Martí En Federico García Godoy: Aportes A La Última Guerra De Independencia Cubana
Por Jesús Méndez Jiminián
MARTÍ EN FEDERICO GARCÍA GODOY: APORTES A LA ÚLTIMA GUERRA DE INDEPENDENCIA CUBANA[1]
“Los hombres son como los astros, que unos dan luz de sí y otros brillan con la que reciben”.
José Martí (1853-1895)
LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA DE CUBA
José Abreu Cardet en su obra “Historia de Cuba”, recientemente publicada en Santo Domingo, a este respecto ha señalado que, “Entre 1868 y 1898 se desarrollaron en el archipiélago cubano tres contiendas independentistas. La primera de 1868 a 1878, es conocida como la Guerra Grande; la segunda, entre 1879 y 1880, se llama la Guerra Chiquita; la última, de 1895 a 1898, ha pasado a la historia como la Guerra de Independencia o del 95”, y a la que Martí llamó la “Guerra Necesaria”. (p. 135 en “Historia de Cuba” de José Abreu Cardet y otros, Archivo General de la Nación, Vol. CLXXXVI, Editora Búho, Santo Domingo, D.N., 2013).
Cuando se inició la Guerra Grande con el levantamiento del “… 10 de octubre de 1868 uno de los comprometidos, Carlos Manuel de Céspedes[2], un abogado y propietario de un ingenio azucarero (el Demajagua, n. de j.m.j.) natural de Bayamo y radicado en la jurisdicción de Manzanillo, se alzó en armas. Pese a las discrepancias, la inmensa mayoría de los conjurados lo secundaron. Muy pronto la guerra se extendió por gran parte de la isla como el incendio en una sabana (…). El 4 de noviembre se alzaron los camagüeyanos; en febrero de 1869, los villareños. En la parte occidental se produjeron algunos alzamientos como el de Jagüey Grande, pero estos fracasaron. En el occidente no existían las condiciones para el estallido. Había una población muy importante de inmigrantes españoles que apoyaban la metrópolis”. (pp. 142-143, ob. cit.).
En aquellos momentos, “Cuba era un país más desarrollado económicamente que España y, sin embargo, dependía políticamente de esta; el mercado para el 80 por ciento de la producción cubana eran los Estados Unidos”. (p. 486 en “De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe frontera imperial” de Juan Bosch, Cuarta edición, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, Cuba, 2007.).
¿Por qué no cuajó la guerra independentista de 1868-1878 en el Occidente cubano?
Para tener una idea, Bosch en su citada obra dice que, “Por ejemplo, en Matanzas, el territorio más pequeño, había en 1868 unas cuatrocientas unidades azucareras de las cuales 370 eran de vapor y 31 eran trapiches; pues bien, de las 612000 toneladas de azúcar, que produjo Cuba ese año, más de trescientas mil habían sido fabricadas en Matanzas (…). Al estallar la revolución, los ingenios de toda la isla eran unos dos mil, y por lo menos la mitad de ellos estaban produciendo muy poco o se hallaban parados, puesto que más de la mitad de la producción total del azúcar se obtenía solo en Matanzas, donde estaba la mayor concentración de ingenios de vapor”. (p. 486, ob. cit.).
Y agrega Bosch que, “Ya desde principios de 1868 la situación económica de Cuba era desesperada. En las ciudades y en los campos se cerraban los comercios, los dueños de los ingenios pequeños y anticuados no podían producir porque no tenían capacidad para competir con los ingenios de vapor: los esclavos de esos dueños de ingenios pequeños y anticuados se convertían en cargas insostenibles; los terratenientes hipotecaban sus fincas. Como España estaba también afectada por la crisis, aumentó los impuestos que pagaban los cubanos. Ese estado de caos favorecía la conspiración, que se extendía…, y en la región Oriental, donde la crisis era más intensa que en Occidente debido a que en este último lugar la modernización de la industria azucarera había alcanzado la mayoría de las fábricas y, por tanto, podían seguir produciendo a precios de mercado sin anunciarse. En la región oriental, todos los grandes propietarios… participaban de la conspiración”. (p. 487).
Otro factor importante a tomar en cuenta en aquellos momentos es, la composición la población cubana. Por ejemplo, en Oriente, es decir, donde se inicia el alzamiento revolucionario, años antes, “En 1862, de una población total de 130,112 habitantes, 83,776 eran blancos, 36,660 eran negros y mestizos libres y 9,309 eran esclavos. La población de origen español se radicaba en su mayoría en los puertos comerciales de Gibara y Manzanillo y ascendía a 4,349. En las cinco jurisdicciones había 156 trapiches e ingenios, 9,239 sitios de labranza y vegas de tabaco y 993 potreros y haciendas de crianza”. (p. 139, en“Historia de Cuba”…).
Como podemos observar de lo anterior, “La esclavitud tenía muy poco peso en la economía. No todos los 9,309 esclavos estaban vinculados a actividades productivas; una parte eran niños, ancianos y domésticos. El trabajo determinante descansaba en los campesinos y hacendados ganaderos, para quienes la esclavitud no era factor fundamental”. (Ibid).
Lo dicho anteriormente refleja que, si bien “Es cierto que la revolución estalló en un ingenio azucarero…, en general, el movimiento independentista estuvo más ligado a la hacienda ganadera que al gran ingenio podía concluir en un nuevo Haití, que era el terror de los propietarios”, y muy en particular, de las autoridades españolas de la isla. (Ibid).
El gran guerrero dominicano Máximo Gómez Báez (1839-1905), “persistía en llevar la guerra a Matanzas, La Habana y Vueltabajo, y a pesar de la oposición del gobierno (en armas, cubano, n. de j.m.j.), cruzó en el mes de enero de 1875 la trocha de los fuertes que habían formado los españoles…, comenzó a desatar ataques y a levantar el espíritu revolucionario, a pesar de lo cual no pudo conseguir que la revolución avanzara”. (p. 495 en “De Cristóbal Colón a…”.).
“Cuba tenía en 1877 (casi al finalizar esta guerra, n. de j.m.j.) 1,509,291 habitantes. En 1887, ocho años antes de iniciar la última contienda, la población alcanzaba la cifras de 1,631,687 vecinos”, de acuerdo al Censo de la República de Cuba bajo la administración provisional de los Estados Unidos, en 1907. (p. 140 en “Historia de Cuba”…).
“Las enfermedades formaron parte del conflicto. En la guerra de 1868 a 1878 los españoles reconocieron que entre el primero de noviembre de 1868 al primero de enero de 1878 tuvieron un total de 145,884 fallecidos. De ellos murieron por causas de enfermedad 133,555; en combate 12,329. Pero también quedaron inútiles por heridas y fueron licenciados 1,612; en tanto, que por enfermedad se encontraron en esta situación 37,728. De aquí se deduce que tan solo el 8.4% murió en combate (…) durante la guerra de 1895 a 1898, se comprobó que solo el 3.18% de los militares españoles murió en combate. El resto pereció por motivo de enfermedad”. (p. 136, ob. cit.).
Finalmente, el 10 de febrero de 1878 se produjo el llamado Pacto del Zanjón, pese a la oposición de algunos jefes revolucionarios, entre ellos Vicente García[3], Gómez y Maceo, que puso fin a la guerra, en la que al concluir, quedaba devastada media isla de Cuba. “En Camagüey, por ejemplo – dice Bosch –, quedaron solo dos ingenios de azúcar, dos potreros y unas doscientas reses, y en la capital del departamento llamada entonces Puerto Príncipe, había más de mil casas vacías. La clase social que inició y encabezó la revolución quedó liquidada, lo mismo en Oriente que en Camagüey; los que salvaron la vida no salvaron los bienes. Las mujeres de las familias que habían vivido en la esplendidez cosían, lavaban y planchaban en la emigración. Había millares y millares de cubanos establecidos en Norteamérica, en todo el Caribe y hasta en España. Y como sucede siempre, esa emigración injurió a los luchadores que salieron de Cuba; los acusó de traidores echó lodo sobre sus reputaciones”. (p. 498 en “De Cristóbal Colón a…”).
