sábado, 21 de julio de 2018

Cuando el alabastro grita en silencio: el retablo de la Capilla del Santo Cáliz.

Publicado el15/07/2018CategoríasCatedralEntradas //https://valentia.hypotheses.org/861
Hace ya un tiempo se daban por finalizadas en la Catedral de Valencia las obras de limpieza del retablo que custodia el Santo Cáliz, una magnífica pieza de alabastro que llama poderosamente la atención del visitante, y que se encuentra en el muro este de la sala, así como el cambio de su iluminación.
Un precioso retablo ojival que desde luego está a la altura de tan sagrada reliquia, pero un retablo que después de mostrarnos su belleza y su magnificencia, grita ahora en silencio para contarnos su historia y su ajetreado paso por el tiempo.
Antiguo trascoro gótico de la Catedral de Valencia, este precioso retablo es una maravillosa y curiosa combinación del último gótico mediterráneo y de una de las primeras expresiones renacentistas de la península ibérica.


Retablo de la Capilla del Santo Cáliz, antiguo trascoro de la Catedral, visto desde la entrada de la sala. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.

El antiguo coro de la Catedral de Valencia ocupaba a finales del siglo XIV las dos primeras arcadas de las tres que esta poseía. Recordemos que la conocida como “Arcada Nova”, el nuevo tramo que uniría la Catedral con el Miguelete y la Sala Capitular, no se construiría hasta el año 1460, obra de los maestros Francesc Baldomar y Pere Compte.
Este coro no debía encontrarse ya por aquel entonces en muy buenas condiciones, pues según podemos ver en el Llibre de obres de la catedral signado con el número 1473 y correspondiente a los años 1381-1382, se realizaron varios trabajos y obras de rehabilitación durante las semanas del 22 de junio al 21 de septiembre de este último año.
En estas reformas llevadas a cabo, se sustituyó el antiguo portal de acceso al coro por otro de piedra bajo la dirección del entonces maestro de obras de la catedral Joan Franch. También conocemos el nombre de los picapedreros que ayudaron a Joan Franch en la construcción de ese portal de piedra: Martí Jordi, Gabriel Gissona, Pere Romeu, Bartomeu Camenla, Guillem Moll, Jordi Esteve, Mateu Teixidor, y Guillamó, aprendiz del maestro Franch.


Retablo del Santo Cáliz, antiguo trascoro de la Catedral de Valencia. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Las obras realizadas por el maestro Franch finalizaron en el año 1392, pero de ninguna de las maneras debieron de ser del agrado del Cabildo, puesto que se tiene constancia que hasta dos veces se pusieron en contacto estos con el maestro de la Catedral de Lérida, Guillem Solivella para rehacer el trascoro. La primera toma de contacto se realizó en el año 1394, y la segunda en el año 1397, tal y como podemos ver en el volumen signado con el número 3543 folio 29 del Archivo de la Catedral de Valencia, donde queda anotada la negociación del canónigo de la catedral Gil Sánchez de Montalbán con el maestro Guillem Solivella, a quien ofreció la cantidad de 1500 florines de Aragón por la construcción de un nuevo trascoro. El maestro leridano nunca llegó a trasladarse a Valencia ni a contratar la obra.
Tras el fracaso de las negociaciones con Solivella, el Cabildo decidió ponerse en contacto con el maestro setabense Jaume Esteve, a quien contrató el 21 de junio del año 1415 para la construcción de un nuevo trascoro, trascoro que sería fabricado en piedra de alabastro, debía realizarse en un periodo máximo de tres años, y tendría un coste de 17.000 sueldos. También el contrato especificaba que la obra sería supervisada por el orfebre Bertomeu Coscolla y por el entonces maestro de obras de la Catedral Pere Balaguer.
La obra que debía ejecutar el setabense debía “en totes ses parts sie bona, bella e notable e bé enlevada, axí com se pertany a la Seu, que en fer aquella lo dit mestre haja bons e aptes maestres e suficients a la obra”.
Las capitulaciones entre el Cabildo y Jaume Esteve con respecto a la construcción del trascoro las podemos ver en el protocolo de Luis Ferrer, volumen 3677 correspondiente al 21 de junio del año 1415, capitulaciones de las que Sanchis i Sivera nos da una muestra en su obra sobre la Catedral de Valencia:

