lunes, 17 de abril de 2017

«Fabricar espíritus» -¿Acaso es esa la labor actual del Magisterio?

«Fabricar espíritus» -¿Acaso es esa la labor actual del Magisterio?

Abigail fue la Maestra que trajo consigo desde Barcelona los nuevos cánones para animar a sus iguales a valorizar la necesidad de emerger como un sujeto dueño de su propio destino.
Ylonka Nacidit Perdomo - 17 de Abril de 2017 - 6:00 am -  0
http://acento.com.do/2017/cultura/8449940-fabricar-espiritus-acaso-esa-la-labor-actual-del-magisterio/
Foto: Abigaíl Mejía, Barcelona. Dos Rius, agosto de 1914
«SEÑOR! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra. / Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes. / Maestro, hazme perdonable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí ese impuro deseo de justicia que aun me turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren. No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñé. / Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes. »
Gabriela Mistral rodeada de sus alumnos
GABRIELA MISTRAL. «La Oración de la Maestra» [Fragmento].

«Labor propia de madres es el magisterio. Pestalozzi se llama a sí mismo «Gertudis» en su libro admirable consagrado a establecer la nueva pedagogía que pone la enseñanza de los pequeños solo en manos maternales. Ingrata labor, labor de madre que no lo es por la Natura y vive sacrificándose para recoger algún día y por casualidad el premio que a las que nos han dado a luz nadie les regatea!
«Los maestros viven agobiados de trabajo, para morir colmados de honras fúnebres… […] A veces, las turbas saben distinguir. No siempre es lapidado el buen maestro, al modo del mártir de San Casiano, por sus discípulos. A veces se congregan dos generaciones de discípulos con objeto de honrarse honrando al educador suyo […] Parece que la multitud a su paso venerable, obedece a la insinuación de Víctor Hugo: “Saludadle más atentamente, ¿Sabéis lo que hace? Fabrica espíritus”. »
ABIGAIL MEJÍA [1]