Un caso puesto en tela de juicio fue el de Máximo Gómez, quien envió a Jamaica a su familia, para luego allí unirse a ella. A Gómez lo acusaron de traidor y de recibir dinero de las autoridades españolas. La situación penosa en que quedó él y su familia es descrita por el joven historiador cubano Antonio Álvarez Pitaluga en su obra “La familia de Máximo Gómez”, en la que aparecen anotaciones como estas:
“A principios de 1878, una mal vestida mujer (se refiere a Manana, la esposa, n. de j.m.j.) con evidentes rasgos de escasez y dificultades, con una niña de pelo castaño de cuatro años, un varón de casi dos y otro más pequeño, aun en brazos, se despide con besos y cálidos abrazos de un hombre de 43 años, portador de duros síntomas de vejez física. El esposo (Gómez, n. de j.m.j.) también se despide de igual manera de sus hijos, él queda en Cuba para definir la suerte de una revolución en su epílogo. Los amigos más cercanos y sus contemporáneos de lucha hace ya tiempo que lo llaman El Viejo. Los consejos de despedida fueron sencillos y claros: reunirse en Jamaica con sus cuñadas Regina y María de Jesús, no comprometerse material ni moralmente con nadie, esperar pronto noticias de él”. (p. 24 en “La familia de Máximo Gómez”de Antonio Álvarez Pitaluga, Editora Política, La Habana, 2008).
Más adelante observa Álvarez Pitaluga, que “Acaecido el Pacto de Zanjón en Cuba, el 10 de febrero, Martínez Campos le insiste en varias oportunidades al mayor general Gómez para mantenerlo en la Isla como líder mambí, representante de los cubanos “unidos” ahora a su caduca metrópolis… La ya figura nacional no acepta; la revolución no tiene posibilidades reales de duración momentáneamente…”. (p. 25, ob. cit.). Gómez ya en Jamaica, unido a su familia, hace estas anotaciones sobre su vida: “Nos encontramos sin patria, sin hogar, ni amigos, ni pan, y sin siquiera podernos entender con los hijos del país, por no conocer su idioma. Era poco menos que si hubiésemos naufragado en un país desierto (…) al destino se le ocurre divertirse con nuestras desgracias (…), en aquellos momentos lloraba porque ustedes (su familia, n. de j.m.j.) me pedían pan y yo no tenía pan que darles”. (p. 26).
La situación en Jamaica de los Gómez-Toro era tal, que “Uno de los más allegados contemporáneos de Gómez, Ramón Roa, condensó el dramatismo (en que vivía esta familia, n. de j.m.j.) ese año: “(…) Máximo Gómez se está muriendo de hambre”. (p. 27). De Kingston pasaron a Spanish Town, donde“Levantan – dice Álvarez Pitaluga – un rancho de yagua y guano (con piso de tierra, n. de j.m.j.) en medio del monte y se alimentan diariamente solo con mangos”. (Ibid).
Recordando aquella infeliz guerra, “Un historiador español contemporáneo… hizo un interesante razonamiento: “El principal enemigo que tenemos en Cuba no son los insurrectos, es el clima. Con todas las apariencias de benigno – agrega –…, castiga con el mayor rigor al individuo, y hace los mayores estragos en las masas cuando estas precauciones dejan de guardarse”. (p. 137, en “Historia de Cuba”…). Lo anteriormente señalado es corroborado por Gómez también en algunas de sus notas.
“A pesar de su situación colonial, Cuba tuvo importantes instituciones y sociedades científicas en la segunda mitad del siglo XIX, muchas de las cuales fueron reflejo de los impulsos intelectuales y de institucionalización de la ciencia que se vivía en España, además de responder a los intereses particulares de la élite insular que desde los últimos años del siglo XVIII habían demostrado interés en potenciar aquellas disciplinas relacionadas con su agricultura, entre otros”. (p. 146 en “De la esclavitud a la criminalización de un grupo: la población de color en Cuba” de Consuelo Naranjo Orovio, en Op. Cit, Revista, del Centro de Investigaciones Históricas, Núm. 16, Departamento de Historia, Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, 2005.).
Entre 1845 y 1877, por ejemplo, ya en Cuba se habían creado varias instituciones científicas y educativas de interés relevante. “La Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, en 1861, la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba, en 1857, el Liceo de La Habana, en 1845, o el de Guanabacoa en 1861, supuso la institucionalización de algunas… disciplinas…, que en esos momentos contaban con gran prestigio en Europa y Estados Unidos, y llenaron un espacio importante en una sociedad regida por una oligarquía preocupada de sacar el máximo rendimientos a sus esclavos…”.(p. 147, ob. cit.). Habían intelectuales en la Cuba de aquellos tiempos que llegaban a concebir la idea de que, “el progreso para Cuba residía en la anexión a Estados Unidos” como es el caso de José Ignacio Rodríguez, que así lo planteó en su obra “Estudio histórico sobre el régimen, desenvolvimiento y manifestaciones prácticas de la idea de anexión de la Isla de Cuba a los Estados Unidos de América”. (p. 149). Años antes, el presidente norteamericano James Buchanan, siendo diplomático planteó junto a otros colegas a través de un acuerdo llamado Tratado de Ostende, que Cuba debía de ser posesión norteamericana a cualquier precio.
En la Guerra Grande (1868-1878), participaron favor de los insurrectos soldados de otros países, pues, “La Guerra de la Restauración de la República Dominicana, la de la Secesión de los Estados Unidos y la de los mexicanos contra el emperador Maximiliano fueron grandes abastecedores de oficiales y jefes experimentados de las filas insurrectas”.(Ibid). Entre los dominicanos, sobresalieron “Los generales Luis Marcano, Modesto Díaz, Máximo Gómez y otros muchos… que combatieron en las filas insurrectas (y) jugaron un papel muy importante”. (p. 145). En el caso de Norteamérica son relevantes las figuras de Thomas Jordan y Henry Reeve. “Thomas Jordan – dice Abreu Cardet – fue jefe del Departamento Oriental y luego jefe del Estado Mayor del Ejército Libertador desde mayo de 1869 hasta mediados de ese año. En la práctica, era el jefe de Camagüey donde se mantuvo operando”. (p. 152).
Unos “30 extranjeros con experiencia militar llegaron a ostentar grados de coronel o general en las fuerzas cubanos durante la guerra de 1868. De ellos, 10 eran de Venezuela, 1 de Francia, 6 de México, 7 de República Dominicana, 1 de Colombia, 2 de Estados Unidos, 1 de Polonia, 1 de Canadá y 14 de España”. (p. 150).
LOS QUE EMIGRARON A SANTO DOMINGO
“El inicio de la primera guerra independentista cubana (1868-1878) y la violenta represión desatada por las autoridades coloniales provocaron una fuerte corriente migratoria desde la Isla hacia las ciudades norteamericanas”,Venezuela, Haití, Jamaica, República Dominicana, España y otros lugares. En el caso de los Estados Unidos, se concentraron en su mayoría, en principio, en la ciudad de Nueva York, que se constituyó en el principal asentamiento demográfico cubano en el exterior hasta entrada la década de los años 80 del siglo XIX. “A principios de la misma ya Cayo Hueso la sobrepasaba y a partir de 1886 Tampa ocupó el primer lugar, gracias al rápido fomento de las fábricas de tabaco en esa localidad. No obstante, New York mantuvo su primacía política y cultural dentro de la emigración y respecto a la Isla”. (p. 23 y 70 en “La comunidad cubana de New York: siglo XIX” de Enrique López Mesa, Editorial Ala y Raíz, Centro de Estudios Martianos, La Habana, Cuba, 2002).
Durante la guerra de 1868-1878, por ejemplo, “Rafael María de Mendive (1821-1886) – el maestro habanero de José Martí – también se radicó en New York…, “para correr la serte de los cubanos” como dijo su mejor discípulo. Por una ironía de la vida, el poeta enamorado de las noches tropicales escribiría uno de sus mejores sonetos – “El beso de la noche” (1870) a orillas del Newton Creek, en el Cementerio del Calvario. Esta ciudad también le inspiró su poema satírico “Un socialista hambriento” (1871)…”. (p. 27, ob. cit.). Otras grandes figuras de la intelectualidad cubana vivieron durante estos años en New York: Cirilo Villaverde (1812-1894), Antonio Sellén (1838-1889), Enrique José Varona, José Antonio Echevarría (1815-1885), Luis A. Baralt y Peoli (1849-1933), Juan Clemente Zenea, Néstor Ponce de León y Antonio Bachiller y Morales (1812-1889), entre otros. De Bachiller y Morales, miembro de importantes Sociedades Históricas de New York y Pennsylvania, escribió Martí que era hombre “orgullo de Cuba” y “ornato de su raza”, y que “dejó su casa de mármol con sus fuentes y flores, y sus libros, y sin más caudal que su mujer, se vino a vivir con el honor, donde las miradas no saludan, y el sol no calienta a los viejos, y cae la nieve”.