Item que a cascun costat del dit portal fins als dits pilars haia tres spays pujants de les vases fins als pinacols e haura la dita obra del levament de terra fins als dits pinacles inclusivament XXVIJ palms axi que primerament se faran les vases ab una taula plana que pujara cinch palms e apres al mig fins als pinacles haura ystories doblades una damunt altra de ymaginerja ques deu fer a cascun costat fins als dit pilars ab filloles boaments, obra de maçoneria que es en los spays a mija talla, pinnacles e ampans e la ymage de la Verge Maria sobre lo dit portal, ab un tabernacle desus es ja deboxat e pintat en un gran pergami, la qual obra se deu concordar en tot ab la dita mostra salvo que la obra de talla deu esser feta netament segons se pertany de bon mestre, com en la dita mostra no sia plenament acabada, la qual mostra se guarda de ma de notari romandra en la sacristia per memorial; – Item que la dita obra en totes ses parts sie bona, bella e notable e bé enlevada, axí com se pertany a la Seu, que en fer aquella lo dit mestre haja bons e aptes maestres e suficients a la obra. E si sobre aso havia alcuna quiestio o dupte entre les parts hajen star a dit den Berthomeu Coscolla argenter e den Pere Balaguer maestre de obra elects concordantment per les parts.

Se tiene constancia de que ya en el año 1417 existía la suficiente cantidad de piedra de alabastro para comenzar la obra, sin embargo, al contrario que ocurre con el trascoro construido por Joan Franch, desconocemos los nombres de los canteros, picapedreros y escultores que ayudaron a Jaume Esteve a la construcción de este.
Tan solo conocemos gracias a los pagos anotados en los libros de obra de la Catedral correspondientes a los años 1418 y 1419, el nombre de uno de ellos: “Juliá Florentí”, que no era otro que Giuliano di Nofri.
Sin embargo no debió de estar de acurdo el Cabildo con su ejecución, ya que en el año 1424, pidió consejo a los dos peritos elegidos, Pere Balaguer y Bertomeu Coscolla, quienes no dieron su visto bueno al trascoro construido por Jaume Esteve, “per qué los dits portal, volsars e Àngels són en tan defallents e difformes de la obra que devia, que de necesitat convenia e convé aquell portal tan quant és la volta ab los dits volsars e Àngels del tot remoure e levar de la dita obra, e aquell deure esser tornat en millor forma e manera segons pertany a obra de la dita seu…”
El resultado de este desacuerdo entre el Cabildo y Jaume Esteve en la construcción del trascoro no fue otro que el derribo de este, tal y como podemos leer en el libro de obras de la Catedral correspondiente al año 1424. Tal derribo tuvo lugar el 15 de junio de aquel año y fue realizado por “el mestre en Balaguer ab en Johan Amoros e onze manobres e la guiaren hi tres jorns”.
Unos meses después, el 23 de octubre “tornaren alçar la paret de respatle del portal del Cor del alabast e la guiaren hi dos jorns”
Como bien apuntaba Sanchis i Sivera en su obra sobre la Catedral de Valencia, el desacuerdo y desavenencias no era debido a la ejecución de los relieves que hoy podemos ver, obra del maestro florentino, sino a la pared y adornos que los sostenían.
Aun así, el Cabildo creía que la calidad y belleza del armazón del trascoro no se correspondía con la de los relieves de Giuliano di Nofri, por lo que en el año 1441, se decidió acometer una nueva obra.
Esta nueva tarea se le asignó al entonces maestro de obras de la Catedral Antoni Dalmau, quien ayudado por entre otros, los canteros y escultores Jaime Pérez, Miguel de Conca, Juan Seguera, Juan de Segorbe, Gaspar Ferrando, y Fernando Gozalbo, comenzaron su construcción en el mes de julio de ese año. El resultado de la obra es el que hoy podemos admirar en la Capilla del Santo Cáliz.
¿Pero cómo y por qué llego este trascoro gótico a la antigua Sala Capitular de la Catedral de Valencia, hoy Capilla del Santo Cáliz?
Las nuevas tendencias neoclásicas vigentes en el siglo XVIII veían en el gótico algo feo y caduco, algo bárbaro por ser medieval, por lo que en capítulo celebrado el día 18 de junio del año 1777, el Cabildo decidía que se “repusiera” el trascoro, “con la propia puerta en medio”.
Un mes más tarde comenzaban las nuevas obras en el trascoro, dándose por terminadas el 13 de marzo del año 1779.
Por suerte, en las deliberaciones del Cabildo que se produjeron entre el 17 de junio y el 18 de julio del año 1777, se acordó que:

En vista de que faltan muchas piezas y que algunas no son de mármol, y que lo más preciado son los medallones, se coloquen éstos con mayor realce en obra moderna, correspondiente y conforme a la nueva, y que el resto del antiguo trascoro se coloque en el Aula grande Capitular, para conservación de estas memorias antiguas.

Así pues el trascoro gótico se trasladó a la entonces Aula Capitular, pero como hemos podido ver en las deliberaciones del Cabildo, el traslado no se hizo completo.  Los relieves de Giuliano di Nofri se integraron en la nueva obra neoclásica.
En los compartimentos que quedaron libres en el trascoro gótico se pusieron algunas tablas pintadas del siglo XV, las cuales procedían de antiguos retablos que se encontraban en distintas dependencias de la Catedral.
En la hornacina del retablo, hornacina que no es otra que la puerta de entrada al coro, se colocó un crucifijo de tamaño natural, crucifijo conocido como el Cristo de la Buena Muerte, obra atribuida a Alonso Cano y que procedía del monasterio agustino de Nuestra Señora del Socorro. Actualmente podemos ver esta bonita imagen barroca del siglo XVII en la Capilla del Cristo de la Buena Muerte de la Catedral.



Cristo de la Buena Muerta en la capilla del mismo nombre.


Finalmente en el año 1942, los relieves de Giuliano di Nofri fueron colocados de nuevo en su lugar original, lugar del que nunca debieron de haber salido, devolviéndole al retablo de la Capilla del Santo Cáliz el aspecto que hoy tiene, una maravillosa obra de alabastro que desde luego a nadie deja indiferente.
La parte central del retablo es una preciosa portada gótica formada por tres arcos apuntados concéntricos, cuyas arquivoltas se encuentran decoradas con imágenes de ángeles músicos o sonadores, con un número total de catorce, ocho en la arquivolta exterior (cuatro a cada uno de los lados), y seis en la interior (tres en cada uno de los lados).


Puerta gótica del trascoro de la Catedral de Valencia, que hoy sirve de hornacina para el Santo Cáliz. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Estos ángeles sonadores, de estilo flamenco y ataviados con túnicas de pliegues rígidos se muestran tocando o portando algunos instrumentos, como el salterio, la dulzaina, la lira o el laúd, y son símbolo de la alabanza al Creador.



Detalle de los ángeles sonadores de las arquivoltas. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Detalle de los ángeles sonadores de las arquivoltas. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.




Las dos arquivoltas se encuentran a su vez protegidas por un bonito arco conopial, es decir, un arco apuntado que tiene una escotadura en el centro de su clave, arco en el cual podemos ver tres ángeles portando filacterias, uno situado en el tímpano y que porta la leyenda “Celi porta”, “Puerta del cielo” y otros dos en la imposta, uno a cada lado del arco, portando las leyendas “Domus Dei”, “Casa de Dios”, y “Aula Dei”, “Aula de Dios” respectivamente.




