar frio, pasar hambre. Para nosotros eso deja de ser maltrato. Ya hemos estado acostumbrados a eso. De manera que hay detalles que para otra persona podrían parecer malos, pero yo las paso por alto.
Pues en el interrogatorio posterior, luego acaba el primero, del día 28, recuerdo que era 30 de marzo, y en la noche, no puedo precisar la hora, entraron a mi celda unos militares, oficiales, clases, que me quitaron las esposas, que las tenía con las manos hacia adelante para me permitiera comer, y me las pusieron en la espalda y me llevaron a una habitación del mismo edificio de la cárcel donde me sentaron en un banquito del madera—yo diría que una caja vieja sin espaldar. Se me sentó frente a un farol, un reflector potente que estaba sobre un escritorio, donde se realizaban, ya de ahí en adelante, los interrogatorios.
Y se inició  un interrogatorio ese viernes 30 de marzo y acabó el domingo en la noche. Ese interrogatorio se realizó sin interrupción, en el cual yo no podía ni beber agua ni comer, ni recostarme, ni doblar el cuerpo, ni hacer mis necesidades fisiológicas. Estaba solamente con un calzoncillo puesto. Y en un momento, hubo que desamarrarme las piernas y se trató de ponerme unas esposas, pero las esposas no me servían en las piernas, a la altura de los tobillos, del grado de hinchazón que tenía yo en esa pierna. SE ve que el tanto tiempo en una posición, si eso no es maltrato físico, no hay maltrato físico en la vida. Lo que  se perseguía era la extenuación, la capitulación mía, no más bien por agotamiento físico, porque yo estaba muy débil, sino más bien se trataba de buscar como la ruptura de mi equilibrio metal, que yo perdiera mi lucidez. Se diría que se puede usar para eso pentotal sódico, o cualquiera otra cosa, pero me da la impresión de que se temía aplicarme cualquier tipo de tortura física. Porque yo estaba en muy malas condiciones físicas. Incluso la comida que se comía, me hacía más  daño que bien. No me aprovechaba, me provocaba diarrea, intoxicación, porque mi organismo no estaba preparado para recibirlas.
–Te llevaron a la extenuación, entonces?
–Hay un momento en que empiezo a pensar, bueno, yo estoy llegando al límite de resistencia y también veo la incapacidad que mencionaba ahorita de mis  interrogadores. En ese interrogatorio, en ese, participaron 14 oficiales interrogadores. Se turnaban de dos en dos horas. O sea que siempre había un hombre fresco dispuesto a agarrar a Hamlet Hermann y empezar a hacerle preguntas, insistir y presionarlo. Y yo era el único que no me movía del mismo lugar.
–¿Y ese interrogativo qué objetivo perseguía?
–Bueno, como siempre, fundamentalmente, tratar de implicar a la revolución cubana, al Partido Revolucionario Dominicano y a la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Yo diría que, inclusive, en ese orden de prioridades.
–El documento que publican las Fuerzas Armadas es el resultado de la extenuación?