Abigail Mejía fue Maestra Normal. Estudió su instrucción primaria en Santo Domingo en el Liceo Dominicano, y a partir de los cinco años en el Instituto «Salomé Ureña». En España ingresó al Colegio de Monjas Santa Teresa de Barcelona. Se graduó en 1912, a la edad de 17 años, en la Escuela Normal de Maestras de Barcelona. El título le fue extendido por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, luego de un año para los exámenes de ingreso, y cuatro años de estudios pedagógicos. El Rey Alfonso III firmó y le hizo entrega de su diploma. Luego de estudiar toda la historia de la pedagogía de los pueblos orientales, de los pueblos de la raza amarilla (de China y de Japón), de la India y de Egipto, hizo un recorrido por la educación en Grecia, en Roma, en el Cristianismo, en la Edad Media, durante la Reforma protestante, en los siglos XVII, hasta llegar a la Pedagogía moderna de Pestalozzi. Después estuvo como Profesora de párvulos en el Colegio Ibérico impartiendo clases de francés y de lengua castellana.
Abigail Mejía. Realizada en un estudio de Barcelona.
Sin embargo, Abigail se hizo republicana, antiimperialista, y feminista. En España había compartido amistad, tertulias y muestra de intereses comunes en las artes, la literatura y el movimiento feminista con Concha Espina, Blanca de los Ríos y Emilia Pardo Bazán, y el sabio Ramón y Cajal. Su nombre adquirió resonancia en Barcelona. Escribía para el periódico más importante de allí, La Vanguardia. No obstante, su labor imperecedera permanece sin conocerse lo suficiente en el país. Le tocó morir a destiempo. Hoy sus obras aun no tienen una lectura atenta. Su biografía representa múltiples momentos para comprender todos los ámbitos en los cuales actúo, el numen que habitó en su espíritu, la trascendencia de su pensamiento.
El Presidente Horacio Vásquez, en octubre de 1925, la nombró Profesora de la Escuela Normal Superior donde enseñó Lengua castellana, Historia de la Literatura, Historia de la Civilización y Pedagogía. Su libro Historia de la Literatura Castellana, estudio histórico-crítico, fue aprobado como texto oficial por el Consejo Nacional de Educación.
Adelia Di Carlo, al escribir sobre ella en la revista De Caras y Caretas de Buenos Aires (Argentina) en 1934 expresó: «Ha sido reconocida como la figura sobresaliente, el apóstol del feminismo dominicano, la mujer más admirada de Santo Domingo, por su preclara inteligencia, sólida ilustración, su consagración perseverante al periódico y a la literatura en el libro, por su valor de luchadora y su virtud austera, por sus enseñanzas en la alta cátedra, por sus iniciativas en el terreno del arte y de la cultura, por sus elevados ideales, y a toda esta suma de valores perdurables y benéficos, hay que agregar en Doña Abigail Mejía su juventud, belleza y afectuosidad. »
Concha Espina dijo de ella: «Nuestra Abigail Mejía, rompiendo con los usos antiguos y las caducas prevenciones, ha salido a pública lid con la donosura que en no pocas mujeres de raza española ha resplandecido, al través de centurias y esclavitudes, sobre todas las rutinas y las herencias lamentables. ». [2]
La Historia nuestra -de las mujeres-, del siglo XX, estaría incompleta sin su nombre. Sin embargo, hoy ella sigue confinada al olvido, a la inexplicable ingratitud, a que la crítica literaria retrograda no comunique su legítima impronta en la literatura. Ni aun ahora cuando se cumple el 80º Aniversario de su Historia de la Literatura Dominicana que publicara en 1937, se reconoce su esfuerzo por elaborar el primer canon literario nacional. Al parecer las “figuras” patriarcales se niegan a legitimarla como un sujeto político-social-histórico-intelectual, y reina en torno a Abigail la historia oficial que llenó de tinta la prensa local de 1930 hasta 1941, año de su fallecimiento, dejando a un lado que ella tuvo que sobrevivir a la amenaza velada de un régimen tiránico, a las afrentas, a las acusaciones, a vejámenes, a la vigilancia de los esbirros, al drama de la autoridad despótica, al desequilibrio y perturbación de la identidad de cual fue víctima el pueblo dominicano, cuando el decorado era el “progreso”, y la crítica al régimen se hacía prácticamente imposible, más aun en el caso de ella, que era acosada por sus iguales, por infiltradas en sus movimientos reivindicativos, por mujeres antítesis de su género, que creaban escenarios para la conflictividad.
Abigail Mejía, San Francisco de Macorís
Afiche de la Feria del Libro de Colección
No pudo sobrevivir Abigail Mejía a su entorno; a un entorno político cómplice de las bastardías y ejecutorias totalitarias, lapidario, deshumanizado, que creaba desasosiego, que no dejaba soñar con los ojos abiertos a quienes quería alcanzar la esperanza de ser.
Abigail fue la Maestra que trajo consigo desde Barcelona los nuevos cánones para animar a sus iguales a valorizar la necesidad de emerger como un sujeto dueño de su propio destino. Fue la Maestra que abrió las puertas en el siglo XX para que las percepciones en torno a la capacidad intelectual de la mujer cambiaran; hizo que se pensara, que se produjera el diálogo, que se ensayarán ideas sobre el concepto de ciudadanía. Impulsó la acción, la confrontación. Diseminó su obra por todo el territorio nacional. No se agotó ni un instante. No renunció a su amor por el magisterio. No se inmovilizó ante las sombras que la perseguían para anquilosarla. No se alteró ante los mentís de quienes pretendían derrumbar su destino luminoso.
Al escribir de Abigail Mejía recuerdo lo que se viene escuchando día tras días, y es que -al parecer- es cierto que, el pesar nuestro ahora es que no tenemos Magisterio, o como se diría en el pasado, elementos intelectuales que iluminen a la conciencia nacional con su pensamiento. El mundo -el que vivimos ahora- está reprimido, está en blanco, hecho un espectro; no fluye con simples palabras. No se inventa ni se re-inventa. Es un agujero donde no se encuentran reflexiones, sino opiniones telúricas, donde todo se banaliza, y la única expresión es el agotamiento de los ideales y la destrucción de la escala de los valores.
«Fabricar espíritus» -como ha escrito Abigail Mejía- ¿Acaso es esa la labor actual del Magisterio? Monótona pregunta, sin respuesta satisfactoria, equivalente a un círculo cerrado que hace evidente la imposibilidad de alternativas idóneas para esbozar una posible discusión sobre este tema, cuando todas las acciones que pudieran ser positivas son absorbidas por la política, por el sindicalismo, por el centralismo del poder desde el Estado que castra un profundo cambio pedagógico en la enseñanza. Quizás estemos ahora de frente a una crisis de conciencia, donde se hace difícil un escrutinio para comprender qué ha sucedido con la labor del Magisterio. ¿Será cierto que ésta sociedad ya no tiene quimeras? ¿Será cierto que vivimos en una tensión irreconciliable con la realidad, y que hemos -absurdamente- descalificado totalmente al pasado para comprender lo pavoroso de los errores y cómo remediar las tragedias?
Abigail Mejía
Sé que cada quien tiene su situación personal, que el corazón de cada uno es diferente, así como la conciencia. Es por esto, que siempre recuerdo a Abigail Mejía (1895-1941), la traigo al presente como un símbolo de la manera en que podemos -si nos esforzamos- ver con claridad en medio de los torbellinos que pueden provocar las distracciones en los propósitos.
Abigail tuvo un propósito, y no se dejó distraer en el mismo: Fabricó espíritus. Defendió la integridad de la nación, combatió a los invasores del 16, escribió con obsesiva preocupación sobre el porvenir de la República; estimuló a otras a que lucharan; creó sus estrategias para derrumbar la opresión genérica del Estado; interpretó su tiempo; no se distanció del significado real de sus anhelos. Leyó toda la historiografía nacional escrita en el siglo XIX, y a principios del XX; se empeñó en comprender la ambivalencia que nos rodea para comprender los sucesos y los episodios que han traído la revuelta, la revolución y las tiranías. Su obra ensayística sobre temas cruciales de la política española aun permanece desconocida; ella tuvo sus razones para estudiar a fondo ese vínculo nuestro de ex colonia de la Madre Patria.
Fue una Maestra combativa y combatiente. Se apropió del lenguaje y de la lengua, y la metáfora la hizo suya para dialogar con las palabras, para erigir su discurso, para despertar a los sentidos, y apreciar a la vida como una elección hacia el sacrificio.
Ser Maestra es saber que la vida está llena de curvas, de puntos cardinales en los cuales se puede desembocar para perecer o triunfar; pero los que aman ese símbolo de altruismo, no pueden estar de lado de la orgía del toque de guerra, sino del bienestar de la justicia y la libertad. La furiosa rebelión se hace danza de reavivación cuando no se oprime a los que no pueden elegir entre cruzar la línea del mar o recorrer el camino que lleva a la aurora.
Abigaíl Mejía y su hijo Abel, 1932. Fotografía de Barón Castillo
Evoco a Abigail Mejía para que nos demos la oportunidad de comprender el apostolado del Magisterio; para que dejemos de quebrar a la sensibilidad, para que no agonicemos al lado de las vulgares máquinas del dinero; para que la espiritualidad retorne a nosotros en lo social, en lo humano, en lo ontológico del ser. Ella, Abigail, nos legó una Historia de la Literatura Dominicana como un esfuerzo para que a través de la literatura, de la lectura de las creaciones poéticas, narrativas e históricas, comprendamos la fuerza de la palabra, y cómo un texto puede transmitirnos acciones liberadoras, o llevarnos a la autocrítica de nuestros valores, o hacer que nazca en nosotros una personalidad que quizás llevamos escondida, o ayudarnos a moldearnos el carácter, o darnos el libre acceso a la compresión de las cosas. De la literatura se deriva la posibilidad de traspasar los límites convencionales que no nos permite lo “políticamente” correcto. Si acudimos a la literatura, a la lectura, sabremos distinguir lo tóxico de los poderes putrefactos que se asocian y crean un mundo ficticio con máscaras que debemos transgredir.
Les extiendo una exhortación a estudiar la obra de esta Maestra dominicana, cuya memoria hay que continuar recuperándola, y que transmitió lo más hermoso de su legado, al exclamar: «Lo mejor de mi obra, mi Hijo». [3]