En Nueva York, “Martí – que llegó a residir en enero de 1880 – no solo cubrió los grandes acontecimientos políticos, económicos y sociales de la ciudad, sino que también detuvo su mirada en muchos detalles de la vida cotidiana, como lo demuestran sus artículos sobre Coney Island, los ferrocarriles elevados y los niños vendedores de diarios. Por sus crónicas transita toda una época de New York, con sus luces y sombras, sus grandezas y miserias, sus personajes y personajillos (…) es que sus crónicas son el mejor testimonio de la radicalización de su pensamiento político, económico y social…, New York está vivo y entero en sus crónicas”, señala López Mesa. (p. 39, ob. cit.).
Cuando se produjo la primera oleada de cubanos a la República Dominicana, a partir de 1868, la población del país a inicios de la década de los años ‘70, “era estimada entre 150,000 y 207,000 por los comisionados del gobierno norteamericano que inspeccionaron el país para auscultar las probabilidades de viabilidad del proyecto de anexión de Báez, aunque Abad la había estimado en 252,000 para 1869 y Javier Angulo Guridi la había calculado en 300,000 para 1866 en una proyección a todas luces exagerada” (p. 10), dice José del Castillo en su trabajo titulado “Las Emigraciones y su Aporte a la Cultura Dominicana” (Finales del siglo XIX y Principios del XX), en EME-EME, Estudios Dominicanos, UCMM, Volumen VIII, Número 45, Noviembre/Diciembre, 1879, Santiago de los Caballeros, R.D.).
“Un registro de extranjeros – dice más adelante – mandado a realizar por el Ministerio de Interior y Policía en 1882”, por ejemplo, da como resultados que,“Puerto Plata encabeza los centros computados, con 1038 extranjeros sobre un total de 1953, o sea, con el 53%, seguido de Santo Domingo, con 773 que representaban el 40%… el Seibo, con 82, San Pedro con 65 y Azua con 27”. (p. 15, ob. cit.). Entre los grupos de inmigrantes más importantes se hallaban: “los españoles, con 847, o sea el 43%, los ingleses, con 379, es decir, el 20%…”, y los cubanos con 301, cerca del 15%. La mayoría de estos últimos se hallaban asentados en Puerto Plata, aunque fueron empadronados como españoles. Santo Domingo y Santiago fueron los otros dos importantes centros de asentamiento de cubanos, entre los que encontramos en el país a: los Loynaz, Juan Fernández de Castro, Joaquín M. Delgado, Juan Amechazuma (matancero), Evaristo Lamar, Juan J. Sánchez, los García Godoy, Serafín Sánchez, Eleuterio Hatton, Fermín Delmonte, Néstor del Prado, entre otros.
“Desde 1868 – dice Rodríguez Demorizi – hubo en la República (Dominicana, n. de j.m.j.) una intensa actividad a favor de la guerra de Cuba, promovida por dominicanos y cubanos”, Ulises Francisco Espaillat[4] – agrega – “se contaba entre los innumerables dominicanos simpatizadores de la causa de Cuba, cuya situación política conoció profundamente y acerca de la cual hizo sagaces observaciones. (Véase su artículo “Santo Domingo y España” (1875) en “Escritos de Espaillat” Santo Domingo, 1909, pp. 177-184)”. (p. 41 en “Maceo en Santo Domingo” de E. Rodríguez Demorizi, Editorial El Diario, Santiago, R.D., 1945).
Demorizi agrega que, “Puerto Plata, pues, era entonces el mejor asilo adonde podían dirigirse los perseguidos”. Un cubano de la época, Néstor Carbonell, llegó a decir, que la Patria de Gómez era “refugio cariñoso de los cubanos proscriptos (sic) en aquellos tiempos grandes”. (p. 48). Los cubanos aportaron mucho al desarrollo del país. Por ejemplo, “Cuando Carlos F. Loynaz, cubano, instaló en 1872 en San Marcos, Puerto Plata, el primer ingenio movido a vapor, la prensa de aquella localidad reseñaba – dice José del Castillo – con admiración: “Hoy hemos presenciado la prueba decisiva de su ingenio ‘La Isabela’. En menos de media hora la caña acabada de cortar, y desmenuzada por el trapiche, enviaba su jugo a los tachos donde hervía inundando el aire con los sabrosos vapores del guarapo; una hora después pasaba por la centrífuga, y el brillante polvo endulzaba el café de nuestro almuerzo””. (p. 18, en “Las Emigraciones y su Aporte…”).
Más adelante dice del Castillo que, “La mayor parte de los empresarios fundadores de ingenios en el país fueron cubanos o provenían de Cuba, donde habían estado ligados a la industria azucarera. En 1880 se une a otros ingenios ya en funcionamiento La Fe, en la provincia de Santo Domingo, “fomentado por la razón social J. E. Hatton & Cía, integrada por el británico Joseph Eleuterio Hatton y otros norteamericanos Alexander Bass y Carlos y Juan Clark, en lo que hay es el ensanche La Fe. Todos ellos provenían de Cuba, vinculados a los negocios azucareros.””. (p. 20).
“Para esa misma época en las tierras de Pajarito (hoy Villa Duarte, n. de j.m.j.) venían levantándose varios ingenios en sus inmediaciones. Los hermanos Cambiaso, comerciantes italianos radicados por largo tiempo en el país, se asociarían a Augusto Cisneros para fundar el ingenio San Luis… al tiempo que Ricardo Hatton, inglés hijo de Joseph Eleuterio y Mariano Hernández, hacendado cubano, fundaban San Isidro Labrador, en los alrededores de lo que es la base aérea (de San Isidro, n. de j.m.j.)”. (Ibid).
LOS GARCÍA GODOY EN LA REPÚBLICA DOMINICANA
Para el año de 1870, los García Godoy ya se encuentran en Santo Domingo, tras salir huyendo de Santiago de Cuba producto del estadillo en 1868 de la primera guerra independentista. Ese mismo año de 1870 el ya adolescente, Federico, asistía como alumno a las clases del Colegio San Luis Gonzaga. De Santo Domingo los García Godoy pasaron a Puerto Plata donde residieron hasta inicios de 1877. O sea, fue en nuestra Patria donde don Fico – como le decían sus amigos y admiradores – “aprendió a temer, a odiar y a amar las mismas cosas y a las mismas personas que sus contemporáneos dominicanos y dominicanas. Aquí se forjó su idea más íntima acerca de quienes debían ser los destinatarios virtuales de la mayoría de sus obras: la juventud dominicana de su época, de quien, según es fama y noticia, se mantuvo casi siempre hasta el día de su muerte. Aquí permaneció al lado de los suyos, en producción constante de ideas alentadoras, en una época en que el único proyecto que parecía viable respecto al destino del país, tanto a los ojos de la mayoría de los políticos como a los de numerosos hombres y mujeres de a pie entonces, era el de propiciar su abolición”. (p. 16 en “Federico García Godoy. Obras escogidas”, tomo 1, Biblioteca de Clásicos Dominicanos, Vol. XXXVIII con introducción de Manuel García Cartagena, Santo Domingo, R.D., 2008).
Fue en Puerto Plata, después de la estancia de los García Godoy en la capital dominicana, donde sus padres don Federico García Copley[5] y doña Úrsula Godoy intimaron con el gran patriota puertorriqueño Eugenio María de Hostos, además, y con “otros ilustres inmigrantes formaron asociaciones, patrióticas, editaron periódicos y realizaron una vasta labor cívica, asociados a los elementos dominicanos liberales que, como Luperón concebían la independencia de Cuba y Puerto Rico mancomunada a la preservación y desarrollo de la soberanía dominicana. De esta forma, un cubano como García Copley aparece como fundador de la Liga de la Paz, entidad que recibió el apoyo de Hostos y que bajo el liderazgo de Luperón dirigió la lucha contra el gobierno de Ignacio María González”, y también, contra Báez y Cesáreo Guillermo, entre otros. (pp. 30-31, en “Las Emigraciones y su Aporte…”.).
