lunes, 22 de enero de 2018



Elizabeth Billington fue una de las cantantes de ópera más famosas de su tiempo. A los seis años ya cantaba en público y con once componía sus primeras sonatas. Convertida en una reputada cantante, muchos compositores crearon sus óperas pensando en su hermosa voz. Tal era su talento que en su tiempo, ser «una Billington» equivalía a ser una gran cantante. 

Elizabeth Weichsel nació en Londres en una fecha indeterminada alrededor de 1768 en el seno de una familia dedicada a la música. Su padre, Carl Weichsel, era clarinetista principal en el teatro real y su madre, Frederika Weirman, era cantante. Tanto ella como su hermano Charles recibieron clases de música de su propio padre. De pequeña aprendió a tocar el pianoforte y pronto empezó a dar conciertos y a escribir sonatas. Además de aprender a tocar un instrumento, Elizabeth desarrolló una buena técnica vocal.

En 1783 contrajo matrimonio con James Billington, músico que tocaba el contrabajo en la orquesta del Drury Lane. James ayudó a su esposa a perfeccionar su voz dándole clases de canto. Los Billington se trasladaron a vivir a Dublin donde Elizabeth hizo su debut como cantante. En 1786, cuando Elizabeth había cantando en varios teatros irlandeses y su fama había crecido, regresaron a Londres donde recibió una oferta para cantar tres noches en el Covent Garden pero acabó actuando hasta el final de la temporada. 

Poco después, Elizabeth viajó a París para continuar perfeccionando su técnica vocal con la ayuda del compositor italiano Antonio Sacchini. De vuelta en Londres, volvió a cantar en el Covent Garden. La fama de Elizabeth Billington parecía imparable... hasta que unas memorias anónimas en las que se incluían cartas privadas que comprometían su dignidad la obligó a abandonar Inglaterra. Por suerte, su talento artístico fue una buena carta de presentación y pudo continuar cantando en distintos lugares de Europa.

El 30 de mayo de 1794, estrenaba en Milán la ópera Inés de Castro escrita por el compositor Francesco Bianchi expresamente para ella. La felicidad profesional se vio truncada por la desgracia personal. Su marido fallecía al día siguiente del estreno. Elizabeth continuó cantando por distintos escenarios operísticos italianos. De nuevo en Milán, conoció a un caballero francés, monsieur Felissent, con quien se casó en 1799. Un idilio que duró apenas dos años en los que Elizabeth sufrió malos tratos por parte de su marido. En 1801 decidió abandonarlo y regresar a Inglaterra. 

Londres la recibió con los brazos abiertos y dos teatros intentaron conseguir que Elizabeth Billington cantara en exclusiva para ellos. Al final, el Covent Garden y el Drury Lane tuvieron que compartir su talento. Desde entonces y hasta su retiro, hacia 1810, Elizabeth Billington amasó una gran fortuna, no en vano se había convertido en una estrella incomparable del mundo de la ópera en el que sus compositores se afanaban en escribir textos para que fueran interpretados por ella. 


A excepción de una aparición aislada en 1814, Elizabeth Billington vivió retirada en su lujosa villa de Fulham hasta su muerte, el 25 de agosto de 1818. 

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