Arco conopial de la puerta del retablo del Santo Cáliz con la imagen del ángel portando la leyenda “Celi porta”. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Ángel portando la leyenda “Domus Dei”. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Ángel portando la leyenda “Aula Dei”. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


El canónigo de la Catedral de Valencia Juan  Ángel  Oñate Ojeda hacía una precisa distinción entre “Domus Dei” y “Aula Dei” en su trabajo dedicado a la Catedral de Valencia:
Alguno habrá de creer que Domus Dei y Aula Dei son lo mismo. Creemos que no. La iglesia o templo es Domus Dei en cuando dedicada a Dios; allí se le da culto y se ora. “Mi Casa es Casa de oración”. Y es puerta del cielo en cuanto que -como en la escala de Jacob- el cielo está abierto para que los ángeles suban, con nuestras plegarias, hasta Dios en lo alto; y es Aula Dei en cuanto que Dios da audiencia a nuestras preces y manda a sus ángeles con las gracias concedidas a nuestras plegarias.
Todo el conjunto se encuentra coronado con la imágenes de la Virgen portando al Niño, Santa Elena, y San Luis, rey de Francia.




Para algunos historiadores y estudiosos, como el propio canónigo Juan Ángel Oñate,  el tamaño y proporciones de las imágenes que coronan el retablo delata que son añadidos posteriores a la construcción del trascoro, indicando que la Virgen que coronó inicialmente el trascoro fue la Virgen realizada por Joan de Castellnou,  mientras que para otros estas imágenes góticas formaron siempre parte del trascoro gótico.


Las imágenes de la Virgen con el Niño, Santa Elena, y San Luis, rey de Francia, coronan el retablo de la Capilla del Santo Cáliz. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Sí que tenemos constancia de que el trascoro neoclásico se encontraba coronado  por la imagen de alabastro de la hoy conocida como “Verge de la Cadira” o “Virgen de la Silla”, imagen realizada por Joan Castellnou hacia el año 1458, y que inicialmente se encontraba sin la silla actual que le da nombre, ya que fue añadida por el escultor Juan Navarro durante los años 1778 y 1779.


Trascoro neoclásico de la Catedral de Valencia, donde se pueden ver los relieves originales de Giuliano di Nofri y la imagen de la Verge de la Cadira coronando todo el conjunto.


La Verge de la Cadira, también conocida como Virgen del Coro se desmontó en el año 1939, colocándose en el lugar que ahora ocupa en la girola.
De lo que no cabe ninguna duda es de que el trascoro gótico sí estuvo coronado por una Virgen, Así lo vemos documentado en el “Protocolo de Lluís Ferrer”, vol 3.677 y fechado el 21 de junio del año 1415 que se encuentra en el Archivo de la Catedral de Valencia:
…La ymage de la verge Maria sobre lo sit portal ab un tabernacle desús és ja deboxat e pintat en un gran pergamí…
Pero una cosa es el trascoro neoclásico, y otra el trascoro gótico que ahora nos ocupa, el cual se encuentra coronado por una bonita imagen gótica de la Virgen con el Niño, seguramentte la primitiva que hubo en el trascoro, como representación de la “Felix Coeli porta”, la “Feliz Puerta del cielo”,  y a cada uno de sus lados, la imagen de una santa y un santo, en representación de las dos reliquias más importantes con las que contaba la Catedral de Valencia en el momento de la construcción del trascoro.

Detalle de la imagen de la Virgen con el Niño. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.

A su derecha, en el lado izquierdo del espectador, se colocó la imagen gótica de Santa Elena, ya que fue ella quien encontró la reliquia de la Vera Cruz en Jerusalén. A su izquierda, en el lado derecho del espectador, se colocó la imagen de San Luis, rey de Francia, ya que fue este quién donó la espina de la corona de Cristo a Jaime I, espina extraída del relicario de la Sainte Chapelle de París.

Detalle de la imagen de San Luis portando la corona de espinas. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.

Detalle de la imagen de San Luis portando la corona de espinas. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.

La puerta del trascoro se encuentra flanqueada por dos “hojas” o “puertas” que completan el monumental conjunto, del que decía el canónigo Juan Ángel Oñate Ojeda “…parece una gran tríptico abierto…”
En cada uno de estos lados, podemos ver los relieves realizados en entre los años 1418 y 1422 por el maestro florentino Giuliano di Nofri di Romolo, más conocido como Julià lo Florenti, y que son una preciosa muestra del primer renacimiento en España.
Los relieves, doce en total, se encuentran ubicados en dos filas de tres a cada lado de la portada, protegidos por doseles góticos,  y enmarcados verticalmente por ocho pilastras, cuatro a cada lado del arco, y que se apoyan cada una de ellas sobre una ménusla sostenida por un ángel.
Horizontalmente estos relieves se encuentran delimitados por una cenefa decorada con motivos vegetales, cenefa que a su vez se encuentra sostenida por dragones.




