sábado, 18 de agosto de 2018

Un gobierno atrapado y desgastado que sobrevive por el endeudamiento.

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Publicado el: 18 agosto, 2018
e-mail: juanbolivardiaz@gmail.com
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Las graves implicaciones del escándalo Odebrecht cayeron como rayo y petrificaron el gobierno del presidente Danilo Medina, cuando apenas iniciaba su segundo período gubernamental, sin haber podido salir de la defensiva al agotar la primera mitad, sacudido por la indignación de amplios núcleos poblacionales que reclaman poner fin a la impunidad.
El balance de los 6 años de la gestión de Medina arroja un crecimiento económico motorizado por un incremento insostenible de la deuda estatal, con fortalecimiento del presidencialismo y debilitamiento de las instituciones, y sin haber podido resolver ninguno de los graves problemas del país, excepto la construcción de aulas escolares.
La maldición de Odebrecht. El entramado de corrupción de la empresa brasileña Odebrecht petrificó el gobierno del presidente Medina, quien no ha podido salir de la defensiva ni librarse de su implicación, por sus tres viajes a Brasil antes de asumir la presidencia en el 2012, por el asesoramiento político de Joao Santana, agente electoral de la constructora con la que se firmó el cuestionado contrato para las plantas de carbón de Punta Catalina por 2,040 millones de dólares.
Para colmo de males, la Odebrecht reclama otros 708 millones de dólares para concluir las plantas desde el principio denunciadas como sobrevaluadas y que registran más de un año de atraso dilatando los efectos positivos que se cifraban para afrontar el grave problema energético nacional. Mientras han acaparado una alta proporción de la inversión pública basada en un endeudamiento que alcanza niveles de advertida insostenibilidad.
El manejo político y judicial del escándalo Odebrecht ha disparado la indignación manifiesta en el movimiento Marcha Verde, al ignorarse que los ejecutivos de la constructora testimoniaron que cuando la justicia los persiguió en Brasil, trasladaron sus operaciones mafiosas a República Dominicana, por considerarla un lugar seguro. Durante el Gobierno de Medina la empresa transfirió al país el 74% de los fondos destinados a sobornos, pero no hay procesados de ese período gubernamental.
La negligencia en auditar las obras de Odebrecht, pese a la confesión de que tenían un patrón del 22% de sobrevaluación, la negativa a investigar el financiamiento de campañas electorales, la reducción a la mitad de los imputados originales por los sobornos y la documentación de que se otorgaron contratos sin licitación a las empresas de Joao Santana por casi 1,400 millones de pesos, han alimentado la hoguera en que se consume el Gobierno.
Crecimiento con esteroides. El crecimiento económico con promedio alrededor del 6% durante los 6 años del actual Gobierno es enarbolado como uno de sus mayores éxitos, tanto que cundió el pánico el año pasado cuando quedó en 4.6%.
Pero tal como sostuvo el economista Pavel Isa, se trata de un “crecimiento con esteroides”, no derivado de un incremento significativo de la producción y la productividad, sino en base al más acelerado endeudamiento.
El gobierno de Danilo Medina quedará como el de mayor endeudamiento de la historia nacional, con un aumento del 64% de la deuda pública consolidada registrada, que se eleva al 82%, cuando se computa la deuda pública flotante o no registrada, como hace el economista Apolinar Veloz, exgerente general del Banco Central y hasta hace meses funcionario del Fondo Monetario Internacional.
Un cuadro anexo, entregado por Veloz en el Almuerzo del Grupo de Comunicaciones Corripio hace 10 días, eleva la deuda total del Estado a 46,689 millones de dólares, equivalentes a un escandaloso 60.64% del Producto Interno Bruto.
Incluye 33,604 millones de dólares del sector público no financiero, más 11,848 del sector bancario público, 570 millones de dólares del sector eléctrico público, entre otros. La deuda de cada dominicano asciende a 4,465 dólares, equivalentes a 222 mil pesos.

Los desafíos acumulados. Las perspectivas indican que el gobierno de Medina completará sus ocho años sin haber afrontado definitivamente ninguno de los graves problemas nacionales, aunque ha concentrado esfuerzos en la educación, gracias a la inversión del 4% del PIB, pero con poco éxito en calidad, sin variaciones significativa de los currículos en la tanda extendida; habrá adelantado mucho en el 911, pero sin detener el incremento de la inseguridad; y mejorará el tránsito, al entrar en operación la prolongación al este de la segunda línea del Metro, que recibió en etapa final hace 6 años y apenas la acaba de terminar, porque priorizó su teleférico, de mucho menor impacto en la demanda de transporte.
En salud podrá reivindicar la remodelación, ampliación y equipaje de 56 hospitales, que mantuvo semi-paralizados durante 5-6 años, generando graves problemas, a los que habría que atribuir el increíble incremento de las muertes de neonatales, que entre enero y julio han sumado 1,965, casi 10 por día, 431 más que en el mismo período del 2017, un 28% más.
El sistema de la seguridad social se cae a pedazos, sin que las autoridades reaccionen. Es notable la reducción de la inversión en vivienda, aunque promueva los proyectos de ciudades Juan Bosch, junto al sector privado.
Todavía podría tener mejores resultados en los dos años que le restan, pero las fuerzas espirituales del Gobierno están demasiado concentradas en la política, atrapadas en la maldición del continuismo, con los vientos tan en contra como los tuvo Leonel Fernández en sus dos últimos intentos por seguir gobernando. La fatiga que se registra en el país no augura un camino fácil para el continuismo, y para lograrlo el costo podría resultar traumático.

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