Sepelio de Abigail Mejía.
NOTAS
[1] FÉMINA. Año 5. San Pedro de Macorís, Mayo 31 de 1927. No. 105
[2] La Espera (Madrid, septiembre de 1930)
[3] Del 24 de abril al 1º de mayo en ocasión de la II Feria de Libros de Colección (FIL-COLECCIÓN) que en el marco de la 20ª Feria Internacional del Libro de Santo Domingo ´2017 se celebrará en la Capilla de los Remedios de la ciudad colonial, con el patrocinio del Ministerio de Cultura, el respaldo de la Fundación Amigos del Museo de las Casas Reales, y de entidades privadas vinculadas al mecenazgo de las artes y las humanidades, se le rendirá un homenaje In Memoriam a Abigail Mejía, Creadora del «Café Literario» en abril de 1935 para los alumnos de la Escuela Normal, bajo la égida de Pedro Mir, Carlos Curiel, José Rijo, Guillermo Piantini y José Ángel Saviñón. nació en Santo Domingo en 1895, en la casa número 68 de la antigua y legendaria calle Consistorial, hoy Arzobispo Meriño.
Además se recreará la «Habitación propia» de Abigail Mejía, su gabinete de trabajo, se exhibirá parte de su mobiliario, objetos personales, y una selección de su fondo documental que incluye libros de autores estudiados para la edición de la Historia de la Literatura Dominicana (1937), el primer compendio publicado que establece en el siglo XX un canon literario nacional, de la cual se festeja el 80º Aniversario de su edición.

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