–Yo me decido en ese momento y me digo, bueno,  ciertamente si esta gente no está en condiciones de hacerme un interrogatorio, vamos a decir científicamente, yo me planteo ganar tiempo y luego romper ese camino que llevan. Ya yo me siento en el límite de mi resistencia y le digo que manden a llamar al ministro de las Fuerzas Armadas que yo le voy a dar unas declaraciones. Hablo con el ministro de las Fuerzas Armadas y eel me dice que ellos lo que quieren es un documento en el cual se responsa más o menos el cuestionario que se me ha hecho. Yo le digo que sí, como no.  Más o menos deme sus ideas, mándeme una copia del formulario—interrogatorio, que yo voy a hacerlo más o menos así. Siempre con mi idea de ganar tiempo…
–Suspenden en ese entonces el interrogatorio…
–Sí, sí, si. Y en esa misma noche se me consiguen dos servicios de filete con papas fritas, un litro de leche, o sea que ya se pasa a la etapa de, bueno conseguimos lo que queríamos, vamos a tratarlo bien. Pero resulta que esa carne me cae mal, vuelve y me hace daño. O sea que yo estaba en condiciones que no podía asimilar nada. Cada vez que ingería alimentos me hacía más daño. Y al otro día se buscó un médico, un médico de la Fuerza Aérea el cual me dio atención y me recomendó una dieta. Daba las instrucciones para que me trajeran la comida, más o menos con poca cantidad de proteínas, de manera que el organismo fuera asimilando más o menos los carbohidratos y luego ir ingiriendo proteínas, para que el organismo pudiera asimilar. También me dio unas pastillas para que ayudaran al organismo. Entonces, ahí es cuando yo me dispongo a hacer un  tipo de documento que no diga nada, y el que quiera malinterpretarlo, claro, siempre puede malinterpretarlo. Se puede malinterpretar lo que se quiera. De ahí sale ese documento que más o menos viene a ser terminado, bueno, los primeros días de abril. Cuando se publica ese documento es mucho tiempo después, o sea un mes después, se ve que se estaba buscando en el gobierno una coyuntura política que permitiera aprovechar ese documento, fundamentalmente contra el PRD, tratando de mostrar que tenía acuerdo con nosotros para la acción que se inició en Playa Caracoles. Me llevan esa copia, esos periódicos del día, donde sale el documento. Ya luego me llevan otro periódico, en el cual salen opiniones editoriales, más exactamente, yo creo que el documento sale publicado un día ocho, de mayo, creo, y me llevan periódicos del 9 y del 11. Antes de esos periódicos yo había tenido y tuve una incomunicación total. Yo no oía radio, yo no leía periódicos, nadie me conversaba nada. Los únicos que me conversaban eran los altos oficiales de las Fuerzas Armadas, tratando más bien de desmoralizarme. O sea me llevan noticias de que fulano dio una declaración en contra tuya, y entonces, pues, eso era lo que trataba de minar mi moral. Pero recibo esos ejemplares de periódicos del 9 y del 11, en los cuales veo editoriales de algunos periódicos, en los cuales se dice, como que no se dice nada. En otros se dice que habría que ver si Hamlet Hermann libre dice lo mismo que Hamlet Hermann prisionero. Veo una columna de un columnista de un periódico y dice unas palabras que yo pensé que el mensaje había llegado, de que lo que yo había intentado hacer, de que un lector sin apasionamiento, o sea también un profesional ecuánime pudiera darse cuenta de que ahí no se acusa a nadie ni se dice nada. Luego veo en esos periódicos también la declaración del compañero Toribio Peña Jáquez , que es en realidad la mejor interpretación a lo que yo trataba de hacer: algo para ganar tiempo, un documento que no dijera nada, solamente que se quisiera malinterpretar.
Entonces, yo me tranquilicé muchísimo, porque me di cuenta de que el mensaje había llegado.
Bien, en materia de guerra usted contra el enemigo usa todas las artimañas posibles para vencerlo. Pero luego surgieron opiniones interesadas y malintencionadas que francamente del sector que menos se esperaba salió, en el cual se trató de denigrar a mi persona y a la del compañero Toribio Peña Jáquez. Ya ahí lo que se está combatiendo dentro de la lucha es un espíritu de combate que tenía tradicionalmente nuestro pueblo y que ha tenido su mejor expresión en los últimos tiempos.
–Pero, en realidad, el documento salió tal y como tú lo escribiste. No queda duda de que no te agregaron absolutamente nada.
–No, yo pude comprobar que no le agregaron absolutamente nada. Ahora, en aquella declaración que hace Toribio Peña Jáquez lo dice muy claro. Yo no digo en ningún momento que el PRD tenia acuerdo con nosotros, y no lo tenía…..
–¿No hay alusiones indirectas, tú las hiciste solamente para sacarle beneficios, para ganar tiempo a tus interrogadores? ¿Tú haces consciente alguna alusión?
–Yo sé que… Son alusiones que si se razonan un momentico y se imaginan la situación en que yo debo hacer eso; tú entiendes, se puede llegar a la conclusión de que eso se hace para combatir al enemigo y el que se considere aliado nuestro pues tiene que combatir al enemigo. Pero es que a veces encontramos dentro del campo del enemigo a quien consideramos muy alejado. O sea que yo hago una declaración sabiendo lo que estoy haciendo, pero tratando de dar siempre, para el buen entendedor, y para el que se imagine en qué condiciones fue hecho, de que no hay vínculos con el PRD. Ya le digo, fue una forma de combatir mía contra el enemigo.