Detalle de uno de los doseles góticos del retablo. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


En cuanto a los  relieves, estos se encuentran superpuestos, mostrando así la concordancia entre el Antiguo y Nuevo Testamento. Así estaba escrito en el protocolo antes visto de Lluís  Ferrer fechado en el año 1415 que se encuentra en el archivo catedralicio:

Primerament que.l dit maestre fasa un portal bell e notable de pedra de alabast blanch de Besalú en lo front e entrada del dir chor, axí que lo dit portal se fabrique e.s fasa al mig del dit front e haja d’amplaria______ e d’alsària______ e als costats del dit portal, ço es, fins als pilars de cascun costat sien fetes les ystòries…doblades una damunt altra, de ymagineria, ab concordances de la Ley Nova ab la Vella.

Los relieves que se encuentran en la fila inferior, corresponden al Antiguo Testamento, mientras que los que se encuentran en la parte superior, representan al Nuevo Testamento. Ambas filas, que quieren representar un curioso relato de la historia de la salvación, son totalmente concordantes, ya  que los símbolos de la fila inferior (pasajes del Antiguo Testamento) se convierten en realidad en la fila superior (hechos del Nuevo Testamento). 
Estos relieves no son más que un precioso ejemplo de las conocidas como “Biblia pauperum”, biblias ilustradas posiblemente dirigidas al pueblo llano, el cual generalmente no sabía ni leer ni escribir, y tenía de esta manera y mediante las ilustraciones la posibilidad de aprender.


Biblia pauperum. Año 1455.


Los relieves están dispuestos de la siguiente manera:

Parte derecha de la puerta central, lado izquierdo del espectador:

Relieve inferior. Antiguo Testamento (4): Moisés levanta la serpiente de bronce en el desierto. Relieve superior Nuevo Testamento (1): Crucifixión de Cristo.
Cuando una serpiente atacaba y mordía a alguien, éste debía mirar a la serpiente de bronce alzada por Moisés y así salvaba su vida.  La serpiente de bronce es una prefiguración  de Jesucristo alzado en la cruz: “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna” (Jn 3, 14-15).

Crucifixión de Cristo. Imagen antigua antes de su limpieza y restauración.

Moisés levanta la serpiente de cobre en el desierto. Imagen antigua antes de su limpieza y restauración.

Crucifixión de Cristo. Relieve después de su limpieza. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.

Moisés levanta la serpiente de Cobre en el desierto. Relieve después de su limpieza. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Relieve inferior. Antiguo Testamento (5): Sansón arranca las puertas de Gaza.  Relieve superior. Nuevo Testamento (2): El Señor abre las puertas del Limbo.
Al igual que Sansón destruye las puertas de Gaza, ya que es el elegido para defender al pueblo escogido de sus enemigos, Jesucristo desciende a los infiernos, pisando sus puertas y librando de la oscuridad las almas de los elegidos: “Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu; en el espíritu fue a predicar incluso a los espíritus en prisión” (1 Pedro 3, 18b-19).

El Señor abre las puertas del Limbo. Imagen antigua antes de su limpieza.

Sansón arranca las puertas de Gaza. Imagen antigua antes de su limpieza.

El Señor abre las puertas del Limbo. Relieve después de su limpieza. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.

Sansón arranca las puertas de Gaza. Relieve después de su limpieza. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Relieve inferior. Antiguo Testamento (6): Jonás es vomitado por una ballena en la playa de Nínive. Relieve superior. Nuevo Testamento (3): la Resurrección del Señor.
El Señor mandó un gran pez para que se tragara a Jonás, y allí estuvo en su vientre durante tres días y tres noches. Después de esto, el Señor habló al gran pez, que lo vomitó sano y salvo en tierra firme. Del mismo modo que JonásJesucristo resucitó al tercer día: “Esta generación perversa y adúltera exige una señal: pues no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo: pues tres días y tres noches estará el Hijo del Hombre en el seno de la tierra (Mt 12, 39-41).