“Aunque la prensa dominicana estuvo abierta a las colaboraciones de los patriotas cubanos y brindó cálido respaldo a su lucha, los cubanos y puertorriqueños fundaron varios órganos patrióticos. En 1875 Hostos colaboró con el periódico Las dos Antillas, que al ser clausurado por González, apareció bajo el nombre de Las Tres Antillas y fue seguido por Los Antillanos, dirigido por Hostos”. (p. 31, ob. cit.). El propio Hostos recuerda los inicios de Federico García Godoy y sus padres en Puerto Plata, en un artículo titulado “El Colegio Municipal”, de 1876, en el que señala, entre otras cosas: “Cierto es que, al lado del Sr. Benítez, emplea toda la sana fuerza intelectual el Sr. García Copley, digno auxiliar del Director y de inteligencias infantiles; cierto también que, desde Oller hasta Varona y Betancourt, y desde, Benítez hijo hasta García hijo, todos esos profesores jóvenes secundan en sus respectivos ramos de enseñanza a los expertos guías… Don Fico – dice García Cartagena – no olvidó nunca a Puerto Plata: la recuerda al hacer las alabanzas de la Educadora, la escuela fundada allí por Hostos; y asimismo en otros escritos, particularmente en su bella evocación de la llegada de Espaillat a Puerto Plata, a fines de 1876”. (p. 14, ob. cit.).
Más adelante, apunta García Cartagena que, “En el campo de la educación, la labor realizada por estos inmigrantes fue sobresaliente. Úrsula Godoy, asistida por su esposo García Copley y por su hijo Federico, fundó en Puerto Plata en 1873 la Academia de Niñas Sta. Rosa, de instrucción primaria, mientras su esposo ejercía el magisterio en Santiago, enseñando Gramática y Retórica en la Escuela Superior Municipal y en la Escuela Superior de Niñas Sta. Teresa y su hijo se desempeñaba como subdirector del Colegio Municipal de Puerto Plata. En Santiago, donde se estableció una buena parte de la colonia cubana, el Dr. Rafael Díaz Márquez, médico, fundó y dirigió el Colegio Salvador, mientras el Dr. Juan Justo Osorio organizó el primer gimnasio de esta ciudad. En Baní, Enrique Loynaz y su esposa Juana Castillo ejercieron el magisterio habiendo formado… ‘buenos factores’”. (Ibid).
Según el doctor Balaguer, y tomando la cita de García Cartagena, “Federico García Godoy se inició como periodista durante su residencia en Puerto Plata. Allí fue colaborador asiduo del decano de la prensa nacional El Porvenir… La ocasión de periodista no desaparece del todo cuando ya el crítico comienza, en la ciudad de La Vega, donde se radicó hasta su muerte acaecida en 1924, su verdadera vocación literaria”. (p. 14, ob. cit.).
Otro estudioso de la historia dominicana, Manuel Arturo Peña Battle, ha dicho al respecto de García Godoy que, “desde sus primeros escritos de juventud en El Porvenir de Puerto Plata hasta su muerte, apenas ha habido revista o publicación literaria de alguna importancia en el país, donde no haya figurado el nombre de García Godoy”. (p. 7 en la introducción a la “Trilogía Patriótica”de F. García Godoy escrita por F. Henríquez y Carvajal, Editora de Santo Domingo, Santo Domingo, R.D., 1982). Importantes revistas nacionales e internacionales acogían en sus páginas los trabajos de García Godoy, tales como: La Cuna de América, Blanco y Negro, La Pluma, entre otras.
De Puerto Plata los García Godoy pasaron a Santiago de los Caballeros, en las postrimerías de los años ’70 del siglo XIX. La inestabilidad política del país era preocupante; solo “entre 1865 y 1879, la República Dominicana conoció más de cincuenta “pronunciamientos” y otras tantas revueltas que condujeron a la constitución de veintiún gobiernos de corta duración” todos. (p. 59 en “Federico García Godoy. Obras escogidas”, tomo 1…).
FEDERICO GARCÍA GODOY Y LA VEGA
La estancia de Federico García Godoy en Santiago, podríamos decir, fue muy corta. En uno de los periódicos locales de 1880 se enteró el joven de apenas 23 años, que el ayuntamiento vegano necesitaba de una persona para dirigir la escuela San Sebastián de esa ciudad. Efectivamente, el joven Federico se presentó y fue designado como tal el 26 de noviembre de 1880 mediante resolución municipal. Este plantel funcionaba en una casona ubicada justo en los alrededores donde hoy funciona el Ayuntamiento local y otras instituciones.
La vida cultural vegana en los días en que García Godoy llegaba era de cierta efervescencia. Hacía apenas unos dos años atrás, 1 de septiembre de 1878, justo un día antes de concluir uno de los gobierno de Ignacio María González del Partido Verde, cuando se fundaba la Sociedad “La Progresista”, que unos días después de establecida abría, el 10 de septiembre de ese año, “la primera escuela de carácter nocturno”, y anota don Mario Concepción, que en ella ‘servían como profesores sus miembros, de manera alterna y gratuita’”. (p. 56 en “Las dos visitas de Martí a La Vega Real: Pasión y Gloria” de Jesús Méndez Jiminián, Editora Prográfica, S.A., Santo Domingo, 2006.).
La Progresista también tenía su teatro. A este local, precisamente, acudió a una de sus veladas don Federico García Copley; quien vino de visita desde Santiago a La Vega en 1881 a presenciar la actuación de su hijo Federico en una obra teatral. La Progresista, en 1886, estableció su biblioteca pública, “cuyo local se comenzó a construir a inicios de los años 1880”… una casa de mampostería de un solo piso, que donara a La Progresista don Casimiro N. de Moya.
La escuela San Sebastián antes de dirigirla García Godoy, tenía como director al señor José María Vallejo. Además de esta funcionaban en La Vega, la Purísima Concepción de niños, que estaba a cargo de la profesora Raymunda Castro Viuda Bobea quien había llegado a La Vega desde Santo Domingo con sus hijos, los Bobea Castro, entre otras.
La primera directiva de la Sociedad La Progresista estuvo encabezada por: Pedro Antonio Bobea Castro, su presidente; Lorenzo R. Gómez, tesorero, Ramón E. Espinosa, censor y Felipe A. Cartagena, secretario. “La Progresista vino a influir de manera notable en la vida cultural vegana”. (p. 67, ob. cit.). Para más destalle de la vida cultural y educativa de La Vega en aquellos años véase mi citada obra. En los años 80 del siglo XIX, Federico García Godoy fundó y dirigió en La Vega, los periódicos El Esfuerzo y El Pueblo. Y, “En 1910 fundó el periódico “Patria”, el cual tuvo vida efímera como la mayoría de las publicaciones de su género. En 1914, y con el propósito de intensificar su obra de propaganda cívica, fundó en La Vega un nuevo periódico[6]: “El Día”, del cual lo único que perduró fueron las huellas dejadas por sus campañas patrióticas en la conciencia dominicana”. (p. 10 en “F. García Godoy, Antología”, de Joaquín Balaguer, Ciudad Trujillo, 1951).
Federico García Godoy se estableció de forma definitiva, en La Vega, a partir de 1881. En esta ciudad contrajo matrimonio con la señorita de la sociedad vegana Rosa Ceara, con quien procreó digna familia. “El 7 de enero de 1888, por medio de la Revolución número 2612, le fue concedida la nacionalidad dominicana a “Don Fico” como le llamaban sus contemporáneos. Tenía a la sazón 31 años. El dato es doblemente relevante – dice García Cartagena –, debido a que precisamente ese año apareció publicada en Santiago de los Caballeros su primera obra: Recuerdos y opiniones. Don Fico, que ejercía en esa época el oficio de profesor, “nació”, pues, en ese año, dos veces más: como autor y, por lo menos oficialmente, como dominicano”. (pp. 15-16 en “Federico García Godoy, Obras escogidas”, tomo 1…).
MARTÍ EN FEDERICO GARCÍA GODOY
De las tres visitas que realizara a nuestro país José Martí (1892, 1893 y 1895), después de haber fundado el Partido Revolucionario Cubano, para organizar y dirigir la última guerra de independencia cubana (1895), en dos de ellas estuvo en La Vega: 15 de septiembre de 1892 y 18 de febrero de 1895. Ambas visitas fueron de capital importancia para los planes independentistas de Martí y su revolución. “Sus escritos – dice Rodríguez Demorizi – en loor de gentes y cosas dominicanas constituyen su recompensa por la dádiva de Máximo Gómez y por la unánime adhesión a su carrera”. (p. 23 en “Martí en Santo Domingo”[7] de Emilio Rodríguez Demorizi, Gráficos M. Parejas, Barcelona, España, 1978).