–Ahora… ¿qué tú quieres decir sobre eso para…vamos a decir, cerrar el capítulo referente sobre las implicaciones? ¿Hay alguna persona que realmente le faltó al movimiento guerrillero, un grupo, había conexión con algún grupo local?
–Nosotros somos plenamente responsables de todo lo ocurrido. O sea, nosotros adoptamos una acción, un plan y no pudimos llevarlo a su fin. No podemos acusar a nadie, solo a nosotros mismos de ser plenamente responsables de lo que se hizo. sí  creemos que hemos cumplido con un deber y hemos mostrado al pueblo que a veces es necesario cierta dosis de sacrificio, de que nosotros vinimos conscientes de que nos podíamos morir todos. Es necesario cierta dosis de sacrificio para romper con una cierta rutina, con una cierta llamada estabilidad de equilibrio, todo eso entre comillas, que solamente le conviene a los que viven bien, no a los que pasan hambre.
–Bien, Hamlet Hermann, siempre queda una duda. Tú dices que ustedes son plenamente responsables de todo lo que ocurrió, de todo el movimiento. Ahí es que está una de las dudas, uno de los elementos que hizo dudar en principio de la ocurrencia de la guerrilla fue precisamente el hecho de que no había contacto ninguno, aparentemente, con ninguna organización, con ningún movimiento de que no hubo manifiesto, de que llegaron sin dar ningún aviso, es decir, había dudas de si realmente existía la guerrilla, etc. Ese método que aparentemente era insólito, inusitado, y todo lo demás, conformaba realmente una táctica, como decía Claudio Caamaño, era audaz, pero cuales eran progresivamente los objetivos del movimiento?
–Nosotros contábamos con mantenernos un tiempo en la etapa de asentamiento de la guerrilla, en la cual nosotros, además de establecernos, hubiéramos ido conociendo el terreno y hubiéramos podido establecer contactos con el campesinado, y con sectores más bien suburbanos. De manera que la guerrilla pudiera ir creciendo, en cantidad y calidad, para a través de combates, en los cuales nosotros siempre pusiéramos las condiciones, escogiéramos el terreno y eligiéramos las condiciones del combate, poder ir creando una opinión que integrara a la lucha a la mayoría del pueblo dominicano.
–En esa etapa no contaban con acciones urbanas?
–No, nosotros no contábamos con acciones urbanas en ese momento.
–Pro hay una cosa que entra en contradicción, ¿por qué entonces ustedes no trataron de pasar desapercibidos mientras se asentaban, y por el contrario, no solo dejan el yate, sino que además ponen la firma de Caamaño, diciendo que están ahí?
–No, yo no creo que había contradicción, porque en ningún momento nosotros tratamos de pasar completamente desapercibidos, porque sabemos que cualquiera que desembarque en una costa dominicana para internarse en una montaña en la cual sea la lucha guerrillera favorable, tiene que ser notado, localizado.
Así que nosotros, esa idea de pasar completamente desapercibidos no la tuvimos nunca. Entonces todo eso es parte del plan, o sea, nosotros sabemos que la mejor forma de combatir al enemigo es aniquilándolo, o sea la mejor forma de preservarnos es combatiendo. En ningún momento nosotros pretendimos hacer una etapa de asentamiento escondiéndonos, sino combatiendo.
Porque es que el guerrillero, cuando se le persigue, y no combate, pues entonces el enemigo se envalentona, y te persigue y entonces no tiene temor, pero si sabe que cada vez que se mueva, y sigue una huella se va a encontrar con un combate y gente dispuesta y capaz de combatir, entonces no se nos persigue. Y eso lo pudimos comprobar nosotros en el tiempo que estuvimos en la loma. E inclusive cuando éramos 4 hombres y nos perseguían como jauría. Nosotros nos dábamos cuenta que cuando nos parábamos un momento y decidíamos combatir, inmediatamente la persecución cesaba por varios días. Eso no es un cuento.

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