La Resurrección del Señor. Imagen antigua antes de su limpieza.

Jonás es vomitado por una ballena en la playa de Nínive. Imagen antigua antes de su limpieza.

La Resurrección del Señor. Relieve después de su limpieza. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.

Jonás es vomitado por una ballena en la playa de Nínive. Relieve después de su limpieza. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.



Parte izquierda de la puerta central, lado derecho del espectador:


Relieve inferior. Antiguo Testamento (4): Elías arrebatado al cielo por un carro de fuego. Relieve superior. Nuevo Testamento (1): la Ascensión de Señor.
Elías era arrebatado por el carro de fuego mientras conversaba con Eliseo, el cual se quedaba atónito ante la ascensión de Elías a los cielos. Del mismo modo  Jesucristo ascendía al cielo y se sentaba a la derecha del Padre“Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo” (Lucas 24, 50-51).


La Ascensión del Señor. Imagen antigua antes de su limpieza.

La Ascensión del Señor. Relieve después de su limpieza. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.

La Ascensión del Señor. Relieve después de su limpieza. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.

Elías arrebatado al cielo por un carro de fuego. Relieve después de su limpieza. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Relieve inferior (5): Moisés recibe las tablas de la Ley en el Sinaí. Relieve superior (2): María y los apóstoles reciben al Espíritu Santo en Pentecostés.
Aquí podemos ver a Moisés recibiendo las tablas de la la Ley en el Sinaí, tablas de piedra escritas por la mano de Dios. Del mismo modo, en Pentecotés, el Espíritu Santo desciende sobre María y los apóstoles, dándoles el coraje necesario para iniciar su predicación: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, como el Espíritu Santo les daba que hablaran” (Hechos 2:4).


María y los apóstoles reciben al Espíritu Santo en Pentecostés. Imagen antigua antes de su limpieza.

Moisés recibe las tablas de la Ley en el Sinaí. Imagen antigua antes de su limpieza.

María y los apóstoles reciben al Espíritu Santo en Pentecostés. Relieve después de su limpieza. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.

Moisés recibe las tablas de la Ley. Relieve después de su limpieza. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Relieve inferior (6): Salomón entroniza a su madre Betsabé. Relieve superior (3): coronación de la Virgen como Reina de los cielos.
Betsabé, tras las suplicas de Adonías (hermanastro de Salomón) acude a ver a su hijo para que interceda por su hermanastro al intentar usurparle el trono. Salomón sale a su encuentro, inclinándose ante ella, y sentándola en un trono a su diestra, siendo coronada por su hijo. Del mismo modo, Jesucristo corona a su Madre como reina en el cielo: “Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” (Romanos 8:30).


Coronación de la Virgen como Reina de los cielos. Imagen antigua antes de su limpieza.

Salomón entroniza a su madre Betsabé. Imagen antigua antes de su limpieza.

Coronación de la Virgen como reina de los cielos. Relieve después de su limpieza. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.

Salomón entroniza a su madre Betsabé.Relieve después de su limpieza. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


En cuanto a las pilastras  que flanquean los relieves, como ya dijimos más arriba se encuentran sobre ocho peanas sostenidas por ángeles voladores, y coronadas con una bonita torre de aguja gótica. En su parte media, en el lugar  donde se cruzan horizontalmente las cenefas, vemos otros ocho doseletes que hacen a su vez de peana.


Ángel en una de las peanas de las pilastras. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Esto hace que en las ocho pilastras existentes, cuatro a cada lado de la puerta del trascoro, nos encontremos con hasta 16 peanas ocupadas por el mismo número de figuras.
Si nos fijamos bien, podemos ver como cada uno de estos ángeles porta una cinta o filacteria, quizás para que el cantero que talló las 16 figuras que soportan pusiera en ellas los nombres de los personajes representados, sin embargo, estas bandas se encuentran vacías, sin nombre y sin ningún otro detalle.