En su primera visita a nuestro país, Martí llega a Dajabón a la casa de su compañero de cárcel en La Habana, Montesino, no sin antes haber publicado una semblanza de éste, el 10 de septiembre de 1895. De ahí pasa a Montecristi a conferenciar con Gómez; y luego, viene a Santiago el 15 de septiembre desde donde pasa a La Vega no sin antes visitar el Santo Cerro. En La Vega, Martí visita a don Federico García Godoy, figura de gran prestigio como intelectual, crítico literario, periodista, político y educador, además, de compatriota suyo.
García Godoy fue sorprendido por Martí, en su hogar, al caer la tarde de aquel 15 de septiembre de 1892, y como consecuencia de ello su conservación con el Héroe cubano fue amena y prolongada. Más adelante hablaremos al respecto.
La vinculación de don Federico al proyecto revolucionario de Martí fue inmediata. Su respuesta no se hizo esperar. “Esa noche resultó ser, según escribiría después García Godoy, memorable para él. La impresión de Martí en sus recuerdos fue tan profunda y conmovedora que la recordaría con estos palabras: ‘Su verbo armonioso había sugestionando poderosamente mi inteligencia y caldeado mi fantasía’. La superioridad de ciertos espíritus se siente prontamente. En las redes de su personal atracción se había deslizado mi alma, abierta siempre a la seducción de nobles y hermosos idealismos…”. (p. 111, ob. cit.).
“Martí dejaría La Vega en ‘solemne reposo’ tras partir la madrugada del día 16 de septiembre, como aguardando hechos futuros que cambiarían para siempre la historia de Cuba.
(…) Todo el idealismo que se cobijaba en la mente de Martí, y que él transmitió aquella noche a García Godoy fue resumido por el ilustre crítico literario con las siguientes palabras: ‘El propósito de libertar a Cuba del vasallaje hispano parecía definitivamente abandonado después de dos largas e infructuosas guerras’”. (Ibid).
¿Cuáles eran esas guerras? Evidentemente que, la de los Diez Años (1868-1878) y la Guerra Chiquita (1879-1880). La primera, produjo un grupo de destacadas figuras militares: Calixto García[8], Vicente García, Máximo Gómez, Antonio Maceo, Ignacio Agramonte y Loynaz, entre otros. “Muchos de ellos de procedencia humilde, negros y mulatos”. Y la segunda, fracasó por la falta de organización y de recursos, y tuvo “su simbólico final cuando el 13 de octubre de 1880 el casi recién llegado José Martí escribiera desde esta ciudad (Nueva York[9], n. de j.m.j.) al coronel Emilio Núñez, último de los jefes alzados, pidiéndole que depusiera las armas ante la improbabilidad de hacerle llegar recursos”. (p. 31 en “La comunidad cubana de New York: siglo XIX” de Enrique López Mesa, Editora Ala y Raíz, Centro de Estudios Martianos, La Habana, Cuba, 2002).
“En el exilio cubano de Nueva York, donde existía la mayor comunidad cubana en el exilio entonces, se organizó el llamado Comité Revolucionario Cubano cuya principal figura era el general Calixto García: El 24 de agosto de 1879 comenzaron los alzamientos en el interior de Cuba, pero entre los revolucionarios, no había mando central. El espionaje español infiltró los llamados clubes revolucionarios que se habían formado fuera de Cuba, en: Estados Unidos, República Dominicana, Jamaica, Haití, Costa Rica, Venezuela, y hasta en España. La guerra tan solo se llevó a cabo en Oriente y Las Villas, y muy pronto se vino abajo para los insurrectos. ‘En diciembre de 1880 el último grupo importante de revolucionarios en Las Villas depuso las armas’”. (p. 166 en “Historia de Cuba…”).
ALGUNOS RASGOS DE LAS VIDAS PARALELAS DE MARTÍ Y GARCÍA GODOY
Perdonando las distancias entre ambos personajes, existen algunos detalles de sus vidas que nos hacen reflexionar. Así, mientras Federico García Godoy (1857-1924) se establecía en La Vega, en 1881, de forma definitiva, Martí (1853-1895) hacía lo propio al fijar su residencia en la ciudad de Nueva York, donde el 8 de enero de ese año empieza a vivir en la casa de huéspedes de Manuel Mantilla y Carmita Miyares, cubanos exiliados. Martí deja por breve tiempo Nueva York para irse a Venezuela por espacio de unos seis meses casi (8 de enero – 28 de julio, 1881). El 9 de enero de 1880, Martí es designado vocal del Comité Revolucionario Cubano, centro conspirador de capital importancia fuera de la isla, una de cuyas principales figuras es el general Calixto García. Pero, mientras Federico García Godoy y su familia salían de Cuba, tras el inicio de la cruenta Guerra de los Diez Años, en 1868, Martí era acusado por las autoridades españolas de Cuba de incitar a la deserción y es hecho preso el 21 de octubre de 1869 y enviado a la Cárcel Nacional. Se le condena a seis años de prisión, pena que le es conmutada por el destierro a España, que inicia, no sin antes ser enviado a la Isla de Pinos, y desde allí al Viejo Continente, en su primera deportación que se prolonga de 1871 a 1874.
Así que, mientras García Godoy agota un periplo de estancia en varias ciudades de la República Dominicana en las que estudia y ejerce luego el magisterio y el periodismo, Martí en España también estudia y hace propaganda política denunciando por periódicos locales y de New York los pesares de su amada Cuba sobre el oprobio y maltrato a sus compatriotas. La posición de Martí “no es adversa a la nación española, sino contra la opresión colonial… valora altamente al pueblo, digno, honrado, romántico, quijotesco, bondadoso y fiero…”. (p. 30 en Atlas José Martí, La Habana, Cuba, 2003).
En nuestro país, la familia García Godoy se vincula a las luchas por su amada Cuba. Los sueños de Martí y Federico García Godoy apuntan hacia una misma dirección. Cuando aparecen de la pluma de Federico García Godoy sus primeros escritos periodísticos, en El Porvenir de Puerto Plata, de la pluma ágil y brillante de Martí, en Madrid, salen artículos de carácter político y patrióticos como“Castillo” entre otros, firmados solo con las iniciales J.M. que son reproducidos en un periódico con ribetes independentistas llamado La Republica. Pero, además, llegaría al público su obra El Presidio Político en Cuba, en el verano de 1871.
En 1875 tras concluir sus estudios superiores en Zaragoza, no sin antes publicar su opúsculo titulado La República española ante la Revolución cubana, en Madrid, en febrero de 1873, Martí obtiene su título de Licenciado en Derecho Civil y Canónico y de Licenciado en Filosofía y Letras, en junio y octubre, respectivamente; se traslada a México en cuya capital se habían antes radicado sus padres y hermanas en maltrecha situación económica. Casi en la misma época, es decir, a finales de los años ‘70 los García Godoy se trasladaban a Santiago de los Caballeros buscando mejor suerte, y logrando intimar con inmigrantes cubanos también, fraguando el movimiento insurreccional desde estas tierras. Crecía en sus respectivos espíritus la lucha por la unidad antillana. De este sueño participan figuras como Hostos, Betances, Luperón, Gómez, entre otros.
“José Martí, con veintidós, llega a México y comienza a trabajar de modo sistemático en el periodismo, lo que le permite conocer la realidad política del país…”. (Ibid). Estudia la historia y su observación de la vida mexicana es aguda y acuciosa. Esa actividad y otras más, Martí las maduraría en Nueva York. Con García Godoy pasa algo similar en aquellos tiempos. En 1881, como ya dijimos, empieza, en La Vega, a dirigir un periódico: El Esfuerzo, con una visión similar a la de Martí.
El propio Federico García Godoy al comentar años después sus inicios como escritor y periodista, dice: “Mi afición por las letras principió desde muy temprano. Mi padre fué (sic) escritor y verdadero poeta de mérito. Poseía una buena biblioteca y de ella me aproveché para mis estudios. La historia y la filosofía (algo muy aprovechado por Martí también, n. de j.m.j.) me atraían preferentemente. La prosa de la vida, la necesidad de ganarse el pan, me distrajeron, durante largos años, de mi inclinación a las cosas literarias (en Martí fue la política…, n. de j.m.j.). Ese desvío no fue nunca completo. Esa inclinación, de cuando en vez, se traducía en artículos de escasos valor y aun en no pocos versos (…). Mi actividad literaria verdadera comenzó – agrega – sólo hace diez años cuando las necesidades materiales de la vida fueron haciéndose menos apremiantes…”. (De F. García Godoy a Horacio Blanco Fombona[10], La Vega, septiembre de 1917, p. 8 en introducción de Manuel García Cartagena, ob. cit.). En sus escritos, ya en La Vega, en algunos periódicos y revistas nacionales, García Godoy empleaba el seudónimo de “El solitario de La Vega”.
GARCÍA GODOY Y LA POLÍTICA
Hasta el día de hoy nadie ha hecho un estudio pormenorizado de Federico García Godoy y sus vínculos con la política criolla. Quienes afirman que García Godoy no era político en realidad desconocen su vida y su trayectoria. Aunque en honor a la verdad, sus grandes pasiones fueron la literatura y el magisterio, además, del periodismo. Ya lo hemos visto junto a su padre, don Federico García Copley, siendo él un mozalbete, teniendo ante sí, en Puerto Plata, a figuras de la talla de Hostos, Luperón, Betances, Ulises Francisco Espaillat, Lilís, para solo señalar algunas.
¿Cómo verían Ignacio María González, Báez o Cesáreo Guillermo, para citar sólo a algunos, contrarios a Luperón y al Partido Azul, a la figura de Federico García Godoy desde su curul en el Congreso Nacional o presidiendo el mismo? Lo que sucede es, que en la actividad política Federico García Godoy fue una figura prudente y de alto vuelo. Ocupó en dos ocasiones una diputación durante la tiranía lilisista que se prolongó hasta 1899, y antes de producirse la primera visita de Martí al país fue Presidente del Congreso Nacional. Tampoco es de dudar, que Lilís dados los vínculos de amistad y camaradería que existieron entre Luperón y la familia García Godoy, accediera a distinguir a su vástago honrándolo por su inteligencia y vasta cultura en tan honrosa posición.
Sin duda alguna, que para Martí, el más grande de los mortales que desde tierras extranjeras haya pisado suelo vegano hasta hoy, contactar a la figura de Federico García Godoy fue de suma importancia para su proyecto revolucionario. No dudó, ni un segundo, García Godoy en adherirse a él. Martí y García Godoy estuvieron siempre al lado de los de “abajo”. Martí los defendió con su pluma y presencia; don Federico con sus amenas tertulias a las que acudían folklóricos personajes de la vida vegana, en el hoy Parque Duarte de La Vega debajo del limoncillo. Pero, nótese, además, que brillantes intelectuales y grandes comerciantes de aquella época eran amigos de don Federico y se solidarizaron con Martí: Manuel de Jesús Galván, José Joaquín Pérez, Federico Henríquez y Carvajal y su hermano don Pancho, Salomé Ureña, José Eleuterio Hatton y el propio Lilís que fue de suma ayuda e importancia para la causa cubana.
Lo último fue tan importante, que solo bastaría pensar, qué hubiese sido del proyecto revolucionario de Martí si Lilís no hubiese estado en el poder. O de dicho en otras palabras: ¿a dónde hubiera ido a parar el proyecto tan bellamente concebido por Martí de liberar a Cuba en aquellos momentos?
Indiscutiblemente, que en todo esto don Federico García Godoy jugó un papel súper estelar.
EL NACIONALISMO EN FEDERICO GARCÍA GODOY
Buena parte de la obra literaria que don Federico García Godoy contiene claros tintes de carácter nacionalista, sobre todo, sus novelas.“En efecto, cuando aparecieron las novelas de Federico García Godoy, la viabilidad del proyecto nacional dominicano llevaba ya varios años en crisis. A ese respecto, conviene recordar que el periodo transcurrido de 1849 a 1861 estuvo marcado por el delirio anexionista de numerosos políticos dominicanos, quienes no cesaban de procurar el establecimiento de un acuerdo de “protectorado” para el país con cualquier potencia extranjera. Había, por una parte, aquellos que, como Buenaventura Báez, multiplicaban los esfuerzos en pos de obtener un acuerdo de protección del país con Francia a cambio de la cesión de una porción del territorio nacional. Por otra parte, había aquellos que, como Manuel Jimenes en el curso de su turno a la presidencia, incoaron ante el gobierno de los EE.UU. otros procesos del mismo estilo de los de Báez” que finalmente cuajaron en 1861 con Santana al materializar la anexión de nuestro país a España. (pp. 38 – 39, ob. cit.).
A todo esto se agregaba, el caos de las luchas caudillescas en nuestro país; un país “condenado a hundirse”, dice García Cartagena, producto de estas luchas fratricidas. García Godoy captando aquellas escenas criollas, típicas de nuestro atraso político – social al decir de Juan Bosch escribe su novela Alma Dominicana, donde aparece la siguiente reflexión: “(…) la obra anexionista, en su esencia, en su verdadero fondo, es producto…de dos factores…en primer término…que el país por la vecindad amenazante de Haití, por su escasez de población, por su pobreza, por su falta de preparación para la vida política en forma democrática y jurídica, carece de las condiciones indispensables para su existencia sin entorpecimientos ni peligros como organismo nacional positivamente estructurado para la realización de determinados fines, de derecho y de adelanto individual y colectivo.Buena parte de la obra literaria que don Federico García Godoy contiene claros tintes de carácter nacionalista, sobre todo, sus novelas.“En efecto, cuando aparecieron las novelas de Federico García Godoy, la viabilidad del proyecto nacional dominicano llevaba ya varios años en crisis. A ese respecto, conviene recordar que el periodo transcurrido de 1849 a 1861 estuvo marcado por el delirio anexionista de numerosos políticos dominicanos, quienes no cesaban de procurar el establecimiento de un acuerdo de “protectorado” para el país con cualquier potencia extranjera. Había, por una parte, aquellos que, como Buenaventura Báez, multiplicaban los esfuerzos en pos de obtener un acuerdo de protección del país con Francia a cambio de la cesión de una porción del territorio nacional. Por otra parte, había aquellos que, como Manuel Jimenes en el curso de su turno a la presidencia, incoaron ante el gobierno de los EE.UU. otros procesos del mismo estilo de los de Báez” que finalmente cuajaron en 1861 con Santana al materializar la anexión de nuestro país a España. (pp. 38 – 39, ob. cit.).
A todo esto se agregaba, el caos de las luchas caudillescas en nuestro país; un país “condenado a hundirse”, dice García Cartagena, producto de estas luchas fratricidas. García Godoy captando aquellas escenas criollas, típicas de nuestro atraso político – social al decir de Juan Bosch escribe su novela Alma Dominicana, donde aparece la siguiente reflexión: “(…) la obra anexionista, en su esencia, en su verdadero fondo, es producto…de dos factores…en primer término…que el país por la vecindad amenazante de Haití, por su escasez de población, por su pobreza, por su falta de preparación para la vida política en forma democrática y jurídica, carece de las condiciones indispensables para su existencia sin entorpecimientos ni peligros como organismo nacional positivamente estructurado para la realización de determinados fines, de derecho y de adelanto individual y colectivo.Buena parte de la obra literaria que don Federico García Godoy contiene claros tintes de carácter nacionalista, sobre todo, sus novelas.“En efecto, cuando aparecieron las novelas de Federico García Godoy, la viabilidad del proyecto nacional dominicano llevaba ya varios años en crisis. A ese respecto, conviene recordar que el periodo transcurrido de 1849 a 1861 estuvo marcado por el delirio anexionista de numerosos políticos dominicanos, quienes no cesaban de procurar el establecimiento de un acuerdo de “protectorado” para el país con cualquier potencia extranjera. Había, por una parte, aquellos que, como Buenaventura Báez, multiplicaban los esfuerzos en pos de obtener un acuerdo de protección del país con Francia a cambio de la cesión de una porción del territorio nacional. Por otra parte, había aquellos que, como Manuel Jimenes en el curso de su turno a la presidencia, incoaron ante el gobierno de los EE.UU. otros procesos del mismo estilo de los de Báez” que finalmente cuajaron en 1861 con Santana al materializar la anexión de nuestro país a España. (pp. 38 – 39, ob. cit.).
(…) El otro factor, embrionario, vago, sin fuerte consistencia en los primeros años de vida nacional (…) el personalismo político…el fundado temor de verse de la noche a la mañana (el caudillo político, n. de j.m.j.) despojado del poder por la porfiada agresión de sus contrarios, de mantenerse en él contra viento y marea y considera para ello como único y supremo recurso la ayuda por medio de un protectorado o cosa peor todavía de alguna nación extranjera que lo haga en lo adelante invulnerable a los tiros de sus enemigos políticos”. (pp. 40-41).