Ángel portando una filacteria. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Nos decía el canónigo Sanchis i Sivera sobre estas esculturas que solo son “bocetos del apostolado que se puso en el crucero a últimos del siglo XVIII”.
Si nos fijamos en alguna fotografía antigua de este retablo, podemos ver como las imágenes que se encontraban sobre las ménsulas no son las mismas que podemos ver hoy en día.


Imagen antigua del retablo del Santo Cáliz, donde se puede ver los bocetos citados por Sanchis i Sivera. Imagen cedida por Valencia Antigua: Historia Gráfica.

Fotografía antigua del trascoro en el Aula Capitular de la Catedral de Valencia. Aquí se puede ver el retablo coronado con las imágenes de la Virgen con el Niño, Santa Elena, y San Luis. También se aprecia como faltan los relieves de Giuliano di Nofri y como las esculturas de las pilastras no son las mismas que podemos ver hoy en día. Imagen cedida por Valencia Antigua: Historia Gráfica.


Veamos a hora a quienes representan las imágenes que vemos hoy en día, las cuales es posible identificar gracias a los elementos que portan.
Comenzando por la hoja derecha de la portada, la izquierda desde el lado del espectador, nos encontramos con los siguientes personajes:
Fila superior: San Lorenzo, San Sixto, Santiago el Menor y San Simón.
Fila inferior: Santo Tomás, San Felipe, Santiago el Mayor y San Pedro.


El primero de los personajes con quien nos encontramos es con San Lorenzo, uno de los siete diáconos de Roma. Como podemos ver, viste dalmática, y porta en sus manos la palma del martirio y el libro de los Evangelios, además de un escudo en forma de parrilla.


El diácono San Lorenzo. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.

La siguiente imagen con la que nos encontramos es con la de San Sixto. Lo podemos ver coronado con la mitra papal y portando un libro donde se representa el principio y el fin, el alfa y el omega.


San Sixto II. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


A su lado podemos ver la imagen de Santiago el Menor, representado con su mazo de batanero, atributo del santo.


Santiago el Menor. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Completa esta fila la imagen del apóstol San Simón, quien porta un serrucho en su mano derecha.


San Simón. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


La fila inferior de este lado comienza con la imagen de Santo Tomás, portando su inconfundible escuadra.


Santo Tomás. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Encontramos a continuación a San Felipe, quien porta en su mano derecha una cruz Tau.


San Felipe. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


El siguiente personaje que nos encontramos es con Santiago el Mayor, inconfundible por sus atributos de peregrino, su gorro y su bastón.


Santiago el Mayor. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


El último de este lado es San Pedro, inconfundible por sus llaves.


San Pedro. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


En cuanto a la  hoja izquierda de la portada, la derecha desde el lado del espectador, nos encontramos con los siguientes personajes:
Fila superior: San Mateo, San Pablo, San Valero, y San Vicente Mártir.
Fila inferior: San Andrés, San Juan, San Bartolomé, y San Judas Tadeo.


El primer personaje que vemos es San Mateo, portando el Evangelio.


San Mateo. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


El segundo de los personajes es San Pablo,  quien curiosamente porta un hacha, cuando generalmente se le representa con una espada.


San Pablo. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Le sigue San Valero, papa, con su mitra y su báculo.


San Valero. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Y termina esta fila superior con la imagen del diácono San Vicente Mártir.


San Vicente Mártir. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


La fila inferior de esta parte del retablo comienza con la imagen de San Andrés, quien porta su principal atributo, la cruz en forma de aspa.


San Andrés. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Le sigue la imagen de San Juan, el más joven de todos.


San Juan. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


El penúltimo de los personajes aquí representado es San Bartolomé, quien sostiene con su mano derecha un cuchillo, uno de los atributos de este apóstol.


San Bartolomé. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.


Cierra el conjunto la imagen de San Judas Tadeo, quien al igual que san Pablo, aparece portando un hacha.


San Judas Tadeo. Fotografía de Pedro Núñez Sabín.



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