“Se notará – dice García Cartagena – que es el miedo el común denominador de los dos factores mencionados por Federico García Godoy… (Miedo colectivo a una nueva invasión haitiana y miedo de los caudillos militares del momento a ser desplazados del poder por sus enemigos políticos). Hasta donde sabemos – agrega –, nadie ha intentado hacer una historia del miedo dominicano”. (pp. 41-42).
Pero, en honor a la verdad, en nuestra literatura hay muchas obras, extraordinarias por cierto, donde se palpa la presencia del miedo: El masacre se pasa a pie de Freddy Prestol Castillo, La Mañosa de Juan Bosch, La Sangre de Tulio M. Cestero, entre otras. Sin duda alguna, en una buena parte de la narrativa de “El Solitario de La Vega”, la tematización del miedo ha sido observada por autores criollos contemporáneos como Juan Bosch y Manuel Rueda, indica Cartagena. En resumen, de la obra patriótico – literaria de García Godoy, “Lo que está en juego es la toma de conciencia de una historia que solo será nuestra en la misma medida en que nos hagamos conscientes de ella”. (p. 44).
Otra obra de marcado “nacionalismo literario” de don Federico García Godoy a la que nos referimos es Rufinito. El personaje central de esta gran novela apunta el doctor Balaguer, “símbolo de los sentimientos de irreflexiva y apasionada adhesión, es que despertó en la soldadesca y en las multitudes, después de la victoria de Azua, la figura militar de Santana, se halla enérgicamente diseñado. El Rufinito del relato no es una caricatura sino un ser de carne y hueso, dotado de grandes pasiones bajo su apariencia inofensiva, y el arte del novelista logra convertir a ese sujeto, presentado como un simple tipo de mandadero popular cuando sale por primera vez a la escena, en un agente activo y peligroso (…). Junto a este tipo de conspirador espontáneo, súbitamente convertido en eje de una tragedia política, García Godoy coloca a los dones, clase influyente que trabaja a favor del establecimiento de un gobierno de fisonomía democrática, y por encima de estos, aparentemente relegado a un plano de segundo orden cuando en realidad es la figura que más se destaca en todo el drama, porque, es la única que el autor exige en símbolo del ideal febrerista, al general Ramón Mella, el más apagado de los tres fundadores de la República, pero a quien el novelista presenta como al más decidido y valiente defensor que tuvo a raíz de la independencia la legalidad republicana.
La descripción de la llegada de Duarte al Cibao, para después de proclamada la República, encuentra una feliz reconstrucción de aquel suceso – dice el doctor Balaguer – García Godoy hace aquí un verdadero alarde de imaginación retrospectiva, las escenas de júbilo que provoca el viaje del Padre de la Patria, se hallan descritos con energía y dan a veces la impresión de que el novelista ha sido testigo, de lo que narra y que ha participado con increíble fervor del entusiasmo de aquellas manifestaciones populares”. (pp. 18 – 19 enFederico García Godoy.Antología de Joaquín Balaguer).
EL ENCUENTRO ENTRE MARTÍ Y FEDERICO GARCÍA GODOY: APORTES A LA CAUSA CUBANA
En la introducción de su obra “Americanismo Literario” (1918), García Godoy da claras señales del sueño de unidad latinoamericano y antillano concebido y puesto a andar por figuras como Bolívar, Hostos, Luperón, Betances, Gómez y Martí, entre otros. En uno de sus párrafos pueden leerse estas palabras: “Si por multitud de circunstancias sobrado conocidas parece cada día dificultarse más la cristalización del ideal de una confederación de carácter político integrada por todas estas Repúblicas de cultura ibérica, tal como fué (sic) el sueño magnífico de Bolívar (…) esa alma, saturada de modernidad, comienza a inspirarse en modos de ver y entender la vida…desde Méjico, desde las Antillas, hasta las más lejanas tierras australes del Continente, constátase un movimiento intelectual, en algunas partes meduloso y rico, que demuestra complicadamente, con la insuperable fuerza de los hechos, que el pensamiento y la sensibilidad hispano – americanos están saliendo ya, resuelta y triunfalmente…”. (pp. 9 – 10 en “AmericanismoLiterario” de F. García Godoy, Imprenta Juan de Pueyo, Madrid, España, 1918).
En esta misma obra, cuatro grandes figuras de la literatura hispanoamericana desfilan antes sus páginas: José Martí (cubano), José Enrique Rodó (1871 – 1917, uruguayo), Francisco García – Calderón (1834 – 1805, peruano), y Rufino Blanco Fombona (1874 – 1944, venezolano), con una visión sorprendente, éste último, una de las figuras más destacadas del modernismo en América, y tan vigente en nuestros días, García Godoy en esta misma obra plantea lo siguiente:“El progreso consiste o debe consistir, en una adaptación consciente a su orden cada vez más amplio y efectivo de relaciones. Por no haber podido hacerlo así nuestro desenvolvimiento cultural se ha retardado en multitud de aspectos. En nuestros medios sociales, refractarios y estacionarios hasta hace poco…, germinan ya copiosamente ideas necesarias y salvadoras renovaciones. Muchas de estas repúblicas se encuentran ya en un momento de iniciativas saludables, de evolución ideológica, de desarrollo industrial, de apropiado desenvolvimiento intelectual, culminando todo eso, en gran parte, en un alto propósito radical y bien comprendido sentido de un americanismo de singularísimo y muy atractivo e interesante relieve”. (pp. 14-15).
Ha pasado casi un siglo desde aquellas magistrales palabras de García Godoy y en América Latina hoy, la que Martí llamó en 1891 Nuestra América, hay voluntades políticas y grandes esfuerzos por cristalizar estos sueños. Los diversos mecanismos de integración puestos en marcha en estos tiempos son ejemplos de ello: CELAC, UNASUR, CARICOM, entre otros.
Al referirse en estas mismas notas al patriotismo García Godoy señala: “Nunca he considerado el patriotismo con criterio torpe…sin nexos con resaltantes realidades mundiales”. (pp. 20-21).
Ya adentrándose en las figuras de las letras, tratadas en su magnífica obra, y específicamente a quien García Godoy llamó Maestro y Apóstol, a José Martí, anota lo siguiente: “A desfilar van por estas páginas…el excelso escritor y tribuno que con su verbo luminoso y su tenacidad irreductible, contribuyó…al movimiento revolucionario enderezado a la liberación política de los últimos jirones (sic) del imperio colonial hispano; el gran intelectual, por cuyos escritos de resplandeciente serenidad circula la savia de lo más valioso de nuestra mentalidad, y cuya figura se yergue como Apóstol de excelsitudes radiantes, de renovación ideológica y de ideales estéticos”. (p. 23).
Recuérdese el ameno y prolongado encuentro que tuvieron aquí en La Vega, Martí y F. García Godoy, en la primera visita al país del Apóstol cubano, aquel 15 de septiembre de 1892. El célebre crítico literario cubano – vegano lo describe en su ya citada obra con estas palabras: “Eran como las ocho de la noche y me encontraba sólo en la sala de mi hogar entretenido en la lectura de un libro de apasionada controversia filosófica (…) en el umbral un hombre blanco, de mediana estatura, de cara expresiva, en que lucía un espeso mostacho y en la mirada fulguraba, delatando una intensa vida interior, se erguía sonriente ante mis ojos”. (pp. 27 – 28). ¡Era José Martí!
Y ya ante aquel gigante de las letras y gran revolucionario de América, don Federico comenta: “Mi primera impresión fue que tenía ante mí un visionario desprendido por completo de nexos con abrumadoras realidades, algo así como su soñador de cosas irrealizables o quiméricas”. (p. 28). Pues, para don Federico, en aquellos momentos, y así lo hace saber a Martí, el terreno de la causa revolucionaria no estaba “lo suficientemente abandonado”. Desconocía él que ya Martí había ganado un buen trecho; fundando el Partido Revolucionario Cubano, aglutinado a los cubanos en todo el Continente y organizándolos; pero además, creando en ellos conciencia de que había llegado justo el momento de declarar la guerra al imperio español en Cuba, y a la que Martí llamó la “Guerra Necesaria”.
Ante aquella expresión de desconocimiento de don Federico, Martí le objetó, según él mismo apunta, con calor, diciéndole que él, don Federico, “solo veía el lado exterior de las cosas, lo puramente superficial, lo que brillaba a flor de piel…”. (p. 29).
Y aunque, en aquellos momentos don Federico definió las ideas de Martí, como “radicales afirmaciones”, y algo incrédulas, luego de ser seducido por el Maestro tras explicaciones claras y objetivas de su proyecto revolucionario para liberar a Cuba del coloniaje español, reflexionó y, al paso de los días ulteriores a aquel diálogo que se prolongó hasta bien entrada la madrugada del día siguiente, 16 de septiembre, escribió: “al oírlo tan ardorosamente convencido, mi pesimismo parecía esfumarse. Empecé a creer en la posibilidad de lo que me aseguraba a pie juntillas. El entusiasmo que se desborda de su frase lírica y, emocionado, comenzaba a contagiarme. Nada era, me repetía con calor de arraigada creencia, lo que había hecho, en comparación con lo que me faltaba hacer (…). Antes de separarnos me regaló un librito suyo, Versos sencillos, y un ejemplar de la primera edición de Ramona[11], la preciosa novela norteamericana de Helen Hunt Jackson, por él magistralmente vertida al castellano”. (p. 30).
Obsérvese aquí ya a un Federico García Godoy convencido por Martí para su obra revolucionaria. Amén, de que además, había química en ellos. Eran los dos críticos literarios, periodistas, ambos gustaban de la historia y la filosofía… en definitiva eran los dos, soldados de la libertad y la justicia de sus pueblos, Cuba y de toda América. Aquella despedida noble del único y prolongado encuentro entre Martí y don Federico de seguro hubo de estar cargada de acuerdos, de propósitos y pasos firmes para liberar a la Cuba amada por ellos.
“Nos despedimos – dice don Federico – con un fuerte y prolongado abrazo…cada cual iba a seguir su ignorado destino. Él se fue a la labor ardua y penosa de redimir un pueblo, a la lucha resonante, rumbo a una muerte prematura y gloriosa… Los recuerdos – agrega – de esa noche memorable se han adherido a mi alma con la fuerza de esas plantas, trepadoras que crecen en perdurable apegamiento a viejos paredones de ruinosos edificios…los momentos que pasé con Martí tienen para mí no sé qué frescura inolvidable de recuerdos primaverales, de épocas en que la existencia tiende irremisiblemente a dilatarse (…) su verbo armonioso había sugestionado poderosamente mi inteligencia y caldeado mi fantasía. La superioridad de ciertos espíritus se siente prontamente. Su nobleza anímica y la proyección lumínica que irradia continuamente de las profundidades de su ser nos cautivan irresistiblemente. En las redes de su personal atracción se había deslizado mi alma, abierta siempre a la seducción de nobles y hermosos idealismos….”. (p. 31).
Al hacer referencia más adelante a la lucha justiciera emprendida por Martí para liberar a Cuba, y a la personalidad de aquel gigante, don Federico apunta: “Vivió (Martí, en n. de j.m.j.) en perenne persecución de esa idea permanente de redimir a la Gran Antilla absorbe lo más amplio y señalado de su existencia inquieta y tormentosa. Por sus ideas atrevidas y fustigadoras se le persigue y aprisiona en el alba misma de su juventud, prematuramente recia contra las instituciones coloniales”. (p. 35).
En resumen, agrega don Federico sobre la figura señera de Martí, que éste“pertenece a Cuba por legítimo derecho, por su producción literaria original y copiosa, aparece en la primera línea como una de las figuras más representativas del movimiento de renovación (el modernismo, n. de j.m.j.) intelectual en Hispano – América…. orador de palabra de fuerza… poeta suave y (de) expresiva vibración rítmica (…) por todas partes a donde llegaban los hados esparcía manos llenas de efluvios luminosos de su ser espiritual (…) Martí viajaba por América y no daba paz a la pluma ni a la palabra… en Venezuela[12] fungió de maestro y redactó periódicos… en New York fue fecunda su producción literaria… Para mí (anota García Godoy, n. de j.m.j.) Rubén Darío en el verso, y José Martí en la prosa, son los más conspicuos iniciadores de ese movimiento de América… los escritos de Martí son como minas inagotables de metales preciosos”, concluye. (pp. 48 – 49 y 50, ob. cit.).
MARTÍ EL ORADOR[13]
Una de las cualidades sobresalientes de Martí, es sin duda alguna, su verbo. Al respecto, don Federico anota lo siguiente: “Su oratoria es cálida, conmovedora, cargada de ideas, poblada de imágenes…”. (p. 51). Y luego señala: “(…) sin necesidad de haberlo visto pronunciado un discurso es posible aquilatar con relativa certeza su personalidad de orador. Su sensibilidad exquisita, su hervor emotivo, su agilidad mental, su efusión comunicativa, se transparentan de continuo en su discurso… es siempre su alma que halla, que se pone en íntimo contacto con su auditorio, asombrado y conmovido… las ideas han transformado y seguirán transformando el mundo – agrega – (…) Martí, sabe siempre colocar de vida sentimental sus más abstractos pensamientos”. (p. 53).
PALABRAS FINALES
Sin temor a equívocos, don Federico García Godoy fue un hombre íntegro, solidario, de altas luces, de gran prestigio para sociedad vegana y el país. Con igual amor Cuba debe, estoy seguro, de tenerlo entre sus grandes hijos. Hoy don Federico García Godoy merece ser declarado “Padre de la Cultura Nacional” por el pueblo dominicano. Él amó la libertad, la justicia y el bien común. Martí halló en él, al visitar La Vega, la pieza clave para el destino de su gran proyecto revolucionario. Su obra capital.
La solidaridad y la amistad sincera y fiel expresada por don Federico en vida no solo fue con Martí; recuérdense sus emotivas palabras ante la pérdida irreparable e ida a destiempo, en enero de 1887, de su gran amigo de Santiago de los Caballeros, Lorenzo J. Perelló hijo, representante de la entonces sociedad literaria “Amantes de la Luz”[14] ante esta prestigiosa sociedad cultural vegana“La Progresista” en las postrimerías del siglo XIX, y que aparecen insertas en las páginas de CLIO, órgano de la Academia Dominicana de la Historia, y que bien podrían ser transmitidas a José Martí: “Nunca desesperó del triunfo de sus ideas, ni aun en los momentos en que parecía perdida toda esperanza. Si tenía frases de indignación y de desprecio para los que como el Apóstol al dulce Jesús, negaban en la hora triste de la desgracia los principios que habían defendido, también tenía palabras de aliento para los que parecían desfallecer y a los que procuraba comunicar el fuego que ardía en su alma generosa (…). ‘La vida es sueño: Que no cabe lo que siento. En todo lo que digo’”. (pp. 58 – 59 en CLIO, Academia Dominicana de la Historia, Núm. XLVI, Año IX, Santo Domingo, República Dominicana, 1941).
Para Martí, en resumen, don Federico dedica estas hermosas palabras: “La vida de Martí, en todos sus aspectos, representa y representará permanentemente un modelo incomparable de austera probidad y de serena y cívica grandeza. Para todo hispano – americano es deber sacralísimo rendir tributo de amor y de reconocimiento a su personalidad egregia. Y de imitarle también en lo que esto pueda sernos posible; en el viril cumplimiento de un deber cuando la ocasión así lo requiera como lo cumplió él sin reparar en obstáculos y con el desinterés sublime de desprenderse de amores y de goces para alcanzar la cumbre iluminada del más noble ideal y fructuoso sacrificio “La memoria de los héroes, si no sirve de lección objetiva para la posteridad, no sirve para nada” ha dicho Carlyle”.
“El gran cubano – prosigue don Federico, refiriéndose a Martí, n. de j.m.j. – es una figura que en muchos sentidos simboliza elocuente y bellamente el conjunto de aspiraciones enderezadas a la conquista de un ideal hermoso y de soberano americanismo… En Martí ese americanismo fue canción, fue amor, fue discurso, fue lección patriótica, fue artículo periodístico, fue heroísmo, fue cuanto puede dar de sí un hombre tan vigorosamente estructurado para las más grandiosas y meritorias luchas del desenvolvimiento humano y por ese ideal magníficamente, de insuperable grandiosidad, nuevo seductor galileo, cayó para siempre en las sombras de lo desconocido, palpitante de amor y de fe, con una plegaria de encendido patriotismo aun en los labios convulsos, nimbada la frente soñadora con su resplandor de gloriosa inmortalidad”. (pp. 71-72).
¡Martí vive y vivirá por siempre en nuestros corazones!
¡Gloria eterna a la memoria ilustre de don Federico García Godoy, ejemplo de amor cívico y patriótico, de anti – imperialismo y de grandeza humana sin igual!
http://familiabateyera.com/marti-en-federico-garcia-godoy-aportes-a-la-ultima-guerra-de-independencia-cubana/
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